Estoy viendo la polémica que se ha montado con este asunto. Hace una semana que hice con mi marido y mi cuñado los 115 últimos kilómetros del Camino Francés, desde Sarria. Fuimos en tren a Sarria y volvimos en tren desde Santiago. Hicimos andando toda la ruta, nos alojamos en pensiones y las mochilas gordas nos las llevó Correos a los alojamientos. Tengo problemas de espalda y me es imposible cargar más allá de una mochila de diario, ni siquiera puedo llevar el peso de una bolsa de compra grandecita. Mi marido y mi cuñado no tienen esos problemas, pero prefirieron hacerlo también ya que yo lo hacía. Evidentemente, se camina mejor ligeros de peso. ¿Que por eso ya no somos peregrinos? No sé, tampoco está claro quién emprende el Camino deseando serlo y quién no. Hay muchas motivaciones y creo que todas son válidas, cada cuál sabrá las suyas.
Sin embargo, está claro que el Camino ha perdido buena parte de su antigua esencia. No hay más que ver las riadas de gente que lo surcan, sobre todo el tramo francés. Muchos de ellos, sobre todo chavales y gente joven, con su mochilón en la espalda y durmiendo en albergues. Y tal como están las cosas, no me parece creible que la mayoría lo haga por motivos religiosos o espirituales. Así que, catalogarlos como senderistas o peregrinos, pues no sé. Tampoco creo que tenga mucha importancia.
Otra cosa es el tema de la Compostela. Me parece lamentable que haya gente (y bastante) que haga las etapas en coche, selle su credencial en los chiringuitos y se presente a pedir la Compostela (o el certificado de peregrino), fingiendo que han ido andando, en bicicleta o a caballo, la mayor parte de las veces con el único fin de colgar la correspondiente foto en Instagram. Pero, en fin, el mundo actual es así. Cada cual sabrá.