Para terminar una ruta de cuatro días que habíamos hecho por las Sierras de Cazorla, Segura y las Villas (Jaén), y antes de regresar a Madrid, decidimos pernoctar en Riopar (Albacete) para así tener la oportunidad de ver de nuevo el nacimiento del Río Mundo, adonde no íbamos desde hacía un cuarto de siglo, ¡madre mía!
La distancia desde Madrid es de 296 kilómetros, que se hacen en unas tres horas y media, tomando la Autovía de Andalucía (A-V) hasta la salida 170, cerca de Manzanares, donde se coge la A-43 y desde ahí, sucesivamente, la N-430 hasta La Solana, la CM-3127 hasta Villanueva de los Infantes y, por fin, la CM-412 hasta Riopar. Pero, vamos, que con los actuales navegadores esto está “chupao”.
Itinerario desde Madrid según GoogleMaps.
El nacimiento del Río Mundo (Calar del Río Mundo) se encuentra en la provincia de Albacete, a unos nueve kilómetros de Riopar, donde es posible encontrar restaurantes y alojamiento. También se puede visitar el antiguo pueblo de Riopar Viejo, situado en lo alto de una loma, donde apenas viven ya media docena de personas pero que cuenta con las ruinas de un interesante castillo, en cuyo interior, curiosamente, está ubicado el cementerio de la localidad. Asimismo, se pueden visitar los restos de una iglesia del Siglo XV, de la que todavía se conservan algunos frescos.
El itinerario sacado de GoogleMaps pone un tiempo exagerado para hacer el recorrido desde Riopar hasta el aparcamiento del nacimiento del río Mundo. No sé por qué. En realidad no se tarda ni diez minutos en llegar.
Toda la zona tiene una vegetación sorprendente, que llama la atención de muchos que piensan que solamente en el norte existen paisajes verdes. Hay diversas actividades de turismo rural para realizar, aunque la más conocida por su fácil acceso es la excursión al nacimiento del río Mundo, para ver sus cascadas (Chorros o Calderetas). El sitio natural se llama Parque Natural de los Calares del Río Mundo y de la Sima.
El Mundo es un afluente del río Segura y nace en la Sierra de Alcaraz. La Cueva de los Chorros es una surgencia kárstica de la que nace el río como rebosadero del acuífero que alimenta el llamado Calar del Mundo, una plataforma en forma de meseta, llena de dolinas y simas donde se recoge y se filtra el agua. Su denominación parece que no se refiere al sustantivo “mundo”, sino al adjetivo opuesto a “inmundo”, con el significado de limpio o claro. El mejor momento para contemplar este lugar es coincidiendo con el fenómeno llamado “reventón”, cuando el caudal del agua (muy variable a lo largo del año) crece de repente, multiplicándose hasta por 100, lo que provoca que rebose de golpe, ocasionando una especie de estallido como de agua a presión que forma una enorme cascada que cae bruscamente por la montaña. Debe ser un espectáculo digno de ver, aunque difícil de predecir con antelación para preparar una visita.
Acceso a los miradores de las cascadas (calderetas).
Aunque hay diversos senderos para recorrer por la zona, ya que es un lugar natural muy bello y con bastante vegetación, lo que atrae especialmente a la gente son las cascadas que se forman por la caída del agua desde unos 80 metros, haciendo varios escalones en forma de sucesivas colas de caballos. Existen varios aparcamientos, el más próximo se encuentra a unos 500 metros del primer mirador de las cascadas, si bien tiene una limitación de 100 coches y 6 autobuses simultáneamente. Hay una barrera que controla el paso de vehículos y, cuando fuimos, vimos que había un horario de apertura que iba desde las 09:00 a las 20:00. Supongo que variará según la estación del año. Durante nuestra visita, al ser día laborable, no tuvimos ningún problema para aparcar. No sé qué tal estará el tema en fines de semana o durante el verano.
Junto al aparcamiento hay un panel informativo que conviene consultar, en el que aparece el recorrido básico para ver las cascadas y del que pongo una foto. En total no llega a 1 kilómetro, que supone en torno a cuarenta minutos de caminata, teniendo en cuenta las paradas para relajarse y hacer fotos. Hay una pista intermedia para personas con movilidad reducida que conduce al primer mirador y que también se puede utilizar para convertir el recorrido completo en circular.
Plano del panel informativo.
Existen dos miradores para contemplar las cascadas, a los que se accede por unas pasarelas habilitadas con escaleras de piedra y barandillas de madera, que conducen hasta el llamado “Hueco de los Chorros”, típico ejemplo de “valle en fondo de saco”, formado por el desplome de la bóveda de la cavidad de donde surge el río, dando lugar a un farallón rocoso en forma de anfiteatro (cito textualmente la explicación que figura en el panel informativo anterior).
Hueco de los Chorros.
Alrededores del primer mirador.
El paisaje es muy agradable, en medio de un bosque bastante frondoso. La pasarela, con suelo pedregoso (hay que ir con calzado cómodo y plano, con suela de goma a ser posible, porque las piedras pueden estar resbaladizas) asciende dejando a la izquierda el río, que corre formando unas cascadas pequeñas pero bonitas. A la altura del primer mirador, hay un puente desde el que se contempla muy bien la última de las cascadas, que baja desde la misma cueva haciendo escalones
Es la imagen más conocida, la que aparece en casi todas las reseñas fotográficas y folletos de turismo. Su belleza dependerá en gran medida del caudal que lleve el río.
En esta ocasión nos pareció que la cantidad de agua era parecida a nuestra visita anterior (fuimos en agosto), quizás algo mayor, aunque estando en mayo quizás hubiésemos esperado bastante más agua. De todas formas, como el esfuerzo que requiere acercarse hasta ella es mínimo, siempre merece la pena verla. Mejor ir a primera hora de la mañana o por la tarde, para evitar las excursiones de los autocares porque puede acumularse bastante gente en este mirador, lo que deslucirá un poco el panorama.
De allí mismo sale un sendero a la derecha que conduce hasta el segundo mirador. Apenas son 300 metros, pero con muchas escaleras y bastante empinado. No es que sea nada del otro mundo en cuanto a dureza y dificultad, por supuesto, pero quizás desanime a los menos andarines.
El mirador (hay que tener cuidado con las piedras del final que pueden estar resbaladizas) ofrece una perspectiva diferente de la cascada, que se aprecia en un plano intermedio: mirando hacia arriba se ve la caída del agua desde la cueva, y hacia abajo, los dos últimos tramos que caen a una gran poza. Es una vista muy bonita y merece la pena subir, aunque solo sea para alargar un poco la corta excursión.
Además, desde aquí se pueden contemplar unas vistas preciosas de todo el farallón rocoso, con la cueva y la senda pegada al precipicio que conduce a ella. También se divisa la enorme masa boscosa del parque y sus alrededores, que nos hace imaginar que estamos en un lugar más septentrional.
Aunque todo es muy subjetivo e, incluso, he oído que hay a quien no le gustan demasiado estas cascadas, la verdad es que a mí me parecen realmente bellas, y creo que merece la pena venir a conocerlas teniendo en cuenta sobre todo el poco esfuerzo que se requiere para contemplarlas. En época de lluvias debe ser un auténtico espectáculo, y no digamos con el fenómeno del “reventón”.
Por cierto que, para terminar, no puedo contenerme de contar algo. Cuando regresábamos al aparcamiento, vimos en el suelo varios envases de bebidas y otros restos de basura de lo más variados. Realmente me dio mucha rabia comprobar que todavía existan “personas” que traten de esa manera asquerosa la naturaleza. Aparte de la guarrería y la falta de respeto que suponen estos hechos, estábamos en una zona de bosque y las botellas representan un peligro de incendio muy grande, en especial con un tiempo tan seco. Luego nos extrañará que ocurran ciertos desastres naturales en nuestros bosques.
SUBIDA A LA CUEVA DE LOS CHORROS (ruta a pie).
Actualmente, esta ruta está restringida y solo la pueden realizar por libre las personas federadas en montañismo o espeleología que cuenten con los correspondientes seguros de accidentes y con autorización previa. El resto de senderistas necesitarán unirse a un grupo guiado por alguna empresa de turismo activo acreditada en el Parque. Ignoro si se precisa algún requisito especial para apuntarse a estas excursiones. Por supuesto, está completamente desaconsejada para personas con vértigo y también creo haber leído que está prohibido llevar niños. Repito que esta ruta en estos momentos no la puede hacer por libre ninguna persona no federada.
Hay que subir hasta la cornisa por donde va el camino que lleva a la cueva.
Ése no fue nuestro caso cuando realizamos esta caminata hace 25 años. Entonces la ruta era de recorrido libre y la voy a contar tal como la recuerdo, ilustrada con algunas fotos de la época, muy pocas porque eran los tiempos de los carretes con 36 fotos como máximo (nada de borrar y repetir), revelados bastante caros en laboratorio y presencia de los interesados en casi todas ellas poniendo poses a menudo estrafalarias y, además, propias de la juventud,

jaja. Curiosamente, las fotos de esta excursión para mi se han convertido en reliquia por las restricciones actuales. Pido disculpas por su mala calidad ya que las he tenido que escanear.
La ruta es corta y lineal, unos 6 kilómetros de recorrido entre la ida y la vuelta. Se tarda entre dos horas y media y tres horas en completar. Tiene un desnivel de unos 300 metros, que se suben a la ida y se bajan a la vuelta. El problema principal que ha llevado a restringir su acceso son los numerosos accidentes que se han producido, incluso con varias personas fallecidas por precipitarse al vacío.
Con la perspectiva que ofrece el tiempo y la edad, ahora reconozco que nos lo tomamos un poco a la ligera porque el recorrido no parecía muy complicado. Sin embargo, conservo en la memoria un par de pasos bastante delicados, sobre todo por la gran caída vertical existente junto a los pies. Actualmente, la ruta está calificada como de dificultad alta y muy peligrosa si se pierde el sendero, lo cual no tiene por qué producirse ya que la senda es única y está bien señalizada. Por lo demás, tampoco hay que morirse de miedo: nosotros la hicimos y yendo con la debida precaución no tiene que presentar inconvenientes. De todas formas, como ahora es obligatorio ir con guía, la seguridad deber ser máxima.
Así estaba la cueva vista desde el segundo mirador en agosto de 1992: nuestro objetivo.
Y este era el aspecto de la cascada en el primer mirador.
Como curiosidad, he leído que durante algún tiempo hubo unas cadenas para ayudar en el paso complicado. Sin embargo, parece que fue peor el remedio que la enfermedad y los accidentes se multiplicaron, con lo cual las quitaron después. No puedo opinar porque cuando nosotros subimos las cadenas todavía no estaban.
Este era el comienzo del camino en el bosque, señalado por unas cuerdas laterales.
Empezamos el recorrido cruzando el río pisando sobre unas piedras y nos internamos por una senda abierta entre los árboles, bien marcada. Recuerdo la subida como bastante dura por la empinadísima pendiente que había que acometer para salvar la pared caliza y alcanzar la cornisa, pero sin mayores dificultades. En lo alto, las vistas eran (seguirán siendo, claro) extraordinarias.
Ya en la cornisa. Se puede ver, abajo, el aparcamiento. ¡Vaya pose!
Y, aquí, a lo lejos, se ve la pared de la cascada y la boca de la cueva, hacia donde nos dirigíamos.
Ahí empezaba la senda casi llana pero bastante estrecha que bordea el precipicio. Ese camino era donde había que tener cuidado y en el que recuerdo que estaba el tan repetido sitio delicado, si bien no lo tengo “fotografiado” en la mente. Quizás fuese el de esta foto. La verdad es que el precipicio que se aprecia detrás se las trae.
A la hora y media de caminata se alcanza la cueva, de la que surge el caudal de agua que se despeña al vacío. Me acuerdo también de que estábamos solos y de la impresión que daba mirar hacia abajo, con un panorama realmente impresionante a los pies, sin que exista ningún tipo de protección. Un lugar no apto para personas con vértigo, desde luego. Por si acaso, no me acerqué demasiado al precipicio, así que las fotos son un tanto "discretas". Mi marido sí que se asomó, pero en ese momento no llevaba la cámara encima.
La cueva y el agua de la cascada cayendo al precipicio.
La cueva tiene 15 metros de ancho por 25 de alto y la verdad es que sentí algo muy especial al estar allí, contemplando la fuerza con que aparecía el agua y se precipitaba a un vacío al que daba muchísimo reparo asomarse ya que no hay nada adonde sujetarse. Además, el tono verde oscuro de la vegetación que cubría las piedras se me quedó grabado en el recuerdo, aunque no tanto en las fotos, que no salieron todo lo bien que me hubiese gustado, jeje. ¡Qué pintas y vaya poses! ¡Y qué tiempos aquellos!
Ni que decir tiene que estaba (y sigue estando, por supuesto) totalmente prohibido meterse en la cueva sin autorización y sin material adecuado pues surcar siquiera unos metros puede resultar sumamente peligroso. Hasta ahora se han explorado unos 30 kilómetros de galerías, lo que se supone que representa algo menos de la mitad de su longitud total.
En esta foto se aprecia el sendero que conduce al segundo mirador. Daba miedo mirar hacia abajo.
Como resumen comentar que la guardo en la memoria como una ruta muy bonita, con unas vistas espléndidas, de mareo casi. Pero también reconozco que no íbamos todo lo bien equipados que requería la aventura. Pecados de juventud que no deben cometerse. De hecho, aunque no pasamos apuros, sí que percibimos el peligro en algún punto, junto al precipicio, y nos sirvió de lección para, en adelante, conseguir una correcta información tanto sobre la meteorología como de las rutas a realizar por sencillas que sean (o aparenten ser) y llevar siempre un calzado adecuado en cuanto se pisa la montaña.