Domingo 2 de agosto
Hoy era otro dia de playa y tranquilidad. Nuestro destino era la playa de Perissa.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
MONTAÑA DE PROFITIS ILIAS
Pero antes ibamos a hacer una parada a medio camino, subiendo a la montaña de Profitis Ilias (Profeta Elias), el pico más alto de la isla situado a una altura de 567 metros entre Pyrgos y Kamari.
Por cierto que pasamos por Pyrgos, un pueblo que fue la capital de Santorini hasta 1800, construido en la cima de una colina y que tiene un castillo veneciando y 33 iglesias. Nos pareció que el pueblo tenía una visita pero nos iba a quitar mucho tiempo asi que seguimos adelante.
En unos 20 minutos de atasco y tráfico denso llegamos al pie de la montaña. La subida se hace por la habitual carretera serpenteante sin arcén ni visibilidad. Aunque afortunadamente había poco tráfico, nos cruzamos con algún que otro autobus que bajaba a toda leche y que nos puso la carne de gallina.
En la cima, dejamos el coche tirado como pudimos en un lado de la carretera y caminamos un poco hasta el monasterio de Profitis Ilias, contruido en 1712 y que no visitamos porque tampoco nos pareció que mereciera la pena. Junto a él habia una pequeña ermita rodeada de jardines, muy agradable.
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Pero lo más interesante es que desde lo alto de la montaña se podía ver la isla entera en todo su perímetro. Aunque soplaba un viento huracanado, disfrutamos un rato de las vistas de la isla, identificamos los pueblos y los accidentes geográficos más importantes (hasta incluso se veia Oia) y disfrutamos del ajetreado aeropuerto cercano situado al norte de la montaña que casi parecia un aeropuerto de juguete desde nuestra posición.
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PLAYA DE PERISSA
En otros diez minutos llegamos a Perissa, una poblacion turística situada a unos 15 km al sureste de Fira, famosa por tener una larga playa de arena negra, la más larga de la isla. Más al sur, y casi sin solucion del continuidad con Perissa, está la playa de Perivolos. Ambas pasan por ser las mejores playas de la isla, lo que no es decir gran cosa
Perissa es un pueblo costero de nueva construcción, levantado para albergar hoteles, restaurantes y servicios destinados a los turistas. Por eso, en el pueblo no se ven construcciones tradicionales y las calles están dispuestas en damero. En medio del pueblo hay una iglesia muy pintona para las fotos, una antigua ermita del siglo XVII, rodeada hoy en día de una especie de centro comercial.
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Junto a la playa hay una estrecha carretera sin arcén que ejerce de improvisado paseo marítimo atestado de terrazas de restaurantes (con sus respectivas zonas de tumbonas y sombrillas de alquiler) alternando con solares, tapias desconchadas y contenedores de basura. El pueblo esta rodeado de colinas por el oeste (el monte Profitis Ilias que acababamos de visitar) y el norte. De hecho el límite norte de la playa es una gran peña que se hunde en el mar. Junto a ella hay un pequeño embarcadero. Desde Perissa, existe un pequeño sendero que cruza la montaña y conduce a las ruinas de la antigua Thera.
Aparcamos sin excesivos problemas en el "paseo marítimo", alquilamos unas hamacas y nos dispusimos a disfrutar de un día de playa. La playa no es muy ancha y además está casi completamente ocupada por sombrillas. De nuevo es de arena gruesa negra, no muy agradable para el paseo sin chanclas. Sin embargo las aguas son cristalinas y el contraste del azul intenso del mar con la arena negra es precioso. Los fondos marinos son muy rocosos (especialmente el fondo junto a la gran peña al norte de la playa) y son espectaculares para el snorkel.
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No paseamos por la playa porque ya os digo que era bastante desagradable pero esta playa, al ser más grande y de mas facil acceso, tenía menos jaleo que la playa roja. Eso sí, había mucha gente y mucho chiringuito y restaurante. Según parece en Perivolos hay un ambiente más festivo con bares chill out y de diseño que organizan beach parties pero el ambiente en Perissa era muy tranquilo y familiar (afortunadamente).
Pasamos el dia en la playa, comimos en uno de los chiringuitos junto a la playa y a media tarde nos recogimos al hotel para acicalarnos y hacer una de las turistadas de Santorini: ir a Oia a ver el atardecer.
ATARDECER EN OIA
Oia es el pueblo situado en el extremo más occidental de la punta norte del croissant que es Santorini. Es un pueblo precioso, de intrincadas callejuelas y blancos edificios tradicionales que se desparraman por la ladera de la montaña casi hasta el mar. Comparado con Fira, los edificios son más armónicos y la arquitectura es más uniforme y eso junto a su privilegiada posicion para vel el atardecer, le da mucho encanto y es probablemente el pueblo más bonito de la isla.
Y claro, a la hora del atardecer, todos los turistas de la isla se concentran en Oia con sus vehiculos y se montan unos atascos formidables. Previendo esto, nosotros nos acercamos casi dos horas antes del atardecer. No vimos que fuera posible aparcar con facilidad en sus calles. Afortunadamente unos caritativos Oienses habian habilitado un gran solar a la entrada del pueblo como aparcamiento turistico por la módica cantidad de 6 euros. Una vez convenientemente sableados nos acercamos paseando al centro del pueblo.
La ciudad es sorprendentemente grande. En su entrada oriental, las calles son lago más anchas, hay una pequeña iglesia con una amplia plaza y tambien hay algunos hoteles.
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De aqui parte una estrecha calle peatonal que atraviesa Oia de este a oeste flanqueada por tiendas, restaurantes, apartamentos turísticos y hoteles, todos ellos pintados de blanco y azul y puestos con un gusto exquisito.
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A lo largo del paseo por esta calle se disfruta de maravillosas vistas de Fira, de la cercana isla de Thirasia y de la caldera. La calle se adentra màs adelante en el pueblo propiamente dicho, desapareciendo las vistas y convirtiendose en el habitual pueblo mediterráneo de trazado laberintico con estrechas calles, plazuelas y recovecos romanticos aunque el gentió nos impedía disfrutarlo con tranquilidad.
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Oia tiene una gran tradición como pueblo de artistas y por ello ofrece un gran número de pequeñas galerías y tiendas de artesania. En medio del pueblo nos topamos con una ancha plaza cuadrada presidida por la iglesia Panagia Platsani, una de las joyas arquitectónicas de la ciudad.
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Pero para disfrutar de la puesta de sol hay que llegar al extremo oeste del pueblo. Allí, el pueblo se expande por la ladera de la caldera que cae abruptamente hacia el mar. Las calles se convierten en decenas de escaleras que suben y bajan por entre los edificios. Y por este dédalo de callejas de desperdiga la multitud intentando escoger el mejor sitio para disfrutar del espectáculo solar. Tengo que decir que aunque habíamos llegado con tiempo, el sitio estaba ya abarrotado y los mejores sitios estaban ocupados pero hay muchos puntos desde donde ver el atardecer y realmente es imposible perdérselo por llegar con el tiempo justo.
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Y alli estábamos como tres idiotas rodeados de cientos de turistas con la misma cara de ¿que narices hago yo aquí? con media hora por delante antes de disfrutar del show. Así que en una tienda cercana nos agenciamos unas cervezas (Nestea para el niño, no penseis mal) y nos sentamos en unos escalones a ver descender al astro rey rodeados de grupos de jóvenes alcoholizados, turistas japoneses con cámaras gigantes y edulcoradas parejas abrazadas.
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El mar frente a Oia estaba plagado de barcos llenos de turistas dispuestos a ver atardecer desde el mar.
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Las casas se tiñeron progresivamente de los habituales naranjas, rojos y morados mientras el sol se hundía en el horizonte. Curiosamente el sol desapareció bastante por encima de la linea del horizonte como por una linea de bruma. Este efecto lo vimos en todos los atardeceres en la isla y no sabemos como explicarlo.
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El silencio solo se veia interrumpido con cientos de disparos de cámaras. Cuando finalmente el sol desapareció la multitud estalló en aplausos en uno de los momentos más surrealistas de mi vida.
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A ver, no me entendais mal: el sitio era muy bonito, la luz preciosa y el momento muy romantico pero la verdad es que no nos pareció muy distinto del atardecer visto desde cualquier otro punto de la isla. Y la verdad es que comerse el atasco para llegar a Oia, buscar aparcamiento y aguantar la multitud no vimos que mereciera la pena. Visitar Oia desde luego que sí hay que hacerlo, pero si te pierdes el atardecer, tampoco nos pareció tan grave
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Eso sí, desde un punto de vista fotográfico, el momento es espectacular y las cámaras echaban humo. En realidad toda la isla es un paraiso para los amantes de la fotografia y es imposible dejar de fotografiar los miles de rincones preciosos y espectaculares panoramicas que ofrece Santorini.
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Una vez terminado el espectáculo, la horda turistica comenzó a volver por el mismo camino hacia el este. Tardamos una buena media hora en conseguir salir del extremo oeste del pueblo caminando como sardinas en lata.
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Decidimos cenar en Oia en un pequeño restaurante de comida poco sofisticada pero con terraza y vistas (nocturnas) de la caldera a precios más comedidos que el dia previo. Desde la terraza habia una vista epatante de las casas de Oia con la luna llena recien salida teñida de naranja.
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Finalmente dimos un paseo nocturno por el pueblo y volvimos al hotel alrededor de la medianoche.
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