En la segunda mitad del mes de agosto pasado, volvimos a los Pirineos, cuatro días en La Val d’Aran y otros cuatro en la montaña aragonesa. Íbamos huyendo del calor asfixiante del centro y nos encontramos no con temperaturas de cuarenta grados, pero sí con más de 30 en Vielha y con 35 en Benasque Un "horror" inesperado, la verdad. En otras ocasiones, habíamos pasado calor, pero tanto, nunca. Sin embargo, esa es otra historia, pues lo que toca ahora es relatar una de las caminatas que hicimos allí y que nos recomendó la encantadora dueña de nuestro lugar de pernocta, el Hotel Llibrada de Benasque; muy aconsejable, por cierto, tanto el alojamiento como su restaurante. Bueno, ya contaré más sobre este sitio en la etapa que le dedique al pueblo de Benasque. De aperitivo, un pequeño anticipo.
Pese al calor, no queríamos prescindir de nuestras queridas rutas de senderismo y ella nos sugirió tres, puesto que las otras imprescindibles en la zona (Forau de Aiguallut hasta Col de Toro o las Gorgas de Alba, cuyos relatos están también en este diario) ya las habíamos hecho en una visita anterior. En esta etapa me voy a referir a una de ellas –las de Cerler, las dejo para otra etapa-, la del Portillón de Benasque (es decir, el Puerto de Benasque).
Situación del Puerto de Benasque (Portillón) en el mapa peninsular según Google Maps.
Dado el tremendo calor que se preveía, nuestra anfitriona nos advirtió que tendríamos que madrugar bastante para no “fenecer” en el intento, pero que no dejásemos de ir porque nos iba a gustar mucho. Así que nos levantamos a las siete de la mañana, desayunamos en el hotel y nos dirigimos hasta el Parking Público de Llanos del Hospital, donde hay que dejar el coche obligatoriamente, al menos en esa época del año, para empezar desde ese punto las rutas que parten desde allí, bien caminando o tomando el autobús que acerca a los excursionistas a La Besurta, desde donde se accede al sendero del Forau de Aiguallut, uno de los más concurridos y bonitos de la zona. La distancia desde Benasque son 13 kilómetros (unos 20 minutos en el coche) por la carretera A-139, tal como aparece en esta captura de Google Maps. Además del aparcamiento, se trata de una zona recreativa muy amplia, en medio de un espléndido paisaje, con ríos, cascadas, senderos... Un lugar precioso, aunque puede estar muy concurrido en verano.
Hay varias formas de hacer la Ruta del Portillón de Benasque (incluso se puede alargar más añadiendo el Pico Salvatierra, como comentaré después), bien de forma lineal o circular. La versión oficial es lineal y supone unos 9 kilómetros en total (cuatro horas a buen ritmo sin paradas) con unos 700 metros de desnivel, pues se asciende desde los 1.750 metros de Llanos del Hospital hasta los 2.444 metros del Portillón; la longitud de la versión circular es algo más larga, unos 12 kilómetros. La diferencia entre ambas opciones se aprecia perfectamente en el mapa de rutas que facilitan las Oficinas de Turismo. La de color amarillo, a la izquierda, es la lineal (sigue hasta el Pico Salvaguardia); la de puntos rojos y blancos es el sendero adicional que unido al amarillo forma el circular. Además, los puntos verdes y blancos señalan la pista asfaltada que lleva al aparcamiento de La Besurta (donde se bifurcan, nos dejó el autobús).
Como no sabíamos por cuál decantarnos, pregunté en la caseta de información del aparcamiento, donde, dado el calor que se presuponía y los previsibles estragos del sol en una zona sin sombras a mediodía, me aconsejaron realizar la ruta circular, pero ahorrándonos los 1.800 primeros metros, para lo cual debíamos coger el autobús (solo ida) y pedirle al conductor que nos dejase en la parada anterior a La Besurta, desde donde podríamos iniciar nuestro ascenso ya a pie, lo cual nos supondría caminar en total unos 10 kilómetros y, lo más importante, nos evitaría hacer la subida en las horas más cálidas. De esa forma, podríamos estar de regreso en los Llanos del Hospital sobre las catorce treinta. Nos pareció una buena idea y así lo hicimos. Lo que no recuerdo es el precio del autobús, que se paga al propio conductor. Así que hay que llevar efectivo.
Entre unas cosas y otras, perdimos el primer autobús y tuvimos que esperar media hora hasta que salió el siguiente, que nos dejó junto al sendero que asciende hacia el Portillón, a la izquierda de la carretera. Ahí se acabaron las comodidades; en adelante, todo cuesta arriba.
Aún no eran las nueve de la mañana, la temperatura era agradable y todavía pillamos algo de sombra, lo que nos favoreció al emprender la parte más dura, ya que la subida inicial resulta bastante empinada, si bien el sendero estaba en buenas condiciones. Ganábamos altura rápidamente y los panoramas, que ya conocíamos desde otras perspectivas, nos dejaban embobados.
La subida continuaba mediante una serie de zig-zags que suavizan un tanto el gran desnivel que se afronta en poco tiempo. Yo aprovechaba para descansar con la excusa de tomar fotos.
Llegamos hasta el Mirador de los Glaciares, que cuenta con un panel informativo en el que se cuenta que nos hallamos frente al glaciar más extenso y mejor conservado de los Pirineos, que comprende el de la Maladeta (desgajado en dos), el del Aneto, Barrancs y Tempestades. Detalla también el nombre de la multitud de picos que se encuentran ante nuestros ojos con su altura (varios de más de 3.000 metros), y que nos resultaba muy fácil identificar gracias al día claro y despejado de que disfrutábamos (calor aparte). El panel también se refiere a la morfología de los glaciares, al retroceso en que se encuentran y a las medidas de protección que se intentan tomar para evitar su desaparición. Y, ciertamente, el del Aneto lo encontramos menguado respecto a nuestra visita anterior.
Ya desde esta cota, podíamos apreciar tanto el panorama hacia nuestra izquierda (La Besurta) como hacia nuestra derecha, es decir, Llanos del Hospital, donde habíamos dejado el coche. Y también nos pareció intuir el sendero que tendríamos que tomar para el regreso.Sin embargo, todavía nos quedaba continuar una buena tirada de ascenso hasta el Portillón, cuya brecha empezamos a divisar pronto, igual que las motas de senderistas que se dirigían hacia allí. No demasiados, por cierto. Pese a ser domingo y haber muchos turistas, se notaban los efectos del calor.
Un pequeño ibón nos deparó un bonito marco para las fotos, con el Pico Salvaguardia de fondo. Era un buen momento para tomarse un descanso y admirar el paisaje que nos rodeaba. Ya iba quedando menos, aunque cada minuto hacía más calor.
Al fin, llegamos hasta el cruce donde convergen los senderos de nuestra ruta circular, mientras un tercer sendero de unos cien metros más, todo de subida, conduce al Portillón, una brecha abierta en la roca, que supone un impresionante paso fronterizo entre España y Francia a 2.444 metros de altitud.
Desde aquí, a través de un empinadísimo y pedregoso sendero de bajada se puede acceder a los Lagos del Boom y a Bagneres de Luchon, ya en territorio francés. Aunque es estupenda, la vista queda un poco cortada hacia el lago, pero resulta arriesgado encaramarse más arriba para captar una mejor panorámica –ya no estoy para esos trotes-, salvo que se emprenda un descenso que, en ningún modo, entraba en nuestros planes, pues tal como estaba de calurosa la jornada tampoco queríamos alargar la ruta más de lo necesario.
Desde aquí, también es posible acceder por un sendero lateral hasta el Pico Salvaguardia, desde el que las vistas son más amplias y, por tanto, mucho mejores hacia el lado francés; pero eso suponía una hora más de ida y otra de vuelta, con un par de pasos complicadillos. Bueno, como ya he comentado, demasiado para nosotros aquel día, no voy a mentir.
Estuvimos un rato contemplando el panorama, haciendo fotos a otra gente y ellos a nosotros. También nos acordamos de la otra brecha entre España y Francia, la preciosa Brecha de Roland. Luego, emprendimos el camino de regreso por el sendero de la ruta lineal, que nos deparó nuevas e impresionantes perspectivas, sobre todo sobre Llanos del Hospital, que cada vez parecía estar más lejos en vez de más cerca.
Tras un trecho fácil, siempre empinado pero entre prados, apareció el tramo más peliagudo de todo el recorrido, un sendero excavado en las rocas, estrecho y algo aéreo en ciertos puntos, no muchos, donde hay que ir con cuidado, pues una distracción o un tropezón puede acarrear problemas. Esa mañana, el suelo estaba seco y todo era más sencillo.
Según bajábamos, vimos a unos cuantos senderistas subir por ese sendero, a pleno sol, con una temperatura cercana a los treinta y cinco grados. Y nos alegramos. De una parte, por haber madrugado y, de otra, por tomar la ruta circular, pues la subida que nosotros hicimos es más empinada pero más corta. Sin embargo, la bajada se nos hizo larguísima. Y eso que la parte final, un par de kilómetros, ya es todo terreno llano, entre prados, sin dificultad alguna.
Allí, empecé a mirar el móvil, porque nuestras chicas estaban disputando la final del Mundial de fútbol. Íbamos ganando y faltaba muy poco para el final. Confieso que, mientras caminaba, fui mirando el teléfono a cada minuto de una prórroga que parecía no acabar nunca. Justamente cuando llegamos al coche, terminó el partido con victoria. En fin, la jornada no había estado nada mal. Además, ya en el hotel, nuestra anfitriona nos recompensó con un estupendo menú. En definitiva, una ruta algo dura (el desnivel está ahí y no se puede obviar), pero que proporciona paisajes excepcionales, sobre todo si el día está despejado. Quizás decepciona un poquito no divisar el lago completo una vez arriba, en el Portillón; pero las panorámicas de picos hacia el lado español son fantásticas.
En total, tardamos algo más de cinco horas y mi copia local de wikiloc señaló el perfil que pongo abajo, si bien hicimos en autobús desde el punto verde de inicio hasta una marquita blanca que he puesto en la parte inferior central. Por cierto que está mal la altitud mínima señalada, pues Llanos del Hospital está a 1.750 metros.
Etapas relacionadas:
-Forau d'Aiguallut y Coll de Toro, Benasque (Huesca).
-Las Gorgas de Alba, Baños de Benasque (Huesca).