![]() ![]() Santiago de Compostela: un fin de semana de arte, gastronomía y diversión ✏️ Blogs de España
Primera toma de contacto con la ciudad del Apóstol: sólo 3 días para disfrutar de su arquitectura, sus calles cargadas de historia, la gastronomía gallega... y también para hacer turismo activo, relajarse en un balneario e irse de copasAutor: Ctorralba Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.8 (6 Votos) Índice del Diario: Santiago de Compostela: un fin de semana de arte, gastronomía y diversión
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Con esto del Año Santo en ciernes, preferimos adelantarnos a las “hordas” de peregrinos, turistas y paseantes varios, y hacer una escapada relámpago a Santiago de Compostela. Uno de mis amigos había estudiado un postgrado de historia allí… así que era el guía perfecto para un fin de semana de esos que nos gustan con un poquito de todo. Nos juntamos 12 y empezamos el regateo de planes, voluntades, horarios y preferencias.
A pesar de que Ryanair vuela a Lavacolla, Iberia nos ofrecía mejores combinaciones… así que por poca diferencia de precio optamos por viajar con comodidad y sin que nadie examine con lupa cuántos “bultos” llevo como equipaje de mano. Como ya estábamos avisados de las carencias en el transporte público, ni siquiera intentamos coger el autobús para ir del aeropuerto al hotel, así que nos metimos en 3 taxis rumbo al Hotel Balneario de Compostela para hacer el check-in y dejar las maletas. La verdad es que cogimos una oferta muy apañada, por 60€ por persona y noche, con acceso al Club Termal del Balneario incluído. Aunque está un poco lejos del centro de ciudad (10 minutos en coche), resultó ser un más que recomendable 3 estrellas con muy buena relación calidad/precio. Cenamos en El Descorche, un pequeño restaurante/vinoteca situado en la calle del Hórreo, frente al Parlamento y muy próximo a la Plaza de Galicia. De nuevo, excelente calidad precio: por unos 25€ /persona tomamos unos entrantes (destacables las tostas y los “chicharrones al queso San Simón”), un plato, postre, café y un albariño que nos recomendó acertadísimamente Diego: Mar de Envero (un Rías Baixas elaborado sobre lías de una bodega nueva y pequeñita que está teniendo excelentes críticas de los expertos ¡y con razón!). Después de la opípara llegada optamos por seguir una de las tradiciones compostelanas más arraigadas: ir de vinos por el Franco y la Raíña, en pleno casco histórico y pegaditas a la Catedral. Y a la tradición con tradición… no podía faltar el “orballo” en nuestro paseo por la Zona Vieja: esa fina lluvia que forma parte del encanto de la milenaria ciudad de granito y que envolvió todo nuestro recorrido por las empedradas calles.
El sábado se sabía intenso: mañana de turismo, y tarde de multiaventura y balneario.
Como teníamos previsto asistir el domingo a la misa del peregrino, dejamos el interior de la Catedral como guinda del pastel compostelano y nos apresuramos a comernos el resto. Empezamos de un modo atípico: El CGAC (Centro Galego de Arte Contemporáneo) y el Monasterio de Santo Domingo de Bonaval, con su curiosa escalera de doble espiral… y el parque de Bonaval. El arquitecto portugués Álvaro de Siza (autor del edificio del CGAC y de la facultad de periodismo compostelana) es el responsable del diseño de esta sorprendente zona verde planificada en parte sobre un antiguo cementerio. Nos impresionaron las vistas de la ciudad que se pueden contemplar sentados (aunque rápidamente un guardia nos avisó de que estaba prohibido para evitar accidentes) sobre los tejados de los nichos vacíos. Justo abajo, unos niños jugaban al futbol entre las estructuras que hace años custodiaban las tumbas. El juego de puertas que comunica los distintos espacios nos llevó hasta una pequeña cueva de la que surge un manantial y a un frondoso bosque al que se llega a través de sendas en zigzag. Subimos por Casas Reales para ver las Ánimas, el Callejón de “sal si puedes” (un efecto óptico produce la sensación de que no hay salida), la Plaza de Cervantes, la Casa de la Troya, la casa gótica (frecuentemente confundida con la que alberga el Museo de las Peregrinaciones ¡menos mal que llevábamos un buen “guía”!) y todas las callejuelas de la almendra del casco histórico. Entre los soportales de piedra de la Rúa del Vilar paramos a reponer fuerzas en el Brunch La Mora… chocolate caliente, tarta de Santiago, bombas de crema y trufas de las que no dejamos ni una miga. Como dice mi madre: “indio comido… indio ido”, y allá nos fuimos a ver la Rúa Nova, con sus puestos de artesanía (que en la ciudad conocen como “la calle de los jipis”) y la Iglesia de Santa María Salomé. Esta discreta iglesia, con la curiosa escultura de la virgen embarazada sobre la puerta, nos pasaría desapercibida, si nuestro amable “guía” no insistiese en que entráramos a ver uno de los retablos barrocos más socarrones que he visto en mi vida. La gracia está en encontrar, ente tanta filigrana y pan de oro, a los angelitos con gafas… ¿quién dice que los miopes no van al cielo? Y de Iglesia en Iglesia… nos fuimos a ver San Martin Pinario, con el propio San Martín repartiendo su capa con un pobre en el frontón de la fachada plateresca, su impresionante escalinata de piedra, y su retablo barroco. Como curiosidad, cabe decir que las torres se levantaron sólo hasta esa altura debido a la oposición del Cabildo Catedralicio… que temía que “hiciese sombra” a la basílica. Antes de ir a comer, aún nos tomamos un aperitivo en la preciosa terraza del Hotel Costa Vella, que está muy cerca de San Martin Pinario… y es que no parar en ese jardín era un pecado de los gordos. Comimos en el Restaurante del Hotel Balneario Compostela, porque, ya que teníamos el Club Termal incluído, quisimos aprovechar para hacer algo de turismo activo. Desde el propio hotel nos organizaron la comida (impresionante el cocido típico y la empanada) y las actividades con una empresa que se llama Itineris. Muy cerquita del hotel jugamos al Paintball y escalamos el rocódromo en un bosque ¡Menos mal que uno de los monitores me echó un cable! … (gracias, Oscar). Mira que no soy yo el espíritu del deporte en persona, pero como algunos ya nos habíamos “enviciado” en A Botica do Lazer… la tarde fue increíblemente divertida. Volvimos al balneario, para relajarnos en el Club Termal. De la adrenalina al relax por obra y milagro de los chorros y burbujas de agua minero-medicinal. Yo me hubiese apuntado a un masaje… pero teníamos reservada una mesa en el restaurante de Pedro Roca. Un capricho de uno de los más sibaritas del grupo… que nos encantó a todos. Espectacular la ensalada de tomates y langostinos… y el foie. Un local moderno, con un toque diferente… y desde el que se puede ir andando hasta la zona vieja de nuevo. Mi amigo nos llevó dando un pequeño rodeo para que pudiésemos ver San Francisco de noche… y entrar en la Plaza del Obradoiro envueltos en una mágica niebla que nos hizo sentir como en una película. Y de los momentos mágicos, a otros más prosaicos: copas y risas en los locales de la Plaza de San Pelayo (con un obligatorio mojito en A Borriquita de Belén), en el Garoa y en el Sónar. Parece que la noche compostelana ha atravesado mejores momentos, y que el actual gobierno municipal lleva años empeñado en acabar con un ambiente nocturno que era una referencia en toda Galicia… aún así, lo pasamos realmente bien. Nos hubiésemos quedado hasta las mil, que parece que también forma parte de las tradiciones de la ciudad… pero al día siguiente nos esperaba la misa del peregrino, y no queríamos abandonar Santiago sin darle un achuchón al Apóstol.
Espectacular el ritual del Botafumeiro (cuyos orígenes no son precisamente poéticos: al parecer, el ambiente que generaba tal concentración de peregrinos y fieles durante las misas era tan irrespirable que tuvieron que recurrir a este inciensario gigante para purificar el aire). Tampoco quisimos renunciar a los otros “ritos guiris” y fuimos a darle un abrazo al Apóstol y a visitar el impresionante Pórtico de la Gloria.
Hasta hace unos años, los turistas hacían cola para colocar los dedos sobre el parteluz, (una superstición que, al parecer dañaba muchísimo el patrimonio y que no tenía ningún fundamento) y para poner la cabeza sobre el llamado “Santo dos Croques”. El Santo dos Croques es una pequeña escultura que se encuentra en la parte interna del parteluz y que, según la tradición, representa al propio Maestro Mateo (de rodillas, arrepentido por su arrogancia al retratarse junto a Dios en el Pórtico de la Gloria se “castigó” de espaldas a su propia obra maestra). Los estudiantes chocaban sus cabezas tres veces con la del santo para que les “contagiase” algo de su genialidad. Irónicamente, durante años los turistas desinformados hacían por error largas colas para darle los “croques” a otra escultura similar que está debajo del Pórtico. El deterioro que esta costumbre generaba a la estatua obligó a protegerla con una valla metálica… así que nos quedamos sin darle los “croques” al Maestro Mateo. Después, fuimos rápidamente a comer porque habíamos reservado hora para visitar las cubiertas de la Catedral. Todo el mundo recomienda ir a última hora del día, para ver el atardecer desde esa inusual perspectiva… pero a nosotros no nos daba tiempo debido a la hora del vuelo de regreso. Haciéndole caso a nuestro amigo, cuyos consejos hasta el momento habían resultado de lo más acertado, fuimos al Enxebre, el restaurante “informal” del Hostal de los Reyes Católicos. Sólo tuvimos que cruzar la concurrida Praza del Obradoiro para sentarnos en una de sus mesas de madera y empezar a disfrutar del pulpo “á feira”, las croquetas de cacheira y el pedazo de arroz con lubricante que nos metimos entre pecho y espalda. Y como un banquete no es lo mismo sin un buen vino, pedimos un godello exquisito: Guitián. La digestión la hicimos en el “tejado” de la Catedral. Por sólo 10€ te guían en un paseo por las cubiertas de la basílica y el palacio de Gelmírez. Además de contarte cantidad de anécdotas, las vistas son realmente sobrecogedoras. Yo no podía dejar de imaginarme a la reina Dª Urraca y el Obispo Gelmírez, refugiándose en el palacio episcopal de la insurrección popular. Cuando el populacho los encontró, Gelmírez arrancó la capa a un pobre vagabundo y escapó por los tejados de la ciudad hasta que se refugió en la Iglesia de Santa María. Urraca fue violentamente atacada, humillada y despojada de sus ropas en un barrizal. Lejos de amedrentarse y en paños menores, Urraca se enfrentó a los sublevados, conminándoles a que expusiesen sus quejas. Calmó al populacho prometiéndoles relevar a Gelmírez como señor jurisdiccional y reponer la justicia… obviamente no cumplió, y en cuanto huyó sometió a la ciudad a una fuerte represión ¡Todo un carácter! Y así, con la reina y el obispo aún en mi cabeza, dejamos lo que en tiempos se llamó Libredom (libre de dueño)… y después Campus Stellae… para regresar a nuestras rutinas. Volveremos. 📊 Estadísticas de Diario ⭐ 4.8 (6 Votos)
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