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Hola ,no se os ocurra ir un viernes por ahorrarse la entrada , simplemente era imposible caminar de la cantidad de gente que había . Así no merece la pena , mejor pagar
Hola ,no se os ocurra ir un viernes por ahorrarse la entrada , simplemente era imposible caminar de la cantidad de gente que había . Así no merece la pena , mejor pagar
Hola:
Quiero comentar mi experiencia en el Moma el viernes. Es verdad que había mucha gente en la entrada pero sobre todo por la confusión sobre cómo entrar en sí, ya que no sabíamos si podíamos entrar literalmente o si había que pedir un ticket, donde hacerlo, etc. Y aunque sea gratis hay que pedir un ticket en recepción, luego pasas un control de bolsos y entras. Mi experiencia fue que había gente pero no era agobiante, si bien es cierto que fui en temporada baja, febrero, sobre todo si comparas con el Museo de Historia Natural. Nosotros sabíamos qué queríamos ver y fuimos directamente a ello, no sé si eso ayudó.
Yo fui un viernes y no tuve ningún problema, había mucha gente si, guardamos la cola y un señor estaba dando la entrada supongo q será de recuerdo porque no había ningún torno ni nada parecido, había una graaaaan cola que no supimos para que era, hasta que no dimos cuenta que era un guardarropa. Por mi parte solo esperé la cola para entrar solo 15 minutos y fui en Febrero, supongo que a medida que se acerque el verano más gente habrá
Hola ,no se os ocurra ir un viernes por ahorrarse la entrada , simplemente era imposible caminar de la cantidad de gente que había . Así no merece la pena , mejor pagar
Hola:
Quiero comentar mi experiencia en el Moma el viernes. Es verdad que había mucha gente en la entrada pero sobre todo por la confusión sobre cómo entrar en sí, ya que no sabíamos si podíamos entrar literalmente o si había que pedir un ticket, donde hacerlo, etc. Y aunque sea gratis hay que pedir un ticket en recepción, luego pasas un control de bolsos y entras. Mi experiencia fue que había gente pero no era agobiante, si bien es cierto que fui en temporada baja, febrero, sobre todo si comparas con el Museo de Historia Natural. Nosotros sabíamos qué queríamos ver y fuimos directamente a ello, no sé si eso ayudó.
Saludos,
¿En qué fecha has ido tu? No sé si las grandes colas se montan en verano o también ahora en mayo que es cuando voy yo. Me interesa ir un viernes porque el horario de tarde me cuadra mas pero estoy dudosa con los comentarios de los compañeros. Gracias!
Yo fui en Febrero, pero eso depende también como te cuadren los días por ejemplo el museo del 11S yo pagué porque no podía ir el día que era gratis. Pero en el MOMA yo creo que merece la pena lleva preparado las cosas que quieras ver.
Saludos,
El MoMA cumple 90 años imponiendo el canon del arte contemporáneo
Nació apenas nueve días después del crash de 1929, en medio de la indiferencia general. Solo ocupaba seis salas en una casa. Eso sí: no era una casa cualquiera. El Edificio Heckscher era entonces -y sigue siendo hoy, ahora bajo el nombre Crowne- un edificio emblemático en la llamada «hilera de los multimillonarios» en el Upper East Side, el centro del dinero viejo de Manhattan. Era el lugar perfecto para el recién creado Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA), que se inauguró el 7 de noviembre de 1929 y abrió sus puertas al público al día siguiente.
La nobleza del origen confirmaba que aquello no era más que el capricho de tres mujeres de la alta sociedad neoyorkina, las llamadas «tres damas diamantinas»: Abby Aldricht Rockefeller -la nuera del hombre más rico del mundo, y tal vez de la Historia, John D. Rockefeller-, Lillie P. Bliss y Mary Quinn Sullivan. La idea de las fundadoras era radical: un museo dedicado exclusivamente al arte moderno. La localización, sin embargo, apuntaba más bien al lujo y al diletantismo. El museo estaba puesto en el sitio más conveniente si se quería exhibir un espíritu sensible después de tomar el té. Era un área para millonarios, no para artistas ni, por supuesto, para el público normal, aquél que no entendía -y sigue sin entender- las vanguardias. En el turbulento noviembre de 1929 nadie podía esperar que las seis salas del Edificio Heckscher, bautizadas pomposamente como Museo de Arte Moderno de Nueva York, iban a convertirse en el centro cultural más influyente del mundo.
Y nadie podía esperarlo porque, entre otras cosas, las promotoras del museo eran mujeres, la más rica de las cuales, Abby Rockefeller, no tenía el respaldo de su marido. John D. Rockefeller junior veía el arte contemporáneo como una aberración, y se negó a poner un solo dólar en la empresa. El resultado fue que el Museo cambió de sede tres veces en diez años, y que las tres «damas diamantinas» tuvieron que ejercer actividades para la que no habían sido educadas, pero que todo artista debe manejar, exponga o no en el MoMA: el arte de convencer a otros para que pongan dinero, y el arte de vender el producto como algo nuevo, innovador, y rompedor.
Así es como el MoMA nació, se consolidó, y triunfó. Las seis habitaciones se han metamorfoseado en un monstruo cuya última ampliación ha salido por 450 millones de dólares (407 millones de dólares), y ha expandido la superficie de las exposiciones en el equivalente a dos campos de fútbol. El actual edificio del MoMA es una de las gigantescas construcciones que ha contribuido a «transformar la calle 53 en lo que es hoy: un desfiladero de cristal y acero que trae a la mente el cuartel general del hedge fund de Darth Vader», como ha escrito con toda la mala leche que solo un crítico de arte puede exhibir Jillian Steinhauer, que redacta sus artículos presumiblemente desde el monstruo de cristal y acero del New York Times.
Aunque el triunfo económico, institucional y cultural del MoMA da para muchos análisis, las líneas básicas de su exitosa estrategia quedaron marcadas desde el primer momento. La premisa básica fue que las tres fundadoras no iban a jugar un papel visible en la institución. Eso permitió la profesionalización del museo. Y para ello contrataron como primer director a Alfred Barr, una de las personas que más han influido en la percepción del arte contemporáneo en el siglo XX.
La gestión de Barr se basó en dos principios. El más obvio: la apuesta por, efectivamente, el arte contemporáneo desprovisto de todo ornamento o concesion. De su mano, el MoMA se apuntó su primer gran éxito de masas cuando, en 1935, inauguró su retrospectiva de Vincent Van Gogh. El arte de vanguardia, así, empezó a salir del armario de los ricos y de los bohemios y empezó a convertirse en arte de masas. Aquel mismo 1935 Barr adoptó una decisión que demuestra su amplitud de miras, y la de sus tres mecenas, cuando el MoMA creó su Cinemateca, en una época en la que el cine todavía no era considerado un arte digno de tal nombre fuera de las grandes ciudades y de las elites intelectuales, lo que hacía que numerosas películas simplemente se perdieran o fueran destruidas al acabar su periodo de exhibición en las salas. Solo cuatro años más tarde, el presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelet, celebraba el décimo aniversario del MoMA como «un museo vivo, no una colección de objetos curiosos e interesantes», que «es, por tanto, parte de nuestras instituciones democráticas».
En realidad, el MoMA es algo más. Para sus críticos, es una especie de sanedrín que decide lo que es arte y lo que no. O, como explica Leah Dilworth, en Arts of Posession, un libro sobre las grandes colecciones de Estados Unidos, «la autoridad moderna, capaz de delinear el canon». Con su nueva ampliación y su prestigio, el museo que empezó en seis habitaciones parece destinado a seguir ejerciendo ese papel al menos otros 90 años.
El MoMA cumple 90 años imponiendo el canon del arte contemporáneo
Nació apenas nueve días después del crash de 1929, en medio de la indiferencia general. Solo ocupaba seis salas en una casa. Eso sí: no era una casa cualquiera. El Edificio Heckscher era entonces -y sigue siendo hoy, ahora bajo el nombre Crowne- un edificio emblemático en la llamada «hilera de los multimillonarios» en el Upper East Side, el centro del dinero viejo de Manhattan. Era el lugar perfecto para el recién creado Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA), que se inauguró el 7 de noviembre de 1929 y abrió sus puertas al público al día siguiente.
La nobleza del origen confirmaba que aquello no era más que el capricho de tres mujeres de la alta sociedad neoyorkina, las llamadas «tres damas diamantinas»: Abby Aldricht Rockefeller -la nuera del hombre más rico del mundo, y tal vez de la Historia, John D. Rockefeller-, Lillie P. Bliss y Mary Quinn Sullivan. La idea de las fundadoras era radical: un museo dedicado exclusivamente al arte moderno. La localización, sin embargo, apuntaba más bien al lujo y al diletantismo. El museo estaba puesto en el sitio más conveniente si se quería exhibir un espíritu sensible después de tomar el té. Era un área para millonarios, no para artistas ni, por supuesto, para el público normal, aquél que no entendía -y sigue sin entender- las vanguardias. En el turbulento noviembre de 1929 nadie podía esperar que las seis salas del Edificio Heckscher, bautizadas pomposamente como Museo de Arte Moderno de Nueva York, iban a convertirse en el centro cultural más influyente del mundo.
Y nadie podía esperarlo porque, entre otras cosas, las promotoras del museo eran mujeres, la más rica de las cuales, Abby Rockefeller, no tenía el respaldo de su marido. John D. Rockefeller junior veía el arte contemporáneo como una aberración, y se negó a poner un solo dólar en la empresa. El resultado fue que el Museo cambió de sede tres veces en diez años, y que las tres «damas diamantinas» tuvieron que ejercer actividades para la que no habían sido educadas, pero que todo artista debe manejar, exponga o no en el MoMA: el arte de convencer a otros para que pongan dinero, y el arte de vender el producto como algo nuevo, innovador, y rompedor.
Así es como el MoMA nació, se consolidó, y triunfó. Las seis habitaciones se han metamorfoseado en un monstruo cuya última ampliación ha salido por 450 millones de dólares (407 millones de dólares), y ha expandido la superficie de las exposiciones en el equivalente a dos campos de fútbol. El actual edificio del MoMA es una de las gigantescas construcciones que ha contribuido a «transformar la calle 53 en lo que es hoy: un desfiladero de cristal y acero que trae a la mente el cuartel general del hedge fund de Darth Vader», como ha escrito con toda la mala leche que solo un crítico de arte puede exhibir Jillian Steinhauer, que redacta sus artículos presumiblemente desde el monstruo de cristal y acero del New York Times.
Aunque el triunfo económico, institucional y cultural del MoMA da para muchos análisis, las líneas básicas de su exitosa estrategia quedaron marcadas desde el primer momento. La premisa básica fue que las tres fundadoras no iban a jugar un papel visible en la institución. Eso permitió la profesionalización del museo. Y para ello contrataron como primer director a Alfred Barr, una de las personas que más han influido en la percepción del arte contemporáneo en el siglo XX.
La gestión de Barr se basó en dos principios. El más obvio: la apuesta por, efectivamente, el arte contemporáneo desprovisto de todo ornamento o concesion. De su mano, el MoMA se apuntó su primer gran éxito de masas cuando, en 1935, inauguró su retrospectiva de Vincent Van Gogh. El arte de vanguardia, así, empezó a salir del armario de los ricos y de los bohemios y empezó a convertirse en arte de masas. Aquel mismo 1935 Barr adoptó una decisión que demuestra su amplitud de miras, y la de sus tres mecenas, cuando el MoMA creó su Cinemateca, en una época en la que el cine todavía no era considerado un arte digno de tal nombre fuera de las grandes ciudades y de las elites intelectuales, lo que hacía que numerosas películas simplemente se perdieran o fueran destruidas al acabar su periodo de exhibición en las salas. Solo cuatro años más tarde, el presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelet, celebraba el décimo aniversario del MoMA como «un museo vivo, no una colección de objetos curiosos e interesantes», que «es, por tanto, parte de nuestras instituciones democráticas».
En realidad, el MoMA es algo más. Para sus críticos, es una especie de sanedrín que decide lo que es arte y lo que no. O, como explica Leah Dilworth, en Arts of Posession, un libro sobre las grandes colecciones de Estados Unidos, «la autoridad moderna, capaz de delinear el canon». Con su nueva ampliación y su prestigio, el museo que empezó en seis habitaciones parece destinado a seguir ejerciendo ese papel al menos otros 90 años.
"Alfred Barr, una de las personas que más han influido en la percepción del arte contemporáneo en el siglo XX"
Sé que no viene a cuento pero Alfred Barr dijo del Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca, ubicado en las Casas Colgadas, que era "el pequeño museo más bello del mundo".
Super Expert Registrado: 21-04-2009 Mensajes: 522
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Buenas, sabemos si sigue habiendo un día de entradas gratis? He mirado la web oficial para intentar sacar entradas en martes o viernes y ninguna es gratis.
Gra ias
Indiana Jones Registrado: 15-09-2020 Mensajes: 2051
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caiman01 Escribió:
Buenas, sabemos si sigue habiendo un día de entradas gratis? He mirado la web oficial para intentar sacar entradas en martes o viernes y ninguna es gratis.
Gra ias
Era gratis solamente los Viernes a partir de las 17:00 ahora no lo se, pero yo cuando regrese a Nueva York pienso ir otro día cueste lo que cueste porque esa tarde del Viernes no te podías mover por el Museo de la gente que había.
Indiana Jones Registrado: 24-10-2014 Mensajes: 1107
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¿Alguien sabe como gestionar la reserva de día a través de tarjetas turísticas? He visto la reserva con "entrada afiliada" pero no especifica en ningún sitio las tarjetas, sólo militares, escolares, etc... Y no se si sería la opción correcta, pero fuera de ahí sólo da la opción de miembros de museos o de comprar entrada directamente...
Indiana Jones Registrado: 24-10-2014 Mensajes: 1107
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Duna37 Escribió:
Buenas tardes, en nuestro próximo viaje este agosto queremos ir a Top on the Rock a las 9 am. Vamos con la gocity. Es posible ir a primera hora y que te dejen pasar o deberíamos ir el día anterior a reservar hora???
Después a las 11 am tenemos entrada para el MoMA, dará tiempo a subir y a las 11 estar en el museo??
La entrada para el MoMA la has podido reservar con la tarjeta o la tienes cogida a parte? A nosotros no nos ha dejado reservar, no hay un apartado para reserva con tarjeta turística (al menos que haya visto) y en la tarjeta indica que hay que pasar a por turno, como en el TOR; básicamente.
Dicho esto, yo diría que no te da tiempo, entre que subes, estás arriba y luego te mueves, aun estando puntual a las 9 yo creo que es muy justo. Y si podéis pasaros el día anterior y reservar la hora, mejor que mejor, te ahorras la incertidumbre.