Etapa 3 (sábado, 16 de abril de 2011): Dublín (II): de norte a sur ✏️ Diarios de Viajes de IrlandaUna vez tomado el completo desayuno bufé del hotel, hemos optado por un planteamiento de la jornada similar al de ayer: tomar un autobús hasta el punto más alejado que queríamos visitar, para, desde allí, ir de vuelta caminando a la vez que...Diario: Cuatro días en Dublín: libros, arte, jardines y algo más...⭐ Puntos: 4.8 (22 Votos) Etapas: 5 Localización: IrlandaUna vez tomado el completo desayuno bufé del hotel, hemos optado por un planteamiento de la jornada similar al de ayer: tomar un autobús hasta el punto más alejado que queríamos visitar, para, desde allí, ir de vuelta caminando a la vez que paramos en otros lugares de interés. GLASNEVIN. CEMENTERIO Y JARDÍN BOTÁNICO Nuestro objetivo se halla en la zona norte de la ciudad, en Glasnevin, y no es otro sino el cementerio más importante de Dublin. El autobús 140 que tomamos en Dawson Street (a cinco minutos a pie del hotel) nos dejó al pie de la necrópolis al módico precio de 1,65 € por cabeza un poco antes de la hora de apertura, las 9:30. El cementerio es bastante impresionante y su entrada principal está jalonada por las tumbas de algunos de los principales personajes de la historia de Irlanda, como Daniel O’Connell (incluye torre monumental), Éamon de Valera o Michael Collins. El día se tornó gris y una fina y poco intensa lluvia no nos impidió un agradable paseo por el cementerio en el que el turista es invitado a fijarse en los puestos de guardia del muro circundante que, al parecer, tenían como fin principal, en el siglo XIX impedir las actuaciones de los salteadores de tumbas que robaban cadáveres para venderlos entre los estudiosos de la ciencia médica. Nos impresionó una zona del cementerio en que se concentraban tumbas de niños muertos al nacer o incluso antes de hacerlo. Desde el cementerio de Glasnevin se tarda unos diez minutos en llegar al Jardín Botánico, que era nuestra siguiente parada, pero lo cierto es que nos demoramos tanto entre los muertos que las plantas quedaron para otra ocasión… MUSEO DE LOS ESCRITORES De este modo, y con otros quince minutos adicionales de paseo, llegamos al Museo de los Escritores (incluido en Dublin Pass), en los que los amantes de la gran Literatura disfrutarán contemplando una reducida muestra de recuerdos de autores de la talla de Oscar Wilde, George Bernard Shaw, James Joyce, Bram Stoker, Brendan Behan… Nuestras inquietudes literarias quedaron lo suficientemente saciadas como para hacer otra dolorosa pero necesaria renuncia: el cercano centro cultural dedicado a Joyce tendrá que esperar. HUGH LANE GALLERY No renunciamos, sin embargo, al contiguo Hugh Lane Gallery (entrada gratuita), que, bien cuidado y de dimensiones razonables, ofrece una abundante muestra de pintura irlandesa de los siglos XIX y XX, algún que otro cuadro de los impresionistas mayores (destaca el Waterloo Bridge de Monet) y muchas pinturas de pequeño formato de Corot. Pero lo que hace de este museo algo único es la recreación que ha hecho del caótico estudio de otra gloria dublinesa, el pintor Francis Bacon. Como ya habían pasado sobradamente las 12:00 aprovechamos para tomar un “cafetito” en el propio Museo: la cafetería es muy agradable, incluso si el día no invita a disfrutar de su delicioso jardín interior. RUMBO A DUBLIN CASTLE (“EL CASTILLO”) Recuperadas las fuerzas, emprendemos con decisión una caminata que nos lleva a uno de los más emblemáticos lugares de Dublin: el intimidante “Castillo” (Dublin Castle, incluido en Dublin Pass). El paseo hasta el corazón del Dublín británico está jalonado de lugares para el recuerdo: Rotunda Hospital, el monumento a O’Connell, la vanguardista escultura Spire, la tradicional de Joyce, Saint Mary Pro Cathedral, la verdadera catedral católica de Dublin que nos acogió cuando estaba finalizando un acto litúrgico preparatorio de la Semana Santa que comenzaba al día siguiente (Domingo de Ramos): la unción de enfermos. Cuando llegamos al Castillo, sobre las 13:00, nos llevamos una sorpresa: sabíamos que sólo se podía hacer visita guiada, pero no sabíamos que era aconsejable reservar con tiempo. De milagro nos dieron hora para las 16:45 en lo que era la última visita del día. CHESTER BEATTY LIBRARY Como al lado del Castillo se encuentra la afamada Chester Beatty Library y un estupendo jardín, aprovechamos que el sol se quería dejar sentir para arrellanarnos en un banco y dar cuenta de un bocadillo de lo más castizo (en tierras extrañas, un poco de chorizo es impagable). Repuestas las fuerzas, entramos la Chester Beatty Library, museo de entrada gratuita que, a mayores de un edificio restaurado y renovado de una manera bellísima, cobija una superlativa muestra de objetos de toda índole representativos de lo que podríamos llamar “grandes religiones”: hinduismo, Islam, budismo… El apartado, muy amplio, dedicado al cristianismo es extraordinario, sobre todo, por la calidad y antigüedad de las joyas manuscritas que alberga. Obras en pergamino, en vitela (el pergamino hecho con terneras no nacidas), en papiro (algún fragmento bíblico remonta al siglo III); en diversos formatos (códice, rollo); en griego, en latín… Regocijados también de espíritu, teníamos que abordar como replantear el resto del día, pues no haber podido ver a mediodía el Castillo, nos obligaba a renunciar a él, o a caminar todavía más si cabe. Optamos por lo segundo, evidentemente. BIBLIOTECA DEL TRINITY COLLEGE. LIBRO DE KELLS. Teníamos unas dos horas para intentar ver la Biblioteca del Trinity College, la Casa nº 29 y asegurarnos de si era fácil visitar la casa de Oscar Wilde. Como lo prioritario era la Biblioteca, y temíamos que hubiera que hacer cola para entrar, allí nos dirigimos y, efectivamente, tuvimos que esperar, aunque no mucho, unos quince minutos. La entrada cuesta 9 €, y no está incluida en Dublin Pass, pero merece la pena, pues la gran sala de lectura, conocida por haber sido incorporada al universo cinematógrafico de Harry Potter es de una majestuosidad apabullante. Hay que reconocer que la joya de la biblioteca, el Libro de Kells, nos dejó algo fríos, pero lo que es la biblioteca en sí, merece la pena y mucho. A continuación nos alejamos todavía más del Castillo aun a sabiendas de que deberíamos hacer las siguientes caminatas a una velocidad superior a la normal. Tras cerciorarnos de que la casa de Wilde, que teniamos enfrente del hotel, requería cita previa si se quería visitar, atravesamos en diagonal Merrion Square (qué hermosura de parque, incluso a la carrera) para intentar visitar la Casa Nº 29, una encantadora casa georgiana que abre sus puertas para mostrar cómo vivieron en otro tiempo las familias de clase media-alta de la zona. La visita está incluida en Dublin Pass, y ha de ser obligatoriamente guiada por una gente muy amable… pero muy calmosa… (y en inglés, por supuesto). Por un golpe de suerte aceptaron incluirnos en el grupo que acababa de comenzar el tour, y después de unos 45 minutos, salimos de allí como locos para intentar llegar a nuestra cita del Castillo. Algo sofocados, llegamos unos dos o tres minutos antes de que comenzara la visita que nos dejó, por otra parte, algo confundidos. No sé muy bien por qué, nos habíamos conformado la idea de que aquel imponente y acorazado edificio, corazón de la dominación británica sobre Irlanda, era en exclusiva una fortaleza desde la que los británicos habían ejercido su poder. Y aunque así haya sido, lo cierto es que las salas que te muestran, dedicadas sobre todo a la vida social de bailes y cenas te trasladan a un mundo cortesano muy distinto. Por lo demás, los salones han sido, como es natural, adaptados a nuevas exigencias y necesidades: allí tiene lugar hoy día, por ejemplo, la investidura de los presidentes de la República de Irlanda. La visita se completa con la bajada a un sotano que permite ver los cimientos de la muralla y la torre. DE GEORGE’S STREET ARCADE A SAINT STEPHEN’S GREEN Al salir del Castillo, cercanas ya las 18:00, la vida comercial comenzaba a decaer, aunque todavía tuvimos tiempo de ojear tiendas y centros comerciales camino de los jardines de Saint Stephen’s Green. Al no ir ya agobiados por horario alguno, el camino, largo, fue agradable, primero por South Great George´s Street (cuyo famoso mercadillo George’s Street Arcade es tan bonito como en las fotos, pero más pequeño de lo que lo imaginábamos) y luego por Aungier Street. El parque Saint Stephen’s Green tiene enfrente de su esquina noroeste un moderno centro comercial que, aunque bonito por su estructura, no presenta grandes diferencias con los de estos lares, salvo por la presencia de una tienda Carrolls de buen tamaño donde se pueden comprar toda clase de recuerdos y souvenirs. De allí se accede también a la comercial y animada Grafton Street. En el ocaso del día pudimos acceder a otros dos puntos importantes del universo católico dublinés. Antes de llegar a Saint Stephen’s Green, la iglesia de los carmelitas en Whitefriar Street, que tiene a gala conservar reliquias de San Valentín. Una vez en el parque, y bordeándolo un poco, se puede visitar la capilla que para los universitarios católicos se ocupó de erigir el cardenal Newman. Artísticamente no vale gran cosa, la verdad, pero es recuerdo de una peculiar coyuntura histórico-religiosa. Siendo ya casi las 19:30, el cuidadísimo Saint Stephen’s Green, con sus caminos, árboles, flores, lagos… nos hizo sentir como si estuviéramos en un jardín de ensueño, que al fin y al cabo es lo que es, y nos permitió descansar algo de la paliza que nos habíamos dado aquel día. Desde Saint Stephen’s Green, el trayecto hasta nuestro hotel era de poco más de cinco minutos y nos permitió ver una animada y elegante zona de copas, y después, una vez ya en Upper Merrion Street, edificios gubernamentales, la sede del Parlamento (Leinster House) y estas emblemáticas puertas. Índice del Diario: Cuatro días en Dublín: libros, arte, jardines y algo más...
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