INTRODUCCIÓN
Aprovechando las fechas de Semana Santa, decidimos hacer una escapada de cuatro noches a Dublín, combinando un vuelo barato de RyanAir y un hotel, que aun siendo económico, nos diera un mínimo de comodidad.
Nuestas necesidades a la hora de viajar son muy básicas: nos basta con un sitio limpio y "decente" para dormir, y en cuanto a las comidas y cenas, solemos resolverlas de modo frugal, haciendo uso de supermercados locales, y sacando provecho de la libertad de circulación de mercancias en el espacio europeo (sobres al vacío de embutido en lonchas así como latas de conserva forman parte de nuestro “kit de supervivencia básico”
Por otra parte, aunque cuando viajamos intentamos estar atentos a todo lo que de interés pueda tener el lugar visitado, nuestras inquietudes son sobre todo de carácter cultural (la mayor parte de nuestro presupuesto se dedica a entradas a museos y monumentos). Al mismo tiempo, a pesar de que dentro del término “cultura” se incluyen también los aspectos gastronómicos, éstos no nos atraen demasiado como habrá quedado claro por lo lamentable de nuestra dieta, por lo que, en ese sentido, poca información se encontrará en este diario.
Para preparar nuestra escapada, sacamos mucho provecho de los hilos de estos foros dedicados a Irlanda en general, y a Dublín en particular, y de los diarios ya publicados, sobre todo, de los de vampirule, Babysapito, Jairenita30, uribarri y Sotemi78.
Etapa 1 (jueves, 14 de abril de 2011): llegada a Dublín
Nuestro vuelo de RyanAir (Madrid - Dublín: 108,46 € ida y vuelta por persona, reservando en diciembre) llegó puntualmente a las 19:30. Como no habíamos facturado equipaje, pudimos dirigirnos inmediatamente a la Oficina de Turismo (Dublin Tourism) del Aeropuerto, donde retiramos nuestra tarjeta Dublin Pass para dos días que habíamos comprado por Internet para así beneficiarnos de un pequeño descuento (46,75 € por cabeza frente a 55 €). Somos muy de museos, y por eso, a pesar del elevado precio de Dublin Pass, no dudamos en hacer esta “inversión” que a nosotros nos resultó rentable pues nos daba acceso a casi todos los museos y sitios de interés de Dublín.
En la propia Oficina de Turismo nos indicaron cuál era el autobús “barato” (2,20 €) que mejor se ajustaba a la dirección del hotel (O’Callaghan Mont Clare) y nos vendieron el billete. De este modo pudimos evitar opciones de transporte más caras (6 ó 7 €) aunque algo más rápidas como los autobuses 747 ó 748 (Airlink) o aircoach. Es importante tener en cuenta que nada más salir del Aeropuerto, los autobuses que se pueden coger son los “caros”: los “baratos” están un poco más alejados: nosotros llegamos a ellos atravesando un pequeño aparcamiento cubierto, aunque seguro que hay caminos más sencillos.
El autobús 16a nos dejó en Dame Street, junto a la entrada principal del Trinity College, a unos cinco o diez minutos de paseo del hotel. En el trayecto aprovechamos una tienda de la cadena Spar para aprovisionarnos un poco (plátanos, batidos de chocolate, madalenas...). Dublín esta llena de estas tiendas y se agradecen por su amplio horario de apertura y sus bajos precios.
El hotel (Hotel O’Callaghan Mont Clare) lo habíamos reservado cuatro meses antes a través de Atrápalo a razón de 70 € la noche por la habitación doble con desayuno incluido, y la verdad es que estuvimos encantados en él. Destaca por su situación, junto a uno de los más emblemáticos y exquisitos parques del Dublín, Merrion Square, aunque lejos, si hay algo lejos en Dublín (quince minutos a pie) de la bulliciosa y comercial O’Connell Street. El edificio, con un solo ascensor, está bastante puesto al día y cuidado.
Nuestra habitación estaba muy bien, pero era algo pequeña, al estar en el último piso, abuhardillado, y la cama de matrimonio, muy grande, apenas cabía de ancha (para entrar por uno de sus lados, había que "abuhardillarse" un poco). Fuera de eso, la habitación estaba muy limpia y llena de detalles, con muebles de madera tradicionales.
El baño estaba renovado y lo habían dejado muy bonito, moderno y a la vez clásico. La calefacción era excelente: un estupendo radiador que dejaba pasar el agua caliente a nuestra entera conveniencia (con el termostato típico del aire acondicionado).
Eran ya las 22:00, y estábamos lo suficientemente cansados como para no intentar una salida nocturna, sino descansar con vistas a la jornada del día siguiente.