Amaneció diluviando y por el aspecto del cielo no iba a abrir en todo el día.
Es desesperante cuando estás en un sitio así que te llueva, porque no puedes hacer absolutamente nada, excepto estar en la habitación.Si no hubiese sido porque el billete de avión de salida de Belice no se podía cambiar, nos habríamos ido ese mismo día para Miami, pero no podíamos, así que tocaba aguantar y llevarlo lo mejor posible. Después del desayuno nos sentamos en el porche y nos dedicamos a leer, ordenar las fotos y a ponernos al día con Facebook y Whatsapp, ¿qué otra cosa podíamos hacer? Ni siquiera había un bar para poder ir porque el único que había al ser al aire libre, no lo abrían cuando llovía.
Para comer encargamos algo en el restaurante porque descubrimos que la carta de las comidas era mejor y más barata que la de las cenas, pero lo comimos en el porche porque se estaba más a gusto.
Seguía lloviendo, aunque ya no tanto y decidimos darnos un baño en la piscina, hacía calor y apetecía.
A eso de las 15:00 dejó de llover y pensamos que, aunque playa no, porque tumbonas y colchonetas estaban empapadas, podíamos coger un kayak y dar una vueltecita, así que eso hicimos. Nos lo pasamos bien y al menos hicimos una actividad acuática.
Después, por hacer algo más, fuimos a caminar por la carretera de tierra que pasaba por delante del hotel, pero tuvimos que volvernos corriendo porque una nube de mosquitos nos persiguió literalmente, además, eran grandes, zancudos, a los que parecía no hacer efecto los varios repelentes que llevábamos. A partir de ese momento, los mosquitos pasaron a ser una pesadilla, por mucho repelente que nos echásemos y por mucho que fumigasen en el hotel, daba igual, nos acribillaban. Según nos dijeron no era normal esa invasión y se debía a las copiosas lluvias.
Después dimos un paseo por la orilla, que como acababan de fumigar no había mosquitos y se estaba genial, se respiraba paz, parece increíble, pero en esa zona el mar no tiene ni una ola, el arrecife las para y el mar está como una balsa, parece un lago.
Esa noche cenamos también en la habitación y a pesar de los mosquitos, pusimos espirales y cenamos en el porche porque nos encantaba el ambiente con la brisa del mar. Después del gin tonic de rigor, nos fuimos a dormir con la esperanza de que al día siguiente no lloviese porque ya era el último día allí.