Hoy finalizábamos nuestro viaje por Francia y la idea era regresar por Barcelona y continuar hasta Daimuz para continuar las vacaciones, pero mi marido me sorprendió con una noche más en pleno pirineo, concretamente en Formigal, así que variamos un poco el planning y decidimos visitar SAINT-CIRQ-LAPOPIE antes de continuar la ruta hasta la frontera. Además si no perdíamos excesivo tiempo, queríamos pillar el Tour de Francia que justo se cruzaba con nosotros en su etapa hacia Andorra.
El nombre de este pueblo (sí, es un pueblo, apenas tiene 200 habitantes que realmente viven y trabajan allí), se debe por un lado al santo que allí veneran (Saint Cirq) y por otro, a la montaña donde está enclavado y que tiene una curiosa forma de seno ("lapopa").
El acceso al mismo es complicado, porque está casi a 100 metros de altura del río Lot y para llegar a él es necesario circular por bastantes carreteras secundarias que se hacen eternas, pero que alegran la vista y ensanchan los pulmones con su aire puro y fresco.
Turísticamente hablando, sigue la línea de los que visitamos el día anterior, un pueblo tranquilo, sin japoneses, con callejuelas empedradas que serpentean por la montaña (y que convirtieron en un auténtico calvario circular con una silla de paseo u obligar a Hugo a subir cuestas), sus gentes son encantadoras y en la mayoría de los establecimientos nos hablaron en un perfecto español, lo cual es de agradecer después de casi 11 días sin escuchárselo a nadie.
Me llamó mucho la atención la cantidad de productos que trabajan en esa zona: quesos, patés, vinos, mermeladas,...y todo delicioso por cierto...
Os dejo algunas fotos:
Después de subir a todos los puntos altos y recorrer la mayor parte de sus calles salimos del pueblo intentando encontrar un punto en que pudiéramos recoger una vista de toda la aldea, incluido el río. En estas nos encontrábamos discutiendo sobre cual era el mejor ángulo porque desde todos algo se cortaba, cuando salió de su casa un señor mayor que había escuchado nuestra conversación y nos ofreció subir a su terraza para así conseguir la instantánea. Con motivos suficientes os he dicho que en este pueblo son buena gente!!
Iniciamos el regreso con un entorno como este:
A partir de aquí comenzaron kilómetros y kilómetros intentando encontrarnos en algún punto con el Tour pero no lo conseguimos, nos habíamos entretenido demasiado en Saint Cirq Lapopie... Así que seguimos las indicaciones hasta la frontera y cruzamos los pirineos con bonitas villas, en las que la lluvia nos sorprendió y no pudimos parar.
Llegamos después de comer a nuestro destino en Formigal, SALLENT DE GÁLLEGO
. Allí de momento hacía bueno y el sol calentaba así que directos a la piscina de verano que comunicaba con la de invierno y el spa, y allí disfrutamos y descansamos hasta bien entrada la tarde. Por cierto, el hotel súper recomendable, Hotel Saliecho, de 4 estrellas.
Estas eran nuestras vistas desde la habitación y desde el spa y la piscina:
Ya a media tarde nos acercamos a Sallent a dar un paseo y cenar. Deciros que está situado en el valle del Tena, y permanece ajena a los cambios del tiempo, a pesar de estar rodeada de nuevas urbanizaciones y cercanas pistas de esquí. Tiene una iglesia gótica digna de visitar y un puente medieval bien conservado.
Desde Sallent se puede contemplar la Peña Foratata, que domina todo el valle y los escaladores aseguran que está tan hueca por dentro que parece una puerta abierta al fondo de la tierra. Además circulan leyendas sobre ella como esta que me llamó la atención:
“Habitaban en el valle dos dioses Anayet y Arafita que eran los más pobres y honrados del lugar, pero no les importaba porque tenían una hija inteligente y de gran belleza: Culibillas. Recibía numerosas ofertas de matrimonio que siempre rechazaba por vivir al lado de su familia y los animales del bosque,(las hormigas eran sus grandes compañeras de juegos).Balaitus que era el gran dios del Pirineo, fuerte, poderoso y temido se enamoró de ella. Él manejaba las tormentas y rayos y las montañas temblaban cuando se enfadaba. Culibilla lo rechazó como a cualquier otro pretendiente y Balaitus juró raptarla, llegado el momento la diosa gritó…. A mí todas las hormigas!!!, y millones de hormigas blancas empezaron a cubrirla!!!. Balaitus horrorizado empezó su huida.Culibilla agradecida y para guardar en su corazón a todas sus hormigas blancas se clavó un puñal. Su pecho es ahora la peña Foratata y aseguran los habitantes del lugar que pasean por el valle escuchar los latidos de la diosa además de que no se ven en Formigal ni en Sallent una sola hormiga blanca ya que todas habitan en el corazón de Culibilla”
Apenas tengo fotos para colgar porque salimos en todas ellas, pero os aseguro que es un pueblo precioso, con casas de piedra, ventanas de madera y tejados de pizarra. De calles estrechas y llenas de vida e innumerables senderos donde perderse haciendo senderismo, descenso de barrancos, etc...Incluso en la plaza del pueblo había un inmenso rocódromo gratuito.
Os pongo un par de fotos que he encontrado en internet, por no dejar coja esta etapa...
Para cenar os recomiendo el Restaurante Faure, en la calle Francia. Tiene restaurante y carnicería, y una pequeña terraza fuera donde degustamos un kilo de chuletón que nos cortó de sus piezas, con patatas y pimientos, unas croquetas, unas cervezas , y un acuarios para Hugo 44 euros. La carne estaba...mmm...súper tierna y con un sabor único, además la dueña un encanto.
Regresamos al hotel y al día siguiente tras ponernos al botas en el desayuno (espectacular) cargamos de nuevo el coche y rumbo a la costa levantina. Nos esperaban muchos kilómetros en nuestra última jornada y además llovía.
Llegamos a Daimuz sobre las 4 de la tarde, y tras unos días con una gran depresión post Suiza y, como quien no quiere la cosa, acortamos los meses hasta el verano reservando vuelos para disfrutar de los mercados navideños de Montreux...así es más llevadero el año. Y es que...VIAJAR ES CAMBIAR LA ROPA AL ALMA...y todos deberíamos cambiarla varias veces al año...Hasta la próxima!