![]() ![]() Destino Cabo Norte ✏️ Blogs de Europa Norte
Esto no es un diario al uso sino simples notas de un viaje largamente aplazado y por fin realizado. Para cualquier duda, estoy aquí. Autor: Enanixa73 Fecha creación: ⭐ Puntos: 3 (1 Votos) Índice del Diario: Destino Cabo Norte
Etapas 1 a 3, total 7
Pues eso, que hoy duermo en Estocolmo, etapa 1 de este viaje que se ha convertido en escapada. ¿Acaso no lo son todos? Sí, sin duda, pero unos más que otros y éste se lleva la palma. En el fondo, tiene su gracia. "Llámame, que no me voy al fin del mundo". ... "Glub, pues casi sí que me voy..."
71º grados norte. Por encima del círculo polar ártico. Ese es mi destino final. En la maleta he guardado, como siempre, algo más de lo imprescindible: la bandera del Betis que desplegaré en el Cabo Norte; un montón de sensaciones -buenas, malas, regulares, esperanzadoras, desesperanzadas...- mi caña de viaje y un par de libros sobre mundos lejanos y gente valiente. En uno de ellos -'En mares salvajes' de Javier Reverte- me he reencontrado con un viejo amigo, Ernest Shackleton. Cuando hace unos meses empecé esta aventura, colgué en mi muro de Facebook esta cita: “Se buscan hombres para un viaje peligroso. Sueldo bajo. Frío extremo. Largos meses de completa oscuridad. Peligro constante. No se asegura el retorno con vida. Honor y reconocimiento en caso de éxito". Es el texto que el valiente explorador publicó en la prensa británica a comienzos del siglo pasado para reclutar a la tripulación con la que pretendía atravesar por primera vez la Antártida. Se apuntaron 2.000. Ni que decir tiene que la expedición jamás consiguió su objetivo... Los aficionados a las causas perdidas sabemos por experiencia que habitualmente se pierden pero -agarraos, que va una de topicazos- por alguna extraña razón el saldo nunca queda a cero. Aun perdiendo, si se ha jugado con valor, con lealtad y con entrega, siempre se gana algo. Y para mi desgracia, no sé jugar de otra manera. Entre las 'cosas' que he ganado, está mi amiga Mercedes, que me ha dicho que no puedo perderme el barco vikingo que está en el museo Vasa de Estocolmo. Lo mismo me ha escrito en twitter mi viejo amigo Pepperoni. Será la primero que haga mañana. Y no sólo, que también, por ellos dos. Va otra de curiosidades: el año pasado por estas fechas, tomé una decisión en la cubierta de 'Pilar', el precioso barco de madera con el que Ernest Hemingway recorrió los Cayos de Florida y que ahora sobrevive varado en el vestíbulo de la mayor tienda de pesca del mundo. Tranquilos, que no es tan malo como suena. El cayo en cuestión se llama 'Islamorada' y se abre al Golfo de México en millas y millas de azules, verdosos, morados... Jamás vi un mar tan feliz. Es lo que espero encontrar cuando navegue por el mar de Barents. Y voy a intentar contarlo. Cuento con vosotros. Etapas 1 a 3, total 7
Al aeropuerto de Arlanda se llega en un tren modernísimo, limpísimo y rapidísimo que te multiplica por mucho las ganas de pasar una temporada más larga de lo que puedes permitirte en las amplísimas habitaciones 'made in Sweden' de esta acogedora casa que es Estocolmo. Confieso que me ha conquistado. Es tranquila. Silenciosa. Fría. De entrada, parece casi un hospital.... Pero a poco que miras un poco te encuentras con gente tan tenaz que es capaz de construir -mal- un barco enorme, ver como se hunde en su primer viaje, esperar más de 300 años para sacarlo del agua y edificar un museo donde presumir ante el mundo de tamaño fracaso. Hay que estar hecho de una pasta especial. Como antes me recomendaron Mercedes y Pepperoni, no os perdáis el museo Vasa si algún día vais a Estocolmo.
Si lo hacéis, disfrutar no sólo de sus tejados verdes y sus soldaditos vestidos de azul y amarillo. Me ha encantado la serenidad de los barrios residenciales, donde hay agua y peces, donde la gente pasea sin prisas y a los que llega un metro no necesariamente subterráneo. Y si te apartas apenas unos kilómetros puedes ver hasta corzos y ciervos... Apunte viajero útil: la tarjeta de tranporte de 24 o 72 horas es una maravilla que te permite incluso montarte en los numerosos ferris que comunican las 14 islas en las que se asienta la ciudad. Otro consejo: no os dejéis seducir ni por los coloridos puestos callejeros ni por las elegantes tiendas del Gamla Stan. Tenga la pinta que tenga, el regaliz salado ESTÁ MALÍSIMO¡¡¡¡. Me falta hablaros de Messi. Ayer estaba en todas las portadas. Hoy lo he visto colgado en un balcón en una bandera enorme. He supuesto que era un español el que vivía en el apartamento de grandes cristaleras. Pero quizás no. Cuando muchos nos volvemos locos pensando qué hacer para sacar lo mejor de nosotros mismos, basta con mirar a ese argentino algo feo, algo chico y no demasiado listo que sin embargo derrocha talento... Todos, hasta los suecos, le quieren. Desde unos de los balcones del aeropuerto de Arlansa -también me gusta que a los suecos les gusten tanto los cristales- acabo de ver cómo suben al avión que nos llevará al norte nuestras maletas. Es un salto de unos 1.000 kilómetros que nos llevará a Lulea, ya en la Laponia sueca. Si tenemos suerte, mañana lo mismo he pescado mi primera trucha. Y sigo leyendo 'En mares salvajes'. Me llaman para embarcar. Os sigo contando e intentaré colgar fotos. Etapas 1 a 3, total 7
Voy con un poco de retraso en este diario de viajes pero en la cabaña de la Laponia finlandesa en la que hemos pasado las últimas dos noches no hay Internet. Eso sí, tenemos sauna, una espectacular vista a un lago –el Akasompolo-, bicicletas y dos barcas a nuestra disposición. Suena acogedor, pero el lugar es lejano y solitario. Supongo que en invierno, cuando funcione la cercana estación de ski, se llenará de finlandeses dispuestos a descender las laderas de las colinas cercanas, pero ahora y en dos días completos apenas nos hemos cruzado con diez o doce personas. Es absolutamente cierto. Y desolador.
Para entretenerme, hasta que lleguemos al Cabo Norte, destino final de este viaje, he decidido ir apuntando la ubicación exacta de los lugares en los que paramos. Una idea inútil, pero me hace cierta ilusión ver cómo vamos subiendo los ‘grados norte’. Hoy estamos en Longitud 67º 36’ 15’’ Latitud 24º 09’ 26’’. Eso significa que ayer cruzamos el Círculo Polar Ártico. Un modestísimo cartel en la carretera, escrito en cinco idiomas del que sólo ‘entiendo’ uno, marca la línea imaginaria. Si no fuera porque junto a él estaba aparcado un desastrado autobús de la ‘North Line’ hubiéramos pasado de largo. El lugar, cerca de la frontera entre Suecia y Finlandia, está sucio, con el suelo lleno de papeles y latas. Resulta realmente sorprendente la afición que tienen algunos de estropear cuanto es bonito y ese solitario cartel en mitad de una interminable carretera flanqueada por lagos y pinos no merece tal suerte. Aun así, y como es evidente, me hice un par de fotos con una sonrisa. Desde el punto de vista práctico, superar el Círculo Polar Ártico en esta época del año significa que no anochece. Realmente, el sol brilla todo el día y toda la noche como si fuera –que lo es- una tarde de verano. Sólo pasadas las doce de la ¿noche? parece tocar tierra para remontar el vuelo de nuevo. La primera vez resulta alucinante. Pero dormir he dormido como siempre: nada más tocar la cama. Tener 24 horas de luz tiene su ventaja y es que puedas hacer lo que quieras cuando quieras. Los finlandeses no parecen haberse enterado y el pueblo fantasma se convierte en pueblo desierto a partir de las seis de la tarde. Nos ha costado bastante comprar algo para comer y ha sido absolutamente imposible encontrar nada –café, hamburguesería, discoteca, lo que sea- abierto y con gente dentro. Ahora mismo son las 21.30 y llueve por lo que puede aprovechar para escribir. El plan era pillar uno de los botes y dar una vuelta por el lago, pero nos hemos tenido que meter a cubierto. Realmente, no me importa. Esta mañana, después de varios desencuentros idiomáticos, hemos conseguido sacar licencias de pesca -12 euros- en un lago cercano, el Kesänkijärvi. No hemos pescado nada. Era lógico. Pero la ruta, entre un cerrado bosque de pinos, montañas con los últimos rastros de nieve y zonas pantanosas, no tiene precio. Eso sí, hay que andarse rápido porque, a poco que te parabas, una nube de mosquitos del tamaño de una mosca gorda se lanzaban sobre ti como un ejército organizado. Además, la amable señora que atiende el centro de naturaleza junto al lago me ha enseñado las dos únicas palabras de finlandés que creo que sabré en mi vida: järvi es lago y joki es río. No viene mal para orientarse. Mañana seguiremos rumbo norte y dormiremos cerca de las islas Lofoten. Y antes queremos parar para visitar una ‘granja’ de huskies…. Por cierto, ya he visto mis primeros renos. Laponia mola. La sauna, también. Etapas 1 a 3, total 7
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