De Tailandia a Vietnam ✏️ Blogs de Asia SudesteDiario de viaje de Bangkok, Siem Reap y Vietnam en 15 díasAutor: Franeli Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.9 (10 Votos) Índice del Diario: De Tailandia a Vietnam
01: Bangkok - Día 0
02: The "art" of the coconut and the floating market
03: Siem Reap - Camboya
04: Angkor
05: Enter Vietnam
06: Cu Chi tunnels
07: De paso por Hanói
08: Sapa
09: Journey
10: Halong Bay
11: Back to the Ninh Binh
12: Ninh Binh
13: Próxima estación Hanói
14: Hanói
15: En brazos de la fiebre (epílogo)
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Etapas 1 a 3, total 15
Y finalmente, tras un interminable vuelo en el que me tragué un bodrio llamado “The Host” (Andrew, fue Gattaca casualidad rollo Ken Follet y Los pilares o qué?) y una muy interesante “Stoker”, pisamos tierras tailandesas, en concreto Bangkok.
Bangkok huele....a Asia, en ocasiones paseas por una calle y te azota un olor dulzón mezclado con especias, o bien huele a flores frescas, a pescado, a carne, a agua estancada, a perfume, a fruta y por supuesto, a contaminación. Bangkok no se libra de la locura que recorre sus calles y que escupe humo sin parar. Lo primero que hicimos tras salir del avión procedente de Helsinki (algún día veremos este lugar soleado?) fue hacer pis, es muy importante marcar el territorio nada más llegar, a continuación nos fuimos directamente a la primera planta donde se encuentran los taxis públicos. Estos taxis son digamos “los oficiales”, te sellan un papelillo, te preguntan el destino y les obligan a poner el taxímetro. Hay que recordar que no es necesario un visado para visitar Tailandia, a excepción de estancias de más de 3 meses, trabajo, etc. Muchos (creo que 3) me han preguntado qué utilizamos para buscar los vuelos, pues bien, básicamente usamos comparadores como trabber o skyscanner para ver precios a nivel general. Luego nos metemos en las compañías aéreas del país destino para ver qué precios ofertan y si lo hacemos con tiempo de antelación dejamos activadas alertas de aviso por si bajan de precio, durante un mes o así. Luego está la suerte y luego está Aeroflot. En cualquier caso, nada como sacar los billetes lo antes posible. Volviendo al tema, barajamos la posibilidad de ir en transporte público, pero la realidad es que soy tan desastre que no había mirado bien la dirección y parecía algo engorroso el transbordo, así que miré por encima lo que solían cobrar del aeropuerto hasta la zona de Silom, donde nos alojamos, y me pareció convincente. Más tarde descubrí que realmente no merece la pena aunque el desembolso no fue excesivo (unos 300 y pico bahts), entre otras cosas porque el tráfico es HORRIBLE y porque estaba mejor comunicado de lo que pensaba. Este año nos “regalamos” un Pullman Bangkok Hotel (G) desde el que ahora, cómodamente, escribo este diario en una mesa que parece sacada de la peli de 2001 Una odisea en el espacio. Encima la habitación es totalmente blanca. La oferta hotelera en Bangkok es muy extensa en cualquier caso, y los precios van desde los pocos euros en la zona de Kaosan Road (zona mochilera), hasta suites que cuestan fortunas. A mí no me miren, he dicho que es blanca, no que sea el cuarto de un jeque. De camino al hotel pudimos ver un poco cómo se las gasta Bangkok. El caos, las motos, los coches cruzándose a lo loco, tuk-tuks, rancheras (muchas), vendedores....en fin, esto no nos viene de nuevo, aunque pasado tanto tiempo sin pisar sitios así uno sigue quedándose embobado como el primer día. Eso sí, nos llamó la atención ver que la gente vive y monta incluso mercados junto a las vías del tren. Esto lo habíamos visto en algún documental pero la verdad es que es acojonante, el tren pasando por mitad de sus negocios y casas, de friki. Por cierto, que los coches llevan prácticamente todos las lunas tintadas, curioso. Pero casi todos, eh? Menos nuestro taxista, un tipo que sabía preguntar “de dónde éramos” y “cuántos días en Bangkok”. Le podías luego decir que se parecía a Charles Bronson (que se parecía), que el tipo se reía y decía “three days”, fantástico, así me gusta copón, las cosas claras. Una vez acomodados en el hotel seguimos con el plan previsto de cumplir el día para acostumbrarnos al nuevo horario (no hemos dormido apenas nada en el avión, para variar). Pensamos ir de tranquis a pasear por la zona del río y como mucho subir hasta Chinatown. Pues bien, acabamos visitando el Gran Palacio entero, subimos en un barco express que se recorrió a toda hostia el río Chao Phraya y de paso nos pateamos casi todo Chinatown. Es que no aprendemos, pero es que mola mucho dejarse llevar un poco. Sobre el barco, veamos, existe un ferry, que vale 20 bahts por persona y que va parando en distintos puntos del río. Este ferry suele ir a tope y tarda entre 5 y 20 minutos en pasar (puntuales que son ellos), pero también está el express a lo Miami Vice en el que unos señores muy flipados cabalgan sobre el río con un motor que zumba y contamina la vida. Lógicamente después de hablar con la señora del puesto del ferry que muy amablemente nos recomendó el ferry más barato (ejem) nos fuimos por el de la velocidad absurda. Un pasote por eso, eso sí, intenté hacerle un favor a una familia de japos para hacerles la foto y allí salió de todo menos sus caras, parecía que el cabronazo cada vez que iba a tirar la foto apretase el acelerador. En fin, divertido, aunque algo caro. A nosotros el viaje desde Saphan Taksin (aquí todo tiene nombre de cantina de Tatooine) hasta Tha Chang (este tiene nombre de sorpresa) nos costó 100 bahts por persona, pero es que nos hicimos un poco los suecos con el destino, preguntando cuánto valía ir a Chinatown y al final la tipa dijo algo así como “anda, tira p'alante”, con lo que no sé a ciencia cierta el coste, varía según el trayecto. De camino al Gran Palacio, atravesamos unos de esos mercados que tanto me gustan, en el que vas girando el cuello hasta que te duele de todo lo que ves. Desde bicharracos fritos (eso es un Alien?) hasta los productos más horteras, las guarradas de puestos, las condiciones...en fin, un mundo que avanza imparable, de forma repulsiva a veces pero que todo viajero se para como hipnotizado por cómo aquello parece funcionar. Una vez en el Gran Palacio tuvimos que “alquilar” un par de prendar para taparnos, no sea que los dioses se pongan cachondos con nuestras canillas, así que Eli tuvo que pillar una “falda” para cubrirse las piernas y yo un pantalón de pijama (literalmente). 200 bahts que luego te reembolsan cuando devuelves las prendas del Zara. La entrada al recinto cuesta 500 bahts por cabeza, aunque es caro para el nivel de vida que tienen (te comes un plato de Tom Ka Kai por 30 bahts fácilmente en cualquier mercado...), el sitio es bastante bonito y no deja indiferente. Son unos templos muy muy coloridos, en su mayoría optan por el tono dorado, con incrustaciones y detalles infinitos. Un complejo que se recorre en unas 2 horas y en el que por supuesto hay mucha, mucha gente. El problema es que cierra a las 3:30, con lo que una visita por la tarde sería ideal para poder ver esa tonalidad crepuscular sobre los edificios, pero bueno, en cualquier caso es digno de ver y si se madruga lo suficiente, para las 8 de la mañana puede cundir también. Para saber la historia a quien interese, la wiki, rápido e indoloro. Comimos en un garito en el que vimos que había mucho tailandés dentro y los precios estaban bastante bien, por ejemplo el Pad Thai salía a poco menos de 2 euros, ya ves. Estaba tremendo, eso sí, el picante aquí es de verdad, lo ponen a parte, pero yo que soy muy del norte cuando quiero pues le metí bien al asunto. La birra entró de un trago, birra 60 bahts Singha tailandesa, por cierto. Para terminar de adaptarme al entorno, pillé un palito de esos que cocinan en los puestos callejeros, pollo frito especiado, 20 bahts, luego no había ni Dios que encontrara una papelera para tirar el puto palo, básicamente porque aquí todo va al suelo. Se lo encasqueté a Eli y ella encontró una. Deben estar en extinción. Bajamos en ferry (esta vez sí) hasta la parada de Rachawongse Pier. El ferry es un despipote, entre otras cosas porque tú te subes, te ves empujado por una muchedumbre que parece tener mucha prisa por llegar al fondo, pero es que luego entiendes un poco el por qué. Resulta que no te cobran al entrar, en su lugar, un par de personillas se pasean por el barco haciendo sonar una hucha, verídico, y la peña cuando los ve les dice los tickets que tiene que pagar (?¿?). Lo bueno es que hay peña que literalmente se esconde, o se baja sin pagar o qué se yo, el caso es que vimos a alguno moverse hacia el lado contrario de donde pasaba “el cobrador”. Amazing. Estuvimos a punto de hacernos el longi, pero un buen samaritano que teníamos al lado le pagó, y claro...es que no podíamos escapar, si no no le pago. Una vez en tierra, subimos por Ratchawong road hacie el barrio chino. Nos lo topamos de bruces cuando pensamos que nos estábamos metiendo en el barrio de San Genaro de Cuéntame, pero no, aparecieron los carteles de neón con letras chinas, los puestos de loteria y muchas, muchas tiendas de compra/venta de oro. A lo bestia. Y muchas palomas, y un gato, vi un gato blanco y negro. Paseamos viendo tiendas, restaurantes, locales de esos que se caen a trozos, callejuelas del mal vivir y finalmente llegamos a un barrio donde habían señoritas sentadas en sillas que se subían en motos que venían y las recogían o se metían en locales, es decir, se entiende. Alguna me guiñó el ojo, Eli se lo guiñó a ella y ella...le devolvió el guiño! En fin, pasamos un buen rato paseando, el barrio es caótico, lleno de cables por todos lados (me recordó a ciertas zonas de Shanghai, o Delhi incluso), muchas tiendas del todo, puestos de comida en el que sólo ellos saben lo que venden... Tomamos un café (las horas sin dormir comenzaban a hacerse notar) y decidimos regresar al hotel para relajarnos un poco en la piscina (tenemos piscina, quién nos ha visto y quién nos ve), ducharnos (otra vez) y salir a cenar en un japonés por la zona de Silom que vimos tenía buena pinta y que lo confirmamos finalmente, y encima por 4 euros por cabeza... Zona del Silom espectacular, por cierto, con ese contraste tan jevi entre edificios ruinosos y monstruos de cristal. Mañana realizaremos una “excursión” por los mercados flotantes de Bangkok y patearemos algo más esta sorprendente ciudad. Un saludo! Etapas 1 a 3, total 15
A las 7 de la mañana ahí estábamos en la puerta para visitar uno de los mercados flotantes que existen en las afueras de Bangkok.
Tras echarle un ojo a las posibilidades de hacerlo por libre, la verdad es que no nos pareció mala idea contratarlo para olvidarnos un poco de tanto transporte y sobre todo perder demasiado tiempo. Así que nos pusimos en manos de la versión de Gangnam Style en tailandés, muy salado el hombre y además pues nos dio algunos datos como el coste un poco de la vida en Bangkok (7000 bahts por un alquiler, etc.) y además tuvo el detalle de parar para que vieramos uno de esos mercados que están en mitad de las vías del tren, los risky markets. La excursión salió por unos 30 euros por cabeza y bueno, está bien, pero como siempre te dan una de cal y otra de arena. Lo bueno sin duda fue la experiencia en el mercado flotante, la mala que en la ida y en la vuelta, a pesar de la intención didáctica del guía para enseñarnos algunas costumbres, pues te meten de relleno la visita a la tienda de marras. No es que no lo entendamos, es más por la pérdida de tiempo. En fin, la primera parada fue en unas casas donde los lugareños tratan el coco para crear desde azúcar a la famosa leche de coco tan utilizada en las sopas. El tipo se sentó, raspó un coco, lo exprimió y salió lógicamente el líquido. Imagino que la gente debe de tener un saber estar del que yo carezco, pero la peña soltó un “oohh” que a mí me dejó helado, es decir, por Dios, si el tipo saca oro de ahí yo es que le compro el disco...quiero creer que era un “ooh” irónico. Después de la magistral clase del uso del coco llegó lo bueno. Cerca del lugar llegamos a un embarcadero y nos llevaron a través de unos canales pasando por casas flotantes de todo tipo, algunas cubiertas de flores, otras con las barcas a medio hacer, pescadores...el sitio fantástico, los canales parecían sacados de Apocalipse Now. Al cabo de un rato de serpentearlos, llegamos a lo que es el centro del mercado, fantástico, una orgía de canoas y gente vendiendo de todo, desde pescado a postres, carnes, fruta y por supuesto el gato ese que saluda con la mano. El sitio es un poco hiptnótico, es decir, no es que vendan nada del otro jueves, pero tiene un encanto especial y la postal que forma la escena es digna de ver en movimiento. El momento de crisis vino cuando nos apeamos de las “lanchas” (parecida a la express que pillamos el día anterior) y nuestro guía experto en exprimir cocos dijo que nos íbamos a otra parte del mercado a lo que yo le dije que a la otra parte del mercado se iba Rita la cantaora, antes nos teníamos que subir en una de esas canoas típicas y atravesar esa marabunta de gente. Al parecer el plan era bordear el mercado, entre tiendas y demás, pero no meternos en las canoas. Al final por 300 bahts tuvimos nuestro paseo atravesando el gentío y en primera persona. La experiencia merece mucho la pena, el sitio es tremendamente dinámico y no te acabas todo lo que ves. Ya de vuelta al grupito regresamos hacia Bangkok no sin antes parar ootra vez en un sitio donde hacían tallas en la madera. Muy currado, los trabajos realmente eran impresionantes, casi tanto como la tienda que vino a continuación. Yo esperaba que el tipo se pusiera a tallar algo y le saliera una golondrina o algo, pero al parecer el tipo se centra en los cocos. Una vez vivida la experiencia en grupo, no es que no la recomiende, probablemente mucha gente quedará colmada y es suficiente para ver un poco el mundillo de estos mercados, pero de disponer de tiempo suficiente sin duda lo haría por mi cuenta. Los mercados están en las afueras, a una distancia considerable (1 hora más o menos), pero merece la pena dedicarle una jornada y no es difícil encontrar muchas combinaciones desde la ciudad. Comimos en un thai una sopa Tom Yang Kun y unos fideos con pato a la miel acompañados de unos rollitos de verduras. Regado todo con birra of course. Fantástico y barato. Para bajar un poco la comida y ya que estábamos muy cerca, nos pasamos por el parque Lumphini, donde al parecer la peña se queda congelada rollo zombi cada vez que suena el himno nacional. Para nuestra sorpresa, el sitio estaba sitiado por tiendas de campañas en lo que parecía una especie de manifestación pro monarquía. Casi estaba por ofrecerles a los nuestros. En fin, en cualquier caso nos dejamos caer cerca de la orilla del estanque principal, con unas bonitas vistas y a la sombra de la arboleda. De paso vimos un montón de lagartos enormes que intentaban atacar a las palomas, rollo documental, el bicho sacaba la cabecilla del agua e intentaba sorprender a la paloma. De friki el tema, pero olle, para la hora de la siesta fantástico. Como ahí no sonaba el himno y había un pavo que comenzó a dar un discurso, dejamos el lugar antes de que se caldeara el asunto y nos fuimos a visitar el Golden Mount, al norte de Chinatown, un complejo budista que al parecer tiene unas vistas cojonudas, y como llegaríamos más o menos al atardecer pintaba bien para las panorámicas. Pillamos el metro en Silom hasta Hua Lamphong. Como curiosidad, a los thais no les mola este transporte porque va bajo tierra y les da mal rollo, en fin, el caso es que es bastante nuevo, fresco y no hay mucha gente, para nosotros perfecto para los traslados. En Hua acordamos con un tuk tuk llegar al lugar ya que quedaba bastante apartado según el mapa, así que por 140 bahts nos subimos. Lo vimos algo caro, pero al no tener una referencia clara de las distancias nos pareció justo. Más tarde calculamos que el precio justo quizás hubieran sido 60/80 bahts, pero bueno. El viaje divertido, contaminante y para varias conducen como locos. Llegamos al complejo y nada más entrar ya vimos que todo estaba lleno de monjes budistas con su característica ropa de seda naranja y flores por todos lados que decoraban la vía principal. Sacamos los tickets para subir, 20 bahts por cabeza. La subida se hace llevadera, ya que hay cascaditas de agua desde la que unos surtidores lanzan un humillo imagino para darle un toque místico al lugar, con lo que el efecto que consigue es curioso. Además, mientras vas subiendo ya divisas parte de la ciudad. Una vez en la cima las vistas merecen la pena ya que se contampla todo bangkok desde los 4 puntos cardinales, y en mitad de la azotea, una campana enorme dorada y otras pequeñitas desde donde la gente las hace sonar y reza. Comenzaba a caer la tarde, con lo que la luz era fantástica, una bonita estampa para las fotos y un sitio tranquilo. Ya de regreso decidimos pasar por la calle mochilera Khao Sang, por aquello de quitarnos el gusanillo y no perdernos uno de los lugares más famosos. Una basura. Una calle llena de guiris bebiendo a morro litronas, cuatro puestos y mucho restaurante con una pinta horrible. Además el sitio es bastante pequeño, quizás por fortuna. No nos dio buenas vibraciones. Salimos pitando para visitar el famoso Buda reclinado de Wat Pho, ya que incomprensiblemente el día anterior nos fuimos sin verlo estando el Grand Palace, complejo que está casi al lado. El caso es que llegamos a las 18:30 y vimos que el cartel ponía que cerraban a esa hora, glups. Pues nada, el tipo de la puerta nos dejó pasar, no nos cobró nada y cuando llegamos a las puertas del Buda, otro hombre estaba cerrando, nos vio cara de penilla y nos dejó pasar. Impresionante. Creo que es el segundo Buda más grande que he visto en mi vida, después del de Japón, pero su característica forma estirada, flanqueado por columnas y con ese rum rum de oración lo hacen muy especial. Sin duda merece la pena pasar y echar un vistazo, y más todavía si tenemos en cuenta el complejo arquitectónico que rodea el lugar, parecido al del Grand Palace pero con especial predilección por las pirámides escalonadas, alguna me recordó poderosamente a Kajuraho, India. Encima caía ya bien entrada la tarde con lo que la luz le daba un tono dorado al lugar espectacular, nos encantó. Ya que parecía que la gente todavía danzaba por el sitio, me pareció escuchar un rum rum en un complejo cercano, me metí y allí estaban los monjes budistas cantando, todos en coro unidos por un fino cordel, mientras al fondo una montaña dorada observaba desde las alturas, con candiles y todas las paredes decoradas. El sitio es digno de ver y el complejo de Wat Pho resulta tremendamente recomendable. Regresamos en ferry hasta Saphan Taksin, desde donde pillamos el SkyTrain Silom Line para volver a nuestra zona, ya era de noche aunque el reloj marcaba cerca de las 20h. Aquí sucede como en muchos lugares asiáticos, que a las diez de la noche cierran casi todos los garitos para comer, así que el cuerpo debe acostumbrarse a cenar un poco antes o bien tirar de puesto callejero. Por fortuna vimos un garito chino que tenía buena pinta y acertamos de lleno. El pollo al limón y la tarnera en salsa con cebolla estaban increíbles, acompañamos con unos rollitos rellenos de plátano y salsa de alubias que estaban de vicio. Regamos con birra, of course. 1000 bahts. Bien pagados. Algo cansados decidimos pasear un poco por el mercado nocturno de la zona y regresamos para descansar unas horas antes de poner rumbo a Camboya. Mañana nos despedimos de Bangkok, una ciudad que nos ha encantado, llena de posibilidades y con una gente menos agresiva de lo que nos imaginábamos. Merece mucho la pena dedicarle tiempo, quizás nosotros nos hemos quedado cortos ya que seguro que tiene rincones por explorar a montones. Para el viajero que nunca ha pisado ningún país asiático, Bangkok debe resultar algo parecido a lo que nosotros experimentamos en Shanghái, por ese choque de costumbres, culturas, brutalidad urbanística, suciedad, frenetismo... Para nosotros ha resultado ser una ciudad completa, que ofrece una buena puerta para adaptar el resto de nuestro viaje y de paso conocer esos lugares especiales que quedan grabados en la retina. Un saludo! Etapas 1 a 3, total 15
Nos despedimos con tristeza del hotel Pullman donde el trato ha sido fantástico. En la misma puerta nos localizaron un taxi y tras verificar que ponía el taxímetro y dejar claro que iríamos por la autopista de pago (la primera vez el tipo debió de meterse por algún otro sitio, porque no pasamos peaje) para no llegar tarde, nos subimos y pasada una hora estábamos en destino.
Eli no tenía ni idea de que había contratado un vuelo en uno de esos aviones de hélice, con lo que cuando lo vio cambió de color dos o tres veces. Otra de las sorpresas que le tenía preparada jeje. El avión muy cuco (no habíamos volado nunca en uno de hélices, la verdad) y el vuelo muy tranquilo, con un pica pica muy apañado para los cerca de 100 y poco euros los dos que costó... En una hora aterrizamos en Camboya a golpe de Morning Glory de Oasis. El lugar desde las alturas parece un lodazal, con una inmensidad de terrenos cada uno con su terraza de arroz y carreteras de tierra que serpentean todo el lugar. Para entrar en Camboya es necesario un visado que se puede tramitar por internet, sale por unos 25 dólares y prácticamente en 1/2 días lo tienes en tu buzón de correo electrónico. Al llegar, nos fuimos directos al mostrador de e-visa y en 5 minutos habíamos pasado los dos, el resto de gente tiene que rellenar formularios, llevar fotos, pagar el importe...si no te fías de hacerlo por internet, puedes tramitarlo por la embajada en España, pero creo que te soplan casi 70 euros. 70 euros o 25 dólares, usted elige. Nada más salir nos esperaba el clon de Bruce Lee en moreno con un cartelito que rezaba mi nombre, otro gustazo que nos hemos dado, un resort a las afueras de Siem Reap y un conductor del que disponemos 12 horas diarias para ir donde queramos, ahí queda. Navutu Dreams Resort, para el que le interese. El hermano morenito de Lee resultó ser Mr Lo, un tipo muy amable que nos ofreció bebidas frescas y nos dio un paseito por Siem Reap antes de llegar al hotel. El lugar recuerda bastante a ciertas partes de India, por sus calles de arena sin asfaltar, la cantidad de motos y tuk-tuks, los puestos incrustados en edificios que se caen a trozos....vamos, que si te teletransportas por un momento a Bikaner o Kajuraho, yo creo que costaría saber dónde estás, aunque el calor es algo más húmedo. Tras un ratillo llegamos al hotel y nos recibieron de muerte, con bebida de frutas, paños húmedos, un hall de madera donde todo Dios va descalzo y una decoración sencilla pero muy cálida. Tras explicarnos un poco cómo va el tema en el hotel, nos preparon la habitación, entramos y directamente nos fuimos a pegarnos un baño en la piscina, toda para nosotros, un lujazo, el lugar está basado en un formato de resort de las islas Fiyi.. Sobre las 4 de la tarde decidimos ir a visitar Angkor, pero tan sólo el principio del recorrido y ver el atardecer del lugar. El tema de las entradas de Angkor funciona de la siguiente manera; Puedes pillar tickets de 1, 3 y 7 días. Si por ejemplo compras el ticket a partir de las 17h para 1 día, con ese ticket puedes acceder al complejo esa misma tarde y ver el atardecer sobre Angkor. Al día siguiente te servirá ese mismo ticket. El precio es de 20, 40 y 60 dólares respectivamente, por cierto, que aquí se paga en dólares, nada de riel, apenas lo usan para nada aunque conviene tener a mano unos pocos para el tema de las propinas. Para el ticket, te hacen una foto en la que no pasa nada si haces el capullo un poco.. Llegamos a la parte principal y bueno, pues qué decir, el sitio es una puta maravilla. La luz del atardecer bañando el foso que rodea un largo camino empedrado, reflejando en las aguas la estructura previa a los templos. A continuación atraviesas un portal y te topas de frente con esos pilares que se elevan hacia el cielo, con un césped verde que rodea todo el complejo y unos lagos en los que se se dibuja una copia del templo. Las nubes, el color dorado, los detalles arquitectónicos...es imposible no quedarse boquiabierto. Tremendo. Durante una hora y media más o menos exploramos el recinto, ya que tienes vía libre para llegar hasta donde quieras. El sitio es tan grande que es fácil recorrer estancias en completa soledad, descansando en algún saliente desde el que quedas colgado a una altura considerable y donde puedes ver una estampa fantástica de colores y formas. Llegadas las 18h el sol casi estaba a punto de desaparecer, con lo que estuvimos un rato bordeando un estanque en donde unos críos nadaban y recogían flores de loto del lugar, otros comían en algunos puestos y la gente apuraba para “quemar” las cámaras fotográficas para llevarse ese recuerdo inmortal. Regresamos al hotel para descansar, nadar un rato y cenar temprano en el restaurante del hotel, ya que vimos que el menú parecía intersante y los precios estaban bastante bien, entre los distintos platos se podía degustar pescados como el Chdao o Amok, este último espectacular en un formato rollo maki japonés, y además la carta de combinados era bastante completa. Yo salí un poco tocado gracias a los vinos y el Martini seco, fantástico para el esfuerzo físico requerido al día siguiente, incluido un madrugón bastante potente, nada menos que a las 4 de la mañana para ver amanecer en los templos. Uno puede con todo...que estamos de vacaciones. Un saludo! Etapas 1 a 3, total 15
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