Sábado 29 de Julio:
Mientras el resto del grupo salían a conocer Kyoto siguiendo el planning que teníamos marcado, Victor y yo seguimos de médicos y reposo en el hotel. A primera hora de la mañana volvimos al hospital para ver al urólogo, y por suerte éste le cambió el tratamiento y además de darle un dilatador para facilitar la expulsión de la piedra también le dio el antibiótico en forma de pastillas, por lo que yo sería necesario volver todos los días al hospital como nos había dicho el del día anterior. También le dijo que era cuestión de días, que en unos 4 días seguramente echaría la piedra y problema resuelto.
Nuestra intérprete me acompañó a la farmacia de nuevo para comprar los medicamentos y una vez allí nos dieron unos impresos para rellenar, en inglés, que forman parte de un estudio que está haciendo la Universidad de Kyoto para mejorar la atención a pacientes extranjeros, ya que según nos contaron, cada vez están teniendo más casos y necesitan mejorar la forma de atenderles.
El resto del día lo pasamos en el hotel de nuevo. Al menos el hotel era el más cómodo del viaje y se estaba muy a gusto. Por la noche, nuestros amigos nos estuvieron contando lo que habían visto, hoy tocaba la zona de Higashiyama así que nos habíamos perdido el templo Kiyomizudera, las calles Sannezaka y Ninenzaka, el santuario Yasaka, el barrio de Gion.... vamos, algunos de los puntos más emblemáticos de la ciudad
A la hora de la cena, como Victor se encontraba mejor, Mar se apiadó de mi y me llevó a cenar a un restaurante cerca de la estación. Era un restaurante típico japonés, con reservados donde había un par de mesas bajas para comer y donde tenías que entrar descalzo, dejando los zapatos en el pasillo. Fue mi primera toma de contacto con la gastronomía japonesa (quitando los combinis) y no estuvo nada mal.