El último día en la zona decidimos acercarnos a Lerici, otro de los pueblos destacados del Golfo de los poetas. Como hicimos para visitar Portovenere, nos dirigimos a la plaza del Mercado, donde compramos el billete de autobús también por 2,50 cada uno y nos montamos para iniciar la excursión. Esta línea recorre parte de la Spezia y va bordeando la costa así que la media hora que dura el trayecto se hace amena.
Atravesamos Tellaro, un pequeño pueblo que pertenece a Lerici y que se puede visitar andando desde el paseo marítimo. El autobús nos deja en el centro y bajamos cerca del mar donde vemos un montón de barcos, el mar en calma y el castillo en una esquina.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Nos sentamos en un banco a observar el entorno, viendo cómo, al fondo, se distingue Portovenere cuando el sol incide sobre la zona, pues el cielo estaba un poco nublado.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Paseamos cerca del establecimiento balnear, hoy con las tumbonas plegadas y sin gente.
Recorremos el paseo hasta una esquina donde empiezan a aparecer las terrazas y restaurantes. Al fondo se abre un espigón y caminamos hasta allí subiendo a una azotea desde la que se observa el mar, protegidos por una barandilla oxidada y cargada de candados.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Las olas cogen fuerza y se estrellan contra el muro, y al fondo vemos Tellaro con sus casitas de colores.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Nos acercamos a un pasadizo a modo de túnel que sirve para guardar piraguas y barcas y desde donde sale un ascensor para visitar el castillo. Continuamos hasta el final y desembocamos en un restaurante pegado al mar, donde se ve la parte frontal de la costa y cómo trabajan los operarios en una pared que parece haberse derrumbado.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Regresamos al puerto y descubrimos las escaleras que nos conducen al castillo. Atravesamos un pequeño arco y enseguida llegamos a una explanada donde se asienta la fortaleza, hoy convertida en museo de paleontología que se puede visitar.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
El acceso a los jardines es libre y pasamos a ver una terraza en la que se muestran pacíficos unos curiosos dinosaurios de colores, con vistas al mar y, siempre al fondo, Portovenere.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Contemplamos los altos muros del castillo desde el exterior y no pasamos al museo.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Preferimos callejear y descubrir los rincones de este encantador pueblo con casas pintadas de colores, dispuestas en estrechos callejones. Desembocamos en una plaza donde se asienta una iglesia y pronto volvemos a la parada del autobús para regresar a la Spezia.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Nos deja en la estación de tren y allí cogemos uno con dirección a Manarola, el último pueblo que nos quedaba por descubrir. Al salir al andén nos metemos en un pasadizo similar al de Riomaggiore, éste adornado con fotografías de la zona en las que siempre es bueno detenerse pues son muy vistosas.
Bajamos unas escaleras en dirección al mar y pronto ubicamos el restaurante Il Porticciolo, donde teníamos pensado comer, pero nos lo encontramos cerrado así que optamos por entrar en el local de enfrente porque, además, estaba empezando a llover.
Comimos a base de pasta con pesto, los Trofie y los Trenette típica de la zona, y tomamos el café allí mismo esperando a que cesara la lluvia.
Al salir, y muy cerca de allí, estaba el puerto de Manarola, con sus barcas amarradas y un cartel que indicaba que la navegación marítima se había suspendido por mal tiempo.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Al girarnos descubrimos un grupo de casas coloreadas, apiñadas unas junto a otras, al borde del acantilado, pero con una perfecta armonía. Un canal se abre en mitad del puerto dejando discurrir un arroyo que va a morir al mar.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
La visión de Manarola nos cautiva, todos los allí presentes nos mostramos admirados por la seductora belleza de su silueta, plantada entre los altos viñedos y el mar azul.
Por fortuna cesó la lluvia y el sol se asomaba tímido entre las nubes, incidiendo de vez en cuando en el pueblo. Todos aprovechamos, poseídos por una especie de ansia de captar su imagen, para sacar muchas fotos. El botón se disparaba casi de manera automática, rendidos ante la indiscutible fotogenia de Manarola.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Embobados con el paisaje recorremos una pasarela sobre las rocas que bordea el mar. Desde allí la panorámica se veía más bella si cabe. Seguimos con el ascenso y desembocamos en una terraza acondicionada con aseos y contemplamos desde la barandilla el encanto del pueblo. Muy cerca, en una zona ajardinada, descubrimos una estatua que muestra a una mujer con los pechos desnudos de los que cuelga un racimo, en homenaje a la diosa de la vid, elemento clave de la economía local.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Algunas matas de madreselva y flor de la pasión adornan las barandillas desde las que uno se quedaría asomado una eternidad.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Seguimos con el recorrido y ascendemos por la calle principal viendo las imágenes con el recurrente tema de la vendimia.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
En el suelo descubrimos las tapas del alcantarillado que de nuevo muestran la recogida de la cosecha.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Pronto llegamos a una iglesia y, justo enfrente, hay una pequeña capilla que acoge una exposición fotográfica. Desde la recoleta plaza, donde se asientan las construcciones, nos asomamos a otra balconada que ofrece una vista con el mar en el centro y, a ambos lados, las laderas de las montañas, una parte salpicada de coloridas casas y, la otra, de terrazas con viñedos.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Vemos a gente en lo alto que las recorre y decidimos imitarlos. Subimos por unas escaleras en la calle principal y pronto nos vemos rodeados de vid de las que cuelgan los frutos casi maduros, pues la época de la vendimia está próxima.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
El cielo se estaba poniendo gris, parecía que iba a descargar de un momento a otro, pero resultaba difícil abandonar ese sitio con tanto encanto, así que aguantamos incluso con el paraguas abierto entre las terrazas pero el suelo se empezó a encharcar y regresamos al pueblo. Nos llevamos una imagen muy bonita de Manarola, para uno, el pueblo estrella de los Cinque, el otro prefiere Riomaggiore.
Salimos hacia la estación de tren, no sin antes asomarnos a la cancilla de entrada a la Via del Amor, donde un cartel explica que está cerrado por labores de mantenimiento y, de nuevo, los omnipresentes candados, cuelgan de la puerta. Cuando montamos en el tren nos despedimos de Manarola y del resto de los pueblos que nos han parecido preciosos.
Atravesamos Tellaro, un pequeño pueblo que pertenece a Lerici y que se puede visitar andando desde el paseo marítimo. El autobús nos deja en el centro y bajamos cerca del mar donde vemos un montón de barcos, el mar en calma y el castillo en una esquina.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Nos sentamos en un banco a observar el entorno, viendo cómo, al fondo, se distingue Portovenere cuando el sol incide sobre la zona, pues el cielo estaba un poco nublado.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Paseamos cerca del establecimiento balnear, hoy con las tumbonas plegadas y sin gente.
Recorremos el paseo hasta una esquina donde empiezan a aparecer las terrazas y restaurantes. Al fondo se abre un espigón y caminamos hasta allí subiendo a una azotea desde la que se observa el mar, protegidos por una barandilla oxidada y cargada de candados.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Las olas cogen fuerza y se estrellan contra el muro, y al fondo vemos Tellaro con sus casitas de colores.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Nos acercamos a un pasadizo a modo de túnel que sirve para guardar piraguas y barcas y desde donde sale un ascensor para visitar el castillo. Continuamos hasta el final y desembocamos en un restaurante pegado al mar, donde se ve la parte frontal de la costa y cómo trabajan los operarios en una pared que parece haberse derrumbado.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Regresamos al puerto y descubrimos las escaleras que nos conducen al castillo. Atravesamos un pequeño arco y enseguida llegamos a una explanada donde se asienta la fortaleza, hoy convertida en museo de paleontología que se puede visitar.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
El acceso a los jardines es libre y pasamos a ver una terraza en la que se muestran pacíficos unos curiosos dinosaurios de colores, con vistas al mar y, siempre al fondo, Portovenere.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Contemplamos los altos muros del castillo desde el exterior y no pasamos al museo.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Preferimos callejear y descubrir los rincones de este encantador pueblo con casas pintadas de colores, dispuestas en estrechos callejones. Desembocamos en una plaza donde se asienta una iglesia y pronto volvemos a la parada del autobús para regresar a la Spezia.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Nos deja en la estación de tren y allí cogemos uno con dirección a Manarola, el último pueblo que nos quedaba por descubrir. Al salir al andén nos metemos en un pasadizo similar al de Riomaggiore, éste adornado con fotografías de la zona en las que siempre es bueno detenerse pues son muy vistosas.
Bajamos unas escaleras en dirección al mar y pronto ubicamos el restaurante Il Porticciolo, donde teníamos pensado comer, pero nos lo encontramos cerrado así que optamos por entrar en el local de enfrente porque, además, estaba empezando a llover.
Comimos a base de pasta con pesto, los Trofie y los Trenette típica de la zona, y tomamos el café allí mismo esperando a que cesara la lluvia.
Al salir, y muy cerca de allí, estaba el puerto de Manarola, con sus barcas amarradas y un cartel que indicaba que la navegación marítima se había suspendido por mal tiempo.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Al girarnos descubrimos un grupo de casas coloreadas, apiñadas unas junto a otras, al borde del acantilado, pero con una perfecta armonía. Un canal se abre en mitad del puerto dejando discurrir un arroyo que va a morir al mar.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
La visión de Manarola nos cautiva, todos los allí presentes nos mostramos admirados por la seductora belleza de su silueta, plantada entre los altos viñedos y el mar azul.
Por fortuna cesó la lluvia y el sol se asomaba tímido entre las nubes, incidiendo de vez en cuando en el pueblo. Todos aprovechamos, poseídos por una especie de ansia de captar su imagen, para sacar muchas fotos. El botón se disparaba casi de manera automática, rendidos ante la indiscutible fotogenia de Manarola.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Embobados con el paisaje recorremos una pasarela sobre las rocas que bordea el mar. Desde allí la panorámica se veía más bella si cabe. Seguimos con el ascenso y desembocamos en una terraza acondicionada con aseos y contemplamos desde la barandilla el encanto del pueblo. Muy cerca, en una zona ajardinada, descubrimos una estatua que muestra a una mujer con los pechos desnudos de los que cuelga un racimo, en homenaje a la diosa de la vid, elemento clave de la economía local.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Algunas matas de madreselva y flor de la pasión adornan las barandillas desde las que uno se quedaría asomado una eternidad.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Seguimos con el recorrido y ascendemos por la calle principal viendo las imágenes con el recurrente tema de la vendimia.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
En el suelo descubrimos las tapas del alcantarillado que de nuevo muestran la recogida de la cosecha.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Pronto llegamos a una iglesia y, justo enfrente, hay una pequeña capilla que acoge una exposición fotográfica. Desde la recoleta plaza, donde se asientan las construcciones, nos asomamos a otra balconada que ofrece una vista con el mar en el centro y, a ambos lados, las laderas de las montañas, una parte salpicada de coloridas casas y, la otra, de terrazas con viñedos.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Vemos a gente en lo alto que las recorre y decidimos imitarlos. Subimos por unas escaleras en la calle principal y pronto nos vemos rodeados de vid de las que cuelgan los frutos casi maduros, pues la época de la vendimia está próxima.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
El cielo se estaba poniendo gris, parecía que iba a descargar de un momento a otro, pero resultaba difícil abandonar ese sitio con tanto encanto, así que aguantamos incluso con el paraguas abierto entre las terrazas pero el suelo se empezó a encharcar y regresamos al pueblo. Nos llevamos una imagen muy bonita de Manarola, para uno, el pueblo estrella de los Cinque, el otro prefiere Riomaggiore.
Salimos hacia la estación de tren, no sin antes asomarnos a la cancilla de entrada a la Via del Amor, donde un cartel explica que está cerrado por labores de mantenimiento y, de nuevo, los omnipresentes candados, cuelgan de la puerta. Cuando montamos en el tren nos despedimos de Manarola y del resto de los pueblos que nos han parecido preciosos.