Y llegó el gran día, un poco accidentado ya que llevo dos días arrastrando un catarro que me está dejando zombi. Ayer por la noche estaba en el sofá con unas décimas de fiebre, en un lamentable estado físico, me tranquilizaba saber que me quedaba una noche en cama, y casi 16 horas de reposo en un avión para recuperarme antes de pisar suelo nipón… cada uno se consuela como puede!
Afortunadamente, nuestro vuelo sale a las 11:25, por lo que no tenemos que levantarnos a una hora demasiado intempestiva. Cuando me despierto, me encuentro bastante mejor, menos mal, desayunamos y la familia nos acerca al aeropuerto. Realizamos todos los trámites sin incidencias y en seguida nos encontramos volando hacia Roma.
Una vez llegados a Roma, sólo tenemos 1 hora de escala, lo que hace que demos unas cuantas carreras por el aeropuerto de Fiumicino, más grande de lo que recordaba. Finalmente llegamos a tiempo y nos sentamos en los que serán nuestros asientos en las próximas 12 horas… Tenemos un chico al lado pero como el avión va medio vacío se va a otro al poco tiempo de despegar. El vuelo se nos hace bastante ameno dentro de lo cabe, aunque ambos tenemos problemas para dormir y eso que yo voy algo grogui, se hace difícil dar algo más que cortas cabezadas. La comida resulta bastante decente, y en general no tenemos quejas de Alitalia, eso sí, no llegan al nivel de la maravillosa Swiss Air que nos llevó a Nueva York hace dos años.
Llegamos a Tokio puntualmente a las 11:15 hora local del día siguiente, y enseguida nos encontramos en los trámites para pasar inmigración. Casi no hay colas, y en poco tiempo ya estamos esperando por nuestras maletas, que también llegan sanas y salvas.
Por fin salimos de la zona de llegadas, y llevamos en mente todo lo que tenemos que hacer. Lo primero son los yenes, el plan era cambiar una pequeña cantidad en el aeropuerto, pero resulta que hay cajeros de 7eleven, así que decidimos sacar directamente del cajero y probar nuestra flamante Revolut, todo sin incidencias. Después buscamos el mostrador de Keisei para comprar los billetes a Tokio, a pesar de los nervios, la primera transacción es ágil y rápida, la nipona que nos atiende habla un poco de inglés, algo no tan común fuera del aeropuerto. Lo siguiente es sacar el bono de metro de 72 horas, y la misma mujer nos indica a donde dirigirnos. Ya con los bonos de metro en el bolsillo, el siguiente paso es buscar las oficinas de JR, que están en el piso de abajo, al menos en la terminal por donde salimos, para canjear los JR pass y también sacar la SUICA para cuando no tengamos el bono de metro. Realizamos todos los trámites y además conseguimos reservar los asientos para todos los trayectos en los que es necesario reservar, había oído que no te hacían todas las reservas en Narita pero nosotros no tuvimos problema. Os aconsejo llevar en una hoja las capturas de pantalla de hyperdia de los trenes que queréis reservar, nosotros le dimos a la chica el papel y ya ella se encargó de todo, y además te aseguras de que no hay un error de comunicación.
Con los deberes hechos, buscamos por fin el andén para coger el tren, el billete no es para una hora concreta, aunque nos habían apuntado el primero que podíamos coger, y por los pelos pero llegamos. Aquí ya nos relajamos y podemos empezar a alucinar con todos los anuncios de dibujitos que hay en el metro, las musiquillas… ¡Estamos en Japón!
Después de una hora llegamos a Ueno preparados para enfrentarnos a nuestra primera incursión por las tremendas estaciones niponas, a pesar de la cantidad de gente que hay en todas partes, hay bastantes indicaciones con alfabeto occidental y todo resulta muy intuitivo, pagamos con la SUICA y recorremos parte de la línea Oedo en un tren hasta los topes de gente. Lo primero que nos llama la atención, y será algo que no cambie en todo el viaje, es la cantidad de trabajadores que hay por todas partes, gente uniformada que te saluda al pasar y aparentemente no tienen ninguna otra tarea. En el primer metro que cogemos, hay dos personas en cada puerta del metro dando indicaciones, además de comunicarse unos con otros a través de un walkie talkie. Aquí pensamos que nos iban a empujar, ya que por los uniformes de algunos de ellos deducimos que ese es su cometido, pero afortunadamente, no resulta necesario.
Llegamos a nuestra estación y agradecemos mucho haber cogido un hotel con el metro en la puerta, llevamos casi 3 horas acarreando maletas, abrigos… y sudando, ya que en el metro tienen la calefacción altísima. El recepcionista que nos atiende habla buen inglés y no tenemos problema alguno en los trámites del check in. Subimos a la habitación y como ya comente en la relación de alojamientos, quedamos muy satisfechos con nuestra habitación.
Descansamos un ratito aprovechando para mandarles mensajes a las familias, y aunque estamos reventados, tenemos ganas de salir a explorar Shinjuku, desde nuestro hotel hay unos 20 minutos andando hasta la estación JR de Shinjuku, así que nos vamos encaminando hacia esa zona para irnos metiendo en materia.
La que hay montada en Shinjuku es tremenda, esta zona nos dejó abrumados y bastante perdidos, por el tamaño, los neones, la gente, si sumamos eso al hecho de que llevamos casi 24 sin dormir nos deja un cóctel peligroso jeje. Después dar unas cuantas vueltas, perdernos un poquito, decidimos cenar algo antes de encaminarnos hacia el hotel paseando por Kabukicho.
Vamos a lo fácil y cenamos en un Sukiya, una cadena de comida rápida japonesa de Gyudon, que son boles de arroz con carne encima. La cena nos sale muy barata, 930 yenes, hay varias cadenas de Gyudon en Japón, además de esta por ejemplo, Yoshinoya, este plato es sencillo y perfecto para los paladares que no estén hechos a los sabores orientales, y os saldrá muy económico, eso sí, cuidado con ese té frío que tienen, no nos gustó nada, aunque no lo encontramos en ningún otro sitio.
Finalmente nos vamos hacia Kabukicho, que es como el barrio rojo de Tokio, con un montón de bares, pasando por Godzilla Road, si en serio, allí los cines TOHO tienen una figura gigante de Godzilla a la que acribillamos con fotos. También vemos lugares famosos como el Robot Restaurant, un restaurante temático en el que las camareras van en trajes de robot, y algunos bares de dudosa reputación, eso sí, no se nota inseguridad en las calles y al ser extranjeros no nos hacen ni caso.
Finalmente llegamos al hotel, ya con una necesidad considerable de cama y nos dormimos aun sin asimilar la locura que esconde Shinjuku en sus entrañas.