Comienza nuestro merecido viaje por tierras del norte. Después de casi dos años sin salir de Almería, y en familia (somos un matrimonio y dos niños), emprendemos el viaje, pasando por tierras granainas, jienenses, la mancha, Madrid y parte de la meseta norte hasta llegar a Cantabria, en un pueblo perdido en la montaña cerca de Reinosa. Un lugar realmente mágico y silencioso para descansar y estar en contacto directo con la naturaleza. Se trata de una pequeña pedanía llamada Olea, a unos 8 km. De Reinosa. La casa es de estilo rústico pero muy amplia y acogedora. Y sus dueños, amabilidad. Hasta nos invitaron a su bodega y nos enseñaron a ver como daban de comer a sus vacas. Además, tenía un amplio jardín con barbacoa, hamacas y piscina. Aunque esta última no la utilizamos. Con unos agradables 13 grados no nos apetecía mucho. Se trata de Casa Miguel. Siempre que los recorridos son largos, hacemos una parada algo más extensa para descansar y al mismo tiempo conocer. En esta ocasión ha sido Puerto Lápice, en Ciudad Real. Con unos 1.000 hb. Es una de las localidades importantes para seguir la ruta de ingenioso hidalgo Don Quijote. Visitamos su plaza mayor, de estilo manchego, con dos alturas de soportales de maderas pintadas de color almagre y la Venta de Don Quijote, en donde se encuentra un pequeño museo dedicado a este ilustre personaje cervantino. Junto a la biblioteca municipal, una estatua de Cervantes escribiendo sobre un pupitre y a lo lejos, 3 molinos de vientos.
Pero tras esta breve paréntesis por tierras manchegas, volvamos a Cantabria. Y claro, tras unas 10 horas de recorrido hasta llegar a Olea, poco tiempo teníamos más que comprar víveres en Reinosa para estos días y disfrutar del paisaje que rodea a la casa, todo verde y tan diferente a nuestra Almería.