Como ya comenté al final de mi anterior diario “Hotel RIU Bambú + Isla Saona + RIU Party”, no pudimos cumplir con lo que teníamos en mente. Nuestra intención en 2024 era volver al Caribe, y más concretamente a la Riviera Maya, que tanto nos gusta. Pero por cuestiones un poco complejas, no pudimos hacerlo. Aun así, el “gusanillo” de viajar seguía muy presente rondando a nuestro alrededor, durante todo 2024.
Este año, debido a algunos cambios laborales importantes, ni siquiera teníamos pensado viajar. Sin embargo, eso no nos quitó las ganas de mirar ofertas de viajes a Riviera Maya y Punta Cana. ¡Somos unos auténticos masoquistas! 😅
Me llegaban ofertas por aquí y por allá, como siempre con precios bastante altos, pero me llamó la atención una zona del Caribe en la que nunca habíamos estado. La verdad, es que mi mujer me lo había sugerido en más de una ocasión en cada viaje que organizábamos:
—“¿Y por qué no vamos a ese destino alguna vez?”
Y yo siempre le respondía lo mismo:
—“Prefiero Riviera Maya para salir por libre, y Punta Cana por la fiesta... pero ese sitio no lo conozco y no me termina de convencer.”
Ese destino era Cuba.
Al principio, observe algunas ofertas interesantes en Varadero, pero al investigar un poco más, descubrí la zona de Cayo Santa María. ¡Y me encantó! La localización, las playas... todo empezaba a cuadrar. Entre todas las ofertas que me llegaban, la que más me llamó la atención fue la del Hotel Iberostar Selection Ensenachos. Me puse a investigar a fondo: pros y contras, los restaurantes, tipos de habitaciones... y la que más me interesó fue la Suite Megano, que además está más cerca de la playa. Un punto muy a favor. Y para rematar, me llego una oferta en la fecha misma que empezábamos las vacaciones.
Ya con el "gusanillo" bien despierto, se lo comenté a mi mujer. Y cuando le dije:
—“Cariño, ¿qué te parecería si este año vamos a Cuba?”
No me respondió con un simple "vale".
¡¡¡Se pusieron ella y mi hija a dar saltos y a gritar emocionadas: “¡¡¡NOS VAMOS A CUBA!!!”!!!
Después del arrebato de emoción desmedido, volvimos a la calma y me puse manos a la obra para buscar el mejor precio. Consulté webs como Central de Vacaciones, Viajes El Corte Inglés, Halcón Viajes, y como siempre, nuestras favoritas: Viajarcaribe y Simartour, a través de LosViajeros, con quienes ya hemos hecho todos nuestros viajes al Caribe en 2009, 2011, 2016, 2019 y 2022. Siempre nos han atendido de maravilla.
Finalmente, tras comparar precios, nos quedamos con Simartour, que nos ofreció el mejor precio: 2.250,00 € los tres, en la Suite Megano, saliendo el 20 de junio y regresando el 28 de junio.
El día 5 de junio confirmé la reserva con Mario de Simartour, quien como siempre, nos atendió genial. Me pidió los datos de siempre: nombres completos, fechas de nacimiento, números y fechas de caducidad de pasaportes, y un correo electrónico para enviarnos la confirmación. Ese mismo día le mandé todo, ¡rápido y sin perder tiempo! El único problema, era que el pasaporte de mi hija estaba caducado, y me daban cita de renovación para el 07 de junio, contestándome Mario, de que no había ningún problema por enviárselo el sábado.
Y así, ¡ya tenemos hotel y fecha de salida confirmados! Ahora solo queda preparar las maletas, revisar pasaportes, buscar alguna excursión opcional… y sobre todo, contar los días que faltan para vivir una nueva aventura, esta vez, en tierras cubanas.
El día 6 de junio, envié por correo electrónico el justificante de la transferencia.
Aproximadamente una hora más tarde, recibí la documentación completa del viaje, que incluía el seguro contratado y el contrato obligatorio de Travelplan.
Al revisar la documentación, ya pude confirmar los números de vuelo y la compañía aérea, que en este caso es Iberojet.
Ese mismo día, accedí a la página web de Iberojet para verificar todos los datos de la reserva. En esta ocasión no seleccioné menú especial para mi hija, ya que ahora tiene 13 años y, por tanto, es considerada pasajera adulta, lo que implica que tendrá que comer lo mismo que nosotros durante el vuelo.
También aproveché para consultar la distribución de los asientos del avión, ya que, como norma, solemos hacer la reserva previa de los mismos antes del día de salida. El avión está dividido en tres zonas:
1. Zona Negocio: ubicada en las primeras 6 filas, con una distribución de 2-2-2, y un precio de 300,00 € por asiento.
2. Zona Turista Superior: ubicada en las siguientes 12 filas, con distribución 2-4-2, y precios variables según la fila: 99,00 €, 35,00 € y 30,00 € por asiento.
3. Zona Turista: el resto del avión, con la misma distribución 2-4-2, y precios de 99,00 €, 25,00 € y 20,00 € por asiento.
El 7 de junio, justo después de regresar de la renovación de los pasaportes, envié copia de los tres documentos a Mario.
En cuanto al desplazamiento desde Jerez de la Frontera a Madrid, como en anteriores ocasiones, decidimos que lo haríamos en coche. Tomaremos la N-IV, saliendo aproximadamente a la 01:00 de la madrugada del viernes 20, con la previsión de llegar a Madrid sobre las 09:00. Dejaremos el coche en el parking de larga estancia del Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas. Ese mismo día realicé la reserva a través de la página web de AENA.
Al ser socio del Club Aena, la tarifa por dejar el coche del viernes 20 a las 09:00 hasta el sábado 28 a las 14:00 fue de 68,40 € (en lugar del precio general de 72,00 €). El pago se efectuará al recoger el vehículo.
El parking de larga estancia de las terminales T1, T2 y T3 es ideal para vacaciones o viajes prolongados. Está abierto las 24 horas, es exterior, pero con la mayoría de plazas cubiertas, y se encuentra a unos 2,3 km del aeropuerto (unos 3 minutos en coche o 18 minutos andando). Además, dispone de un servicio gratuito de autobús lanzadera, que conecta directamente con las terminales del aeropuerto y tarda aproximadamente 3 minutos en hacer el recorrido. La frecuencia del servicio es la siguiente:
• De 06:00 a 01:00: cada 15 minutos.
• De 01:00 a 06:00: bajo demanda, llamando al teléfono 607 564 516.
También consulté la información sobre las Salas VIP del aeropuerto. Estas salas están pensadas para hacer más cómoda y agradable la espera de los pasajeros antes de la salida de su vuelo. Todos los aeropuertos españoles cuentan, al menos, con una Sala VIP en la zona de embarque, y para acceder a ellas es necesario disponer de una tarjeta de embarque. Se puede entrar a partir de las 4 horas previas al despegue del vuelo, nunca antes.
Dado el tiempo que habitualmente pasamos en el aeropuerto antes de embarcar, el coste elevado de comer allí, la calidad limitada de la comida disponible y, sobre todo, pensando en que la espera sea más cómoda para nuestra hija, consideramos que acceder a la Sala VIP podría ser una buena opción.
Siendo miembro del Club Aena, el coste por persona sería de 44,78 € (el precio general es de 49,76 € por persona). Sin embargo, en esta ocasión decidimos no hacer la reserva con antelación. Preferimos esperar a estar ya en el aeropuerto, ya que aunque normalmente el mostrador de facturación se abre unas 4 horas antes del vuelo, no teníamos la certeza de la hora exacta de apertura. Además, en la web de AENA se especificaba que, debido a motivos de calidad y alta ocupación, desde el 20 de junio hasta el 10 de septiembre (ambos inclusive), el tiempo máximo de estancia en la Sala VIP será de 3 horas.
Por último, también accedí de nuevo a la página de Iberojet para completar los datos personales de los tres pasajeros. Aunque no es obligatorio, me gusta siempre tener esta información actualizada y completa.
El lunes 9 de junio, recibimos un correo electrónico de Mario, en el que nos indicaba los códigos personalizados asignados a cada uno de nosotros para la tramitación de los visados de entrada a Cuba.
Estos códigos son necesarios para acceder y completar el formulario digital de declaración de entrada a Cuba, conocido como D’VIAJEROS.
¿Qué es D’VIAJEROS?
D’VIAJEROS es una plataforma digital oficial del gobierno cubano que permite a los viajeros facilitar su ingreso al país. Se trata de un sistema en línea de información adelantada para quienes visitan Cuba, y tiene como objetivo agilizar los trámites migratorios, sanitarios y aduanales en los puntos de entrada a Cuba.
Cada viajero debe completar el formulario con su información personal, migratoria y de salud. El trámite se puede realizar a partir de las 72 horas previas a la llegada a Cuba, aunque solo se permite completarlo dentro de los 7 días anteriores a la fecha de entrada al país. Es importante llevar el formulario ya cumplimentado y con el código QR generado, ya sea impreso o en formato digital, para evitar demoras o inconvenientes a la llegada.
Accedí a la plataforma a través del siguiente enlace oficial:
👉
www.dviajeros.mitrans.gob.cu/inicio
Una vez dentro, pulsé el botón “Crear Formulario”, lo que me llevó directamente al proceso de registro y cumplimentación del formulario digital.
1. Datos personales
En la primera sección, me solicitan mis datos básicos personales. De todos los campos que aparecen, los campos obligatorios son los siguientes:
• Nombre
• Primer apellido
• Fecha de nacimiento
• Género
• Ciudadanía
• Número de pasaporte (el mismo con el que se ingresará al país)
• País de residencia permanente
2. Información migratoria
En la segunda sección, me piden la información relativa del viaje. También tienen unos cuantos que son campos obligatorios:
• Fecha de llegada a Cuba
• Número de vuelo
• Nombre de la aerolínea
• País de origen del viajero
• Punto de entrada a Cuba (aeropuerto)
• Motivo del viaje
Al seleccionar como motivo de viaje la opción “Turismo”, el formulario habilita un nuevo campo adicional, donde se debe introducir el código que nos facilitó Mario. Este código está vinculado a nuestra reserva de viaje y permite validar correctamente la entrada como turistas organizados a través de una agencia.
Al intentar avanzar a la siguiente sección del formulario, el sistema dio un mensaje de error relacionado con la fecha de llegada. Descubrí que la plataforma solo permite completar el formulario dentro de los 7 días previos a la llegada a Cuba. En nuestro caso, como la llegada está programada para el viernes 20 de junio, solo podría acceder y completar correctamente el formulario a partir del sábado 14 de junio.
Por este motivo, decidí dejar el trámite pendiente hasta esa fecha.
Como era la primera vez que viajábamos a Cuba, decidimos no solicitar moneda extranjera, y utilizar solo Euros. No sé si será lo correcto, pero prefería equivocarme, esta vez, y saberlo para futuros viajes a Cuba.
El día 14 de Junio, realice el formulario digital de declaración de entrada a Cuba, conocido como D’VIAJEROS.
Se realiza uno por pasajero, independientemente de su edad. ¡¡¡¡¡¡ Otra cosa menos!!!!!!
Por el aliciente de la alergia a la picadura de mosquitos, que tiene mi hija, con el buen resultado que nos dio en el año 2016, y sabiendo que los últimos años, lo habíamos hecho con ellos, por nuestra tranquilidad, el día 19 de Junio contratamos como las otras veces, el seguro de viajes IATI FAMILY.
www.iatiseguros.com/
Como las otras veces, conseguí un descuento buscando en google “descuento IATI”, y me salió una página en la que pinche en el enlace de IATI, y nos mandó de nuevo a la web de IATI, y cuando volví a hacer el estudio del seguro nos salió el 5% de descuento directo en el seguro. Lo hicimos y me salió a pagar 107,86€, pagándolo en el momento con tarjeta. Nos mandaron en ese momento un correo con dos archivos, uno con el resumen de las coberturas y otro con las condiciones particulares de la póliza.
El día 19 de Junio, reservamos los asientos de ida y vuelta en la página de Iberojet. Cada asiento nos salió 25.00€. Cogimos los asientos 53A, 53B y 54A, tanto de ida como de vuelta. Cogimos esta vez, los de ida y vuelta, porque como en este viaje no solo íbamos viajeros de paquetes vacacionales, sino también, viajeros que iban a visitar a su familia, pero no con hoteles.
Ya teníamos todo, ya solo queda empezar el viaje.
Salimos de Jerez sobre las 00:30 de la madrugada del viernes 20. Hicimos cuatro paradas a lo largo del trayecto, principalmente para estirar las piernas y tomar algo. La peque fue dormida durante todo el camino, excepto en las paradas, donde se despertaba brevemente para desperezarse un poco.
Al igual que en nuestro viaje anterior, decidimos no desayunar en el aeropuerto, ya que los precios allí son bastante elevados. Por eso, alrededor de las 07:30 hicimos una parada en una cafetería en Seseña, justo al lado de la N-IV, donde desayunamos tranquilamente.
Sobre las 08:00 llegamos al parking de larga estancia del aeropuerto de Madrid-Barajas. El acceso está en la Avenida de la Hispanidad, en la intersección con la calle San Severo. Recogimos el ticket en la entrada y buscamos una plaza techada para dejar el coche, que encontramos sin demasiada dificultad.
Desde allí caminamos hasta la parada número 1, situada justo en la entrada, para esperar el minibús que lleva a las distintas terminales del aeropuerto.
A eso de las 08:30 subimos al autobús lanzadera, que en menos de cinco minutos nos dejó en la Terminal 1.
Nada más llegar, nos dirigimos a la zona de mostradores comprendida entre el 120 y el 136, que es donde opera la compañía Iberojet.
En ese momento, aún no aparecía en las pantallas informativas del aeropuerto en qué mostradores se iba a realizar la facturación del vuelo a Santa Clara, así que decidimos sentarnos en el suelo, junto a una pared, desde donde podíamos ver cómodamente las pantallas y esperar a que se actualizara la información.
Sobre las 09:30 nos dimos cuenta de que varias personas que, al igual que nosotros, iban a Santa Clara, comenzaron a formar una cola justo delante de las pantallas informativas, anticipándose a la apertura de los mostradores. Al parecer, querían asegurarse de tener una buena posición cuando se asignaran oficialmente. Así que, para no quedarnos atrás, nos levantamos y nos unimos a la fila también, esperando pacientemente a que comenzara la facturación.
Sobre las 10:00, por fin apareció en las pantallas informativas que los mostradores de facturación para nuestro vuelo a Santa Clara serían del 129 al 134. Rápidamente, todos los que estábamos esperando nos dirigimos en orden hacia esa zona, manteniendo la cola que ya habíamos formado con antelación.
Los mostradores abrieron alrededor de las 10:30. En el momento de facturar las maletas, nos pidieron, como es habitual, los pasaportes, la reserva del vuelo y también el formulario D’VIAJEROS ya cumplimentado. En ese momento aproveché para recordar que teníamos los asientos reservados con anterioridad, concretamente en ventanilla, ya que así lo habíamos pagado. Sin embargo, nos informaron de que, debido a un cambio de modelo de avión, nos habían reasignado asientos en la fila central, lo cual no nos hacía ninguna gracia.
Mostré mi disconformidad de forma educada pero firme, y el personal de facturación fue muy amable: nos pidieron que esperáramos un momento mientras lo consultaban con una supervisora. Al poco tiempo, regresaron con una solución. Nos reasignaron asientos similares a los originales, también con ventanilla, aunque con una numeración distinta: 48A, 48C y 49A. Tras comprobar todos los datos, nos entregaron finalmente las tarjetas de embarque.
Desde allí nos dirigimos directamente al filtro de seguridad AB, que está ubicado junto a los mostradores de facturación. Pasamos el control de seguridad sin problemas y, a continuación, el control de pasaportes. Al salir, nos encontramos justo enfrente del Burger King de la Terminal 1. Desde allí, tomamos el camino hacia la izquierda, en busca de la Sala VIP Cibeles.
Tras caminar unos 200 metros y atravesar varias tiendas y locales de restauración, llegamos al acceso trasero de unas escaleras con un cartel que indicaba claramente "SALA VIP CIBELES". También se podía subir por un ascensor que se encuentra justo detrás de las escaleras, para quien lo prefiera o lo necesite.
Llegamos sobre las 11:40 y nos encontramos con que había una pequeña cola, ya que la sala estaba momentáneamente con el aforo completo. Esperamos unos 10 minutos hasta que pudimos acceder al mostrador de entrada.
Allí indiqué que era socio del Club Aena y, mediante la aplicación del móvil, realicé la reserva para dos adultos y un niño. Gracias a esto, nos salió algo más barato, ya que originalmente había valorado a mi hija como si fuera adulta. En total pagamos 113,36 € (44,78 € + 44,78 € + 23,80 €). Enseguida recibí un correo con las tres reservas en formato QR, que escanearon para darnos acceso a la sala.
Consejo para la próxima vez: si hubiéramos hecho la reserva con antelación, no habríamos tenido que esperar, ya que han habilitado un acceso específico para quienes ya tienen el pase comprado previamente.
Una de las primeras cosas que notamos al entrar fue que la Sala VIP había sido reformada y reubicada. Ahora es mucho más amplia, moderna y cómoda, con una distribución muy práctica para los viajeros.
Nada más entrar, a mano derecha encontramos mesas altas y bajas donde la gente se sienta a comer o descansar mientras espera su vuelo. A mano izquierda había un mostrador con galletas, zumos, jarras de café y leche, además de cuencos con cereales. Un poco más adelante, dos grandes vitrinas refrigeradas ofrecían refrescos, agua, sándwiches variados, yogures, flanes y cervezas.
Avanzando hacia el interior, nos encontramos con un largo mostrador equipado con cafeteras automáticas, pan de todo tipo, bollería, quesos, fiambres y chacinas para hacerse uno mismo un sándwich. También había una sección con verduras y todo lo necesario para prepararse una ensalada al gusto.
Al final de este mostrador se encontraba una gran barra de bar atendida por personal, donde servían bebidas en vaso: refrescos, cervezas, una buena variedad de vinos y copas largas. Junto a la barra, otras dos vitrinas ofrecían lo mismo que las anteriores, para evitar aglomeraciones.
En paralelo a toda esta zona de comida y bebida, a la derecha, había mesas y barras altas donde se podía comer o simplemente relajarse. Más adelante había dos barras bajas con neveras repletas de agua fría y refrescos, frutos secos, cubiertos, platos preparados, postres, bollería y frutas frescas. Encima de estas zonas, unas pantallas informativas mostraban los horarios y puertas de embarque de los vuelos.
La parte final de la sala estaba equipada con muchas mesas bajas y sillones anchos y cómodos, ideales para descansar un rato antes del vuelo.
Una de las zonas más destacables es la gran terraza que rodea toda la sala. Tiene espacios diferenciados con mesas altas y taburetes, otras con mesas bajas y sillas, zonas de sillones anchos para relajarse y un área con photocall para hacerse fotos. Toda la terraza da directamente a la pista de la Terminal 1, ofreciendo unas vistas magníficas de los aviones estacionados o en movimiento. Es perfecta tanto para quienes quieren ver los aviones como para los fumadores, ya que allí se permite fumar.
Nosotros ocupamos parte de una gran mesa alta con varios taburetes, y cada uno comió y bebió lo que le apeteció, ya que había muchísima variedad para todos los gustos.
En cuanto a la bebida… mejor ni hablar. Empezamos con cervezas y vinos, y terminamos tomándonos unos cuantos cubatas, como si estuviéramos en la terraza de un bar un sábado cualquiera. ¡Jajajajajajaja!
Mi mujer disfrutó especialmente de la terraza: fumó tranquilamente, se tomó su cubata y remató con un buen café. La verdad, fue un rato estupendo, y una excelente manera de comenzar el viaje con buen pie.
Aunque en las pantallas aún no indicaban que nuestro vuelo estuviera en proceso de embarque, sobre las 13:40 se escuchó un aviso por megafonía llamando a todos los pasajeros con destino a Santa Clara. Sin pensarlo dos veces, apuramos nuestras copas y nos dirigimos rápidamente hacia la zona A de la Terminal 1, ya que nuestro vuelo salía por la puerta A5.
A las 13:55 ya estábamos en la puerta, donde nos encontramos con una gran cantidad de pasajeros formando tres colas enormes. El embarque estaba organizado por grupos, en función del número de asiento, así que nos colocamos en la fila correspondiente.
El avión asignado para nuestro vuelo era un Airbus A330-300 (A330) de la aerolínea Iberojet, más moderno y rápido que el previsto inicialmente.
Una vez dentro, nos dirigimos a nuestros asientos, donde guardamos nuestras maletas de mano. En cada asiento había una bolsa con una pequeña almohada y una manta, un detalle que siempre se agradece para vuelos largos.
A las 14:20 ya estábamos sentados y listos. A las 14:30, el avión comenzó a rodar por la pista, y a las 14:44 despegamos, de forma puntual y sin contratiempos. El despegue fue, como suele ser habitual, un poco movido, pero nada fuera de lo normal.
Una vez en el aire, comenzamos a explorar las pantallas individuales instaladas en cada asiento. Ofrecían una buena variedad de entretenimiento: películas recientes, juegos (algunos incluso para jugar con otros pasajeros del avión), documentales y, por supuesto, el mapa interactivo con la ruta del vuelo.
Al consultar el sistema, me di cuenta de que el vuelo tendría una duración aproximada de 9 horas, con llegada estimada sobre las 17:30 hora cubana. Esto era una hora antes de lo inicialmente previsto, ya que nos habían informado de un vuelo de 10 horas con llegada sobre las 18:30. Al parecer, el cambio de avión influyó favorablemente en el tiempo de trayecto.
Sobre las 16:20 comenzaron a servir la comida. Ofrecían dos opciones: pollo o pasta. Escarmentados de otras ocasiones (en las que la pasta venía con demasiadas verduras), esta vez elegimos el pollo. El plato consistía en pollo con tomate acompañado de arroz con maíz, un pequeño panecillo y un bizcocho como postre. En cuanto a la bebida, se podía elegir entre Coca-Cola, Fanta, zumos, o agua.
El vuelo transcurrió con mucha tranquilidad, con apenas algunas turbulencias muy suaves en ciertos tramos. En general, fue una experiencia muy cómoda.
Aunque en un momento del vuelo avisaron por megafonía que en breve se realizaría el servicio de venta a bordo, lo cierto es que no pasaron por los asientos. Sobre las 21:00 (hora española) noté que se estaba formando una pequeña cola en la parte trasera del avión, ya que varios pasajeros se acercaban directamente a pedir un café, un té o algún tentempié. Aproveché la ocasión para comprar dos cartones de tabaco L&M Blue, a 34 € cada uno.
Más tarde, sobre las 22:36, ya sobrevolábamos alguna de las islas de las Bahamas.
Y hacia las 23:00 ya era visible la costa de Cuba desde las ventanillas del avión. El paisaje comenzaba a dar pistas del cambio de continente.
Finalmente, a las 23:17 hora española (17:17 hora cubana), aterrizamos en Santa Clara, recibiendo un emocionante y simbólico saludo de bienvenida: un camión de bomberos nos roció con un gran chorro de agua al pasar por delante del avión, como es tradición en ciertos primeros vuelos. Fue un momento bonito, que puso el broche a un vuelo perfecto: tranquilo, cómodo, y muy puntual.
A las 17:28 desembarcamos. Lo primero que notamos al salir fue que el aeropuerto era muy pequeño, y el calor pegajoso y húmedo nos envolvió de golpe. Bajamos del avión directamente por la escalerilla, pisando ya suelo cubano, y caminamos por la pista hasta entrar a la terminal. Eran las 17:30.
Dentro de la terminal, nos encontramos con varias filas organizadas mediante cintas separadoras. Al final del recorrido, un agente nos preguntó si teníamos completado el formulario D’VIAJEROS. Al confirmar que sí, nos derivaron hacia la fila de la izquierda, reservada para quienes ya lo llevaban preparado. En cambio, a quienes no lo tenían, los enviaban al lado derecho, donde debían completarlo en ese momento.
Al final de esa fila estaban las casillas de control de pasaportes, donde además de revisar los documentos, nos tomaron una fotografía. Si todo estaba correcto, se abría una puerta que daba acceso a los controles de seguridad.
Esta parte fue algo más tensa. Aunque pasamos sin problemas, vimos que los controles eran muy minuciosos. Aparte del escáner corporal y de equipaje, prestaban especial atención a objetos que en otros países del Caribe son normales. Por ejemplo, a una familia de cuatro personas les retuvieron porque llevaban tres móviles en la maleta de mano, además de los tres que llevaban encima. Incluso a la mujer la apartaron y la llevaron a una sala privada para registrarla.
Tras superar los controles, accedimos al área de recogida de equipaje, donde solo había dos cintas transportadoras (insisto, el aeropuerto es realmente pequeño). En ambas pantallas aparecía el número de nuestro vuelo, ya que era el único en proceso en ese momento.
Sorprendentemente, nuestras tres maletas salieron de las primeras, así que sin perder tiempo nos dirigimos hacia la salida, ubicada justo frente a las cintas. Allí nos esperaba un representante de Travelplan, quien nos indicó que tomáramos un camino lateral dentro de la sala para evitar aglomeraciones.
Eran las 17:50, así que el proceso completo —control de pasaportes, seguridad y recogida de maletas— lo realizamos en solo 20 minutos, lo cual nos pareció rapidísimo y muy eficiente teniendo en cuenta que estábamos en un aeropuerto internacional pequeño.
Al salir de la terminal, lo primero que nos llamó la atención fue una gran concentración de gente en el lado derecho. Varios cámaras profesionales esperaban, apuntando sus objetivos hacia la puerta de salida. Por un momento pensamos que estarían esperando a alguna personalidad importante o famoso, pero al avanzar unos metros, giramos la vista hacia la derecha y lo entendimos todo: dos chicas con banderas de Travelplan nos daban la bienvenida al grupo de viajeros que acabábamos de aterrizar desde Madrid.
Nos indicaron con gestos amables que siguiéramos un camino delimitado, donde empezaba lo que sería una auténtica fiesta caribeña de bienvenida. Al ritmo de música cubana, un grupo de bailarines y bailarinas nos acompañaban a ambos lados, con trajes coloridos y sonrisas contagiosas. Más adelante, dos chicas ondeaban las banderas de España y Cuba, simbolizando la unión entre ambos países y la importancia del momento: era el primer vuelo de Travelplan que aterrizaba en Santa Clara. Todo tenía sentido ahora: los cámaras, la animación, los espectadores… ¡éramos los protagonistas de una celebración muy especial!
Pasamos por aquel camino lo más rápido posible —con un poco de vergüenza por tanto público mirándonos, la verdad— pero sin poder evitar sonreír. Al final del recorrido nos encontramos con una gran mesa repleta de vasos servidos con ron Habana Club, y un camarero con bandeja en mano nos ofreció amablemente unos tragos para brindar por nuestra llegada. ¡Ya estábamos en Cuba de verdad!
Justo en ese punto, un joven representante de Travelplan se nos acercó y nos preguntó a qué hotel nos dirigíamos. Tras indicárselo, nos informó que debíamos subirnos al autobús número 3. También nos comentó que toda aquella fiesta se debía precisamente al vuelo inaugural de Travelplan a Santa Clara, y por eso la música, los bailes, los medios de comunicación, y la organización tan especial.
Nos quedamos allí unos 10 minutos, disfrutando del espectáculo y saboreando los primeros sorbos de ron cubano, antes de dirigirnos al autobús. El ambiente era fantástico: risas, música, fotos… todo el mundo tenía cara de ilusión.
El autobús no salió hasta las 18:55, ya que estuvimos esperando a varios viajeros rezagados: algunos fueron a comprar tarjetas SIM para el teléfono, y otros simplemente se habían quedado enganchados a la fiesta de bienvenida. ¡No los culpamos! El ambiente era difícil de abandonar. 😂
En el interior del autobús nos acompañaba un trabajador de Travelplan, que nos explicó brevemente cómo sería el traslado, e indicó que al día siguiente nos vería sobre las 12:30 en el lobby del hotel, donde nos daría la información de la hora de recogida para el vuelo de regreso. Como siempre ocurre en este tipo de reuniones, el verdadero objetivo es ofrecernos excursiones organizadas. Sin embargo, en esta ocasión nos sorprendió que no mencionaran nada sobre reservar únicamente con ellos o no hacerlo con agencias externas, como sí ha sucedido en otros viajes al Caribe. Un detalle curioso, pero se agradece ese tono más relajado.
Durante el trayecto, el guía nos fue contando detalles sobre los lugares por los que pasábamos. El autobús cruzó por pueblos como Camajuaní, Remedios y Caibarién, explicándonos brevemente la historia y fundación de cada uno.
La narración era interesante, pero como era de esperar, nuestra pequeña se quedó frita en el asiento. 😄
Sobre las 19:51 pasamos un control de vehículos —algo bastante habitual en estos trayectos por Cuba— y dos minutos más tarde, a las 19:53, ya estábamos atravesando la impresionante carretera del Pedraplén.
El Pedraplén es una gran obra de ingeniería: una carretera construida sobre el mar, utilizando piedras, arena y otros materiales, que se extiende durante 48 kilómetros, conectando la isla principal de Cuba con varios cayos de la región de Santa Clara. Los tres cayos principales a los que se accede desde esta vía son Cayo Las Brujas, Cayo Ensenachos y Cayo Santa María, siendo este último el más grande y conocido por la gran cantidad de resorts, comparado a los otros dos cayos.
La carretera parecía flotar sobre el mar, con unas vistas espectaculares, especialmente al atardecer. A lo lejos ya se intuían los resorts, rodeados de vegetación tropical y aguas turquesas. Todo tenía un aire de paraíso.
Finalmente, llegamos al hotel a las 20:20. Entramos por la recepción principal del Iberostar Ensenachos, donde hicimos una breve cola para el check-in.
Fue entonces cuando recibimos una grata sorpresa: nos habían subido de categoría sin coste adicional, y nos alojarían en la zona más exclusiva del complejo: el Iberostar Coral Ensenachos.
Nos indicaron que debíamos volver hacia la entrada del lobby, donde pasaría un transporte interno para llevarnos a esa parte del hotel. Así que allí nos dirigimos de nuevo, con nuestras maletas a cuestas.
A las 20:30 ya estábamos en la entrada, y tras unos 10 minutos de espera, llegó una pequeña furgoneta de pasajeros, que cargó nuestro equipaje y nos llevó, junto a otra familia de cuatro personas y una viajera solitaria, llamada Ángeles, hasta el nuevo alojamiento.
El Iberostar Coral Ensenachos está ubicado a unos 2,5 km del lobby principal, al otro lado del complejo. Para llegar hay que tomar una carretera que bordea un espigón y discurre junto a la playa Ensenachos. Según lo que habíamos leído en nuestros preparativos del viaje, esta parte del hotel es una zona solo para adultos, con un ambiente más tranquilo y villas más exclusivas. Por eso, al principio nos sorprendió un poco que nos alojaran allí con una niña, pero lo cierto es que fue todo un acierto.
Las villas del Coral Ensenachos son pocas, individuales y bastante amplias, diseñadas para ofrecer intimidad y confort. La ubicación es privilegiada: a pocos pasos de la playa, con piscina exclusiva y un entorno cuidado al detalle.
El recorrido desde el lobby principal hasta nuestra nueva zona del hotel duró apenas unos 3 minutos, pero fue una experiencia curiosa. La carretera era estrecha y oscura, iluminada solo por pequeños focos colocados a intervalos regulares. A la izquierda, un manglar espeso acompañaba el trayecto, y a la derecha, la vegetación tropical se entrelazaba con la playa Ensenachos, que apenas se vislumbraba bajo la tenue luz. Era como adentrarse en un rincón secreto del paraíso.
Al llegar, nos sorprendió ver que el personal del hotel ya nos estaba esperando en la puerta del lobby. Nos recibieron con una sonrisa cálida y una amabilidad desbordante, dándonos una bienvenida personalizada, como si fuéramos huéspedes habituales. Nada más bajar, nos indicaron que no nos preocupáramos por el equipaje, que ellos se encargarían, y nos invitaron a entrar para cenar algo tranquilamente antes de hacer el check-in.
El lobby del Iberostar Coral Ensenachos es pequeño, acogedor y decorado con un gusto exquisito y antiguo. A un lado se encuentra una mesa de recepción sencilla, y al otro, un pequeño bar, junto a varios sofás mullidos y dos mesas grandes donde uno puede sentarse a descansar o tomar algo. Desde el lobby se accede a un pequeño pasillo que lleva a los baños, y que también comunica directamente con el restaurante Gourmet Colonial y a una puerta al exterior que da al jardín.
El restaurante Gourmet Colonial nos recibió con una atmósfera íntima. Es un espacio reducido, con unas 17 mesas para cuatro personas, y una mesa redonda central donde se disponen los entrantes y aperitivos. Su estilo es elegante pero relajado. El horario de cena es de 18:30 a 21:00, y se pide un código de vestimenta formal, aunque sin exageraciones.
Nos sentamos a cenar sobre las 20:50, y casi de inmediato nos ofrecieron las bebidas. El trato del personal fue sencillamente espectacular: una mezcla de profesionalidad, cercanía y calidez que nos hizo sentir como en casa desde el primer momento. Era como si nos conocieran de toda la vida.
Una vez servidas las bebidas, nos explicaron cómo funcionaba el menú de cena. No hay carta, ya que cada día cambia el tipo de cocina, y los platos principales se anuncian verbalmente. Esa noche ofrecían carne de res y piezas de pollo. Yo opté por la carne de res, mientras que mi mujer e hija pidieron pollo. Cada plato venía acompañado con guarniciones que cambiaban según el día.
Mientras esperábamos la comida, nos levantamos para coger algunos entrantes de la mesa central: una pequeña pero cuidada selección de quesos, fiambres, panes, fruta fresca, bollería y ensaladas. Esta disposición de entrantes se mantiene en cada cena y también en los desayunos, aunque con ligeras variaciones según el día.
De postre, mi mujer e hija eligieron helado de chocolate, mientras que yo me dejé tentar por una deliciosa tarta de chocolate. Todo estaba muy bien presentado y, para ser sinceros, mucho mejor de lo que esperábamos para una primera cena informal sin haber hecho aún el check-in.
Terminamos de cenar sobre las 22:15, y regresamos al lobby para formalizar nuestra entrada. En recepción nos entregaron un plano del hotel con todos los servicios y horarios, nos colocaron las pulseras identificativas, nos dieron un papel para cada uno, con nuestro código de acceso a la red Wi-Fi, y nos asignaron nuestra habitación: la villa 6001. Acto seguido, un miembro del personal nos acompañó con nuestras maletas hasta la villa.
Al llegar, quedamos impresionados. Nuestra villa estaba situada muy cerca de la piscina principal, en una zona tranquila y rodeada de vegetación. Desde fuera ya se notaba que no era una villa cualquiera: era una villa de dos plantas, enorme.
El personal nos ayudó con el equipaje, nos mostró la villa por dentro y nos explicó algunos detalles prácticos del alojamiento.
En este hotel existen dos tipos principales de villa:
🏡 Coral Village
• Villas de una sola planta.
• 16 villas distribuidas en pareados.
• Superficie: 123 m².
• Una habitación con cama King Size (2x2 m), vestidor y baño privado.
• Sala de estar, aseo, cocina equipada, y terraza con bañera de hidromasaje.
• Ideal para parejas que buscan privacidad y comodidad.
🏡 Coral Duplex
• Dos versiones: 6 villas de una sola planta en pareado, y 8 villas de dos plantas en pareado.
• Superficie: 143 m².
• Dos habitaciones, cada una con su propio baño y vestidor:
o Una con cama King Size (2x2 m).
o Otra con dos camas de 135x200 cm.
• Cocina, sala de estar, aseo de cortesía y terraza con bañera de hidromasaje.
Ambos tipos de villa cuentan con aire acondicionado independiente en cada estancia, televisores en todas las habitaciones y salones, caja fuerte, mini nevera con agua embotellada, y servicio de habitaciones y mayordomo personalizado. El nivel de confort y lujo superaba con creces nuestras expectativas.
En nuestro caso, nos habían asignado una Coral Duplex de dos plantas, algo que fue una auténtica sorpresa, sobre todo teniendo en cuenta que veníamos con nuestra hija. La amplitud, el equipamiento y la privacidad nos hacían sentir que no estábamos en un hotel, sino en una casa de lujo frente al Caribe.
Después de hacer un breve recorrido por todas las estancias, deshicimos el equipaje, nos dimos una ducha relajante —por fin— y nos acostamos sobre las 23:30, agotados pero ilusionados, con la sensación de haber aterrizado en un lugar único y especial.
Con ganas de descubrir qué maravillas nos esperaban al amanecer, cerramos los ojos por primera vez en tierras cubanas… y así comenzó verdaderamente nuestra aventura en el paraíso. 🌴✨
Aunque parezca increíble, a las 06:00 de la mañana ya estábamos despiertos mi mujer y yo. No podíamos dormir más, la emoción de comenzar nuestras vacaciones en aquel entorno paradisíaco era demasiado fuerte. Nuestra hija, en cambio, seguía profundamente dormida, disfrutando del merecido descanso tras el largo día anterior.
Mientras esperábamos a que se despertara, mi mujer salió a la terraza para fumarse su primer cigarrillo del día. Echaba de menos poder acompañarlo con su habitual café matutino en la habitación, como había podido hacer en otros hoteles, pero aun así el momento era especial: el silencio del entorno, la brisa suave, y el sonido de la naturaleza cubana despertando lentamente.
A eso de las 06:30 ya no podíamos resistir más: ¡teníamos tantas ganas de explorar! Salimos de la villa con paso tranquilo pero emocionado. Nuestro primer destino fue la cala que se encuentra justo detrás de nuestra villa, llamada "Punto Náutico". Es una pequeña playa encantadora, con aguas cristalinas, un mirador, y una pasarela de madera que se adentra unos diez metros sobre el agua. Allí, sin esperarlo, tuvimos la suerte de ver pequeños peces y dos rayas nadando muy cerca de la orilla. Una estampa mágica para comenzar el día.
Después caminamos en dirección opuesta para visitar la piscina. Nos sorprendió que, en comparación con otros resorts caribeños, esta fuera más pequeña. Sin embargo, entendimos que, al ser una zona exclusiva y tranquila, su tamaño era más que suficiente para el número reducido de huéspedes.
A la izquierda, una barra húmeda bien equipada; a la derecha, una gran pérgola con tumbonas dispuestas alrededor de un jacuzzi (que en ese momento estaba vacío). En el centro de la piscina hay una pequeña isla a la que se accede por una pasarela. Todo muy cuidado. Detrás de la barra húmeda, se extiende el bar exterior, donde los huéspedes pueden pedir bebidas sin tener que mojarse. Muchas de las tumbonas aún estaban vacías, y los cojines apilados bajo la pérgola, listos para ser colocados por el personal.
Cruzamos el lobby, que a esas horas estaba completamente desierto, y nos dirigimos a la playa.
Caminamos por la pasarela de madera, junto al Bar de Playa Pelícano, hasta llegar al arenal.
Fue un momento impresionante: el amanecer empezaba a asomar, y el sol reflejaba sus primeros rayos sobre el mar, tiñendo las aguas celestes y cristalinas con una luz cálida y mágica.
Continuamos nuestro paseo hasta la entrada del hotel y luego emprendimos el camino de regreso hacia el lobby, deteniéndonos para hacer algunas fotos a un pozo decorativo con luces y una pequeña cascada de agua, muy bonito y original.
A las 07:00 regresamos a la villa para despertar a nuestra hija y prepararnos para ir a desayunar. El restaurante Gourmet Colonial —el mismo donde cenamos la noche anterior— abre de 07:30 a 10:30 para el desayuno, y ya a las 07:30 estábamos sentados en una de sus mesas. El código de vestimenta es informal.
Como en la cena, el servicio durante el desayuno fue excepcional. El personal, siempre sonriente y atento, se acercó enseguida para preguntarnos qué deseábamos tomar. Nos ofrecieron café con leche y agua, aunque también disponen de zumos, que pueden solicitarse directamente, ya que no los ofrecen de forma automática.
En la mesa central había una cuidada selección de entrantes: distintos tipos de quesos y fiambres, bollería variada, panes recién horneados, frutas frescas y verduras cortadas. Además, nos ofrecieron una carta de platos calientes para complementar el desayuno. Pedimos tres tortillas, cada una con ingredientes diferentes al gusto de cada uno. Mientras las preparaban, aprovechamos para probar algunas de las opciones frías, que estaban deliciosas.
Poco después llegaron nuestras tortillas, perfectamente presentadas y acompañadas de dos tostadas, una loncha de beicon a la plancha, una croqueta, un suave puré de patatas y dos lonchas de morcilla. Todo estaba realmente sabroso, aunque, en lo personal, encontré el beicon un poco más hecho de lo que me gusta.
Tras el desayuno, nos dirigimos a recepción para reservar uno de los restaurantes temáticos del hotel. Como a mi hija le entusiasma la comida asiática, decidimos reservar el restaurante japonés para el domingo por la noche, a las 20:30. La gestión fue rápida y el personal nos atendió con la misma cordialidad de siempre.
Allí aproveché para conectar los móviles a la red Wi-Fi del hotel, ya que en la villa no llegaba con suficiente intensidad. Era algo que ya intuíamos: la cobertura de internet solo era fiable en ciertas zonas comunes, como el lobby del Coral o del Ensenachos, playa, o restaurantes.
Para conectarse, el proceso era relativamente sencillo, aunque no muy intuitivo la primera vez. Lo primero era activar la conexión Wi-Fi en el móvil y buscar la red llamada CAYOSANTAMARIA.
Una vez localizada, se seleccionaba y, tras unos segundos, el sistema redirigía automáticamente a una página web del propio hotel, que mostraba en pantalla el nombre del resort y varias pestañas de acceso.
En nuestro caso, teníamos que pulsar en la pestaña que decía "Internet", lo cual abría un pequeño formulario. Ahí era necesario introducir el número de cuenta de cliente, y la contraseña correspondiente que nos habían proporcionado al hacer el check-in. Tras introducir esos datos y confirmar, aparecía un mensaje en pantalla indicando que la conexión se había realizado con éxito.
Solo había que aceptar ese aviso y, acto seguido, el móvil volvía a mostrar la red CAYOSANTAMARIA, esta vez con el aviso de "conectado".
Era un procedimiento que había que repetir de vez en cuando, sobre todo si pasábamos muchas horas sin usar internet o si nos alejábamos demasiado de la zona de cobertura. Aun así, funcionaba bastante bien, especialmente para enviar mensajes, revisar redes sociales o subir alguna foto del viaje, e incluso videollamadas.
En ese momento, aproveché para contactar con la familia y ponerme al día con los mensajes que se habían ido acumulando.
Luego regresamos a nuestra villa para recoger las toallas y todo lo necesario para pasar la mañana en la playa.
A las 09:00 ya estábamos instalados en tres tumbonas bajo un parasol. Estas tumbonas, que suelen estar plegadas por defecto, fueron desplegadas y limpiadas con esmero por un trabajador del hotel nada más llegar. El trato fue, una vez más, impecable.
Apenas dejamos nuestras cosas, corrimos hacia el mar. El agua estaba perfecta: ni fría ni caliente, con una temperatura ideal y una transparencia que parecía irreal. Incluso al adentrarnos varios metros, seguíamos viendo con claridad el fondo arenoso. Las vistas desde dentro del mar eran auténticamente de postal: palmeras, arena blanca y el cielo caribeño como telón de fondo.
Hacia las 11:00 aún éramos apenas siete personas en toda la playa, lo que contribuía a una sensación de paz absoluta. En ese momento decidimos regresar al lobby junto a Ángeles, para tomar uno de los transportes internos y dirigirnos al hotel Ensenachos, donde teníamos programada una reunión con Travelplan.
Estos vehículos de transporte interno pasan aproximadamente cada 10 minutos. Sin embargo, si no aparece ninguno, basta con solicitarlo en recepción y te lo envían de inmediato. Son muy cómodos, cuentan con lunas tintadas y aire acondicionado, algo que se agradece enormemente bajo el intenso sol caribeño.
Antes de la reunión, fuimos a conocer la piscina “Marino” que se encuentra a la izquierda del hotel Ensenachos. Al igual que la playa, estaba prácticamente vacía, solo cuatro personas. Nos sentamos en la barra húmeda, disfrutando de unas copas y refrescándonos hasta las 12:15.
A las 12:30 nos reunimos con el representante de Travelplan en una de las mesas exteriores del bar del lobby. Nos indicó que el autobús para el regreso al aeropuerto nos recogería el viernes 27 a las 16:00. Luego nos explicó las excursiones disponibles:
• Santa Clara – Remedios: visita a la ciudad de Santa Clara y al pintoresco pueblo de Remedios, con comida típica cubana incluida.
• La Habana en avión: vuelo desde el aeropuerto de Cayo Las Brujas hasta La Habana para un tour completo, con tiempo libre y almuerzo típico.
• Catamarán: paseo por la costa de los cayos con bar abierto, snorkel, almuerzo marinero con langosta y mariscos, y visita al delfinario de Cayo Santa María.
También nos informó que el lunes por la noche habría una cena especial en otro hotel de los cayos, a la cual podíamos asistir si lo deseábamos. Nos apuntamos encantados. Además, nos indicó que había un transporte panorámico que conectaba todos los hoteles de los cayos con un pequeño centro comercial situado en Cayo Santa María. El trayecto tenía un coste de 5 € por persona (ida y vuelta), y el servicio pasaba cada dos horas aproximadamente, comenzando sobre las 08:30 de la mañana. Nos pareció una opción muy interesante para explorar más allá del hotel, así que tomamos nota para otro día.
Ya nosotros solos, volvimos un rato más en la piscina, hasta que nos entró hambre y decidimos probar el buffet. Actualmente, el buffet principal "Las Ventanas", que se encuentra en el lobby, está en reformas, por lo que todas las comidas se sirven en el restaurante "Punta Pirata", ubicado en un espigón entre las playas Ensenachos y Mégano. Aunque este restaurante suele especializarse en pescado y marisco, temporalmente funciona como buffet general. Da el servicio de comidas de 13:00 a 15:00, y el código de vestimenta es informal o playero, aunque no permiten la entrada si esta mojado.
Llegamos a las 14:20. Desde el exterior, el lugar promete, con unas vistas al mar espectaculares. Sin embargo, al entrar, nos decepcionó un poco la escasa variedad del buffet (aunque mayor que en el Coral) y especialmente la cantidad de moscas. Había film transparente cubriendo la comida fría, pero aun así era incómodo. Mi mujer e hija, eligieron algo de pasta, y de entrantes para rellenar. Yo cogí una pieza de carne, que te hacen en el momento, en una barbacoa fuera del buffet, y lo acompañé con arroz, pescado empanado, y algo de entrantes. Nos sentamos junto a una ventana, solo para descubrir que las manchas negras en el cristal eran montones de moscas posadas. Fue desagradable.
A las 15:10 salimos del restaurante y nos dirigimos al mirador cercano para admirar las vistas de la playa Mégano. Aunque el lugar necesitaba algo de mantenimiento (barandas rotas, madera agrietada), el paisaje lo compensaba todo.
En la entrada al restaurante, hay paradas con sombra, para esperar a los transportes, pero al estar en el lado contrario, si te pones allí, el transporte entiende de que vas hacia el Hotel Ensenachos, por lo cual, nos quedamos de pie en el otro lado, para que el transporte supiera de que íbamos al Coral.
Tomamos otro transporte de regreso al Coral, y a las 15:30 ya estábamos en la piscina. Solo había otra pareja más. Allí nos recibió Alberto, el barman, que fue un encanto. Nos preparó todas las bebidas que pedimos: ron con cola, ron con naranja, vodka con naranja, piña colada... todo con una sonrisa. El bar de la piscina esta de 10:00 a 17:00.
A eso de las 16:45, mis chicas decidieron que era hora de probar el jacuzzi de nuestra terraza. Nos metimos los tres, aunque yo no aguanté mucho por el calor del agua. Mi mujer, en cambio, estuvo toda la tarde disfrutándolo.
A las 19:00, después de ducharnos y cambiarnos, salimos de la habitación y nos dirigimos al lobby para tomar unas copas antes de la cena, y allí nos encontramos a casi todo el mundo que estábamos en el hotel. ¡¡¡¡La verdad es que no somos muchos!!!. A las 19:30 ya estábamos sentados de nuevo en el Gourmet “Colonial”. Como siempre, el centro de entrantes era similar al día anterior, con ligeros cambios. Esta vez también pedimos pollo con arroz para ellas y filete de res para mí. De postre, todos optamos por la tarta de fresa, que era la única opción disponible esa noche.
Después de cenar, volvimos al lobby, donde había música en vivo. Bebimos, bailamos y disfrutamos del ambiente con los demás huéspedes del hotel, hasta las 21:30, cuando decidimos irnos a dormir. Nuestra hija ya estaba algo cansada y nosotros también, sabiendo que el siguiente día nos esperaba con nuevas aventuras y experiencias por descubrir.