Estuvo lloviendo toda la noche, así que no sabíamos qué íbamos a poder hacer esa mañana. Además, mi rodilla no estaba bien, seguía hinchada.
Después de desayunar dejó de llover y hablando con el dueño del alojamiento nos dio la opción de ir a la cascada por un camino más corto, que quizá sería mejor para mi maltrecha rodilla. En lugar de ir desde el pueblo, fuimos en coche por la carretera que lleva al Blue Eye durante 2 km, hasta el cañón de Grunas. Vimos el cañón desde un puente y nos pareció espectacular. De momento parecía que habíamos acertado.
Después empezamos a subir unas escaleras que, con cuidado y ayuda del bastón, las hice más o menos bien. Pero lo peor empezaba después. Tuvimos que cruzar un río que, en condiciones normales, un par de saltos por las piedras y arreglado. Pero yo eso no podía hacerlo, así que me descalcé y metí los pies en el río, ¡el agua estaba helada! Llegados a este punto, solo quedaba subir junto al río hasta la cascada. Debido a las lluvias de la noche el agua corría por el camino pedregoso, así que con cuidado. El paisaje era precioso, pero a ratos creía que no podía más, la rodilla me dolía.
Hasta que me planté y le dije a mi marido que siguiese sin mí, que yo le esperaba. Y volvió al cabo de los 5 minutos diciendo que la cascada estaba allí mismo. Así que hice un último esfuerzo y subí. Por esta ruta se llega a la cascada desde el lado derecho, mientras que por la ruta convencional se llega al izquierdo, y hay gente que cruza la poza y hace la ruta circular.
La cascada caía con tanta fuerza que acabamos empapados y fue imposible hacer una foto decente. Pero era espectacular, de verdad. Quedé muy contenta de haber logrado llegar.
Quedaba la vuelta, por el mismo camino. Se me hizo largo, y eso que el camino no llega ni a 1 km. Cruzando el río casi pierdo una zapatilla, pero al final todo quedó en un susto.
Acabada la ruta emprendimos el camino hacia Shkoder y justo entonces empezó a llover. Mira tú que al final tuvimos suerte. La pena fue que hicimos la carretera de montaña, con sus curvas y contracurvas sin ver nada del paisaje. Paramos a comer en un restaurante de montaña, junto a un ventanal con vistazas a las montañas, pero se veía poco. Lo bueno fue que comimos bien, cordero y unas patatas gratinadas, de postre yogurt casero con miel, y que pudimos descansar de la ruta y de la conducción en la nube.
Llegamos a Shkoder a media tarde y ya había salido el sol. Dejamos las cosas en el apartamento que llevábamos reservado para las siguientes 2 noches, que estaba muy ben, y lo mejor era que tenía parking, que el tráfico en la ciudad es lo peor.
Después de descansar salimos a dar un paseo por la ciudad. La verdad es que no es muy bonita, pero un paseo para ver la mezquita, la iglesia ortodoxa y la calle principal de comercios y bares sí que mereció la pena.
Fuimos a cenar al restaurante Fisi, muy recomendado en internet, y la verdad es que mereció la pena. Pedimos 2 cervezas, tave dheu, fërgesë, japrak y pimientos rellenos, y la cuenta fueron unos 22 euros.