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De nuevo cogíamos el coche por la mañana temprano. Esta vez tocaba ir al sur, a la ciudad de Werfen. Primera parada la cueva glaciar de Eisriesenwelt.
Al sacar las pertinentes entradas ya te avisan de que aunque haga buen tiempo (que lo hacía) lleves ropa de abrigo, ya que dentro de la cueva, la temperatura está bajo cero. Y nada más salir de la taquilla, el primer trozo de subida de la mañana. La verdad es que no es una subida muy exigente, y se hace llevadera sobre todo por las vistas que te van quedando a mano izquierda del pueblo de Werfen y el castillo. Hay momentos en los que el precipicio es impactante, lo que te hace ir bastante pegado a la parte derecha del camino (nada peligroso, no os equivoquéis). Tras coger el telecabina y ascender el último tramo, ya estábamos en la entrada de la cueva.
En ese momento, abrigos puestos, gorros, guantes y para adentro con nuestro candil encendido!. Lo primero que te impresiona es el viento que sale por la puerta que apagó todas las lámparas de los que íbamos (unas 25 personas), aunque no hay problema, porque te las van encendiendo luego. La visita dentro de las cuevas dura en torno a una hora (sólo se recorre el primer kilómetro de los 42 que tiene) y es impresionante, con una gran cantidad de formaciones heladas que se asemejan a figuras. Para hacer esta visita, hay que tener en cuenta que se requiere una relativa buena forma física, ya que se llegan a subir unos 1400 escalones, aunque realmente a nosotros se nos hizo corta, ya que nos gustó mucho.
Sobre las 11:45, emprendíamos la bajada del camino para ir al castillo de Werfen, Hohewerfen, y en torno a 3/4 de hora después ya estábamos en la entrada del funicular que subía al mismo. Una vez en el patio del mismo, y tras intentar andar con unos zancos (sin éxito), nos apuntamos a la visita guiada.
El castillo se construyó en el Siglo XI aunque luego fue reconstruido debido, entre otras cosas, a un gran incendio. Con la visita guiada nos dieron una audio guía que iba explicando la historia de cada una de las estancias y la verdad es que nos resultó bastante interesante. Cabe destacar la subida a la torre de la campaña donde además del indescriptible sonido de la misma, hay unas vistas del pueblo de Werfen alucinantes.
Al finalizar la visita guiada y gracias a lo que leímos en estos foros, nos fuimos a comer a la cantina del castillo. Nos extrañó que no había nadie comiendo, pero aun así entramos (eran en torno a las 14:00). No nos equivocamos. La comida estaba excelente (una parrillada de carne, un plato de pasta y un postre por persona) y no fue nada caro. Un sitio muy recomendable para comer y parece que no muy conocido por la gente.
Directamente de allí nos fuimos a la exhibición de cetrería. Tuvimos que esperar un rato bajo un sol de justicia (buscando las sombras) para ver salir a las primeras aves, pero valió la pena. Es increíble como manejan a aves rapaces los cuidadores y además, tuvimos suerte con las fotos, pudiendo coger algunas de las instantáneas que ponemos a continuación. El ver la sensación de libertad de las aves sobrevolando todo el valle que hay tras el castillo con las montañas al fondo desde luego es algo que vale la pena.
Dejamos para el final uno de los puntos fuertes de nuestro viaje, la visita a Hallstatt, según la UNESCO, el pueblo más bonito del mundo a orillas de un lago. Llegamos por la parte sur del mismo con el coche y desde el mismo momento en que se empieza a ver la torre de la iglesia nos quedamos asombrados. Aparcamos en un parking público y nos fuimos a pasear.
El pueblo es una preciosidad, no hay duda, a lo cual también ayuda mucho el ambiente de tranquilidad y de bienestar que se siente allí. No hay una voz más alta que otra y las calles tienen algunos recovecos que solo se pueden apreciar en persona (las fotos no hacen justicia). Tras avanzar por la orilla del HallstätterSee, llegamos a la Markplatz, donde saboreamos un helado italiano sentados en un banco. Recorrimos las iglesia católica y protestante, haciendo numerosas fotos y Visitamos el osario Hallstätter Beinhaus, con los famosos cráneos adornados (un poco tétrico, pero muy interesante). Tras llegar al final de pueblo, dimos la vuelta y volvimos por nuestros pasos, parándonos en algunas tiendas a comprar alguna cosa típica. Nos quedamos con ganas de visitar tanto las minas de sal como la cascada Waldbachstrub, así como de quedarnos a dormir alguna noche en alguno de los hoteles con vistas al lago, pero no había tiempo para más, así que volvimos al parking para tomar el camino de vuelta a Salzburgo.
Como ese día estábamos algo cansados, decidimos no ir a cenar al centro de la ciudad, por lo que tras una ducha nos bajamos al centro comercial que había al lado del apartamento y encontramos una terraza bastante grande con música en directo que ofrecían un buffet de carne y ensaladas por apenas 10€ (incluía cerveza).Al parecer, por lo que pudimos entender, ese tipo de cena solo se hacía un día a la semana. Por si alguien está interesado en ir, el sitio se llama ROSSBRÄU HERRNAU y la verdad es que pasamos una velada bastante agradable a un precio excelente.
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Austria en familia, montañas y lagos (Salzburgerland y Dachstein)
