Nos levantamos mi mujer y yo sobre las 7:00, y sobre las 7:30 estábamos saliendo de la villa, dejando a la peque durmiendo. El día estaba nublado, con pinta de llover.
Aproveché, para recorrer el camino de la izquierda, para ver todas las villas que había en esa zona.
Fuimos al restaurante Gourmet “El Colonial”, porque mi mujer quería un café, y nos lo sirvieron sin problemas. De allí nos fuimos a la playa, para ver el día, ya que se veía que el día iba a estar completamente cerrado, aunque no hacía nada de viento.

Sobre las 8:30, nos dirigimos a la villa, para despertar a la peque, pero cuando pasábamos por el lobby, nos encontramos a mi hija con Ángeles, que, al salir de la villa, se la encontró, y vinieron las dos juntas, ya que imaginaba que estaríamos en el lobby o en la playa.
Entramos en el restaurante para desayunar, y pedimos lo de siempre, tortillas al gusto de cada uno, tomando algo de la mesa de entrantes.
De allí nos fuimos al lobby, para coger un transporte hasta el “Watersports”, ya que lo teníamos para hoy, aunque ya sabíamos que como estaba el tiempo, no habría salida. Y así fue, cuando llegamos, nos dijo, de que, aunque no había viento, y se pudiera salir con los catamaranes, no interesaría, ya que, al estar el cielo tan cerrado, el mar estaría oscuro, y no se verían los peces en los arrecifes, y que lo dejáramos para el día siguiente, a ver si hubiera más suerte.
De allí nos fuimos al lobby del Ensenacho, para por lo menos intentar coger el autobús panorámico. Llegamos a las 10:00, y nos dijeron que había salido hacía un rato, pero por lo que le habían dicho, se había averiado en la carretera, y no sabían cuando llegaría. Viendo como estaba el día, y el tema del autobús, decidimos coger un taxi, para que nos llevara y recogiera en el centro comercial. Allí había uno parado, y le preguntamos cuanto saldría llevarnos al centro comercial, y nos dijo de que 15€ por trayecto.

A las 10:15 salimos en taxi hacia el centro comercial, tomando la carretera que conecta con los distintos cayos. El trayecto fue corto, apenas cinco minutos y medio, pero muy agradable. Pudimos disfrutar de las vistas de los manglares y del mar por el lado derecho. A mitad de camino, incluso vimos al autobús panorámico maniobrando, probablemente tras solucionar la avería.
A las 10:21 llegamos al destino, y el taxista me dio su tarjeta, para que le escribiera, cuando hubiéramos terminado las compra, para que nos recogiera y nos llevara de vuelta al hotel.

En el cartel de la entrada ponía “Plaza Gallery”, aunque todos lo conocen como “Pueblo La Estrella”.

Es un centro comercial bastante pequeño, con varias tiendas de souvenirs, artesanía, restaurante, gimnasio, spa, bolera, discoteca, heladería, banco… todo ubicado entre los resorts Royalton Cayo Santa María y el Grand Memories cayo Santa María.




Dimos un paseo por todo el recinto para ver con calma qué comprar. Finalmente adquirimos dos botellas de ron Habana Club Reserva, un regalito para un familiar (20,40 €, pagado con tarjeta), unas figuras decorativas (8,00 €), un fular artesanal (10,00 €) y varios colgantes pequeños para regalar (5,00 €), todo pagado en euros.

Mi hija quería un bate de béisbol que había visto en la tienda del hotel, y aunque aquí también los había, su estado no nos convenció, así que decidimos comprarlo después, en el hotel.
Sobre las 11:30 ya habíamos terminado nuestras compras, así que nos fuimos hacia la entrada a esperar al taxista. Al llegar, vimos varios coches antiguos que se alquilan para recorridos turísticos.


Justo cuando nos acercábamos, mi hija vio al taxi esperándonos, y a las 11:40 ya estábamos montados. A las 11:45 estábamos de vuelta en el hotel, y tras pagar los otros 15 €, le preguntamos al taxista por excursiones disponibles. Nos propuso una que incluía visita a una cascada con piscina natural, almuerzo en un restaurante típico cubano, visita a tiendas locales y al pueblo de los Remedios, por 210 € los tres, y con una duración de unas 10 horas, ya que solo la ida eran 4 horas de recorrido. Nos pareció una idea fantástica, pero demasiado precipitada para hacerla al día siguiente, teniendo en cuenta que el viernes ya volvíamos a casa.
Después de eso, fuimos a la tienda del lobby a comprar el bate de béisbol para mi hija, que nos costó 8,55 €, pagado también con tarjeta. Luego esperamos en el lobby del Ensenachos al transporte interno. Al principio llegó un carrito abierto tipo buggy, pero justo detrás apareció uno cerrado con aire acondicionado, así que, por comodidad, nos subimos a ese. ¡Ya que nos llevan, mejor fresquitos! 😄

Al llegar al Coral fuimos directamente a la villa a dejar las bolsas y a cambiarnos para ir a la piscina. Allí pasamos un rato genial. Nos refrescamos, tomamos algunas copas y disfrutamos del ambiente. Mientras estábamos en el agua, llegaron varios jardineros que se pusieron a coger cocos. Les pregunté si me podían dar uno, y muy amablemente me lo abrieron y me lo dieron. Nos bebimos el agua de coco y, a partir de ahí, empecé a usar el coco como vaso para todas mis copas. ¡Estaba buenísimo!

Ese día, el almuerzo se hizo en restaurante Gourmet “El Colonial”, ya que, por el clima incierto, no quisieron arriesgar con el rancho “Pelícano”, al estar al aire libre en la playa. A las 14:00 nos sentamos en la zona exterior del restaurante, ya que estábamos mojados, y esa zona estaba habilitada para los bañistas. No nos gustaba mucho el comer en el exterior, ya que si había moscas dentro del salón, a ver que nos encontraríamos fuera. Pero prácticamente fue igual que en el interior, nada fuera de lo normal, para lo que ya estábamos acostumbrados.

El servicio y el menú eran los mismos que siempre. Pedimos dos calderetas de marisco como entrante, y de principales: un sándwich club para mí y dos sándwiches de jamón y queso para mi mujer y mi hija (ya que no había otra vez hamburguesas).

Terminamos de comer sobre las 15:00, y tras unas copas más en la piscina, a las 16:30 nos fuimos a descansar un rato a la habitación. Esa noche teníamos la esperada cena especial de langosta, reservada para las 21:00.

Mi hija se duchó, mientras mi mujer disfrutaba una vez más del jacuzzi. Yo guardé todo lo que habíamos comprado, y después me duché y descansé un rato.

Sobre las 20:30 salimos de la villa rumbo al lobby, donde ya estaban Ángeles y la simpática pareja de argentinos que habíamos conocido días atrás. Él nos comentó que había pedido una mesa para seis, y que estaban preparando el salón para poder cenar todos juntos, a lo que me pareció una muy buena idea.
Mientras esperábamos, pedimos unas copas para brindar por lo bien que lo estábamos pasando y por la suerte de haber conocido gente tan maravillosa. Sobre las 21:10 nos avisaron de que las mesas ya estaban listas, y entramos al restaurante.
Como siempre, el trato del personal fue exquisito. El plato estrella de la noche era la langosta, aunque ofrecían también opciones alternativas. Todos optamos por la langosta, excepto mi hija, que pidió un trozo de pollo. Mientras esperábamos el plato principal, nos servimos de la mesa de entrantes. La langosta, aunque algo pequeña para lo que estamos acostumbrados, estaba muy sabrosa y bien cocinada. De postre, había tarta de queso y helado, y cada uno eligió según su antojo.
Salimos sobre las 21:50 y nos dirigimos al lobby, donde había música en vivo. Pedimos unas copas y nos lanzamos a cantar y bailar. En un momento dado, nos quedamos prácticamente solos con la cantante, que se acercaba a nosotros para animar el ambiente, mientras el barman y hasta el personal de recepción se unían al baile. Fue una noche increíble, llena de risas, buena compañía y momentos únicos.

Sobre las 23:00, cansados pero felices, nos fuimos a dormir. Aunque la cena de langosta no fue espectacular en cantidad, lo compensó con creces la compañía y el ambiente festivo. Ahora sí, cruzamos los dedos: mañana es nuestra última oportunidad para hacer snorkel. ¡A ver si la suerte nos acompaña en el último día!