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Saint Denis, la capital de Isla Reunión
A mí me ha resultado una ciudad de lo más anodina. No es que me parezca desagradable, pero no la calificaría de animada, ni acogedora, ni bella desde el punto urbano o paisajístico.
La Rue de París colecciona las mejores muestras de casonas criollas. En suaves tonos pastel: vainilla, celeste, eran las antiguas haciendas de los colonos franceses. Los frisos de madera son su elemento más característico, a modo de una cenefa de encaje en la fachada. Parece ser que ésta es la calle que dio origen a la ciudad.
El frente marítimo acoge el paseo de Le Barachois, centro lúdico de la capital. Durante el día, los ciclistas y los corredores ponen sus cuerpos a punto, para lucirlos de noche en los ambientados bares y restaurantes.
La costa oeste de Isla Reunión
La Route des Tamarins une las principales poblaciones del litoral oeste: Saint Denis, Saint Paul y Saint Pierre. Los resorts vacacionales proliferan al borde del mar, alcanzando su máxima expresión en Saint Guilles, la localidad playera por excelencia.
A las afueras de Saint Gilles, la playa de Boucan Canot concentra el glamour de Reunión. Terrazas caras, gente pija, casas de lujo. La viva imagen de una vida acomodada.
En L’Ermitage-Les-Bains, la luz solar consigue llegar hasta el fondo del mar, dotando a sus aguas de una transparencia sublime. El Océano bate con fuerza más allá del arrecife coralino, pero, protegida por éste, se forma una laguna cálida, remansada y cristalina. Y nada mejor que alquilar un equipo de snorkel para visitar a los individuos que habitan en sus fondos coralinos. Nos pasamos un buen rato a remojo, entre peces de colores, esponjas marinas, erizos, y corales. En la mayoría de playas de Isla Reunión está prohibido el baño por riesgo de ataques de tiburones, pero esta playa es una de las excepciones.
Más al sur, la playa de Grande Anse, extiende su arena blanca sobre el Océano Índico. Sólo se permite el baño en un pequeño recodo a modo de piscina. Los tiburones pueden estar atentos a cualquier despiste.
Riviere de Langevin
La estrecha carretera de acceso a la Riviere de Langevin parte de las inmediaciones de la localidad de Saint Joseph, al sur de la isla. Sus cerradas curvas ascendentes ponen a prueba los latidos de nuestro corazón, especialmente al cruzarnos coches de frente y ver a nuestra derecha las acequias de un metro de altura al filo de la carretera. La culminación te la sirven de postre, casi al final de la carretera, con el refrescante espectáculo de las cascadas de Grand Galet.
No le falta atractivo al recorrido por el interior de la Rivière de Langevin. Pero la impresión quedaría incompleta si no la acompañamos de una panorámica desde lo alto. Ello es posible tomando la carretera que asciende desde Saint Joseph a Gran Coude. Lo mejor es que, tras traspasar campos de caña de azúcar, el terreno se estrecha tanto que finaliza convertido en una estrecha lengua. A ambos lados, dos barrancos parecen hundidos en las profundidades. Se trata de la Rivière de Langevin y de la Rivière des Remparts, a cuál más frondoso.
La costa sur de Isla Reunión
Cap Mêchant
Resulta una delicia pasear por el sendero costero de Cap Mêchant al atardecer, entre apuestos árboles de vacoa. Y contemplar la puesta de sol sobre el Océano Índico desde los acantilados de oscuro basalto, tapizados de mullida hierba, en un decorado negro, verde y azul.
Pointe de la Table
A escasa distancia de Cap Mêchant se ubica Pointe de la Table. Un sendero recorre la costa de lava. Como la pista de acceso a Point de la Table estaba en tan pésimas condiciones, nos acercamos caminando entre frondosa vegetación. ¡Y pensar que en 1986 era un campo de lava donde ahora crecen helechos y árboles!.
Pointe du Tremblet
Otro pequeño cabo de la costa sur es Pointe du Tremblet, que acoge al Vieux Port. Caminar sobre la costa de lava observando el romper de las olas resulta de lo más agradable. Pero lo mejor se esconde resguardado por una pared recubierta de vegetación. La arena de la playa adquiere una tonalidad verdosa gracias a los cristales de olivina vomitados por los volcanes, y que tanto nos recuerda a la Green Sand Beach de Hawaii. Conforma un lugar peculiar, entre rocas rojas y negras de lava.
Le Grand Brülé
Justo en Pointe du Tremblet comienza Le Grand Brülé, gigante superficie ocupada por las sucesivas coladas de lava. Cada una de ellas está señalizada en la carretera……….la de 2007, la de 2002……… Es posible penetrar en el interior de tubos volcánicos acompañados de guías.
Sobre estas laderas se reescriben cada año páginas de la historia geológica de la isla.
La costa este de Isla Reunión
A Anse des Cascades llegamos a mediodía. No sólo resulta refrescante por la abundante sombra sino también por las cascadas que acompañan a la vegetación del acantilado. En época de lluvias debe de ser más bonito, ya que, incluso llegan a caer cascadas sobre el mar, como delatan las huellas sobre la roca.
El valle de las cascadas. Así es Takamaka. Pero no es un valle cualquiera, sino al estilo reunionés. La escenografía resulta de lo más abrupta y espectacular. Es un manojo de montañas, como ya hemos visto en otros lugares de la isla, forradas de un verde salvaje. Pero además, en este caso el espectáculo se presenta aderezado con multitud de cascadas descolgándose como guirnaldas, entre el verdor de la vegetación.
El norte de la Isla Reunión
La vainilla Bourbon
La vainilla se cultiva en la isla desde el siglo XIX, cuando los franceses llevaron las primeras plantas desde Méjico. El clima de Isla Reunión era perfecto para este cultivo tropical, y los franceses debieron de pensar que todo iría sobre ruedas. Sólo que no contaron con que el tipo de abejas encargadas de polinizar sus flores no habitaba en La Reunión. Visitando una plantación de vainilla conocimos cómo se polinizan las flores de forma manual para que fructifiquen. La experiencia es muy olorosa.
Mercado de Saint Paul
Es el mercado más renombrado de la isla. Así que, allí nos dirigimos un sábado a última hora de la mañana, esperando sorprendernos con su variedad de productos tropicales, y pasar un buen rato entre coloridos puestos. La sorpresa no ocurrió. Me pareció un mercado de lo más insípido. Ni tan amplio como me había imaginado, ni con tanta variedad o peculiaridades de productos como me habían contado.
Acceder a los Circos volcánicos
Cilaos:
Cilaos es accesible por carretera desde la localidad costera de Saint Louis. La pequeña ciudad de montaña desprende un ambiente vacacional. Asentada en una pequeña llanura de la caldera volcánica enmarcada por altas montañas, está repleta de bares, restaurantes, tiendas de artesanía o productos típicos. No faltan actividades de todo tipo, para ocupar el tiempo de ocio, de forma más activa o más pasiva.
En el escarpado terreno de este circo volcánico no sólo se asienta la población de Cilaos. Ilet à Cordes posee historia propia. Los esclavos fugitivos se ganaban la libertad a pulso de cuerdas, usándolas para trepar los acantilados y alcanzar este lugar inexpugnable……..su salvación. Ahora no es tan complicado presentarse en la pequeña aldea y experimentar semejante delirio paisajístico, aunque para ello hay que recorrer una estrecha carretera panorámica al borde del abismo.
En Ilet à Cordes perdura su carácter agrícola, que nosotros pillamos disfrazado de un verde penetrante. Son tierras de cultivo de vino y lentejas, las cuales constituyen parte esencial de la gastronomía criolla. El cari es el plato típico de La Reunión, constituido por carne, arroz, lentejas y vegetales. Como todo en la isla, también su cocina reúne diversidad, mezcla de continentes.
Salazie:
Salazie es el circo volcánico más oriental de Isla Reunión, tan frondoso y lluvioso, que nadie diría que en sus tiempos fue una caldera volcánica. Todo un espectáculo de colinas verdes, vegetación tropical y agua, se despliega a ambos lados de la carretera, salpicada por puestos de venta de fruta.
Inmerso en el paisaje montañoso, teniendo como vigía el Piton des Neiges, Hell-Bourg es un pueblo de elegantes mansiones criollas reconvertido al turismo. No faltan alojamientos, restaurantes o tiendas de recuerdos.
Entre el exuberante verdor vegetal destacan los colores de las restauradas casas criollas, adornadas con las cenefas colgantes. Incluso alguna de esas mansiones es visitable, como la Maison Folio.
Una de las mansiones criollas de Hell-Bourg
Mafate:
En Mafate, la vida es diferente. Este territorio es el más intrincado y aislado de la isla, sólo accesible a pie o en helicóptero. Recorrer sus senderos es una experiencia tan asombrosa que nadie te puede describir.
Miradores hacia los Circos volcánicos
El paredón rocoso de Le Maïdo se eleva a más de 2000 m de altura, perpendicular sobre el circo de Mafate. Ni que decir tiene que las vistas son prodigiosas. Todo el mundo aconseja acudir a este mirador por la mañana, cuando el cielo suele estar más despejado, y las vistas son más limpias. Pero, resulta que por la mañana está el sol de frente.
Le Maïdo actúa de escudo de las nubes. La nubosidad que se forma durante el día en las cumbres de la isla choca contra este paredón, y ahí condensa la humedad. Las nubes no encuentran camino para superarlo, y no consiguen pasar a la costa oeste, casi siempre soleada.
Yo me empeñé en subir a Le Maïdo al atardecer. Y allí estaba Mafate, que por momentos se dejaba ver y por momentos desaparecía, engullido por las nubes. Porque, así es Mafate………..misterioso y especial. Realmente sobrecogedor.
Haciendo honor a su nombre, La Fenêtre es un auténtico ventanal con vistas, colgado sobre el borde de un acantilado. Enfrente, el espectáculo está servido. Consiste en un baile de nubes que, de vez en cuando, nos permiten apreciar el magnífico panorama. Es un mirador hacia el Circo de Cilaos. Los pueblos se han asentado en el escaso espacio plano. El resto, es un relieve de abrupta belleza. Grietas, barrancos, surcos, montañas, componen un majestuoso paisaje que asciende hasta el Pitón des Neiges.
Debemos conducir por la Route Forestiere del Forêt de Bélouve, para alcanzar el Gite de Bélouve, accesible en coche. Allí accedemos al mirador de Bèlouve hacia el Circo de Salazie, situado justo al lado del refugio.
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