Amanecía un día que estábamos esperando que llegase desde meses atrás,la visita a Mauthausen, el llamado "campo de concentración de los españoles". Sabíamos que no iba a ser un día fácil, pero teníamos mucho interés por lo que nos íbamos a encontrar.
Recorrimos los 150 kilómetros que separan Salzburgo de Mauthasen y tras sacar la entrada correspondiente, nos preparamos para empaparnos de la historia y la barbarie nazi.
No voy a entrar en detalles de la visita en cuanto a temas políticos, pero es verdad que nada más entrar la atmósfera ya te absorbe. Son sentimientos muy desagradables los que se sienten cuando visitas los barracones y vas enterándote de lo que pasaba en ellos, o cuando bajas a las cámaras de gas, o cuando ves donde tiraban los cuerpos de los judíos. Son momentos que te hacen preguntarte como es posible que el ser humano llegue a hacer esas cosas con sus semejantes.
Aparte de todo lo anterior, en el campo de concentración se pueden visitar muchísimas de las estancias que existían en la época nazi y no se ha escatimado en contar todo lo que allí pasaba con pelos y señales, todo tratado desde el más absoluto respeto a las víctimas, fuesen de la condición que fuese. Impresiona, y mucho, el silencio con el que los visitantes (que no eran pocos) van pasando por las distintas dependencias. También vimos bastante gente llorar por las cosas que allí se sienten. Es difícil de explicar, hay que estar allí para vivirlo.
Tras visitar la cantera (con su famosa Escalera de la Muerte) y el muro de los paracaidistas (el por qué del nombre refleja el sadismo de los asesinos) y ver los diferentes monumentos que muchos países del mundo han levantado en memoria de los asesinados, dimos por concluida nuestra visita (unas 3 horas aproximadamente) y volvimos al coche muy impactados.Nos encantó, pero no se la recomendaríamos a quien sea muy sensible, realmente es muy dura.
Tras comer en un McDonalds de carretera (en Austria no hay los típicos bares de carreteras tan españoles, si no que cada pocos kilómetros te encuentras restaurantes de Fast-Food), nos dirigimos a Hellbrunn, el palacio del agua que nos había quedado por ver el primer día.
Lo primero que te avisan es que guardes las cámaras de fotos si no son acuáticas. No vamos a revelar las sorpresas de la visita a los jardines del castillo, solo la recomendamos porque las "mojaduras" son muy agradables y pasas un muy buen rato , sobre todo si hace un día de tanto calor como el de ese 21 de Agosto. Además, es bastante curioso ver la cantidad de cosas que se podían hacer con el agua hace ya varios siglos.
Posteriormente a la visita guiada por los jardines y sus juegos, visitamos el interior del palacio,aunque este realmente apenas tiene algo relevante que ver (no es necesario emplear mucho tiempo en ello).
Tras una buena ducha en el apartamento, nos volvimos a meter en el centro de Salzburgo a aprovechar nuestro segundo día de uso de la tarjeta. Por suerte, al ser un día laborable, ya no había los agobios del primer día en la ciudad, lo que te permitía disfrutar mucho más de ella. Paseamos de nuevo por la Getreidegasse, paramos en algunas tiendas y visitamos la casa donde nació Wolfang A. Mozart.
Sobre las 20:00 nos fuimos a cenar al conocido Augustiner Braü, el antiguo convento de los Augustinos. Para quien le guste la cerveza, es una visita obligada en Salzburgo!. Se trata de un lugar donde fabrican sus propia cerveza, la cual se sirve en jarras que pagas con anterioridad (eliges la jarra, la pagas y luego te la llenan). La cerveza es excelente (yo me bebí unas tres jarras y aun me quedé con ganas). Además, existen multitud de puestos de diferentes comidas con las que se puede acompañar la cerveza (nosotros comimos una especie de trucha ensartada en un palo, ensalada alemana, salchichas...).
Además, el sitio es muy especial. El convento tiene unos grandes salones con mesas alargadas y multitud de asientos. Si hace buen tiempo, como era el caso, hay una terraza enorme en la que la gente se sienta a disfrutar de las cervezas. El ambiente es excelente y al sentarte en las mismas mesas con otras personas hace que al final conozcas gente (nosotros estuvimos hablando un buen rato con un matrimonio serbio y su hijo, que iban de paso desde España).
En resumen, si te gusta la cerveza y el buen ambiente, es absolutamente imprescindible la visita al Augustiner Braü (Augustinergasse 4). Cuando llegas parece que está todo desierto, pero una vez que entras es absolutamente increíble.
Volvimos al apartamento dando un buen paseo bordeando el río Salzach y disfrutando de lo bonita que se veía la ciudad de noche.