Estuvo lloviendo toda la noche y, aunque por la mañana ya estaba despejando, el mar seguía revuelto, así que ni nos molestamos en preguntar por las excursiones para ver ballenas. Recorrimos los senderos que parten desde la ciudad y desde los que se supone que se pueden ver ballenas si se acercan a la costa, y ni una. Las vistas eran muy chulas, y vimos varios dassies, pero ballenas no. Cuando hay temporal las ballenas no se acercan a la costa.
Según nos contaron, llevaban días sin ver ballenas en Hermanus. En el mirador más concurrido estaba un señor que hace sonar una especie de cuerno cuando se ven ballenas, contando anécdotas, haciéndose fotos con la gente, pero ballenas no. Nos contaban que allí se habían llegado a ver nosecuantas ballenas, delfines,… Pero nada de nada.
Así que después de recorrer los senderos nos fuimos a hacer un poco de compra y a comer. Escogimos el restaurante Burgundy. En general nos gustó, buen trato y comida bastante bien, además de vistas al mar.
De camino al coche nos encontramos a un lobo marino durmiendo una plácida siesta. Vaya cara de felicidad tenía.
Dejamos Hermanus y nos fuimos a la pingüinera de Stony Point, en Betty's Bay. Cuesta 25 rand, y no entra en la wildcard. Ojo, que cierra en invierno a las 16:00 horas, nos encontramos mucha gente que se quedó fuera. Vimos muchos pingüinos y 4 clases de cormoranes. Aunque me gustó más la pingüinera de Boulders Beach, en la península del Cabo.
Nos fuimos a Cape Town, pasando por la R44, una carretera preciosa con vistas a False Bay. En la ciudad nos tragamos un gran atasco a la entrada y llegamos casi de noche. Nos quedamos en un apartamento en Sea Point, muy recomendable. Aunque la zona no la disfrutamos, llegamos siempre de noche. Lo bueno es que tenía aparcamiento y un supermercado cerca.