Hemos estado pasando unos días en Madrid y, entre otros, hemos visitado un restaurante ciertamente especial que por su estilo considero pertinente ubicarlo en este hilo. Se trata de La Bodega de los Secretos, situado en la calle de San Blas número 4 (a cinco minutos caminando desde la parada de metro de Atocha). El restaurante ocupa el local donde se encontraban unas de las bodegas más antiguas de Madrid (al parecer la primera galería excavada data del s. XVII).
Al llegar a la entrada, ni la fachada del local ni su aspecto anuncian lo que nos vamos a encontrar. Atravesamos el umbral que da a una especie de hall a cuya derecha quedan unas escaleras que se adentran en el subsuelo de Madrid. Al bajar, encontramos un primer comedor muy bonito, con el antiguo ladrillo a la vista, luces suaves y con unas 6/8 mesas para unos cuatro comensales cada uno. Pero nosotros no habíamos reservado para comer allí, sino en una de las múltiples cuevitas o cavidades que tiene la bodega, que antiguamente servían para almacenar el vino y que hoy en día se han convertido en recogidos mini comedores.
Nos recibió un chico que oficiaba de maitre y que nos acompañó por uno de los varios pasillos o galerías enladrillados y caminando también bajo alguna que otra bóveda llegamos hasta nuestra mesa. Lo cierto es que en una primera impresión me pareció que íbamos a estar demasiado encajonados y que la mesa era de pequeñas dimensiones (algo lógico dado el tamaño de la “cuevita”). La iluminación también era tenue aquí, como en todo el restaurante e incluso había alguna vela. Era lunes a mediodía y había más gente ocupando casi todas las mesas de las cuevas de nuestro pasillo (mesas para 2). Mientras esperábamos la carta me metí por otro pasillo donde tenían cuevas más amplias (para 4 personas o así) y alguna estaba vacía. A pesar de que le sugerí a la camarera que nos cambiase a una de aquellas, nos dijo que no era posible. Tampoco insistí mucho más.
El sitio es muy pintoresco, muy recogido, muy íntimo, muy bonito. Ideal para una comida o cena con la pareja. Eso sí… a quien le guste estar en un comedor amplio, viendo al resto de comensales, le diría que este no es su sitio (aunque siempre queda el primer comedor para ir en grupos).
La carta ofrece una cocina sencilla. Entre otros entrantes puedo recordar croquetas caseras de jamón ibérico, tartar de atún, pulpo a la brasa, carpaccio de gambas, jamón ibérico…. Tiene una sucinta selección de arroces (2) y después platos de pescado (merluza en salsa bilbaina, ceviche de pescado blanco, tataki de atún rojo….) o carnes (Solomillo de ternera, steak tartar –pidieron los de la mesa de al lado y decían que deliciioso-, confit de pato…).
Nos obsequiaron con un aperitivo (una crema). Pedimos para compartir una ensalada de ventresca (rica pero para nuestro gusto aliñada sin alegría) y unas verduras a la brasa. Después un rulo de rabo de toro con salsa de garnacha y muselina de patata para mí (estaba de quitarse el sombrero, exquisito
) y Bacalao confitado, gratinado con allioli de pera y mascavado para mi mujer (muy bueno también). Buenas raciones tanto en entrantes como en platos. De postre una torrija y una espuma de crema catalana. Ricas también.
La carta de vinos la miré sólo por encima ya que tenía claro que iba a tomar Rioja, pero ví que ofreciá una buena variedad de procedencias y denominaciones de origen. De entre los 5 o 6 Riojas de la carta optamos por un criancita, López de Haro (para lo caros que suelen ser los vinos en Madrid me pareció que estaba muy bien de precio).
El servicio joven y bastante atento. Digo esto porque tras traernos la carta de postres estuvimos como 20 minutos esperando y al final me tuve que levantar. Supongo que fué un despiste, no le doy mayor importancia.
Lo anterior como despiste y como mínimo fallo a comentar es que aún no habíamos acabado el primer entrante cuando llegó el segundo y dadas las reducidas dimensiones de la mesa no cabían ambos entrantes debidamente en ella por lo que podría decirse que la camarera nos “animó” a terminar el primero
. Es importante hoy en día, muy importante, cuidar el ritmo de salida de los platos de la cocina.
Al acabar de comer cabe la posibilidad de hacer una pequeña “tourné” por las galerías donde el maitre te va enseñando los secretos de la bodega. Nosotros no lo hicimos pero al quedarnos brevemente charlando con el maitre tras efectuar el pago, nos enseñó el comienzo de un pasadizo que parece que llega hasta el Princesa Sofía y también una pistola oxidada que se encontró en él. Nos contó el origen de aquel pasadizo (al parecer excavado para evitar pagar ciertos impuestos al entrar en la ciudad).
Y el precio… a nuestro modo justamente adecuado al nivel del local y de su cocina (es más, confieso que pensaba pagar algo más de lo que finalmente fué la cuenta).
Recomendable para soprender a la pareja con una cena o comida romántica en un local francamente singular y, además, comiendo bien a buen precio.
Os adjunto la web para quien quiera echar un vistazo (ya se sabe que una imagen vale más que mil palabras
).
www.bodegadelossecretos.com/es/