Hoy es lunes, día tranquilo, sin aglomeraciones en ningún sitio y con los museos cerrados, así que es el día ideal para visitar el Parque Natural del Desierto de las Palmas y andar y pasear y disfrutar de mi cochecito.


Por la mañana desayunamos juntas mientras vemos las montañas y su capa de bruma y Montse me dice que no me acompaña, que ella ya conoce el parque y que tiene mucho que escribir, así que volveré a estar sola de nuevo.
Me subo a mi descapotable y nos vamos los dos solitos por esos mundos de Dios, a ver el Desierto de las Palmas. Voy directa al Centro de Interpretación pero llego antes de que abran así que sigo carretera adelante a ver hasta donde me lleva, para hacer tiempo. ¡qué gozada!. Las vistas son impresionantes, en algunos lugares se ve Castellón y el Grao, y hasta el mar.

Voy conduciendo por una carretera de montaña llena de curvas y de sombra mientras el sol intenta penetrar a través de los árboles. Conduzco despacio, saboreando los minutos, disfrutando de la brisa que me acaricia la cara y de los olores que despiertan mi olfato: pinos, jaras, tomillo, etc., mientras mis oídos se deleitan con el canto de los pájaros.

Todo un banquete para los sentidos y todo sin prisas, sin agobios, sin un fin concreto, solo disfrutar. Ahora si que agradezco el descapotable, no hay barreras para la orgía de estímulos sensoriales y puedo ver el paisaje con tranquilidad, saboreando el momento.

Y descubro que el Desierto de las Palmas no es un desierto en el sentido clásico de la palabra, está lleno de plantas de todo tipo, de vida. ¿Por qué se llamará “desierto”?

Por fin vuelvo sobre mis pasos y llego de nuevo al Centro de Interpretación que, ahora sí, está abierto.

Alrededor del centro hay un variado jardín en donde están representadas las especies botánicas propias del parque, incluidos los endemismos, todas ellas con su cartel indicativo, así que me paseo tranquilamente entre ellos y los voy admirando con cuidado, sin prisas, deleitándome con la suave temperatura, los olores, los colores, TODO.

Y ahora entro en el edificio y allí formulo la pregunta que me ronda por la cabeza desde que llegué ¿Por qué se llama desierto si no lo es? Y la respuesta es bien sencilla, porque era un lugar sin habitantes, desierto de gente. Ah, claro, solo había que tomar la otra acepción de la palabra, que sencillo.

Y me cuentan que aquí hubo un monasterio de carmelitas que buscaban un lugar DESIERTO para sus espíritus y que algunos se retiraban a pequeños eremitorios para meditar durante un tiempo y que estos se conservan y pueden visitarse y también se pueden visitar las ruinas del antiguo monasterio y que el nuevo monasterio abre sus puertas previa cita y tiene un museo interesante.
Y me entero de que el parque dispone de varios itinerarios para recorrerlo a pié y, algunos, en coche. Y tienen a disposición pequeños folletos con la información de cada uno y otro más grande con un mapa geológico donde están contemplados todos los caminos y los lugares de interés. Como cuestan dinero opto por este último y así los tengo todos.

Y puedes ir en coche hasta el inicio de los caminos y aparcar allí y luego ir andando hasta el destino, así se ahorra caminata. Y hay en el parque dos castillos diferentes que tienen su propio camino: el Castillo de Miravent

y el Castillo de Montornés

Ambos en ruinas, solo quedan las torres y parte de las murallas pero nada del interior, así que decido no darme la caminata hasta allí y me conformo con verlos desde la distancia. Además, me indican que el Castillo de Miravent está en muy mal estado y han cerrado el acceso para evitar accidentes.
Y, una vez conseguida la información necesaria, me monto de nuevo en mi cochecito y me voy por esos caminos de Dios a recorrer el parque y visitar los lugares que me han llamado la atención. Primero los eremitorios.


No se muy bien que me esperaba, cuevas o algo así, pero me encuentro con pequeñas construcciones de planta rectangular cada una con su entrada en arco y nada más, excepto la decoración de las paredes, algunas con azulejos con temas de la Pasión de Cristo. La zona se encuentra al pié del actual monasterio carmelitano pero este es moderno y no me interesa especialmente.

Luego prosigo hasta las ruinas del antiguo monasterio del que solo quedan en pie los muros exteriores.

Y me acerco a ver una falla que viene anunciada porque no tengo mucho conocimiento de geología y creo que me vendría bien un poco de cultura. Y aquí tenéis la falla, ¿bonita, eh?

No se si os he dicho lo bien que nos llevamos mi coche y yo. Me encanta. No me lleva nunca la contraria, si yo digo para allá, pues él, ¡hale!, allá que me lleva, si le digo que para acá, acá que me trae, no protesta ni remolonea, ni pretende ir a otro sitio, ni se queja del calor. ¡Qué a gusto me siento con él!.
Y ahora prosigo hasta la Font de Perelló, una de las muchas fuentes que hay en el parque y que le dotan de zonas húmedas con una vegetación distinta al resto. En estas zonas hay espacios preparados como merenderos para el uso de los excursionistas, en zonas sombreadas que dan alivio del fuerte sol.

Y por último me acerco hasta la Ermita de les Sants, al parecer muy querida por los lugareños y que se encuentra junto a otra de esas fuentes que jalonan el parque.

Y aquí tenéis a la otra protagonista de este parque: La Palma. Endemismo de esta zona, la única palma oriunda de aquí, no es importada

Bueno y ya termino mi visita. Ahora el calor aprieta y la brisa que corre es aire caliente en realidad. Afortunadamente hay sombre y se hace llevadero y más cuando, por alguna razón que desconozco, esto agudiza los olores y me marcho emborrachada de olores fuertes, dulces, a veces picantes, un placer.
Y por hoy no os cuento más, que esta tarde comeré con mi amiga y dedicaremos la tarde a la playa y a otro de esos masajes que tengo reservados en el spa.