Salimos temprano por la mañana y vamos a la estación de autobuses para comprar los billetes para ir a Castro Urdiales con ALSA (6,40€). La salida es a las 8 de la mañana y llegas a las 9. La estación de autobuses de Castro Urdiales está bastante alejada del centro, a unos 20-30 minutos caminando. Para llegar al centro es sencillo, sólo tienes que seguir por la calle Leonardo Rucabado. En esa misma calle encontraremos el castillo y la torre Ocharán. La ciudad tiene clara influencia vasca en su arquitectura ya que la burguesía bilbaína construía allí sus segundas residencias. Un buen ejemplo de ello, ya lejos del casco histórico, es el conjunto Ocharán. Consta de un palacete llamado Toki-Eder (“lugar hermoso”) construido en 1901 imitando las villas italianas y un castillo neogótico de 1914 con un amplio parque.
Bajando hacia el casco antiguo encontramos la estutua a Ataúlfo Argenta y en seguida estamos en el Paseo Marítimo, desde el que tenemos una preciosa vista de la iglesia y el castillo.
Caminando unos pasos hasta llegar al otro lado y nos encontramos primero con la plaza del Ayuntamiento. La Plaza del Ayuntamiento es conjunto de aire medieval lleno de portales y restaurantes. Allí encontramos la Casa consistorial, edificio de piedra del siglo XVII sustentado con tres arcos, con tres plantas y una torre almenada. También vemos la Casa de los Chelines, de claras influencias modernistas.

A pocos metros está el llamado puente romano y a su lado la ermita de santa Ana. Subiendo por el puente llegamos al castillo. El conjunto monumental de Castro Urdiales se conoce con el nombre de Puebla Vieja y tiene origen medieval. El edificio más importante, situado en lo alto de un promontorio rocoso, es la Iglesia de santa María de la Asunción, de estilo gótico. Se empezó a construir en el siglo XIII y se terminó en el XV. Tiene tres naves. En su interior se pueden ver las imágenes de la Virgen Blanca y el Cristo Yacente y tres tallas góticas de los Reyes Magos. Tiene aspecto de fortaleza y es uno de los edificios góticos más importantes de Cantabria. En la capilla del Santísimo, mandada construir por la familia Carasa, encontramos el retablo del Cristo de la Agonía, lienzo que cuenta la leyenda que apareció flotando en el mar después de un violento temporal. En realidad el cuadro se atribuye a Francisco de Zurbarán. Muestra a un Cristo que flota sobre un fondo oscuro y que tiene cara de sufrimiento. No pudimos ver nada de eso porque el día antes habían hecho una pasión viviente que al parecer tiene mucha fama y lo estaban desmontando todo. Era imposible acercarse siquiera a la puerta de la iglesia (por desgracia). Sí se pueden ver las ruinas de la iglesia de San Pedro, los únicos restos románicos de la ciudad.
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En la plaza, enfrente de la iglesia, encontramos un miliario romano (una columna cilíndrica que se colocaba en las calzadas romanas) que marca por donde pasaba el camino que llevaba a Herrera de Pisuerga, en Palencia. El original está en el museo del castillo y lo que ahora vemos en la calle es una copia, junto a una estatua que representa a Vespasiano. Junto al templo está el Castillo de Santa Ana, también de los siglos XII-XIII. A él se une la ermita de santa Ana con el puente que ya comenté. El castillo tiene planta pentagonal con torreones cilíndricos en las esquinas de 15 metros de altura que protegen el recinto. En su interior encontramos un salón de 17 x 7 metros con bóveda de cañón. El castillo estuvo protegido con una muralla de entre 6 y 7 metros de altura de la que se conserva un pequeño trozo aunque muy deteriorado. No se sabe a ciencia cierta quién lo fundó y no se descarta que hubiera una estructura defensiva anterior. En 1853 se construyó un faro. Según la gente de la oficina de turismo abría a las 11 pero no lo hizo.
Sí que estaba abierta la ermita de santa Ana y pudimos ver (gratis) los restos arqueológicos por el suelo de cristal. También por recomendación de la chica de la oficina de turismo caminamos unos pasos para ver el Pedregal, una curiosa piscina que se creó de manera natural.
Ya de camino hacia la estación nos desviamos un momento para hacer una rápida (y gratis) visita al yacimiento arqueológico de Julióbriga. Se pueden ver restos de tres casas de época romana así como alguna calle.
Un gran problema tuvimos cuando volvimos a la estación. Después de haber caminado los 30 minutos que dije que había hasta llegar nos encontramos con la desagradable sorpresa de que no había plazas para el autobús de las 12 por lo que tuvimos que decantarnos por comprar para las 13.15 horas (2,15E€). Aprovechamos el tiempo que perdíamos para acercarnos a un supermercado (hay dos pegaditos a la estación) y comprar algo para comer. Pero los problemas no se acababan ahí porque, a pesar de que un conductor de la compañía ALSA nos aseguró que el bus pasaba por allí, en realidad no pasó. Sí que es cierto que los billetes dicen que el bus para en otra calle (sí, en medio de la calle) pero allí no hay nadie a quien preguntar y ese trabajador nos dijo que la parada era sí o sí en la estación. Si a alguien le pasa lo mismo, que no le haga caso a nadie. Nosotros nos quedamos en la estación y así nos fue. Perdimos el bus y tuvimos que coger un taxi a Laredo (37€).
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En Laredo hicimos una visita rápida. Dimos un paseo por la Puebla Vieja (casco antiguo), con la mala suerte de que la iglesia estaba cerrada. La Iglesia de santa María de la Asunción es el edificio más importante, de origen medieval y en lo alto de la Puebla Vieja. Es una de las construcciones góticas más importantes de España, del siglo XIII aunque con añadidos posteriores. Se construyó sobre los cimientos de una iglesia anterior dedicada a la Virgen de Belén. En su interior destaca un retablo policromado llamado de Belén que se hizo en Flandes en el siglo XV. Tengo que decir que la fachada (lo único que pudimos ver) es mucho más bonita al natural que en foto. Luego seguimos las indicaciones y subimos a la Atalaya. Allí arriba están los edificios que formaban parte del Fuerte del Rastrillar, que guardaba la bahía frente a posibles ataques de barcos enemigos, junto con el Fuerte de San Carlos en Santoña y el emplazamiento estratégico situado en El Puntal de la playa Salvé de Laredo. Estuvo en servicio hasta principios del siglo XX y sus primeras edificaciones datan del siglo XVI.
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Alberga un conjunto de restos arquitectónicos de uso militar (baterías, pabellones, trincheras, polvorines), del cual se conservan murallas y edificios. No obstante, lo que más llama la atención son las bellísimas vistas de la playa de la Salvé, con sus dunas y Santoña al otro lado.
Para llegar al Puntal (punta que pone el punto y final a los 5 kilómetros de la playa de la Salvé) cogimos un taxi (7,45€). Allí cogimos una de las barcas que hacen diariamente el trayecto entre Laredo y Santoña por apenas 2 euros. En 10 minutos estás en Santoña y puedes aprovechar el trayecto para comprar anchoas o bonito.
Lo primero que ves en el paseo marítimo de Santoña nada más llegar es el monumento a Juan de la Cosa, navegante español nacido en la ciudad que tomó parte en los viajes de Colón y que organizó una expedición a Guayana y Venezuela. Diseñó el primer mapa del mundo que mostraba los territorios descubiertos en América durante el siglo XV. Está compuesto por dos grandes columnas que simbolizan las columnas de Hércules y donde se pueden ver los emblemas de los Reyes Católicos. Encima se alza la carabela Santa María, ya que Juan de la Cosa fue el armador.
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Otro de los monumentos importantes de la ciudad es el que se mandó erigir en memoria de Luis Carrero Blanco, presidente del Gobierno español en el franquismo asesinado por un atentado en 1973 que nació en Santoña. Es un monolito de piedra con un ángel de bronce en la parte frontal que mira al mar. El monumento es obra de Juan de Ávalos, autor del mausoleo de los amantes de Teruel o de las esculturas del Valle de los Caídos, entre otras. Ambos monumentos están a poca distancia el uno del otro.
Muy cerca del monumento a Carrero Blanco encontramos el Fuerte de san Martín. La situación de Santoña se ha considerado desde siempre privilegiada como posición estratégica para impedir el acceso a la bahía. Después de la declaración de guerra de Francia a España en 1639 se vio la necesidad de construir fuertes defensivos para impedir los saqueos. Primero se construyeron el de San Carlos y el de San Martín y cuando en 1719 las tropas francesas se hicieron con la ciudad Napoleón mandó hacer el que lleva su nombre.
Sin embargo, si hay algo que me llamó la atención de la ciudad fue la iglesia. La Iglesia de Santa María del Puerto data de la primera mitad del siglo XIII y fue uno de los primeros monasterios de Cantabria. Cuenta la leyenda que fue fundada por el apóstol Santiago cuando estuvo en España. En el siglo VIII los benedictinos fundaron aquí un monasterio, que desde el siglo XI dependió del gran monasterio de Nájera por decisión real, permaneciendo así hasta la Desamortización de Mendizábal (1835). Conserva tres naves de la construcción del siglo XIII, con bóvedas de crucero, una gran pila bautismal románica, capiteles con muchos detalles y el retablo de san Bartolomé, importante pieza de arte flamenco. Vale mucho la pena entrar porque es preciosa. Desde la iglesia se puede subir al monte Buciero, de 367 metros de altura.
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Continuamos bajando hasta llegar al Palacio del Marqués de Manzanedo (actual ayuntamiento) y la estación de autobuses (muy cercana). Siguiendo la calle a la izquierda, después de haber pasado una zona deportiva extensa, podemos llegar fácilmente a las marismas. Mención especial en la ciudad merece el Parque Natural de las Marismas de Santoña, Victoria y Joyel, espacio protegido de más de 6.600 hectáreas. Abunda la fauna marina y es utilizado por las aves migratorias del norte y el centro del continente en su desplazamiento a tierras más cálidas. Es el conjunto de zona húmeda más importante para las aves acuáticas del norte de la Península Ibérica. Destacan las garzas, los gansos, los patos, las espátulas, la gaviota sombría, el charrín, el zampullín cuellinegro, la gaviota reidora, el zarapito trinador, el zarapito real, el correlimos gordo, la aguja colinegra, el archibebe común, el chorlito gris o los cormoranes, que pueden verse desde los puntos habilitados para los visitantes. Es fácil pasear por allí y resulta muy agradable.
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Muy cerca encontramos un enorme polígono donde se concentran las fábricas conserveras. En el apartado gastronómico se debe destacar la anchoa, una de las más destacadas de España. La tradición conservera de la ciudad se remonta a los últimos años del siglo XIX, con la llegada de industriales y salazoneros italianos que acabaron afincándose en Santoña. A finales del siglo XIX y principios del siglo XX las anchoas se vendían en salazón a Italia y allí se procedía a limpiarlas y ponerles aceite. Pero con la afectación del transporte marítimo en la Primera Guerra Mundial un salazonero siciliano optó por preparar los filetes de anchoa en su totalidad en la misma fábrica. La idea cuajó muy pronto y otros empezaron a hacer lo mismo para luego exportar a Europa y Estados Unidos. No fue hasta los años 50 que el consumo de filete de anchoa en aceite se extendió por España. Nosotros entramos en Emilia y compramos algunas cosas.
Después regresamos al centro. El centro geográfico de Santoña y también punto de encuentro social está en la Plaza de san Antonio, llena de comercios, bancos y cafés. Empezó a configurarse a partir de 1880. Como en casi todos los pueblos españoles existía la costumbre de bailar al aire libre en las plazas durante las fiestas. En 1915 se proyectó un kiosco octogonal con balconaje de hierro y dos tejadillos a modo de pagoda que se terminó en 1928. Otro de los monumentos importantes de la ciudad es el Palacio de Chiloeches (o Casa de Maeda), mandado construir por el marqués de Chiloeches a principios del siglo XVIII (foto derecha). A mediados del siglo XIX fue la sede del Hospital Militar y en la Guerra Civil española se habilitó como cárcel. Tiene tres pisos y balcones de hierro y la fachada está adornada con grandes escudos barrocos. Está en ruinas.
Cogimos el bus a Santander a las 19:30 horas (4,25€) y llegamos a las 20:30horas. Para cenar volvimos a Casa Lita a degustar sus riquísimos pinchos.