ITINERARIO Y PREPARATIVOS DEL VIAJE.
A la hora de plantearnos la distribución de las vacaciones de verano de 2017, creímos que había llegado el momento de afrontar una asignatura que nos quedaba pendiente en la geografía peninsular: el País Vasco, de cuyo territorio solamente habíamos visitado Bilbao y San Sebastián, además de recorrer alguna de sus carreteras en diversos trayectos hacia Francia.
Así que me puse a planificar. Quería preparar un itinerario lo más completo posible, para intentar conocer al menos un poquito de los lugares más representativos, incluyendo costa, interior y pueblos bonitos de las tres provincias, sin olvidar alguna pequeña caminata por parajes naturales destacados. En fin, un poco de todo, que nos permitiera una visión general y poder volver en otra ocasión con más tiempo y detalle a lo que más nos gustase. En principio pensamos en unos diez días, pero como ocurre casi siempre, fui añadiendo destinos según iba viendo sitios atractivos y, al final, terminaron siendo trece, si bien el primero y el último, al incluir viajes, no fueron completos. Por cierto que al tratarse de la última semana de julio y la primera de agosto, nos topamos con el problema añadido de la saturación propia de la época, por lo que no fue nada fácil encontrar disponibilidad en hoteles a buen precio, aunque hice las reservas con varios meses de antelación. Desde luego, no es la mejor época del año para viajar con tranquilidad, pero las fechas de momento vienen impuestas por las circunstancias y, hoy por hoy, no podemos dedicar más de una semana para viajar fuera de los meses de verano, coincidiendo con las vacaciones laborales.
Como suele ser habitual, recurrimos al sistema de “tour”, que es el que más nos gusta últimamente. Es decir, cada noche (salvo en Hondarribia, que pasamos dos noches) nos alojamos en un sitio diferente. Esta opción no es compartida por mucha gente, que prefiere una o dos bases desde donde realizar excursiones para evitarse el trajín de maletas. Sin embargo, al ir con coche propio, donde dejar el equipaje más voluminoso, y ser solamente dos adultos sin demasiadas cosas con las que cargar a diario, nosotros preferimos cambiar de alojamiento casi a diario para no pasar mil veces por el mismo sitio y las mismas carreteras, convirtiendo también en una experiencia diaria la estancia en distintos hoteles. Además, eso permite conocer varios lugares distintos de noche, lo que aporta una nueva perspectiva, especialmente si son pueblecitos medievales a los que tanto favorece la tranquilidad y la iluminación nocturnas. Pero entiendo que este criterio es muy subjetivo y depende de los gustos y las circunstancias de cada cual.
Después de varias tentativas y de conocer la opinión de algunos foreros que amablemente me informaron, tracé un itinerario-guía, que luego no fue el definitivo porque tuvimos que cambiar el orden de algunas visitas por culpa de la climatología y de otras circunstancias imprevistas, que iré explicando en su momento. Y, al final, resultó lo siguiente:
Día 1. Madrid/Villarcayo/Monasterio de Santa María de Rioseco/Cueva de Pozalagua. Noche en los alrededores de Concha, en el valle de Carranza.
Día 2. Carranza/Valle de Villaverde/Santurce/Portugalete/Puente de Hierro/Guecho/Castillo de Butrón/Balmaseda. Noche en Balmaseda en un antiguo Convento (encantador alojamiento).
Día 3. Balmaseda/Cascada de Gujuli/Orduña/Torre Palacio de los Varona/Salinas de Añana/Mirador de Aramaio/Elorrio. Noche en Elorrio.
Día 4. Elorrio/Parque de Urquiola con el Mirador de las Tres Cruces y una ruta de tres horas hasta los picos Urquiolaguirre y Larrado/Durango/Ría de Urbaibai/Bermeo. Noche en las proximidades de Bermeo en un estupendo hotel rural.
Día 5. Bermeo/San Juan de Gaztelugache/Baquio (almuerzo)/Bosque de Oma/Mundaca. Noche en un hotel de carretera en Murieta.
Día 6. Bermeo/excursión en barco por la ría de Urdaibai/Guernica-Lumo/pequeña caminata hasta la ermita de San Pedro de Atxarre con preciosas vistas sobre la Ría de Urdaibai/Lequeitio. Noche en un hotelito rural en Zelaia (Mendaxa).
Día 7. Lekeitio/Ondarroa/Zumaia: ruta en barco para ver el flych y pequeña caminata por el acantilado/Motrico. Noche en Motrico.
Día 8. Motrico/Santuario de San Ignacio de Loyola/Azpeitia/Zarauz/caminata hasta Guetaria con subida al monte de San Antón. Noche en Zarauz.
Día 9. Zarauz/Tolosa/Pasajes de San Pedro y Pasajes de San Juan/Hondarribia. Noche en Hondarribia.
Día 10. Hondarribia/pase en barco hasta Hendaya/ermita de Guadalupe/Jaizquibel. Noche en Hondarribia.
Día 11. Faro de Hondarribia/ermita de San Marcial en Irún para vistas/Fuerte de San Marcos en Rentería/Ermita de la Antigua en Zumárraga/Santuario de Aránzazu en Oñate/Vitoria. Noche en Vitoria.
Día 12. Vitoria (Catedral, ciudad y almuerzo)/El Ciego (visita a las Bodegas de los herederos del Marqués de Riscal)/Laguardia. Noche en Laguardia.
Día 13. Laguardia/Soria/Rubielos de Mora. Bueno, la segunda parte del día ya forma parte de otro recorrido ajeno al País Vasco, así que no entraré en más detalles, que dejaré para otras etapas de diarios de viaje por España.
Y aunque no formaron parte de nuestro recorrido de este verano por haber estado allí con antelación, también incluiré una etapa dedicada a Bilbao y San Sebastián porque me parecen visitas imprescindibles para cualquier ruta por Euskadi.
Por lo demás, señalar que apenas pisamos las autovías (casi todos los kilómetros fueron por carreteras convencionales, de las que hablaré en su momento) y no pagamos ni un solo peaje, de cuyas autopistas logramos huir con éxito pese a algunos intentos del navegador para meternos de cabeza en ellas. Las autopistas nos parecen muy recomendables en trayectos largos, pero si estamos de vacaciones, con la idea primordial de conocer nuevos lugares, preferimos perdernos por carreteras secundarias, que permiten ir despacio, apreciando con más tranquilidad los paisajes, aunque haya que afrontar una y mil curvas, con subidas y bajadas constantes (de las que tanto abundan en el País Vasco, precisamente). Otra opinión que no todo el mundo comparte, pero a nosotros nos apetece viajar así.
Por lo demás, señalar que apenas pisamos las autovías (casi todos los kilómetros fueron por carreteras convencionales, de las que hablaré en su momento) y no pagamos ni un solo peaje, de cuyas autopistas logramos huir con éxito pese a algunos intentos del navegador para meternos de cabeza en ellas. Las autopistas nos parecen muy recomendables en trayectos largos, pero si estamos de vacaciones, con la idea primordial de conocer nuevos lugares, preferimos perdernos por carreteras secundarias, que permiten ir despacio, apreciando con más tranquilidad los paisajes, aunque haya que afrontar una y mil curvas, con subidas y bajadas constantes (de las que tanto abundan en el País Vasco, precisamente). Otra opinión que no todo el mundo comparte, pero a nosotros nos apetece viajar así.
A continuación, paso a relatar lo que visitamos. Espero que os guste y pueda ser de utilidad a algún futuro viajero. Simplemente un par de comentarios antes de empezar: las fotos son mías excepto algún caso muy concreto, que citaré en su momento. Cuando las hago (aunque me encanta la fotografía, no soy ninguna experta y mis problemas con la espalda me impiden cargar con cámaras pesadas: ya me gustaría tomar esas fotos que veo en muchos diarios), reflejo lo que me llama la atención, como siempre, en especial los paisajes y la arquitectura de los lugares, con todo lo que ello conlleva. Es decir, fotografío lo que veo, por eso en algunos casos aparecerán edificios con pancartas, banderolas e incluso alguna que otra pintada de un signo u otro. No significa más que eso, la foto de ese lugar en aquel momento. En ningún caso las imágenes que añado en este diario tienen ninguna intención política o ideológica y, por supuesto, no pretenden prejuzgar nada. Lo que se ve en ellas, ahí estaba y punto; en las calles y en los rincones de los pueblos y ciudades que tanto me gusta retratar porque para mí constituye el mejor recuerdo. Por lo demás, decir que volvimos encantados tanto por lo que vimos y visitamos como por la espectacular gastronomía (¡ay, como añoro esos pintxos…!) y, más aún, del trato recibido, realmente estupendo en todos sitios: bares, restaurantes, hoteles, atracciones, oficinas de turismo, lugareños… Ha sido un auténtico placer este viaje, salvo algún detalle aislado casi siempre por culpa de la meteorología o de problemas para aparcar en determinados municipios.
Por último, quiero pedir disculpas por si escribo mal el nombre de alguna población o de algún personaje vasco. Trataré de mencionar el nombre de las localidades en euskera al principio, pero durante el relato normalmente utilizaré el castellano por comodidad y para no equivocarme demasiado.
Por último, quiero pedir disculpas por si escribo mal el nombre de alguna población o de algún personaje vasco. Trataré de mencionar el nombre de las localidades en euskera al principio, pero durante el relato normalmente utilizaré el castellano por comodidad y para no equivocarme demasiado.
DÍA 1
MADRID/VILLARCAYO/MONASTERIO STA. MARIA DE RIOSECO/CUEVA DE POZALAGUA/CARRANZA.
Distancia total aproximada: 440 Km. Tiempo aproximado: 5 horas y 45 minutos.
Itinerario según Google Maps.


La ruta ya en el País Vasco, desde Ramales de la Victoria (Cantabria)


El 23 de julio amaneció caluroso y soleado, como tantos otros en este interminable verano. Salimos de Madrid con un poco retraso debido a algún imprevisto de última hora, pero a la hora de la comida ya estábamos en Villarcayo (Burgos), donde paramos a comer o a intentarlo, al menos, porque era domingo y estaba todo muy concurrido. Gracias a que nos detuvimos antes de las dos, pudimos encontrar una mesa libre en el restaurante Los Hermanos, junto a la Plaza Mayor. Poco después no había ni un hueco. Tomamos el menú del día por 9 euros (anunciaban otro especial de fin de semana algo más caro, pero cuando hay tanta gente y estamos en ruta preferimos optar por lo que nos ofrecen entre los platos del día). Todo fue muy correcto. El servicio bastante rápido, con lo cual no se puede pedir más, dadas las circunstancias y el precio.
Fuente en la Plaza Mayor de Villarcayo.


Después hicimos una parada corta para echar una ojeada a las ruinas del Monasterio de Santa María de Rioseco, apenas a cinco kilómetros de Villarcayo, y que no pudimos ver durante nuestra anterior visita a las Merindades. Tenía muchas ganas de ir y, con tantas expectativas, la verdad es que me decepcionó un poco. No nos coincidió con el horario de las visitas guiadas y se notó porque solamente pudimos contemplarlo desde la parte exterior, a través de unas rejas que estaban cerradas con llave, desde donde no se distinguían los restos del claustro, que debe ser lo más impresionante. Otra vez será.
Exterior del Monasterio de Santa María de Rioseco.


Retomamos el camino y poco después entramos en tierras vascas por su parte m, si bien durante algunos kilómetros cruzamos varias veces los límites de las provincias de Santander, Vizcaya y Burgos. Por el camino, nos detuvimos en el Mirador del Puerto de los Tornos, en Cantabria, que nos ofrecía, entre otras bellezas paisajísticas, un anticipado panorama del verde Valle de Carranza (Karrantza), adonde nos dirigíamos. La tarde, clara y soleada, contribuía a resaltar las magníficas vistas que teníamos delante.
Vistas desde la carretera.
Mirador de los Tornos (Cantabria): a la derecha, podíamos ver el Valle de Carranza.
A la izquierda, teníamos las tierras cántabras, con algunos picos en torno a los 1.400 metros.


Mirador de los Tornos (Cantabria): a la derecha, podíamos ver el Valle de Carranza.

A la izquierda, teníamos las tierras cántabras, con algunos picos en torno a los 1.400 metros.

Siguiendo la carretera, nos encontramos con bonitas vistas de la campiña, algunas cuevas y pueblos muy atractivos, como Ramales de la Victoria. Lástima que no fuésemos con tiempo suficiente para habernos detenido a echar un vistazo. Por cierto que enseguida aprendimos que para saborear la esencia de los paisajes vascos es preciso acostumbrarse a circular por carreteras muy viradas, con continuas subidas y bajadas, frecuentemente rodeadas de frondosos bosques. Desde luego, para nosotros no suponía ningún problema sino más bien todo lo contrario pues queríamos huir en lo posible de autovías y autopistas.

CUEVA DE POZALAGUA Y VALLE DE CARRANZA.
Ya en el Valle de Carranza, nos encaminamos hacia la Cueva de Pozalagua, famosa sobre todo por sus estalactitas excéntricas, pues tiene el honor de ser una de las que cuentan en el mundo con mayor cantidad de estas formaciones, que desafían la ley de la gravedad, creciendo en todas direcciones y entrelazándose caprichosamente.
Entorno de la Cueva de Pozalagua.


La Cueva (declarada mejor destino por los usuarios en la guía Repsol de 2013) está enclavada bajo el macizo calcáreo de las Peñas de Ranero y a ella se accede por una tortuosa carretera que asciende continuamente. Junto al centro de interpretación hay unos miradores que brindan unas vistas espectaculares de todo el Valle de Carranza. Sin embargo, dejamos eso para después y, tras aparcar el coche, fuimos a toda prisa al centro de información para conocer los horarios. La chica de la taquilla tuvo la delicadeza de acompañarnos personalmente para unirnos a la visita que se había iniciado hacía unos pocos minutos, ya que de lo contrario hubiéramos tenido que esperar una hora hasta que comenzase la siguiente. Nos dijo que ya le pagaríamos a la salida. Una primera muestra de la amabilidad con que nos trataron durante toda nuestra estancia en Euskadi. El precio de la entrada de adulto (hay descuentos para estudiantes, niños, mayores, profesores, etc.) es de 7 euros. La visita, necesariamente guiada, duró en torno a una hora, durante la cual pudimos ver la gruta, y sus formaciones recorriendo una pasarela y nos explicaron las diversas teorías sobre el origen de las curiosas excéntricas. Es un lugar bastante interesante para los aficionados a las cuevas (como es mi caso) y las susodichas excéntricas resultan espectaculares, componiendo un sorprendente encaje en el techo de la cueva, que no es demasiado grande pues cuenta con 125 metros de largo, por 70 de ancho y 20 de alto). De todas formas, la valoración de si merece o no la pena el desplazamiento para verla resulta bastante personal porque la cueva está situada en el extremo occidental de Euskadi, algo lejos de los principales puntos de interés, y puede hacer perder bastante tiempo si lo que se pretende es realizar un recorrido general por los lugares más representativos del País Vasco sin disponer de demasiados días. Abre todos los días desde el 15 de junio al 15 de septiembre y el resto del año solamente los fines de semana, puentes y festivos. Las visitas empiezan a las 11:00, siendo el último pase a las 19:00, del 1 de abril al 15 de octubre, y a las 18:00, del 16 de octubre al 31 de marzo. En el interior no está permitido hacer fotos.
En el exterior se puede contemplar los restos de una curiosa cantera, de paredes lisas y brillantes, donde se ha construido un auditorio. Y también hay varios miradores, desde los que se divisan unas hermosas panorámicas del Valle de Carranza pese a los antiestéticos cables que estropean un poquito algunas de las tomas. Aquí se inician varios senderos que debe ser una delicia realizar preferentemente en primavera u otoño.
Cantera.
Vistas del Valle de Carranza desde el mirador.


Vistas del Valle de Carranza desde el mirador.


Más tarde, volvimos al valle, pasamos por Carranza Arana (parecía el núcleo urbano principal), y tras cruzar la población de Concha y subir una especie de puerto, llegamos a la aldea (la Tejera, creo recordar que se llama), donde se localiza en plena naturaleza nuestro alojamiento de esa noche, que nos dejó gratamente sorprendidos. Se trata del pequeño hotel rural Galiurretán, que dispone de seis habitaciones, decoradas en diferentes estilos étnicos: a nosotros nos tocó el africano.
Carranza Arana (creo recordar)


Nuestra habitación y otras zonas del hotel.
Esta era la terraza.


Esta era la terraza.

Muy bien la casa, con unas vistas espectaculares al valle desde la terraza, incluso cuenta con piscina y tiene una amplia biblioteca con todo tipo de libros y revistas. Las chicas que lo regentan son sumamente amables, lo único negativo quizás sea que se oye bastante de lo que pasa en las demás habitaciones, que no tiene televisión en las habitaciones y que está en una aldea algo aislada, con lo cual se depende del coche absolutamente para todo. Nos costó 65 euros la noche sólo el alojamiento. Hay restaurante: la carta resulta limitada, pero la cocina es bastante buena y no nos pareció caro.
Las vistas desde el hotel eran fantásticas.

