Volver al Palladium es volver a ver a viejos amigos. Es buscar los chistes de uno, la sonrisa de otra, las ganas de juerga de aquel y la amabilidad de esa maitre tan seria siempre pero tan amable a la vez….
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El primer día busqué en la pisci de la Royal a Álvaro y Josefa, pero no vi a ninguno de los dos. Con Álvaro tuvimos la suerte de coincidir en días posteriores. Le vimos bastante más mayor que hace un par de años (entonces era un chavalín) pero sigue igual de simpático y al grito de “y esoooo” no le falta a nadie su copa bien puesta.
El remozado Arrecife
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A Josefa no la veía nunca y como era raro, pregunté por ella a otro camarero y éste me contó que ha marchado a trabajar a otra cadena hotelera (qué pena! Espero que le vaya muy bien!).
Mimosa sigue atendiendo con el mismo mimo (qué nombre más bien puesto tiene!!) y con su habitual timidez a todos los clientes.
Misterios dominicanos: en barco y con casco de moto
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No se puede estar mucho tiempo en el Palladium sin ir a presentar respetos a William, el Tiburón, esa mezcla de camarero, cantante, caradura, don Juan, artista, pirata y malabarista (todo a la vez y todo igual de bien). Tiempo le faltó para reconocerme! Antes de que me diese cuenta ya estaba el grandullón fuera de la barra abrazándome con afecto. Y antes de que me diese cuenta otra vez, ya tenía un cubata preparado en la barra.
Nuestra Cabaña, baño nocturno
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Charlé un poco con él y cuando ya me marchaba otro cubata apareció por ensalmo en mis manos y otro más cayó antes de marchar. ¿cómo no le vamos a querer? Este William es un fenómeno!!
Por allí andaba su “escudero” René, fiel seguidor del estilo de William y muy simpático y hablador también.
Boda en el Palladium
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A veces apreciamos más la valía de una persona cuando no está. No es que Gerardo no esté ya en el Palladium, pero le han cambiado de destino. Ya no está en la pisci del Punta Cana sino que está en el lobby de dicho hotel. La ausencia de Gerardo en dicha barra húmeda hizo que este año visitásemos mucho menos ese bar.
Ella y yo
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Y tampoco le vimos mucho en el lobby, ya que trabajaba en el turno de mañana y a esas horas siempre andábamos por la playa. Un día subimos expresamente a saludarle. Salió de la barra, nos saludó con mucho cariño y nos pidió que volviésemos al día siguiente, que nos iba a preparar una sorpresa. El día siguiente volvimos y, fiel a su estilo y tal y como esperábamos nosotros, había olvidado por completo la sorpresa (y no nos sorprendió en absoluto, ya le conocemos, ja, ja, ja


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Margarita sigue igual de cariñosa, simpática, loca y divertida. Del grupo de animación del Punta Cana, fue la primera que intimó con nosotros en nuestra ya casi lejana primera estancia en el Palladium hace años y es a la primera que buscamos siempre cuando llegamos. Te hace reir con sus locuras, te cuenta novedades de su vida, te abraza…. ya sabeis, esas cosas que hacen los amigos….

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Este año no conseguíamos ver a la siempre seria y enormemente competente Miladys en ningún comedor. Preguntamos a una maitre del Sumptuori por ella y nos indicó que estaba en el Behique en los turnos de desayunos y cenas. Al día siguiente, en el Behique nos plantamos a desayunar. Enseguida vimos al fondo del comedor esa mujer de andar calmado, casi pesado, dirigiendo a los camareros con su gesto serio…. gesto que se transformó en una sonrisa en cuanto vió a mi mujer.
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Nos saludamos con los besos de rigor y nos acompañó hasta una mesa. Miladys cogió a mi mujer del hombro y empezaron a caminar por el comedor hablando de sus cosas. Yo las seguí y creo que no se me olvidará la imagen, el reencuentro de dos amigas, el brazo por los hombros, la sonrisas complices y las buenas noticias (ha sido abuela!!!).
Saona desde la lancha
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Y lo bueno es que todos los años conocemos más gente en el hotel, siempre simpáticos y competentes. No digo que todos los trabajadores sean encantadores, porque evidentemente no conozco a todos, pero si afirmo que en este hotel entablo relaciones con el personal con una facilidad con la que no la he hecho en ningún otro establecimiento.
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De entre los nuevos “fichajes” brilla con luz propia Ramonita, ese cascabel que trabaja como camarera en el restaurante Gourmet, en el cual desayunamos casi todas las mañanas. En seguida nos fijamos en ella. Su sonrisa es perenne y nos dimos cuenta que saludaba efusivamente a bastantes de los comensales, quienes le correspondían siempre con aprecio. Pensábamos que serían clientes muy habituales y conocidos de ella, hasta que al tercer o cuarto día nos recibió a nosotros como si viniese a desayunar su familia. Qué encanto!
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Otra a quien podíamos calificar como nueva, aunque no lo es, es Carolina. La conociamos de vista de estancias anteriores, pero siempre se había limitado a atendernos, en su papel de maitre, amable y competentemente. Este año hemos coincidido con ella todas las mañanas en el Gourmet y también en la recepción del japonés. Aparte de guapísima (¿porqué no decirlo?) una chica encantadora.
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A Patricio y Christian, de la barra húmeda del Royal, no les conocíamos y buenos tragos nos han servido este año. Patricio serio y eficaz (casi me convence con su teoría de que el Brugal Extra Viejo está mejor en cubata que el Barceló Imperial) y Christian más risueño y hablador. En cualquier caso, en cuanto me acercaba a menos de 3 metros a la barra húmeda, ya estaba mi cubata favorito esperándome sin pedirlo siquiera. Qué grandes.[/align]
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