Amanezco con dolor de garganta y oídos. Hace más bien frío, aunque de momento, San Veremundo, se está portando bien y parece que hay una cierta posibilidad de lluvia, pero no mucha… el porcentaje es de treinta y cinco por ciento… ya veremos.
Bien, pues por mí que no quede. Hoy va a ser día de montaña. Tenemos todos muchas ganas de conocer el, para nosotros, desconocido parque natural de Urbasa-Andia, al oeste de Navarra.
Pero antes, vamos a hacer una pequeña parada a la salida de Estella, pasando, en primer lugar, por lo que es un barrio de la ciudad (si no me equivoco), el Barrio de Ayegui.
A los pies de Montejurra, el Monasterio benito de Iratxe.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
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Monasterio que durante los siglos XVII y XVIII fue Universidad, que tras la desamortización de Mendizabal pasó al cuidado de los escolapios y en el que ahora ya no hay nadie. Sus largos y blancos pasillos ofrecen un panorama algo desolado ...
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Bueno, aunque está Carmelo, el amable conserje que cuida desde hace décadas del cenobio y te da las explicaciones necesarias, mientras se queja de que es muy grande y nadie se atreve con su restauración y mucho menos con retomar algún viejo proyecto de convertirlo en parador nacional. “No hay dinero para nada” se queja y, con lo que recaudan por las visitas tampoco les va a dar para mucho, ya que la visita al Monasterio es gratuita.
Y es que la hospitalidad del centro viene de muy lejos…
A primera mitad del siglo IX se construyó el hospital de peregrinos del monasterio “para que cualquier peregrino o huésped encuentre ayuda en la limosnería”
Luego llega San Veremundo, que fue abad del monasterio. Nacido en el año 1020, entró como novicio y, contraviniendo las normas del centro daba cuanta comida podía a los hambrientos peregrinos que por allí pasaban. Una ruina, vamos.
Hoy, el monasterio es un conjunto de edificaciones medievales, renacentistas y barrocas, pudiéndose visitar la Iglesia, con San Veremundo, patrón del Camino de Santiago por tierras navarras, lleno de estampitas:
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... y dos claustros, el nuevo y el plateresco.
La visita ha terminado pronto y la completamos yendo a visitar la curiosa “fuente del vino”. El vino como símbolo de la hospitalidad. Al viajero, antaño, se le ofrecía pan y queso, por ejemplo, y vino. La costumbre continúa. Invitan las Bodegas Iratxe.
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Muchos peregrinos dan buena cuenta de la fuente, yo sin intención de beber vino, pruebo a ver cómo es. Sale un hilito, la verdad. Cuando lo comento en voz alta, alguien me dice que no es lo normal, que suele salir un buen chorro de vino para el que lo quiera probar.
No hay mucho más que hacer por aquí, así es que abandonando el proyecto de comer en el restaurante Iratxe, de tan buena fama (será en otra ocasión) partimos ya hacia la Sierra de Urbasa-Andia.
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Es un extenso espacio protegido del que ya disfrutamos de una de sus rutas más famosas: la del nacedero del Urederra. También el monasterio de Irantzu está enclavado en el parque.
Hoy, seguimos más hacia arriba. De momento al camping, que incluye un restaurante en el que reservamos ya para comer y en el que, para empezar nos metemos en el cuerpo un café palmero, bien caliente.
Nuestras hijas y la de nuestros amigos, mientras tanto, entablan amistad con tres simpáticos burritos que están en las inmediaciones del camping.
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Sigue haciendo frío pero no llueve. Hay que ponerse en marcha.
Hay tres rutas señalizadas: la de los montañeros, la de los pastores y la de las fuentes. Tenemos indicado en unos folletos el grado de dificultad y su duración.
Nos animamos a hacer una más complicada por la mañana (la de los montañeros) y otra más fácil para la tarde (la de las fuentes). Ambas tienen duración aproximada de hora y media. Teóricamente era fácil.
Nos ponemos a ello tomando como punto de partida el centro de información. Es una ruta que conduce hacia el bosque de las hayas.
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La dificultad media radica en que es una cuesta constante. Todos, incluidas las niñas (menos mi hija mayor que es un poco “quejica”) somos bastante andarines y enseguida nos entusiasmamos al ver el paisaje que se presenta ante nuestros ojos.
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Se recorren varias zonas, algunas pastoriles, pudiendo observarse también vestigios del trabajo de los carboneros. Pero lo más espectacular, sin duda, es el “hayedo encantado”, pues así llaman al hayedo de la cara norte de Urbasa. Uno de los más húmedos de la Sierra.
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Yo iba pensando en ese treinta y cinco por ciento de posibilidades de lluvia (soy un poco “ceniza”, lo sé) y en lo qué sería de nosotros si un aguacero nos cogía, caminando en pleno bosque, completamente solos y con las tres niñas. Pero cuando comienzo a decir “Y si empieza a llover ¿qué se supone que vamos a hacer?”, los demás no me hacen ni caso (hacen bien).
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Seguimos adentrándonos en ese hayedo mágico, en el que los bloques de rocas calizas, algunas de gran altura, adquieren formas de animales y plantas, de ahí lo de “mágico”. No debemos ser muy imaginativos porque, a excepción de nuestra hija pequeña, que ve de todo (“Mirad… ahí una tortuga grande y otra pequeña… ahí, un camaleón…”) los demás lo encontramos todo muy bonito, sin más.
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Conforme vamos llegando a la cumbre, las fuerzas se agotan. Casi estamos dispuestos a abandonar, cuando resulta que ya hemos llegado.
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De recompensa, esta bonita vista panorámica del Valle de la Barranca, la Sierra de Aralar y el macizo de Aizgorri. La población del fondo es Alsasua.
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La bajada es mucho más llevadera y nos espera una estupenda comida en el restaurante del camping de Urbasa. Será que llegamos hambrientos o necesitábamos reponer fuerzas, pero nos supo todo a gloria.
Tras una larguísima sobremesa en la que nuestras hijas estrechan sus lazos de amistad con los burritos del camping (que ya son “Peludo” “Tímido” y “Gordito”) decidimos que, como ya hemos descansado bastante, hacemos otra ruta: La de las Fuentes, que parece fácil.
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Pero no, no pudo ser. Hicimos más o menos la mitad. La verdad es que la información de los folletos tampoco era muy real, porque nosotros pensábamos que iba a ser un paseo como de una hora en terreno plano y al principio bien, pero a la hora y media o así, íbamos agotados y las niñas no se divertían, en absoluto. Así es que decidimos ser prudentes y volver por la carretera hasta el Área de interpretación, desde la que partía esta ruta, no tan sencilla como nos parecía y dejar la otra mitad del itinerario para mejor ocasión.
Alguna foto tenemos del tramo que llegamos a hacer, en el que, efectivamente, se veían unas cuantas fuentes.
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Hemos tenido una “sobredosis” de verde, en el día de hoy. Esta etapa lo refleja ¿no? , pues lo dejamos aquí.
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Únicamente puedo decir que para mí, la Sierra de Urbasa-Andia, que venimos conociendo estos días, ha sido una auténtica sorpresa y creo que a cualquiera que le guste la naturaleza y el senderismo, le entusiasmará tanto como a nosotros.