Hoy no vamos a coger mucho el coche, pues nos vamos a Santander. En primer lugar nos dirigimos a los jardines y paseo de Pereda, desde los cuales se observa una bonita panorámica del centro histórico, el Centro botín y la Bahía de Santander. Precisamente el centro histórico fue arrasado por un incendio en 1941, lo cual parte de su historia se perdió. Pero se reconstruyeron numerosos edificios de interés como en el caso de la catedral. Precisamente hay un recorrido a pie con paneles y fotografías que rememora este hecho. Por el paseo de Pereda nos encontramos con unas esculturas. En recuerdo de los raqueros, niños que a finales del siglo XIX y comienzos del XX, vagabundeaban por el puerto a la espera de que un tripulante desocupado o un turista adinerado lanzase al agua una moneda que ellos pudieran recuperar buceando. Desde el Paseo de Pereda llegamos al Centro Botín, un centro de arte donde destaca el edificio, con una singular forma. Desde lo alto del edificio se observa una bonita vista de la Bahía de Santander.






Luego nos dirigimos al MUPAC (Museo de Prehistoria y Arqueologia de Cantabria) junto al mercado. Un museo que está muy bien musealizado. Y donde destaca, como no, las pinturas rupestres, las estelas cántabras, y el período de las guerras cántabras con los romanos. Aquí mis hijos consiguieron el cuarto sello del pasaporte a la aventura cultural.



Ya por la tarde nos dirigimos a la Península de la Magdalena, un lugar magnífico para dar largos paseos bajo zonas verdes, el mar pero sin salir de la ciudad. Nuestro agradable y largo paseo nos lleva hasta un pequeño zoo al aire libre gratuito con pingüinos, focas y leones marinos. junto a él, unas réplicas de navíos expedicionarios de distintas épocas. En el extremo de la península, el palacio de la Magdalena edificado a principios del siglo XX por la ciudad para que allí se alojaran los reyes (Alfonso XIII) en los períodos de verano. Si a los reyes les gustaba veranear en Cantabria, sería por algo. Tras la república, dejo de ser evidentemente residencia de verano pero pertenecía a la familia real hasta que en 1977 lo vendió Juan de Borbón a la ciudad. Boniuto paseo por los alrededores del edificio ecléctico y sus jardines y regreso al coche, pasando por un monumento en recuerdo a Felix Rodriguez de la Fuente.









En todo momento nos acompaña un bosques de pinos y verdor, y el mar. A lo lejos, contemplamos la Playa del Sardinero y la puesta de sol nos indica que es hora de regresar al apartamento y volver a coger mochila al día siguiente.