Desde Arequipa, salimos en dirección hacia el Valle del Colca.
Salimos en dirección norte, por la carretera que rodea los nevados Misti y Chachani, en dirección a Puno y el lago Titicaca, pero en lugar de continuar hacia allí, nos desviamos más al noroeste en dirección al pueblo de Chivay, puerta de entrada a toda la zona del valle del Colca.
Durante la ruta, vemos los primeros paisajes del altiplano y su fauna, manadas de alpacas, llamas, vicuñas … y la inmensidad del altiplano, su cielo azul y los nevados picos al fondo, pasamos ya algunos collados de más de 5.000 metros antes de iniciar un suave descenso hacia Chivay.
En Chivay, paramos a comer, aquí, si a alguno le apetece, puede acercarse a una zona de baños termales para relajarse, nosotros seguimos en dirección oeste, resiguiendo el cañón por su parte izquierda en dirección a Maca. Pequeño pueblo con un mercado y una iglesia en los que vale la pena detenerse un rato, ya sea a la ida o a la vuelta y continuamos resiguiendo el cañón, cada vez más profundo, cada vez más impresionante, con sus paredes prácticamente verticales que hacen difícil poder ver el fondo del cañón, por donde discurre el rio Colca. Un sitio no muy apto para gente que sufra de vértigo.
Las laderas de los montes cercanos, aparecen totalmente surcadas por antiguas terrazas agrícolas, diseñadas y construidas por los habitantes de esta zona, mucho antes de la llegada de los españoles e incluso del imperio Inca. Su diseño es tan perfecto, que abriendo un canal de agua en su parte superior, el agua va descendiendo y regando la totalidad de las terrazas hasta su parte más baja sin necesidad de ninguna otra intervención.
Nos detenemos también a observar, unos agujeros en las paredes de roca del cañón, son las colcas, antiguos depósitos de alimentos y además, lugares de entierro y que dan nombre al valle.
Pasamos también por la Cruz del Cóndor, un mirador desde el cual a última hora de tarde y primera hora de la mañana, podremos ver a los cóndores llegar a sus nidos o partir en busca de alimento. Nos detenemos aquí y empiezan a llegar las grandes aves. Verlos pasar a un par de metros por encima de tu cabeza, pájaros que pueden medir un par de metros o más de punta a punta de ala, es impresionante, su vuelo, sin mover un milímetro las alas, aprovechando las corrientes de aire es un espectáculo que no se puede obviar, por más que el lugar este a rebosar de turistas, si lo está, es porque precisamente este es el mejor sitio para poder ver a estas aves.
Finalmente llegamos a Cabanaconde, un pequeño pueblo donde nos alojamos en un modesto pero limpio y bonito hotel, el Kuntur Wasi, desde la terraza superior del cual, tenemos unas vistas impresionantes del cañón.
A la mañana siguiente, nos levantamos temprano y hacemos una caminata, no muy larga, hasta llegar al mismo borde del cañón para poder ver como el sol empieza a recorrer sus paredes hasta llegar al fondo antes de volver al hotel a desayunar y salir de nuevo hacia la Cruz del Cóndor, a ver si estamos de suerte otra vez y volvemos a ver los cóndores, ahora saliendo desde debajo de nuestros pies, de sus nidos en las paredes del cañón, buscando el momento en que sol llega al fondo del cañón y calienta el aire frio que se ha ido acumulando en el fondo durante la noche, para aprovechar su ascenso para remontar las paredes del cañón y alejarse en busca de alimento.
Finalmente, regresamos hacia Chivay y de aquí a Arequipa, para dormir y salir al día siguiente, temprano hacia el aeropuerto, donde tomaremos el vuelo en dirección a Cusco.
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