ZAMBIA: La vuelta al Sur de África en 80 días (5) ✏️ Blogs de ZambiaZambia, mucho más que las Cataratas Victoria. Un recorrido por libre alrededor del extremo sur del continente africano.Autor: Globaltrote Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (7 Votos) Índice del Diario: ZAMBIA: La vuelta al Sur de África en 80 días (5)
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VISADO: Se puede obtener a la llegada. 50$. Yo lo conseguí en el puesto fronterizo, una vez cruzas caminando el puente sobre el Zambeze. Sin problemas. LLEGADA: Taxi desde el alojamiento (5$) hasta puesto fronterizo Zimbabue . Caminando hasta puesto fronterizo Zambia. Allí me recogió el trasporte del alojamiento en Livingstone. Moneda 10 Kwachas = 1 Euro GUÍA DE VIAJE: Lonely Planet (LP). QUÉ HE VISTO: Zambia es un destino seguro salvo Lusaka. Los ATM disponen efectivo. Livingstone: Rafting por el Zambeze. Todo un día disfrutando de rápidos, baños y risas. Espectacular: 170$ Alojamiento: Jellyboys. 150 Kwachas. Dormitorio de 8. Muy bueno: WiFi, enchufes, bar con cervezas bien frías, TV. Seguro... Estandar mochilero LP con todo lo necesario. Ofrecen actividades a precios competitivos. Livingstone - Kafue. Bus: 115 Kwachas Kafue - Siavonga. Bus: 40 Kwachas Siavonga: Tranquilo pueblo en los márgenes del lago Kariba. Interesante si se quiere profundizar en la Zambia rural Alojamiento: Lake View. 200 Kwachas. Muy buena relación calidad precio: a/c, bar con cervezas bien frías, algo apartado y muy tranquilo. Siavonga - Chirundu. Bus: 38 Kwachas Chirundu (Lower Zambeze): Naturaleza en paisaje fluvia. Si no se es un fanático de los animales, poco añade a lo ya visto en Botsuana. Alojamiento: Zambezi Breezers. 100 Kwachas. Camping. Tranquilo y con vistas al río en plena naturaleza. Chirundu - Lusaka. Bus: 72 Kwachas Lusaka: Gran ciudad con escaso atractivo pero buena logística. Alojamiento: Lusaka Backpackers. 165 Kwachas. Dormitorio de 4. Muy bueno: WiFi, enchufes, bar con cervezas bien frías, TV, seguro... Estandar mochilero LP con todo lo necesario. Muy amables, ofrecen actividades a precios competitivos en todo el país. Allí contraté la excursión a South Luangwa. Lusaka - Mfuwe: 190 Kwachas Mfuwe (South Luangwa NP): Naturaleza en paisaje boscoso. Si no se es un fanático de los animales, poco añade a lo ya visto en Botsuana. Alojamiento: Marula. 125 $. Dos días en tienda confortable, incluyendo las tres comidas y dos safaris (uno de ellos nocturno). Muy bueno. Mfuwe - Chipata: 70 Kwachas Chipata - Lilongue: 80 Kwachas Excursión al PN Matopós: 110$ Imagenes relacionadas Etapas 1 a 3, total 4
El taxi me deja ante la caseta del control fronterizo. Salir del país fue tan fácil como decir hola. Caminé el kilómetro hasta llegar al registro zambiano. A estas alturas de viaje, la magia de atravesar una frontera se convierte en algo rutinario. Pero esta resulta especialmente singular. Se cruza la garganta del rio Zambeze por un hermoso puente metálico del siglo XIX? desde el que se realizan múltiples actividades. Hay numerosos vendedores de recuerdos y personas que ofrecen diferentes formas de realizar el trayecto. Rechazo todas las ofertas con una sonrisa y me aposto en la barandilla a contemplar el extraordinario paisaje. De fondo suena el eco del alarido de un chaval que se lanza desde el puente, convenientemente sujetado por una cuerda elástica.
Entrar en Zambia fue tan sencillo como pagar los 50$ que cuesta el visado y una vez dentro del nuevo país, llegar a Livingston fue tan fácil como avistar la furgoneta del hostal que estaba frente a las instalaciones de inmigración. Era la hora indicada, las 10:30h. Livingstone recibe su nombre del explorador escocés que ‘descubrió’ las cataratas. Obviamente, éstas ya existían y eran conocidas por el descriptivo nombre de Mosi-ao-tunya, la humareda que truena. Después de hospedarme en el caro y decepcionante lodge de Victoria Falls, decido alojarme en uno de los dormitorios del Hostal Jollyboys, siguiendo las recomendaciones de otros viajeros, como Mecy, la mujer del café de Mature. Comparto la habitación con ocho desconocidos, pero la habitual educación de los viajeros hace que esto no sea un problema. El hostal se configura alrededor de una piscina. Tiene un bar surtido con millones de cervezas Mosi bien frías, a 10kwachas cada una (algo menos de un euro), mil enchufes distribuidos por todo el recinto, una buena señal de wifi, una fuente de agua y unas taquillas de seguridad. Todo lo que un viajero actual necesita. También cuenta con un listado de actividades a realizar en la zona, aunque todas ellas caras. Me apunto a una excursión para hacer rafting al día siguiente - son 170$ - y me acerco al centro comercial próximo a sacar dinero de un cajero y aprovecho para tomar un buen café en una terraza llena de blancos pegados a sus ordenadores y teléfonos. Livingstone tiene una buena infraestructura turística y puedo comer lasaña en un restaurante italiano de regreso al hostal. Paso la tarde poniéndome al día y la noche tomando cervezas con una pareja de españoles que se dirigen a Botsuana. Al día siguiente una furgoneta nos conduce al Parque Nacional, donde después de darnos una charla de seguridad, nos presentamos los miembros del equipo: tres estudiantes europeos en Sudáfrica, dos amigas coreanas y yo. Montamos en las balsas y empezamos a navegar los 30 kilómetros del cañón, remando rio abajo y disfrutando de la naturaleza, del agua, de los acantilados y, por supuesto, de los 25 rápidos.Acabamos el día rememorando la diversión tomando unas cervezas en el bar del hostal. El tercer día es uno de esos días tranquilos en el que aprovechas las instalaciones del hostal para tomar un baño, leer un rato, escribir y planificar los siguientes días de viaje. Como en otro restaurante italiano, en el conozco a Steffano, un exvoluntario que ha decidido levantar ese negocio. La pasta es extraordinaria y los helados impresionantes, sobre todo si consideras las dificultades condiciones de conservación debido a los cortes eléctricos. Lo felicito y regreso al hostal a relajarme mientras espero a Henry, el guía del rafting. Había quedado con él para ir al mercado, comprar algunos productos y cocinarlos según la tradición zambiana. A las 15h aparece por el patio del hostal y vamos caminando al mercado. De camino saludamos a un par de colegas suyos. Venden ropa de segunda mano, la misma que se dona en el primer mundo. Compramos cebollas, tomates, hojas de calabaza y boniato, pescado seco y orugas de las buenas. De allí compartimos un taxi hasta su casa. Henry vive en un barrio llamado Linda. Le explico su significado en español y sonríe. Linda como mi mujer, me responde. Entramos a su casa y me presenta a Martha y sus dos hijos. Es una casa humilde con dos piezas: el salón-cocina-comedor y una alcoba. Hablamos un rato mientras Martha prepara la comida, empezando por la hidratación del pescado y las orugas. Henry tiene 29 años, aunque no los aparenta. Huérfano, ha vivido intensamente. Tiene un hijo de 6 años de otra relación de 6 años, pero vive con su madre. Me confiesa que de los 170$ de la excursión, él sólo recibe 100 kwachas (9$) cuando es citado. Por supuesto, no está asegurado y sus ingresos son demasiado irregulares como para hacer planes. Se corta el suministro eléctrico, los dibujos animados de la televisión se callan y jugamos a cartas. Cuando Martha indica que la comida está lista, nos sentamos en el suelo. Es de noche y la sala se ilumina con la fría luz del foco de un acumulador de energía chino. Comemos el sadza con las manos y lo mojamos con los sofritos de verduras, el pescado y las orugas que hemos tomado en nuestros platos. La cena resulta sabrosa. Después de disfrutar de la agradable y acogedora compañía de su familia, me sorprende que me acompañe de regreso al hostal en vez de quedarse en casa. Voy a saludar a mis amigos, responde mientras le entrego la propina. Me temo que se la va a fundir en alcohol con ellos, pero quién soy yo para juzgarlo. Al fin y al cabo, acabo celebrando los goles del Barça – Roma. Todos tenemos derecho a disfrutar de la noche en Livingstone, supongo. Día 53, Livingstone. Etapas 1 a 3, total 4
Una de las chicas de la recepción del Jollyboys sacó un mapa patrocinado por todos los establecimientos aptos para mzungus y me indicó dónde encontrar la estación de autobuses.
De camino, no puedo dejar de detenerme en una cafetería local, donde me tomo un café con leche tan delicioso como prometía el olor del local. Aprovecho y compro agua y algunos tentempiés para el camino. Cuando llego a la taquilla, el chaval que me vende el billete avisa al conductor para que me espere. Son las 11h y salimos disparados en dirección a Lusaka. El autobús es de los grandes y a pesar de que no está completo, sólo se detiene en las ciudades importantes. A las 17h llego a Kafué y un hombre me indica dónde tomar la conexión a Siavonga, un pueblo a la orilla del lago Kariba. Cruzo la carretera y me siento, junto a otros viajeros, a la sombra del chamizo que hace de marquesina. A los veinte minutos llega un monovolumen y nos apretamos todos. Mi compañero de asiento carga con dos cajas con unos ciento cincuenta pollos de un día de vida. Suerte que la gripe aviar está erradicada. Llegamos a Siavonga de noche. El conductor me pregunta dónde me alojo. No tengo respuesta. Después de rechazar la primera opción por cara, me llevan a un segundo lodge, donde me hospedo por 200 kwachas (17€). No es una maravilla, pero tiene aire acondicionado, cervezas baratas y la cocinera me prepara kapenta con nshima para cenar. Al día siguiente desayuno en el desierto comedor. En la vieja tele ofrecen los resúmenes de la jornada de la Liga de Campeones. Doy un paseo pasando por muchas playas pequeñas que invitan al baño, pero la guía lo desaconseja: el lago está plagado de cocodrilos. Llego al pueblo, donde la gente me saluda curiosa. Sale a mi encuentro Lewis, quien me explica que los pescadores están reparando sus redes aprovechando la parada biológica impuesta por el gobierno. Ya no faenarán hasta el mes de diciembre, cuando hayan pasado los diez días de descanso. Quedo con él para dar una vuelta en barca al atardecer. Mientras, paso la tarde en la piscina del lodge caro. Tumbado en una hamaca, a la sombra de las palmeras, tengo la sensación de sestear en el caribe. Al día siguiente tomo el minibús hasta la carretera de Lusaka a Chirundu. A mi lado se sienta Ruth, una díscola muchacha que cumplía 22 años y lo celebraba tomando cervezas que abría con los dientes. Sorprendentemente era estudiante de odontología. Ya en el cruce, tardo un poco más de lo habitual en tomar un vehículo a Chirundu. El trayecto es corto y repleto de camiones que hacen la ruta Zambia – Zimbabue – Sudáfrica. No tenía claro donde alojarme, así que negocié con el taxista diferentes precios en función de dónde me quedase finalmente. El azar quiso que fuese el primero de ellos, el Zambezi Breezers. En una zona ajardinada, bordeando el imponente río Zambeze, planto la tienda. Tomo una cerveza y algo para picar y me siento en el embarcadero a contemplar el paisaje. A la otra orilla se ve pasear algún elefante. Al rato llegan Gary y Diane, quienes se presentan después de instalarse. Él es un blanco zimbabuense que ha recorrido medio continente y ella una francesa establecida en esta parte del mundo. Les pregunto qué visitar en Malaui, después de enterarme que han vivido allí quince años. Para entonces ya hemos tomado algunas cervezas sentados en el borde de la piscina y alguna magdalena que Diane ha preparado con maría. Logran replantearme completamente mi siguiente tramo del viaje. Atardece y tras contemplar la puesta de sol, Gary en un alarde de exaltación de la amistad, me invita a acompañarlos en la cena, una espectacular barbacoa, en la que no faltó de nada. Sobretodo alcohol. En medio de la fiesta irrumpe la hija de ambos, advirtiéndonos de que una enorme luna roja aparecía por el horizonte. Vamos todos al embarcadero a ver la preciosa imagen de la luna y su reflejo, que parece un ancho brochazo sobre el río. El silencio lo interrumpe Gary para decir: ‘Cuando vayas a Europa, cuenta la pobreza, cuenta los problemas, pero no cuentes esto. Esto es único. Esto es nuestro. Esto es África ‘. Al día siguiente, la gente del camping me había invitado a acompañarles en la barbacoa de despedida a Andrew, que rechacé. Por un lado, me parecía abusivo aceptar otra invitación y por otro no quería repetir la experiencia. Segundas partes nunca fueron buenas. Me despido de todos y el taxi que me lleva a Chirundu hace algunas llamadas a un colega suyo que conduce una combi hacia Lusaka, que logra interceptar en el camino. La furgoneta llega al mercado central de Lusaka alrededor de las 15h. Aquello es un caos de calles mal asfaltadas, puestos de venta de piezas de recambio de vehículos, fruta, verdura, fogones preparando comida… Un caldo de cultivo de rateros y yo un objetivo perfecto. Es la primera capital que piso en todo el viaje y ese ajetreo me parece espectacular. Entro a comer un pastel de pollo y una Coca-Cola en un local con aire hindú y de allí al Hostal Lusaka Backpackers. Los hostales para mochileros son un calco unos de otros, como este y el de Livingstone: dormitorios cuidados, baños limpios, wifi potente, bar con cervezas bien frías y televisión internacional y todo tipo de oferta de actividades para hacer en la zona. Puedes apretarte en atiborrados minibuses, cruzar sucios mercados, sudar mil caminos, que al final buscas recuperarte en estos oasis de confort para cargar la energía necesaria para continuar, como todos los dispositivos del mochilero moderno. Día 57, Lusaka. Etapas 1 a 3, total 4
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