Confieso que al llegar al aeropuerto me invadió una sensación rara. Otra vez el mismo aeropuerto con sus chozas de siempre, las colas de siempre, el caos de siempre al llegar….. La ilusión que llevaba por el viaje se mezclaba con aquella especie de falta de emoción al verme de nuevo en el mismo destino de los últimos veranos, ¿faltaba la ilusión por la novedad?
Algo parecido sentí al llegar al hotel… “¿no habría sido mejor cambiar de destino o al menos de hotel, por buscar algo diferente?”.
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Raras sensaciones que ciertamente no duraron mucho, pasaron rápido como las tormentas tropicales nocturnas que nos visitaron casi a diario durante nuestra estancia. Deshacer las maletas y empezar a disiparse esas raras sensaciones fue todo uno.*** Imagen borrada de Tinypic ***
La llegada al aeropuerto de Punta Cana fue posiblemente la más caótica que he vivido nunca. La llegada de nuestro avión coincidió con la de un enorme aparato de Pullmantour y de otro avión de más o menos el mismo tamaño que el nuestro. Nos apelotonamos más de mil personas en unas desorganizadas colas y bajo el leve airecillo que levantaban los gigantescos ventiladores.
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Pasamos una primera cola para pagar los 10 dólares que se han de abonar por cabeza para entrar en el pais y después tuvimos que hacer otra cola para mostrar pasaportes y los impresos que se han de cumplimentar en el avión con datos personales, duración de la estancia, etc.
Los operarios del aeropuerto movían subitamente y sin mucho criterio las cintas separadoras que se empleaban para encarrilar las filas, aumentando el desbarajuste, uniendo filas, cortando pasos, provocando aglomeraciones….
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Supongo que la llegada de 3 aviones a la misma hora no es algo que aparezca en un aeropuerto como una seta, espontaneamente. También supongo que estará previsto al minuto el aterrizaje de cada una de las naves y supongo que en base a ello se puede aumentar el contingente de personal. Pues puede que sea mucho suponer ya que, a pesar del gentío, más de la mitad de los mostradores del aeropuerto estaban desatendidos y por ello nuestro camino se ralentizaba de una manera horrorosa.
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Fue raro que se desmayase una chica. Quiero decir que fue raro que tan sólo se desmayase una
Tras estar una desesperante hora y media en la cola de las narices conseguimos mostrar los pasaportes y fuimos en busca de las maletas que estaban ya fuera de la cinta, abandonadas en el suelo, un tanto “desamparadas” en el caos del aeropuerto puntacanero.
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Tomamos las maletas y vimos que otro operario iba eligiendo viajeros al azar para que pasasen sus maletas por un scaner. Nos señaló a nosotros para que nos pusiésemos en la cola. En otra cola!! Era momento de cortar por lo sano. Remedando a aquel fino estilista del Athletic de Bilbao que fue Manolo Sarabia, hice una finta, dos regates y un quiebro y esquivé la cola, como que el asunto no iba conmigo y seguí camino. Mi mujer no tardó en seguirme.
Y derechitos al mostrador de Travelplan para que nos dijesen el número del bus y tras 30 minutillos de viaje tomamos posesión de nuestros aposentos en las Royal Suites Turquesa del Palladium.
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Llegamos demasiado tarde y los restaurantes no admitían ya comensales, así que ni nos acercamos a ellos. Nos quedaba la opción del restaurante 24 horas, pero entre lo que habíamos comido en Barajas y en el avión, lo cierto es que no teníamos demasiadas ganas de cenar así que optamos con cumplir con una de nuestras tradiciones en el Palladium: la primera copa de la estancia ha de ser en el Bar Hemingway del Bávaro, escuchando los temas interpretados in situ por el pianista. Allí cayó el primer brindis en honor al foro.
Vista parcial del Hemingway y el virtuoso pianista
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Tomamos otro trago en el lobby de las Royal y nos fuimos a acostar (según la hora a la que nos habíamos despertado en nuestra casa eran ya las 7:00 de la mañana!!!!). Eso sí, antes nos despejamos del viaje y nos refrescamos del calor dominicano gracias a un baño en nuestra piscina a pie de habitación. Todo un lujazo….. pero esa es otra historia que continuará con detalle en algún capítulo venidero.