![]() ![]() Rumanía- Escapada a Dragasani: entre Horezu y los viñedos de Dobrusa ✏️ Blogs de Rumania
DRAGASANIAutor: Candelafa Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (1 Votos) Índice del Diario: Rumanía- Escapada a Dragasani: entre Horezu y los viñedos de Dobrusa
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Etapas 1 a 3, total 8
![]() DÍA 1 - SÁBADO 09:00 Salida en coche desde Bucarest rumbo a Horezu Distancia: 224 km Tiempo estimado: 3 h 30 min Parada intermedia para un café antes de llegar 12:30 Llegada a Horezu . Almuerzo en el Hotel Horezu Monasterio de Horezu Museo de Arquitectura Popular de Măldărești Check-in en Crama Avincis DÍA 2 - DOMINGO Desayuno en Crama Avincis Visita privada a la bodega y viñedos Comida en la Bodega. Parada en Blooms Experience SRL Llegada a Bucarest. Etapas 1 a 3, total 8
Hoy me levanto en mi casa de Bucarest. Son las 7:00 y siento como si me hubiera pasado un tranvía por encima. La noche anterior salí con las chicas y acabamos de vinos por el centro; el resultado es una resaca de campeonato. El vino fue protagonista absoluto. Lo último que me apetece es hacer una maleta, pero toca: escapada de 24 horas. A las 9:00 recogeré a Ainhoa en Pipera.
Fer no está este finde, y nos ha dejado el coche de empresa. Y no solo eso: lo ha dejado con el depósito lleno, para unos 700 km. Spoiler: lo devolvemos al día siguiente con gasolina justa para 40 km. Gracias, Fer. Nos lanzamos a explorar una pequeña parte de Rumanía. Aquí, los mejores planes suelen estar a entre 3 y 5 horas en coche, como si estuviéramos en la España de los 90: carreteras nacionales, tráfico lento y casi ninguna autopista. Pero salir un sábado temprano es clave: apenas hay nadie. Antes de salir, reviso el tiempo. Sábado soleado, domingo con lluvia. Empaco lo justo: chubasquero, bañador (por si hay piscina en el hotel), dos libros y listo. Recojo a Ainhoa puntualmente. Va medio dormida y necesita café con urgencia, pero esto no es España: aquí a esas horas no hay bares abiertos, y menos con cafeteras funcionando. Paramos en un supermercado con cafetería improvisada. No es lo ideal, pero cumple su función. Ya en carretera, el paisaje empieza a cambiar. Abril en Rumanía tiene algo mágico. Los campos están cubiertos de răpiță (Brassica Napus), la planta de colza. Un mar amarillo que parece pintado con témperas. Le prometo a Ainhoa que más tarde pararemos para hacer fotos. 09:00 – Salimos de Bucarest rumbo a Horezu 12:30 – Llegamos a Horezu (224 km, unas 3h30 de camino) ![]() Horezu nos da la bienvenida con su característica calle principal repleta de tiendas de cerámica. La tradición ceramista de este lugar es tan importante que ha sido declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Exploramos varias tiendas, pero una de antigüedades nos atrapa por completo: SC Certo SRL Antiques. Podría haberme llevado media tienda, con piezas que irían perfectas en un chalet o incluso en una casa junto al mar. Compramos en las tiendas de cerámica, platos y unas tablas talladas. A las 14:00 nos entra el hambre. Buscamos el restaurante mejor valorado, pero está cerrado. Terminamos en el Hotel Horezu, el único sitio con gente. Comida rumana, casera, rica y aceptan tarjeta (alivio total). En ese momento, el cielo se parte en dos y cae un auténtico diluvio. Nada en el pronóstico lo había anunciado. Yo solo llevo un chubasquero fino y mocasines. Corremos al coche caladas hasta los huesos. Próxima parada: Confetăria Nicolette, una pastelería moderna a las afueras del pueblo que parece sacada de Malasaña. Chic, luminosa, impecable. Té, café, dulces exquisitos. No entendemos cómo ha acabado ese lugar allí, pero nos fascina. Pese a la lluvia, seguimos con el plan. Vamos al Monasterio de Horezu, fundado en 1690 por el príncipe Constantin Brâncoveanu. Otro lugar Patrimonio Mundial de la UNESCO. Ainhoa duda si bajar, pero la convenzo. Merece la pena. El monasterio es un tesoro del estilo brâncovenesc: simetría, piedra tallada, frescos antiguos, una atmósfera serena. ![]() ![]() 17:30 – Llegamos a Crama Avincis, en Drăgășani ![]() ![]() El trayecto final es intenso: curvas, caminos de tierra... pero al llegar, wow. Es como teletransportarse a La Rioja. Viñedos hasta donde alcanza la vista. El diseño de la finca es impresionante: tradición e innovación mezclados con gusto. El arquitecto Alexandru Beldiman ha conseguido armonizar la casa señorial original (estilo neorrománico) con un edificio moderno de líneas limpias que parece sacado de una revista de arquitectura. Hacemos el check-in. La habitación es bonita, aunque no sé si los 150 € (750 lei) los vale. Rumanía no tiene temporadas turísticas marcadas, así que los precios son los mismos todo el año. Curioso. Nos vamos al restaurante, con vistas a los viñedos. Ya hay gente haciendo la cata. Nosotras empezamos la nuestra: nos sirven cuatro de los cinco vinos que teníamos contratados, acompañados de quesos locales. No tenemos mucha hambre, pero el plan es perfecto. La visita a la bodega será en rumano, así que pedimos hacerla en inglés al día siguiente. Acceden encantados. La cena empieza a servirse, pero no podemos más. Ni hambre ni sed. Hablamos con la manager y proponemos comer al día siguiente lo que no tomamos hoy, y catar el último vino también entonces. Son flexibles y encantadores. Yo, además, empiezo a encontrarme mal. Dolor de cabeza intenso. Subo a la habitación, me tomo un Enantyum e ibuprofeno, y me voy directa a dormir. Para que os hagais una idea de los precios Cena para dos (incluida en la reserva): 350 LEI (~70 €) Cata de vinos para dos (5 vinos): 320 LEI (~65 €) La comida salio por unos 11 euros cabeza, luego los platos de cercamica entre 5-10 euros el plato. La tabla de madera tallada unos 10 euros. Etapas 1 a 3, total 8
![]() ![]() ![]() ![]() Nos levantamos con calma y bajamos a desayunar. El desayuno, al estilo rumano, es sencillo pero reconfortante: quesitos frescos con sabor suave, pan recién hecho, mermeladas caseras de frutas rojas y algunas verduras frescas como pepino y tomate en rodajas. Aprovechamos la tregua del clima para dar un paseo por la finca. El aire huele a tierra mojada y a primavera. Sacamos algunas fotos entre los viñedos y los jardines, disfrutando de la quietud. A las 10:30 llega Corina, nuestra guía en la bodega. Iniciamos con ella una visita guiada que, sin darnos cuenta, se alarga más de lo previsto. Comenzamos en los viñedos, donde nos explica el ciclo de la vid y las variedades que cultivan. Uno de los detalles que más nos llama la atención es que, en cada fila de viñas, plantan rosales: rosas rojas junto a las uvas tintas y amarillas junto a las blancas. No es solo una cuestión estética. Las rosas, al ser más sensibles a las enfermedades que la vid, funcionan como sistema de alerta temprana frente a plagas u hongos. Además, ayudan a los trabajadores a identificar visualmente las cepas durante la cosecha. Pasamos al interior de la bodega, moderna y funcional. Me llama especialmente la atención el uso de ánforas para macerar el vino blanco: una técnica ancestral que pocas bodegas conservan y que, afortunadamente, está volviendo a ser tendencia. Personalmente, me encanta. Ya la había visto en Galicia, pero siempre me saca una sonrisa reencontrármela. Observo algunos vinos que no hemos catado, así que aprovecho para tomar nota de los que podrían interesarme para una futura compra. Al terminar la visita, nos sirven la comida, una continuación de la cena del día anterior que no pudimos terminar. Hoy toca carne, acompañada por la última botella de la cata de cinco vinos. Corina, que nos ha guiado todo el tiempo con una mezcla de pasión y calidez, nos regala la botella entera —hoy ya no tienen más catas programadas. Aunque bebemos con moderación un par de copas, nos la llevamos, ya que en Rumanía la tolerancia al alcohol al volante es del 0 %. El vino que nos acompaña es el Negru de Drăgășani, el emblema de la bodega. Se trata de una uva autóctona de la zona, vinificada también en ánfora, que da como resultado un tinto potente, especiado y estructurado. Uno de esos vinos que se quedan en la memoria y que acaban marcando el recuerdo del viaje. Antes de marcharnos, subimos al hotel, a las suites que tienen en lo alto del edificio de la bodega, para sacar unas últimas fotos. No había huéspedes en ese momento, así que nos dejaron acceder libremente. Las vistas desde allí son sencillamente espectaculares: viñedos interminables, colinas suaves, el cielo aún nublado pero sin amenaza de lluvia. Una postal perfecta. Salimos de la bodega alrededor de las 13:30 y ponemos rumbo de vuelta a Bucarest. A mitad de camino, sobre las 14:30, cumplo una promesa: paramos en uno de esos campos de colza que habíamos visto el día anterior, ahora aún más dorados bajo la luz difusa del sol. Hacemos una pequeña sesión de fotos improvisada entre flores amarillas hasta la cintura. Ainhoa está feliz. Yo también. ![]() A las 15:30 llegamos a Blooms Experience SRL. El lugar es un auténtico planazo: campos enteros de tulipanes multicolor, perfectamente alineados, que podrían estar en los Países Bajos, pero están aquí, en plena campiña rumana. La entrada cuesta 40 lei y puedes cortar tus propias flores por 0,50 lei cada una. Te dan una cesta, unas tijeras, y el resto es pura experiencia sensorial. ![]() El espacio está dividido en varias zonas: una pequeña granja con animales, ideal para familias; una zona chill-out con pufs desde la que se ve el atardecer entre flores; un área con food trucks de cocina local, y de fondo, música en directo. Esa tarde, una pianista tocaba piezas suaves en una tarima de madera, lo que daba al lugar una atmósfera casi mágica. Después de este paréntesis floral, volvemos al coche. Llegamos a casa en Bucarest sobre las 18:00. Dejo las maletas, pongo a enfriar los vinos comprados y me dejo caer en el sofá con la satisfacción de quien ha exprimido al máximo un fin de semana. Etapas 1 a 3, total 8
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