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Las mejores islas de Francia para una escapada inolvidable

Francia no solo es famosa por su gastronomía, cultura e historia, sino también por sus impresionantes islas que ofrecen paisajes espectaculares, playas de ensueño y una rica biodiversidad.
Desde el Atlántico hasta el Mediterráneo, estas islas son destinos ideales para quienes buscan relajación, aventura y autenticidad. A continuación, te presentamos algunas de las mejores islas francesas que no puedes dejar de visitar.

Isla de Córcega: La Isla de la Belleza

Conocida como "L'Île de Beauté" (la Isla de la Belleza), Córcega es un paraíso natural con montañas imponentes, calas escondidas y aguas cristalinas. Su diversidad paisajística permite disfrutar tanto de playas paradisíacas como de rutas de senderismo en el Parque Natural Regional de Córcega. No te pierdas la ciudadela de Bonifacio, con sus acantilados de piedra caliza, ni la encantadora ciudad de Ajaccio, lugar de nacimiento de Napoleón Bonaparte.

Isla de Ré: Un refugio de encanto

Ubicada en la costa atlántica, la Isla de Ré es famosa por sus pintorescos pueblos de casas blancas con persianas verdes, sus playas interminables y sus marismas salinas.
Es un destino ideal para los amantes del ciclismo, ya que cuenta con numerosos senderos que permiten recorrer sus paisajes idílicos. Saint-Martin-de-Ré, con su puerto animado y sus fortificaciones construidas por Vauban, es una visita obligada.

Isla de Porquerolles: Un paraíso protegido

Situada en el Mediterráneo, la Isla de Porquerolles es una joya natural protegida dentro del Parque Nacional de Port-Cros. Con playas de arena blanca y aguas turquesas, es el destino perfecto para los amantes del snorkel y el submarinismo.
El acceso en coche está restringido, lo que ayuda a preservar su belleza natural y tranquilidad. El pueblo de Porquerolles, con su ambiente relajado y su oferta gastronómica, es ideal para disfrutar de una escapada en contacto con la naturaleza.

Isla de Belle-Île-en-Mer: Belleza salvaje en la Bretaña

Belle-Île-en-Mer es la mayor de las islas bretonas y un destino que combina paisajes agrestes con playas espectaculares. Sus acantilados dramáticos, como los de Aiguilles de Port-Coton inmortalizados por Claude Monet, contrastan con calas tranquilas ideales para el baño.
El puerto de Le Palais, con su ciudadela fortificada, ofrece un ambiente vibrante con restaurantes y mercados locales.

Isla de Ouessant: La última frontera del Atlántico

Situada en el extremo oeste de Bretaña, la Isla de Ouessant es un destino ideal para quienes buscan aventura y paisajes salvajes.
Sus faros legendarios, como el de Créac’h, han guiado a los marineros durante siglos. Es un lugar perfecto para senderistas y observadores de aves, con acantilados espectaculares y una fauna impresionante.

Isla de Groix: un secreto bien guardado

A poca distancia de la costa bretona, la Isla de Groix es un remanso de paz con playas sorprendentes, como la de Les Grands Sables, famosa por ser una de las pocas playas convexas del mundo.
Con su ambiente auténtico y su rica tradición pesquera, es un destino ideal para desconectar y disfrutar de la naturaleza.

Las islas de Francia ofrecen una diversidad de paisajes y experiencias únicas que las convierten en destinos imprescindibles para cualquier viajero. Ya sea que busques aventura, relajación o inmersión cultural, estas joyas insulares te cautivarán con su belleza y encanto. No dudes en planificar tu próxima escapada a una de estas maravillosas islas francesas y disfrutar de todo lo que tienen para ofrecer.

Si quieres más información, no dudes en visitar la web de Islas Viajeras: islasviajeras.com/ ...atlantico/



Última edición por IslasViajeras el Mar, 25-03-2025 15:26, editado 1 vez
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Las islas de Indonesia que debes visitar

Indonesia es un archipiélago de más de 17.000 islas, cada una con su propio encanto, cultura y paisajes impresionantes. Desde selvas tropicales hasta playas paradisíacas, volcanes activos y ciudades vibrantes, este país es un destino soñado para viajeros aventureros. A continuación, exploraremos las principales islas de Indonesia que no puedes dejar de visitar.

Bali: la joya turística de Indonesia

Bali es, sin duda, la isla más famosa de Indonesia. Conocida por sus playas impresionantes, templos históricos como Tanah Lot y Uluwatu, y la vibrante vida nocturna de Seminyak y Kuta, Bali es el destino perfecto tanto para relajarse como para disfrutar de la cultura y el entretenimiento. Además, la región de Ubud ofrece paisajes de arrozales y una experiencia cultural única.

Lombok: La alternativa tranquila a Bali

Lombok es ideal para quienes buscan un destino similar a Bali pero con menos turistas. Ofrece playas vírgenes, el imponente volcán Rinjani para los amantes del trekking y las paradisíacas Islas Gili, famosas por su ambiente relajado y sus aguas cristalinas.

Java: historia y naturaleza en el corazón de Indonesia

Java es la isla más poblada y el centro cultural y político del país. Aquí se encuentran la capital, Yakarta, y lugares icónicos como el templo de Borobudur, uno de los templos budistas más grandes del mundo. También alberga volcanes impresionantes como el Monte Bromo y el Monte Ijen, ideales para los amantes del senderismo y la aventura.

Sumatra: naturaleza salvaje y orangutanes

Sumatra es conocida por su naturaleza exuberante y su vida silvestre única. Es el hogar del Parque Nacional de Gunung Leuser, donde se pueden ver orangutanes en su hábitat natural. También ofrece impresionantes lagos volcánicos como el Lago Toba, el más grande del sudeste asiático, rodeado de un paisaje espectacular.

Komodo: la tierra de los dragones

La isla de Komodo es famosa por ser el hogar del dragón de Komodo, el lagarto más grande del mundo. Además, esta isla ofrece algunas de las mejores experiencias de buceo y snorkel de Indonesia, con arrecifes de coral vibrantes y una fauna marina increíble.

Flores: playas, volcanes y cultura

La isla de Flores es una joya oculta con paisajes increíbles. Uno de sus mayores atractivos es el volcán Kelimutu, famoso por sus lagos de cráter de colores cambiantes. También es un punto de partida para visitar el Parque Nacional de Komodo y sus espectaculares fondos marinos.

Sulawesi: biodiversidad marina y tribus ancestrales

Sulawesi es un paraíso para los amantes del buceo, con destinos como Bunaken y las Islas Togian, que ofrecen una biodiversidad marina asombrosa. También es el hogar de la cultura Toraja, famosa por sus rituales funerarios y sus peculiares casas tradicionales.

Borneo: selvas y fauna exótica

La parte indonesia de Borneo, conocida como Kalimantan, alberga algunas de las selvas más antiguas del mundo. Es un lugar ideal para observar orangutanes en centros de conservación como el Parque Nacional de Tanjung Puting, donde se pueden hacer excursiones en barco por el río Sekonyer.

Raja Ampat: el paraíso del buceo

Raja Ampat es uno de los destinos de buceo más impresionantes del planeta, con una biodiversidad marina excepcional. Sus islas de piedra caliza, rodeadas de aguas cristalinas y arrecifes de coral, crean un paisaje de ensueño que lo convierte en un lugar imprescindible para los amantes del mar.

Sumba: playas vírgenes y cultura tradicional

Sumba es una isla menos conocida pero fascinante, con playas salvajes, cascadas escondidas y una cultura única que incluye festivales tradicionales y arquitectura antigua. Su ambiente tranquilo y alejado del turismo masivo la hace perfecta para quienes buscan un destino fuera de lo común.

Indonesia es un país lleno de diversidad, con islas para todo tipo de viajeros, ya sea que busques cultura, aventura, naturaleza o simplemente relajarte en playas paradisíacas. Cada isla tiene algo único que ofrecer, haciendo de este archipiélago un destino imperdible para cualquier amante de los viajes. ¡Empaca tus maletas y comienza a explorar las maravillas de Indonesia!

Si quieres más información, ni dudes en consultar nuestra web: islasviajeras.com/ ...cindibles/

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Suecia entre islas: un paseo deliciosamente nórdico por sus joyas flotantes

Suecia tiene muchas cosas que hacen pensar que fue diseñada por alguien con mucho tiempo libre y un excelente sentido del gusto: bosques interminables, lagos que parecen espejos limpios, gente que recicla hasta las emociones... Y más de 267.000 islas. Sí, islas. Tantas, que uno empieza a sospechar que los mapas suecos se dibujan con un salero en la mano.
Aunque no todas estas islas son exactamente lo que se entendería por “habitables” —muchas son poco más que una roca con pretensiones—, hay algunas que se han ganado su lugar en el corazón de los viajeros.
Islas que combinan historia vikinga, arquitectura encantadora, museos improbables, bicicletas, café fuerte y una calma que se podría embotellar como antídoto contra el estrés.
Aquí están algunas de las más turísticas y, por fortuna, más encantadoras.

Djurgården – Donde la realeza se mezcla con osos de peluche

Ubicada a un breve y bellísimo paseo desde el centro de Estocolmo, Djurgården parece haber sido diseñada por alguien que no podía decidirse entre crear un parque, un museo o un lugar para que los alces se sientan cómodos. Así que hizo todo a la vez.
La isla alberga el museo Vasa, que exhibe un barco del siglo XVII que se hundió a los 20 minutos de zarpar —una hazaña de incompetencia naval tan impresionante que se ha convertido en un monumento nacional.
También está el ABBA Museum, que brilla con lentejuelas y nostalgia pop. Y si todo esto parece demasiado cultural, también hay un parque de atracciones, Skansen, y senderos donde se pueden observar ciervos sin sentirse culpable por comerse después una albóndiga.

Södermalm – Hipsters, historia y fika

Técnicamente parte del centro de Estocolmo, Södermalm es una isla, aunque a veces se olvida, probablemente porque está tan llena de tiendas vintage, cafés orgánicos y barbas bien cuidadas, que parece más una galería de arte viviente que una porción de tierra rodeada de agua.
Es el lugar donde los creativos suecos pasean en bici, beben café filtrado y escriben novelas oscuramente introspectivas mientras miran al agua con expresión melancólica.
Entre casas de madera del siglo XVIII y galerías minimalistas, Södermalm ofrece una mezcla embriagadora de historia, diseño y existencialismo escandinavo. Ideal para quien quiere experimentar Suecia sin mojarse los pies, pero con suficiente introspección como para justificar un diario.

Vaxholm – La puerta del archipiélago (y de las fotos de postal)

Vaxholm es lo que ocurre cuando alguien agarra un pueblo encantador, lo pone en una isla y lo rodea de mar, cafés junto al muelle y casitas pintadas en tonos pastel que parecen salidas de un catálogo de “vida feliz”.
Se puede llegar en barco desde Estocolmo en menos de una hora, lo cual es perfecto para quienes quieren sentir que se han alejado mucho sin tener que aprender a usar un compás náutico.
El fuerte de Vaxholm, que alguna vez defendió la entrada a la capital, ahora recibe a turistas con cámaras, no con cañones. La isla ofrece kayak, baños helados para valientes y más fika (esa pausa sagrada del café sueco con pastelito) de lo que un ser humano razonable debería consumir en un día. Pero nadie va a Suecia a ser razonable.

Fjäderholmarna – Las islas del “no da tiempo, pero vamos igual”

A solo 30 minutos en barco desde Estocolmo, Fjäderholmarna son como el aperitivo del archipiélago. Pequeñas, encantadoras y fáciles de recorrer antes de que el estómago empiece a pedir albóndigas.
Perfectas para una excursión exprés, ofrecen talleres de artesanía, restaurantes que sirven mariscos como si fueran una religión, y suficientes rincones fotogénicos para saturar cualquier red social. Son ideales para quienes quieren una dosis de naturaleza y tranquilidad, pero tienen una reserva para cenar a las 8 en la ciudad.

Gotland – Vírgenes medievales, murallas y ovejas con estilo

Gotland es la diva de las islas suecas. Una estrella de mar Báltico con ruinas medievales, playas doradas, pueblos de piedra y una inclinación por las ovejas decorativas. La isla más grande del país se encuentra a unos 90 km del continente y se accede por ferry o por avión (para quienes no temen a los aterrizajes con viento lateral).
La capital, Visby, parece una ciudad sacada de una novela histórica, con murallas del siglo XIII, calles adoquinadas y una catedral que se niega a retirarse.
En verano, Gotland se convierte en el escenario favorito de escritores, políticos y adolescentes con corona de flores. Hay festivales medievales, mercados artesanales y más bicicletas que automóviles. Incluso las ovejas, símbolo de la isla, parecen tener una actitud ligeramente artística.

Öland – Molinos, monarcas y mar en horizontal

Justo al este de Kalmar, Öland está conectada al continente por el puente más largo de Suecia, lo cual es útil porque uno puede llegar sin mojarse ni una suela. La isla es una mezcla curiosa de patrimonio real y paisajes que parecen inventados por un geólogo con sentido del humor seco.
Aquí se encuentra la residencia veraniega de la familia real sueca, lo cual añade un toque regio al ambiente bucólico. También hay cientos de molinos de viento, piedras neolíticas, y alces que parecen posar para las cámaras.
En verano, Öland se llena de veraneantes que pasean en sandalias con calcetines, una tradición escandinava inexplicablemente resistente al cambio climático y al buen gusto.

Explorar las islas suecas es como entrar en una realidad paralela donde todo es un poco más ordenado, más tranquilo y mucho más fotogénico. Algunas se visitan en una tarde, otras merecen varios días, pero todas comparten ese extraño magnetismo nórdico que convierte cualquier paseo en una escena digna de novela. Y aunque el clima pueda jugar bromas —el sol a medianoche o la lluvia en diagonal—, algo queda claro: en Suecia, las mejores historias siempre están rodeadas de agua.

Te hemos ofrecido únicamente el aperitivo de este suculento plato turístico nórdico. Si quieres más información, no dudes en visitar nuestra web: islasviajeras.com/ ...de-suecia/

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Descubre las Islas Más Turísticas de Italia

Italia, por alguna bendición cósmica o capricho de los dioses romanos, no se conformó con tener solo una península de escándalo. No, también decidió sembrar su Mediterráneo con islas que, en términos de belleza y personalidad, harían que incluso las postales se pusieran celosas.

Cada una de estas islas italianas tiene su propio carácter: algunas dramáticas, otras coquetas, unas rebosantes de historia y otras con más olivos que habitantes. Si alguna vez soñaste con perderte entre ruinas griegas y romanas, aguas color zafiro, licores con nombres que suenan a hechizo y trattorias donde la pasta parece haber sido bendecida, este viaje es para ti.

Sicilia: Donde los volcanes y los templos se toman el café juntos

Sicilia no es solo una isla, es una civilización flotante con un catálogo histórico que deja en ridículo a la mayoría de los libros de texto. Aquí puedes desayunar frente al Etna (un volcán activo, por cierto), almorzar junto a ruinas griegas en Agrigento y cenar en Palermo rodeado de edificios árabes, normandos y gente gesticulando apasionadamente.

Sicilia es lo que ocurre cuando varias civilizaciones deciden no irse del todo y en su lugar se quedan a cenar. Su gastronomía podría merecer una enciclopedia entera, y sus pueblos —como Taormina o Cefalù— parecen decorados de cine donde nadie ha tenido nunca un mal corte de pelo.

Cerdeña: La isla que parece Italia con filtro caribeño

Cerdeña es la segunda isla más grande del Mediterráneo, pero se comporta como si fuera un universo paralelo. Aquí encontrarás playas que podrían engañar a cualquier fanático de las Seychelles, pero también restos de la civilización nurágica, que básicamente inventaron las construcciones en piedra antes de que eso fuera mainstream.

El nordeste de la isla, la Costa Esmeralda, es el patio de recreo de los ricos, pero no necesitas una cuenta en Suiza para disfrutarla. Basta con una toalla, unas sandalias resistentes y la capacidad de pronunciar "pecorino" sin salivar demasiado.

Capri: Pequeña, glamurosa y absolutamente desvergonzada

Capri es el equivalente insular a esa persona que siempre sale bien en las fotos y jamás suda. Es pequeña, montañosa y completamente entregada al arte de seducir a los viajeros. Desde los tiempos de los emperadores romanos (y seguramente antes), Capri ha sido un refugio de placer, belleza y precios desorbitados. Pero merece cada euro.

La Gruta Azul es un fenómeno óptico tan espectacular que uno se pregunta si no tendrá algo de truco de Las Vegas. Las calles de Anacapri, las villas escondidas entre los pinos, los perfumes artesanales… todo en Capri parece diseñado para hacerte sentir un poco más atractivo, aunque solo hayas dormido cuatro horas y desayunado un cannolo del tamaño de tu antebrazo.

Ischia: El balneario natural donde hasta las piedras parecen relajadas

A la sombra del glamour de Capri (literal y metafóricamente), Ischia ha sabido ser la hermana menos ostentosa pero mucho más reconfortante. Esta isla volcánica es famosa por sus aguas termales, que brotan en casi cualquier rincón como si la Tierra misma quisiera invitarte a un spa.

Ischia tiene playas, sí, pero también jardines como el de La Mortella, castillos en acantilados como el Aragonés, y trattorias donde el pescado parece haber sido pescado por Poseidón en persona. Si Capri es champán, Ischia es un vino blanco fresco servido a la sombra de una buganvilla.

Elba: Napoleón, playas escondidas y un ambiente de novela de verano

Elba es famosa por haber sido el hogar temporal de Napoleón Bonaparte, lo cual ya es razón suficiente para ponerla en el radar de cualquier aficionado a la historia o al ego desmesurado. Pero Elba es mucho más que su inquilino más ilustre. Es una isla verde y montañosa, con calas de aguas cristalinas y pueblos donde el tiempo parece haberse detenido en 1973, en el mejor sentido posible.

Hay algo deliciosamente nostálgico en Elba, como si cada esquina guardara un secreto veraniego de infancia. Y si te gusta caminar, el Monte Capanne ofrece vistas que justifican el sudor (y la pizza de recompensa).

Venecia: La isla que olvidó que era una ciudad

Sí, Venecia es una isla. O más bien, un conjunto de islas conectadas por puentes que desafían toda lógica urbanística y hacen que Google Maps se rinda entre sollozos. Pero llamarla solo “ciudad” es quedarse corto. Venecia es un estado de ánimo, una alegoría flotante, una ópera construida sobre pilotes. Aquí, cada rincón parece diseñado por alguien con gusto exquisito y cero miedo al agua.

Pasear por Venecia —sin rumbo, que es la única manera correcta— es encontrarse con iglesias que parecen joyas barrocas, plazas silenciosas al amanecer y canales por los que incluso el transporte público es romántico. Y sí, a veces huele raro, pero ¿quién no en agosto?

Si el mundo fuera justo, todos deberíamos tener derecho a perder un verano recorriendo las islas de Italia. A quemarnos un poco los hombros en Cerdeña, a equivocarnos de callejón en Venecia, a tomar un café demasiado caro en Capri y a respirar hondo en los baños termales de Ischia. Porque al final, viajar por estas islas no es solo hacer turismo, es vivir una pequeña novela donde tú eres el protagonista con algo de arena en los zapatos y la sonrisa floja de quien ha entendido por qué tantos poetas escribieron sobre el Mediterráneo.

Y si te has quedado con ganas de más (y créeme, lo harás), te invitamos a seguir explorando en nuestro blog Islas Viajeras, donde cada entrada es una escapada sin necesidad de pasaporte.

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Viajar a isla Mauricio: por qué esta pequeña joya africana debería ser tu próxima escapada al paraíso

Viajar a isla Mauricio es una de esas decisiones que uno no toma a la ligera, porque lo más probable es que luego todo lo demás en la vida te parezca un poco decepcionante. Imagínate una isla en medio del océano Índico, con playas que parecen salidas de una postal editada por un diseñador con mucho tiempo libre, gente que te sonríe como si supieras algún secreto maravilloso, y comida que mezcla las cocinas francesa, india, criolla y africana con descaro y talento. Sí, viajar a isla Mauricio es como meterse en una novela de aventuras sin riesgo de que te coma un tigre.

Pero si aún necesitas razones —y francamente, ¿por qué las necesitarías?— aquí tienes unas cuantas que harán que busques vuelos antes de terminar este artículo.

Relajarte en playas que parecen hechas con Photoshop

Una de las principales razones para viajar a isla Mauricio es, naturalmente, sus playas. Pero no cualquier playa. Las de Mauricio no tienen ni un mal grano de arena. De hecho, es probable que en algún lugar del gobierno local haya un funcionario cuya única labor sea asegurarse de que cada palmera esté ligeramente inclinada en el ángulo perfecto para Instagram.

Las playas de Le Morne, Flic-en-Flac y Belle Mare son ejemplos vivos de lo que ocurre cuando la naturaleza y el buen gusto colaboran. Arena blanca como harina, aguas turquesa que harían llorar de envidia al Caribe, y esa deliciosa falta de multitudes ruidosas. Porque aquí, incluso el viento parece susurrar: "relájate, estás en Mauricio".

Alojarte en algunos de los hoteles más extraordinarios del hemisferio surf

Viajar a isla Mauricio sería una experiencia incompleta sin hablar de los magníficos hoteles de isla Mauricio todo incluido. No estamos hablando de un bufé con croquetas tristes y camareros que te ignoran. No. Aquí los hoteles son pequeñas ciudades del placer cuidadosamente diseñadas para que no tengas que hacer absolutamente nada más que disfrutar.

Hoteles como Constance Belle Mare Plage o Lux Le Morne* ofrecen experiencias donde te despiertas con vistas al océano, desayunas fruta fresca cortada con precisión quirúrgica y puedes elegir entre un masaje, una clase de yoga al amanecer o simplemente volver a dormirte en una hamaca.

Además, el concepto todo incluido aquí no es una excusa para inflarte a pasta y sangría. Es una forma de vida. Alta cocina, cócteles bien hechos, servicio discreto pero presente, y ese silencio que sólo interrumpe el canto ocasional de un pájaro con mejor voz que cualquier cantante de reguetón.

Comer como si tu paladar hubiera ganado la lotería

Uno no puede viajar a isla Mauricio sin prepararse mentalmente para lo que le espera en el plato. Esta isla es como una cumbre internacional de sabores: india, criolla, china, francesa… todo en un mismo menú, sin discusiones diplomáticas.

Puedes desayunar crêpes con miel local, almorzar un biryani con más especias que una novela de Agatha Christie, y cenar pescado al curry cocinado en hoja de plátano. Todo ello acompañado de una cerveza local Phoenix, o si te sientes sofisticado, un ron añejo mauriciano que se desliza por la garganta como si supiera que estás de vacaciones.

Aventuras suaves para quienes no quieren sudar en exceso

Viajar a isla Mauricio no es solo para los amantes de la playa (aunque sería una locura no amar esas playas). También puedes hacer senderismo por la Reserva Natural de Black River Gorges, subir al mítico Le Morne Brabant, o explorar cascadas escondidas como Chamarel. Todo con ese tipo de dificultad que hace que te sientas aventurero sin dejar de parecer elegante en las fotos.

Además, puedes pasearte por plantaciones de caña de azúcar, visitar templos hindúes multicolores, y preguntarte en voz baja por qué demonios no viniste antes.

Conocer una cultura rica, amable y totalmente inesperada

Mauricio es una isla africana con alma global. En un solo día puedes escuchar cuatro idiomas distintos, ver templos, mezquitas e iglesias en la misma calle, y ser invitado a probar un dulce hindú después de haber comprado baguettes francesas en una panadería que parece trasladada de Marsella.

La gente es tan amablemente curiosa que uno casi se siente mal por no poder invitarles a casa. Hay un respeto mutuo entre culturas, una mezcla de religiones y etnias que funciona, y un carácter hospitalario que hace que te sientas bienvenido desde el primer "bonjour".

Escapar del mundanal ruido y recordar que vivir puede ser sencillo

Más allá de los lujos, del sol perfecto o de la comida celestial, viajar a isla Mauricio ofrece algo que es difícil de encontrar hoy en día: paz auténtica. Una desconexión natural, sin necesidad de apagar el móvil (aunque lo acabarás haciendo). Mauricio te empuja a bajar el ritmo, a mirar el mar sin pensar en nada, a sonreírle a un desconocido simplemente porque el día es bonito.

Y eso, en estos tiempos, es un regalo impagable.

Viajar a isla Mauricio es de esas decisiones que uno nunca lamenta. Es la isla donde los problemas se diluyen en el aire salado, donde el reloj va más lento y donde la vida —al menos por unos días— parece tener un filtro cálido y perfecto.

Si te estás planteando tu próximo viaje o simplemente quieres escapar mentalmente mientras miras por la ventana de la oficina, pon Mauricio en tu lista. Mejor aún, ponla la primera.

Y si quieres descubrir más rincones inolvidables como este, consejos de viaje y alojamientos exóticos, no te pierdas el blog Islas Viajeras: tu guía insular para soñar con los pies en la arena.

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