Carretera Nacional 2, de norte a sur de Portugal La “Ruta 66 de Portugal”
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Si Estados Unidos tiene la Ruta 66, Portugal tiene su Nacional 2, una carretera fuera de autopistas, columna vertebral del interior del país.
De Chaves a Faro, una ruta de auténtico país y auténtica gastronomía.
Aunque sus 737 kilómetros permiten cubrir el camino en un día, sería un desperdicio.
La EN2 es para saborearla. El objetivo no es llegar. Desde la región Trás-os-Montes, tierra de castañas y de hombres con capa, esta carretera del siglo XIX se va cruzando con los grandes ríos del país, pronto con el Duero, después con el Dão y el Tajo y finalmente con la ría Formosa, tierra de almejas y de hombres con bermudas. En medio, casas de comida que no aparecen en Internet, barrancos, aldeas y artesanía.
La EN2 atraviesa las ciudades en lugar de bordearlas, así que la tentación de ir haciendo paradas es permanente y, además, gratificante.
Con sus casi 740 kilómetros, se ha convertido con el tiempo, desde su creación en 1945, en un icono de la franja central del país, en la que once distritos – el equivalente a las provincias en España - y 35 concelhos – semejantes a la división de los municipios - se vertebran como una espina dorsal a lo largo de esta vía que rescata del olvido el interior luso.
Carretera Nacional 2, de norte a sur de Portugal La “Ruta 66 de Portugal”
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Si Estados Unidos tiene la Ruta 66, Portugal tiene su Nacional 2, una carretera fuera de autopistas, columna vertebral del interior del país.
De Chaves a Faro, una ruta de auténtico país y auténtica gastronomía.
Aunque sus 737 kilómetros permiten cubrir el camino en un día, sería un desperdicio.
La EN2 es para saborearla. El objetivo no es llegar. Desde la región Trás-os-Montes, tierra de castañas y de hombres con capa, esta carretera del siglo XIX se va cruzando con los grandes ríos del país, pronto con el Duero, después con el Dão y el Tajo y finalmente con la ría Formosa, tierra de almejas y de hombres con bermudas. En medio, casas de comida que no aparecen en Internet, barrancos, aldeas y artesanía.
La EN2 atraviesa las ciudades en lugar de bordearlas, así que la tentación de ir haciendo paradas es permanente y, además, gratificante.