TOSCANEANDO CON EL CHINO KARATEKA. Siena-Florencia-San Gimignano y más... ✏️ Blogs de Italia

Hay ruidos que saben a gloria cuando eres tú quien los hace. Este es el caso del sonido que emitían las ruedas de las maletas cuando se encaminan hacia la puerta de embarque. Menudo placer para nuestras orejas volver a escuchar esta música celestial.

Así pues, después de un intento fallido de viajar a Londres por culpa del volcán de nombre impronunciable, salimos con nuestras maletas con la pegatina viajera destino a Pisa para hacer una ruta Toscanera en coche.

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Una vez más nuestros amigos de Ryanair nos llevaron hasta destino, si bien los trapicheos de los controladores aéreos hicieron que saliésemos con 1 hora de retraso. En otro viaje eso no habría pasado de curiosidad, pero en este se nos presentaba el dilema de visitar Pisa el día de nuestra llegada o el de la partida, así que se nos planteaba un acertijo nada más empezar el viaje.

Una vez en el aeropuerto de Pisa, aterrizamos sobre las seis de la tarde, nos encaminamos hacia la zona de alquiler de coches para coger el Lancia Ypsilon que habíamos contratado con AVIS. Un consejo: La zona de alquiler de coches queda muy cerca de la terminal de llegadas, así que si seguís el camino marcado en rojo llegaréis rápidamente y no os hará falta esperar al bus-lanzadera.

Así pues, tras los pertinentes trámites, salimos del parking, GPS en mano a la búsqueda y captura de la famosa Torre de Pisa y el Campo dei Miracoli. Sabíamos que tendríamos poco tiempo para realizar la visita pero dudábamos que el último día tuviésemos tiempo de dejar las maletras en la consigna de la estación de trenes, para ir luego de visita a la Torre y volver. Por suerte, la elección fue la correcta.

Nada más salir nos dimos cuenta que la chica del GPS no había estado en Pisa (por desgracia descubriríamos que no conocía ni Pisa ni el resto de la Toscana, pero eso ya lo iremos viendo), y es que en un par de minutos nos volvimos a encontrar a las puertas del aeropuerto. Así que pasamos de seguir sus indicaciones y nos conformamos en acatar las informaciones de los paneles informativos. Al poco rato, no sin antes volver a conducir en círculo merced a nuestra amiga robótica, aparcamos en una zona azul que queda justo enfrente de la entrada de la muralla.

Cruzamos el pórtico de entrada para entrar de lleno en el Campo dei Miracoli y toparnos con ese triedente mágico que forman el Baptisterio, la Catedral y el Campanile o Torre Inclinada de Pisa, toda una delicia para los ojos.

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Por razón de tiempo, nos teníamos que desplazar hacia Siena y sabíamos que tardaríamos cerca de 2 horas de viaje, tuvimos que realizar la visita con celeridad. No pudimos entrar a hacer la visita al interior, así que nos contentamos con contemplar las fachadas y a jugar a sostener la torre para tener una foto que seguro que tienen más del 90% de personas que entran a visitar el complejo del Miracoli.

La Torre capta la atención aunque no quieras. La verdad es que uno se queda ahí plantado esperando ver como finalmente la gravedad puede con ella ya que su inclinación es tan exagerada como esperábamos (si no más si cabe).

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Después de 1 hora pululando por la zona y tras realizadas las fotos de rigor, y satisfecha ya nuestra curiosidad sobre la inclinación del Campanario pisano, nos dirigimos hacia el coche, no antes sin hacernos con algún recuerdo que certificase nuestra estada en Pisa.

Ya dentro del pequeño Lancia, dimos una nueva oportunidad a nuestra compañera de viaje para que nos llevase lo más rápido posible hasta Siena donde teníamos el hotel de las 2 primera noches de viaje.

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Al parecer la cosa ahora sí funcionaba, así que nos llevó cómodamente por una autovía donde tomamos nuestro primer contacto con el paisaje Toscano... y con los radares de velocidad italianos. En eso sí que no fallaba, por suerte, la colega del GPS, una máquina, nunca mejor dicho, y es que las carreteras están minadas de radares. Eso sí, un cartel anuncia la llegada del radar, pero nunca está de más tener una alarma que te mantenga alerta antes de llegar al punto fatídico.

Así que todo iba de perlas hasta que entramos en un pueblo y la colega del GPS se lió más que un cable telefónico. Menudo Show nos montó en una rotonda. Venga a dar vueltas y vueltas y más vueltas. Total que al final volvimos a pasar de ella y tomamos la salida que nos vino en gana. Sin saber fuimos a para a la famosa carretera comarcal SS222, esto es, una estrecha carretera que te lleva por la bonita ruta Chiantigiana hasta Siena. El rodeo kilométrico valió la pena porque las vistas de las suaves montañitas sienesas son dignas de contemplar con sus viñedos, sus cipreses, sus casas de campo... así que perdonamos a nuestra guía electrónica y dimos por buena la confusión.

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Finalmente, y pasadas las 9 de la noches y 3 o cuatro confusiones más de nuestra compañera de viajes, llegamos por fin al hotel Moderno, que como suele suceder, lo más moderno que tenían era el nombre. Bueno, no seamos muy críticos tampoco. Sabíamos a lo que íbamos. Queríamos un hotel con parking y cerca del centro histórico. Así que nos venía como anillo al dedo, primero porque a parte de parking, este era gratuito, y segundo porque Siena es una ciudad asentada en diferentes colinas y el hotel aunque quedaba fuera de las murallas, tenía justo delante la entrada de una zona habilitada con escaleras mecánicas para así salvar el desnivel de la subida. A parte la habitación no estaba mal, amplia, con el baño bastante nuevo, nevera y... mosquitos. Por Dios, si solo entrar en el ascensor ya nos topamos con ellos. Menudos helicópteros estaban hechos, a parte que llevaban arsenal para que las picadas durasen toda una semana. Por suerte, para estos casos llevamos dos cosas que nunca fallan: el radarcan que los ahuyenta, y mi mujer que esta sí que es de fiabilidad 100%... si a alguien le pica es a ella. Así, que como no podía ser de otra forma, me tocó lidiar con un par de insectos biónicos de estos. Por suerte, finalmente salí airoso del encuentro y nos pudimos dedicar a por completo a nuestra cena “low cost” en la habitación.

Una vez dejado todo en orden salimos a pasear por la ciudad. Las escaleras mecánicas te dejaban justo detrás de la iglesia de San Francesco y justo delante de la fachada encontramos una de las puertas de entrada a la muralla de la ciudad. Pasamos tranquilamente y sin rumbo por las encantadoras calles medievales de Siena. Fue un placer ya que estaban casi desiertas, así que pudimos degustar cada edificio, cada palacio, cada detalle. Una auténtica gozada. Así pues pasamos por Via dei Rossi hasta via Branchi di Sopra para alcanzar piazza Salimbeni.

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Luego retrocedimos en búsqueda de la goya de la corona sienesa, la Piazza del Campo y su Palazzo Pubblico con la Torre de Mangia que al parecer es la segunda en altura de Italia. Pasamos por una escaleras que daban paso a un portíco y, tatatachaaaaan allí estaba el hermoso Palazzo Pubblico. Un regalo para la mirada. Para ponerle la guinda en el pastel, la luna llena adornaba el cielo toscano. Menudo momentazo.

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El tiempo que gastamos por la plaza es difícil de decir. Estuvimos largamente admirando las calles que protegen a la inclinada plaza, tal como una ostra cuida a su joya. En uno de los extremos la Fonte Gaia (aunque esta es una copia por estar la original a resguardo de las inclemencias del tiempo).

Es curiosa la forma de concha inclinada que tiene la plaza (los amigos del foro del otro lado del gran charco no con fundir concha con lo que todos estabais pensando, bandidos que os conozco), y es impresionante pensar cómo puede desarrollarse allí mismo la celebre carrera del Palio. El subidón de adrenalina tiene que ser digno de vivir.

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Finalmente nos acercamos al Palazzo Publico y entramos a contemplar su patio de entrada. Lo más destacado fue ver desde dentro del patio la esvelta y estirada torre del Mangia alzándose en busca de las nubes. Aprovechamos también para confirmar que “las instalaciones” abrían a las 10 de la mañana. Así pues proseguimos la ruta esta vez a la caza y captura del Dumo sienés.

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Nos decidimos pasar por Via di Citta para así no tener que subir por las escaleras que llevan del Basptisterio hasta la Opera de Duomo. El paseo fue nuevamente una gozada y es que la ciudad atesora unas calles medievales de lujo.

Al alcanzar la catedral quedamos impactados por su estructura, su Campanile y por el el juego de colores de los diferentes mármoles que la decoran. A Brucelina le recordó la decoración de alguna de las estructuras árabes que vimos en nuestra cada vez más lejana visita a Egipto. Pasamos un buen rato sentados admirando la fachada de la catedral y casi en familia ya que tan solo habíamos allí una docena de personas. Todo un lujo.

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Tras las fotos de rigor decidimos vagar sin rumbo por calles que aun no habíamos pisado para llegar finalmente a Piazza del Campo y luego rumbo al hotel para recuperar fuerzas después de una jornada muy completa.

Empezamos el día subiendo las escaleras mecánicas que nos llevaron de nuevo hasta el centro ahorrándonos la cuesta.

Si de noche siena es preciosa, de día aun lo es más. Sus pórticos, calles en las que apenas aparece el sol, los contrafuertes que unen los edificios, los palacios hacen de esta una ciudad muy bonita.

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La luz solar nos permitió ver detalles que nos pasaron desapercibidos por la noche. Este fue el caso de las baldosas que las diferentes Contradas del Palio tienen colocadas en las fachadas de sus calles para delimitar hasta donde llegan sus dominios. Es curioso ver como sus límites ahora aparecen, ahora se mezclan con calles laterales, ahora pasan a ser parte de otra Contrada. Un verdadero laberinto de de poder urbano.

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Las baldosas recogen el emblema de la Contrada. Hay hasta 17, aunque no todas corren en cada Palio. Nosotros no vimos todos los escudos pero desde el hotel hasta el Palazzo Pubblico pasamos por los límites de la Giraffa , el Drago y la Torre. El Hotel Moderno esta situado en territorio del Bruco, así que nosotros fuimos adoptados por la Contrada de la Oruga.

Como es habitual salimos sin una ruta muy definida. Tan sólo teníamos claro que lo primero que queríamos visitar era la Torre del Mangia y el Palazo Pubblico, ya que estos abren a las 10 de la mañana y el complejo del Duomo lo hace media hora más tarde. Así que nos dispusimos a admirar la plaza del Palio de día. De día la plaza te da la idea exacta de su magnitud y de su forma de concha inclinada. Los edificios alzados a su alrededor parece como si la pudiesen proteger de cualquier elemento externo, como su fuesen una muralla que envuelve a la piazza. Llegamos sobre las 9, así que pudimos degustarla sin prisas, a parte que no había casi gente en la plaza.

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Pasamos por la fuente y, la verdad, no estuvimos mucho porque no nos llamó mucho la atención. Supongo que el recuerdo de las fuentes romanas condicionó nuestro encuentro con la homologa sienesa.

Como era tremprano y aun nos daba para seguir con el paseo dimos un rodeo por la parte trasera del Palazzo, tomando via dei Salicotto (dominio de la Contrada de la Torre). El paseo siguió siendo un goce. Menudas calles. Luego llegamos a la piazza del Mercato que aunque no era día de Mercado, por ser domingo, si pudimos admirar las vistas que hay desde el mirador hacia los campos toscanos.

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A parir de este punto iniciamos un paseo sin rumbo por las laberínticas calles medievales. Subidas, bajadas, escaleras, pórticos, calles estrechas, vías sin salida... menudo festival. Fue uno de los momentos que más gozamos de nuestra estancia en la ciudad. Finalmente nos dirigimos hacia la Piazza del Campo para empezar las visitas

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Entramos en el patio del Palacio y justo abrían la puerta para comprar las entradas. Fuimos lo quintos en subir. Aunque la Torre es altísima (la segunda más alta de Italia según nos dijeron) no nos costó en exceso subir hasta arriba. Supongo que la disposición de las escaleras ayudaba a ello ya que no eran en forma de caracol.

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Las vistas desde arriba son magníficas. Tener Siena a tus pies bien vale la subida a la Torre. Desde arriba no pierde detalle de la distribución de la ciudad, del Dumo y de las iglesias que quedan un poco más alejadas del centro histórico. También fue curioso comprobar como la Torre sirve de improvisada aguja de de un reloj de sol gigante que marca las horas en el suelo de la Piazza.

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Tras una estada en la cima de la Torre proseguimos la visita entrado al Palazzo Pubblico. Las salas contienen frescos de Simone Martini y Ambrogio Lorenzetti y, mayormente, fuero encargados por los representantes del gobierno local. En ellos se puede comprobar escenas cotidianas como el señor feudal ataviado con sus mejores galas entando a caballo a la ciudad, o diferentes batallas contra enemigos sieneses (seguramente florentinos). Decir que está prohibido hacer fotos pero que nosotros al pertenecer al grupo de fotógrafos del foro tenemos licencia para tirar las fotos que deseemos (siempre que no nos vean los vigilantes, claro está), así que retratamos algunas de las paredes decoradas.

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Las estancias no son muy grandes así que en poco más de media hora acabamos la visita. Al salir al Campo nos dirigimos hacia el Duomo, pero ¡ Oh sorpresa! Escuchamos el sonido de unos tambores y al poco apareció la Contrada de la Torre con sus banderas con el Elefantino, sus músicos y sus acompañantes todos vestidos a la antigua usanza del Palio. Aprovechamos para ver su pasacalles. Menudo arte tienen con las banderas, las mueven, las lanzan al aire, luego las recogen sin que se les caigan. Así que sin ser fechas del Palio pudimos,de todos modos, vivir por unos instantes el ambiente que envuelve a la carrera.

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Llegamos a la zona del Duomo por lo que tenía que ser la zona nueva de la Catedral pero que debido al peste se quedó sólo en intento. La idea era hacer una catedral inmensa quedando la vieja como solo un lateral de esta gran estructura que pretendían levantar. La peste aplaco la vanidad sienesa aunque ha servido para otra cosa que vale la pena aprovechar: para subir al Facciatone y admirar las impresionantes vistas. Así que pagamos la entrada de 10 € que te permite visitar todo el complejo de la Catedral y el oratorio de San Bernardino (aunque este no lo pudimos visitar). Empezamos entrando por el Museo de la Opera del Duomo para ver algunas de las estructuras originales de la catedral que han tenido que ser resguardadas de la intemperie. También pudimos admirar algunas vidrieras y cuadros medievales como la “Maestra” del Ducio, obra maestra del artista sienés.

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Al subir al tercer piso pudimos entrar, por fin, en el Facciatone. Se da la curiosidad que tienes que bajar unas escaleras antes de salir al exterior. Ya a fuera uno comprueba lo alta que hubiese a ser la catedral. Las vistas excelentes, especialmente la que da hacia la piazza del Campo. Se me dan a elegir entre las vistas del Mangia y la del Facciatone seguramente tendría un problema porque ambas son fantásticas. Eso sí, la visión desde aquí de la piazza del Campo es inolvidable. Otra cosa, Por unas escaleras se sube hasta la parte superior (lo que específicamente sería el Facciatone), la subida y las vistas pueden provocar un poco de vértigo, así que oído al parche a los que padecen del mal de altura.

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Después de un buen rato tirando fotos y regalándonos la vista decidimos salir para visitar la catedral. Que ganas de entrar, nos habían hablado muy bien de ella pero al acercarnos a la puerta nos bloquearon la entrada. Se ve que estaban celebrando misa. ¡Será posible! ¡Misa un domingo! Pero que manía. Así que tuvimos que cambiar las visitas y nos fuimos a la parte trasera del Duomo para bajar las escaleras y visitar la Cripta que curiosamente está a un nivel superior del Baptisrio.

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En la Cripta quedamos sorprendidos de los dibujos de la paredes y aunque no es muy grande pasamos un rato muy agradable. Luego visitamos el famoso Baptisterio con su pila bautismal que es una obra maestra de los más famosos escultores de la Italia del renacimiento (Donatello, Jacopo della Quercia y otro ). Pero también destaca el techo y sus arcos bellamente decorados. Para que los puedas observar sin necesidad de forzar el cuello, han dispuesto espejos ,todo un detalle.

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Al salir, para no tener que volver a subir las escaleras, dimos un rodeo al Duomo por las calles adyacentes. Luego para hacer más tiempo ya que el oficio seguía en el interior de la catedral, nos acercamos a Castelvecchio. Este es el punto más alto de la ciudad. Es por así decirlo, el lugar donde se empezó a gestar Siena. El Castillo es como un reducido grupo de casa alrededor de una pequeña plaza. Aquí vivían en época dedieval los Castellari, los nobles que aprovechaban la altura para cerrar la zona y así protegerse de posibles ataques de enemigos. Era pues como una fortaleza dentro de la ciudad.

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Ya de vuelta pudimos entrar en el Duomo, no antes sin que a Brucelina le pusiesen una especie de sábana para que se cubriese sus espaldas... voy a abstenerme de hacer cualquier comentario jocoso.

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La Catedral no nos decepcionó ni mucho menos. Es una maravilla. Mucho mejor por dentro que por fuera. Menudas columnas y cúpula, pero lo que realmente hay que mirar no está en las alturas si no en el suelo, ya que los mosaicos del suelo son una obra de arte digna de ver. Algunas partes del mosaico estaban tapadas ya que solo las dejan visible durante unas fechas del año, pero bueno, la parte que pudimos admirar ya digo que eran dignas de ver. Pudimos ver también el precioso púlpito gótico de Nicola y Giovanni Pisanio.

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Estuvimos un buen rato admirando suelo y techo intentando driblar a los visitantes para poder hacer alguna foto digna. Dura tarea porque en la catedral fue donde nos encontramos con más visitantes.

Al salir bajamos de nuevo las escaleras para ir a comer en uno de los restaurantes con vistas a la fachada trasera del Duomo.

Las visitas matinales acabaron cruzando de nuevo por la plaza del Campo y pasando luego por la loggia Papal y por il Castellare que es una de las mejores casa torre que sobreviven en Siena. Al parecer perteneció a los Ugurgieri. Tras estas visitas nos fuimos a descansar un poco al hotel antes de la salida en coche por la tarde.

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El planing de la Tarde era visitar San Gimignano, y Montetiggioni, y a poder ser Volterra, aunque esta última no la pudimos visitar debido al tiempo que gastamos en la primera localidad.

Esta vez la chica del GPS nos llevó sin problemas por carreteras muy bonitas hasta la ciudad del las “Belle Torri”. Desde lejos se otean las 14 torres que se alzan en búsqueda del cielo toscano. Un paisaje muy sorprendete, más aun si se tiene en cuenta que en época medieval pasaban de las 70 torres.

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Al llegar aparcamos en unos de los prakigs que quedan al pie de la ciudad. Algunos coches aparcaban en la propia carretera, pero más de uno llevaba una multa en el parabrisas, así que mejor pagar el € la hora que cuesta el parking y ahorrarse malo tragos.

Tras un breve paseo desde el parking hasta la muralla, se entra en la ciudad para encontrarse con una marabunta de visitantes. La calle principal está llena de tienda de souvenirs y los turistas se agolpan como lobos a la caza de su presa. No teníamos un planing definido. La idea era pasear por la ciudad y fotografiar sus torres y calles, así que estuvimos 2 horas caminando por San Gimignano.

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Uno de los lugares más bonitos es la piazza de la Cisterna donde un antiguo pozo es flanqueado por algunas de la torres. Allí nos encontramos a multitud de visitantes sentados en las escaleras del pozo rompiendo en mil pedazos el encanto de la plaza. Mira que hay sitios para descansar y ellos escogen uno de los más bonitos de la ciudad. Así que dimos una vuelta a la espera que la cisterna quedase un poco más sola.

Luego recorrimos las calles hasta la otra punta de la ciudad. Incluso subimos por una cuesta que nos llevó hasta Rocca di Montestafolli para tener una perspectiva diferente. Al bajar volvimos a entrar en la plaza de la Cisterna para porder hacer, esta vez sí, alguna foto digna de recordar.

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Despues de 2 horas por la ciudad pillamos el coche para buscar algún lugar cercano desde el que pudiésemos fotografiar de lejos la ciudad y luego nos dirigimos de vuelta a Siena, eso sí, pasando antes por Monteriggioni para esta antigua fortaleza forticadas con sus torres que tanto impresionaron a Dante.

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La visita fue breve debido a que el pueblo es muy pequeñito. Pero valió la pena porque viene de paso de camino a Siena. Pasamos de entrar en la iglesia porque se estaba celebrando una boda, así que caminamos por las escasas calles de la ciudad hasta salir por la puerta posterior de la murallas. Por cierto, debido a la hora no pudimos subir a ninguna de sus numerosas torres, aunque a decir verdad no creo que valga mucho la pena subir. Y sin más, volvimos a subir al coche para ir a cenar a Siena.

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Esta vez fuimos a una pizzería que está en la propia piazza del Campo. Menudo acierto, a parte de las vistas excelentes de la plaza, nos topamos con Mariano, una camarero de Cádiz muy amable que nos explico que el pizzero era de Nápoles y que hacía una pizzas de ensueño y la verdad es que no falto a la realidad, menuda pizza, la mejor de todo el viaje con diferencia. Para los que estéis interesados el restaurante se llama “La Mossa”. Por cierto, dejadle una buena propia a Mario, su conversación y amabilidad bien se lo merecen, a parte que el amo del restaurante tiene una pinta de tirano avaro que no veas, así que aliviadle un poco la carga, ya que Mario tiene el sueño de viajar hasta Australia, así que cualquier propina será bien recibida.

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Después de la cena y del pertinente helado, ¿no os lo he dicho antes? después de cada comida helado al canto, nos dimos el gusto de pasear de noche por última ver por la encantadora Siena para luego ir a descansar que mañana tocaba madrugar.

Nos levantamos tan temprano que encontramos el salón comedor cerrado. Lo aprovechamos pues para hacer la última visita a la ciudad. Así que entramos esta vez por una de las cercanas puertas de la ciudad para encontrarnos en zona de la Contra del Lupo (el día anterior había recorrido zonas de la Aquila, la Selva, la Tortuga, el Buho, etc, casi que las recorrimos todas).

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Descubrimos que fue un acierto pillar el hotel Moderno porque desde aquí es un poco difícil llegar hasta el centro histórico debido a la pronunciada pendiente que tienen las calles.

Al poco volvimos al hotel, desayunamos y nos despedimos de Siena, una ciudad que llevaremos para siempre en nuestro recuerdo por lo bonita y por lo bien que estuvimos en ella.

El siguiente punto de interés era visitar Lucca, una ciudad entre Pisa y Florencia, así que pillamos el GPS y escogimos la ruta más rápida porque quedaba como a 2 horas de Siena. Llegamos y aparcamos en una zona azul cerca de la muralla de la ciudad.

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Nos habían hablado muy bien de Lucca, así que decidimos gastar una mañana en esta localidad. Entramos por la puerta de Santa Ana para dirigirnos al Duomo de Lucca previo paso fugaz por plaza Napoleón. La fachada de la Catedral es muy bonita pero en el interior estaban en plena restauración, así que poco pudimos ver.

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Luego visitamos uno de los iconos de la ciudad, la Torre Guingi con sus centenarios árboles en la parte superior. La vista es bonita, aunque la subida por las escaleras da un poco de vértigo. Lo que nos sorprendieron fueron los árboles, muy escuálidos para ser centenarios, claro está que no es lo mismo estar enraizadas en tierra firme que en el tejado de una torre.

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Luego vagamos por las calles de Lucca pasando por un mercado donde compramos un poco de fruta (y por una de nuestras habituales calles estrechas). Llegamos a la plaza del Anfiteatro donde aun se conserva la forma del mismo. Esta plaza es muy característica de la ciudad, con mucha vida. Por allí correteaban los toscanos más pequeños tras un balón, o paseaban las jóvenes madres a los bebes.

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El siguiente punto de interés fue la Torre delle Ore o Torre del Reloj. Nos abstuvimos de subir ya que preferimos pasear por las estrechas calles que la flanquean. Por último pasamos por la iglesia de San Michele, donde no pudimos entrar a visitar la iglesia por estar cerrada. Tras un rato más visitando Lucca, entramos a comer un poco para luego pillar el coche y dirigirnos a Florencia, y es que a decir verdad Lucca no nos había llenado tanto como Siena y ya teníamos ganas de llegar a Florencia.

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Del viaje a Florencia ni os cuento. La tía del GPS se equivocaba a cada momento. En menudo lió nos metió. Total que cerramos el cacharrito, llenamos el depósito y pedimos información de cómo llegar hasta el centro de AVIS en Florencia. Tras unos cuantos despistes más, finalmente llegamos al parking, donde dejamos el coche y salimos con las maletas en busca del hotel.

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Llegamos bastante rápidos y es que el hotel Hermitage estaba delante del Ponte Vecchio, así que tan sólo tuvimos que ganar la orilla del Arno y caminar tan ricamente hasta el Hermitage. Eso sí, la primera en la frente. El puente estaba medio en restauración. Aun así, no lo suficiente como para taparlo y que no fastidiase su visión.

El hotel fue un acierto. Se encuentra justo delante del puente Vecchio y a menos de 3 minutos del Palazzo Vecchio. La recepción se encuentra en el piso superior pero eso no es problema porque hay acensor, así que nos registramos y nos llevaron a la habitación, que tal, y como habíamos pedido, tenía jacuzzy y vistas al Puente. A parte la habitación estaba muy bien, con aire acondicionado, y con cama cómoda y amplia, así que perfecto. Por cierto, lo pillamos por booking por 115€ desayuno incluido.

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Y ya sin más, salimos prestos y dispuestos a conocer Florencia, el epicentro del renacimiento Italiano. Cruzamos la calle para pasar bajo el corredor Vasariano en busca de las columnas de los Uffici que nos llevarían hasta la piazza de la Signoria.

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Al Llegar a los Uffizi, la segunda en la frente. La fachada de la izquierda también estaba en restauración y una grúa gigante impedía una visión entera de los Uffizi con el Palacio Vecchio de fondo. Menudo chasco, era una de las imágenes que buscábamos. De todo modos tuvimos suerte de que la grua estuviese a la izquierda ya que con un poco de pericia podía obtrener la instantánea medianamente bien.

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Pero tras estas depeciones vino el impacto visual de encontrarse entre la Loggia, los Uffici y el Palacio Vecchio con el David delante de la puerta del Ayuntamiento. Es uno de esos momento que uno recordará largamente. Me esperaba quedar sorprendido por el puente o por el Dumo, pero sin duda este fue uno de los instantes más especiales del viaje. La cámara de fotos empezó a sacar humo.

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Decidimos entrar en el Palacio Vecchio, así que compramos la entrada y entramos a visitar el ayuntamiento, antigua residencia de los Medici y centro del poder florentino. Uno ya queda impresionado en el patio de entrada, con la fuente en el centro y con la decoración de paredes y arcos, aunque no queráis entrar a visitar el Palacio, merece la pena entrar porque esta zona es gratuita.

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Describir todas las estancias es muy largo pero si que cabe decir que tiene diferentes salones, como el de los lirios, y una pequeña colección de Arte en la que se encuentran la Victoria de Miguel Ángel o el Ángel con delfín de Andrea del Verrocchio, aparte que en también tiene una magnífica terraza con vistas a Santa Croce. También es bonito ver desde alguno de los salones el Duomo al otro lado de las ventanas. La visita duró sobre la hora y luego salimos en búsqueda de la catedral.

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Al llegar vimos que apenas había cola para entrar al Baptisterio así que no nos lo pensamos y entramos a contemplar una nueva joya florentina. La belleza de la cúpula del Baptisterio es digna de mención. En ella se exhiben unos impresionantes frescos al estilo bizantino. Nos recordó el interior de la Basílica de San Marco en Venecia.

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Nos sentamos en uno de los bancos a contemplar cómodamente un techo tan complejo y bonito. Tras un rato salimos a la calle en búsqueda de las Puertas del Paraíso, nombre que dió Miguelanchelo a la puerta dorada del Baptisterio. Si un genio del calibre de Miguelanchelo definió así a esas puertas imaginarios cuan magníficas son. Aun la copia, que es la que realmente se encuentra en el Baptisterio, produce una sensación fascinante. Por ciue enseñando el carné de fotografo del foro la gente se aparta y te dejan hacer libremente la foto de la puerta sin problemas.

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Como había bastante gente haciendo cola para entrar a la Catedral salimos en dirección a Santa Maria Novella y especialmente para visitar la farmacia perfumería. Pasamos por piazza della Republica y en poco ya estábamos frente a la iglesia. Sabíamos que a esa hora estaba cerrada, así que fuimos directamente hasta la farmacia no fuese que también nos cerraran. Por suerte quedaba un buen rato para el cierre, así que pudimos hacer la visita relajadamente. Merece la pena acercarse a la farmacia ya que parece que entres por una puerta que te llevé cien años atrás. Todo está muy bien colocado y la decoración sigue manteniendo la original.

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Compramos un par de productos, tiramos unas fotos y salimos de nuevo a la calle para para poder ver más de cerca la fachada de la iglesia de la estación (que es como muchos florentinos llaman a Santa Maria Novella).

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Luego nos dirigimos en búsqueda del Arno para poder ver la estampa del Ponte Vecchio mientras el sol poco a poco va menguando y de paso para dejar las compras en la habitación.

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Al salir nos volvimos a acercar al Palacio Vecchio. Si en Siena nos encontramos con la contrada de la Torre, aquí pudimos admirar una procesión a la antigua con gente disfrazada tal y como iban los conciudadanos en la época del resplandeciente renacimiento.

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Seguimos por las calles cercanas hasta encontrarnos con la parte trasera del Duomo. Si la fachada es impresionante, la parte trasera le va a la par. Todo un trabajo de ingeniería para aguantar la pesada cúpula.

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Finalmente pasamos por Orsanmichele donde nos encontramos con las banderas y cirios que llevaban los figurantes de la procesión a la antigua. Foto al canto y a cenar que ya tocaba.

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Nos decidimos por Gusto Leo, uno de los restaurantes de más calado por los foreros y que de paso no permitía ver el Bargello de cerca. La cena no estuvo mal y a buen precio.

Una vez cenados paseamos por la piazza de la Signoria y lazona del Arno, helado en mano. El ambiente nocturno era muy animado y la gente paseaba alegremente por la zona

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El paseo terminó pasando por los Uffizi y el Arno para acabar rendidos en la cama del hotel.

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