Paul, el recepcionista del Lusaka Backpackers, me recomendó tomar el autobús directo a Mfuwe, que salía a las 5 de la mañana. A esa hora lo recomendable es tomar un taxi, así que avisa al taxista del hostal que esté en la puerta a las 4:20. Kris, que acababa de llegar de Holanda y esperaba su turno en el mostrador, se interesa también. Acordamos compartir taxi, ya que hacemos parte del mismo trayecto. Ella debe ir hasta Chipata, donde ha quedado con unos amigos. Así que Paul reserva a nuestro nombre dos billetes. También me gestiona la oferta del Marula Lodge, que por 125$ comprende dos safaris en el Parque Nacional de South Luangwa, pensión completa y dos pernoctaciones en tienda de campaña. Un chollo, visto los precios de los safaris en general. Sobre todo, cuando descubro que no necesito plantar mi pequeña tienda, sino que disfruto de las típicas de los safaris a todo trapo, que tienen instaladas de forma permanente.
Kris tiene el despiste habitual de los recién llegados y sus continuas expresiones de sorpresa resultan divertidas. Bien temprano llegamos a la estación, donde damos nuestros nombres y abonamos el billete. Compramos café en uno de los pocos puestos en los que el personal no estaba durmiendo. A esas horas la estación no es un hervidero de actividad.
Ella había salido de marcha por Lusaka y se pasó gran parte del trayecto durmiendo. Cuando se despertó descubrió que su teléfono no tenía batería y necesitaba contactar con sus amigos. Le ofrezco cargar su móvil conectándolo a mi ordenador. Resulta que todos vamos al mismo destino y nos alojamos en el mismo lugar.
En Chipata se suben Nils y Anna. Son un matrimonio de médicos de unos 30 años, como Kris. Están trabajando como voluntarios en un hospital en Katete por un periodo de un año. Kris cooperará con ellos en esta escasa semana de vacaciones que tiene. Nils comenta que la mayoría de casos que atienden son traumatológicos. Básicamente, accidentes de tráfico, pero que en esta época del año también hay muchos casos de niños que caen de los árboles tratando de recolectar mangos.
Los mangos son un protagonista notable en este viaje. Los árboles crecen silvestres y están por todas partes. La premura hace que suelan cogerlos verdes, de modo que tienen mucha fibra y no resultan demasiado sabrosos. Se ofrecen por millones en mercados y por bandejas en todos los cruces de caminos y paradas de los minibuses.
Llegamos a Mfuwe al atardecer y el pequeño pueblo apenas ofrecía vida. Wendy nos pasa a recoger, después de que Nils la llamase por teléfono. Las instalaciones son perfectas y nos sentamos en unas butacas contemplando el río Luangwa tomando unas Mosis mientras preparan la cena.


El Parque Nacional empieza al otro lado del río y no hay vallas que lo delimiten. El territorio, tal como recoge la Constitución de Zambia, debe ser compartido por animales y personas. De este modo, nos advierten, es fácil que cualquier animal pueda acceder al lodge, por lo que debemos ser precavidos.
El South Luangwa es diferente a los parques visitados anteriormente. Rebosante de vegetación, resulta espectacular contemplar a la fauna africana en un escenario verde. El primer safari lo realizamos a primera hora de la mañana, regresando a mediodía al alojamiento donde hacemos tiempo para almorzar bañándonos en una gran piscina escuchando Tame Impala.
Después de comer, me despido de Kris y sus amigos, quienes tienen que regresar a tiempo a Katete. Deben asistir a una reunión a primera hora del día siguiente. El deber obliga. ¡Qué cantidad de gente fabulosa puedes llegar a conocer cuando viajas!
El safari de la tarde/noche no fue tan espectacular, quizá porque el guía o la compañía no fue la misma.


Wendy reservó un billete de regreso a Chipata. Salía de Mfuwe a las 5h, pero debía pasar a recogerme por el lodge a las 4:50. A las 4:40h me despierta el guarda. El autobús está esperándome. Sobresaltado, empaco en tiempo récord y me monto en cinco minutos.
El trayecto hasta Chipata pasa por campos en los que la población rural prepara para su cultivo, esperando las lluvias que deben llegar. En los márgenes se acumulan los enormes cestos con mangos.
Llegamos a Chipata a las 8h y el autobús directo a Lilongüe sale a las 13h. Tengo hambre y desayuno en un pequeño restaurante de la estación nshima con ternera y una Coca-Cola. Hago tiempo tomando café en un hotel mientras escribo y voy al centro para comprar repelente con los kwachas zambianos que me quedan. De camino, unos cambistas me ofrecen moneda malauí, pero desisto cuando me pretenden engañar contando los billetes. De regreso, a pie de autobús, cambio la moneda a otro cambista más honesto.

El autobús arranca finalmente a las 14h, contando únicamente conmigo como único pasajero. Llegamos enseguida al control fronterizo, donde el agente zambiano ríe cuando me pregunta si soy español o catalán. Sellado el pasaporte, en el control malauí tengo problemas para obtener el visado: no aceptan su propia moneda. Cuando pregunto al responsable de inmigración dónde puedo obtener dólares, éste me remite al mercado negro, a la puerta de las instalaciones oficiales. Sorprendido, compruebo cómo los cambistas ofrecen dólares contra kwachas malauís a un 20% más. Finalmente compro dólares con los euros que llevaba ‘por si acaso’, llegando a Lilongüe al atardecer, cansado de tanto mangoneo.
Día 60, Lilongüe.