Después de pernoctar en Córdoba capital, la segunda etapa de nuestra escapada de enero a las provincas de Córdoba y Sevilla tendría que haber transcurrido en Almodóvar del Río, localidad de la que sobre todo nos interesaba visitar su castillo, que se ha hecho mucho más famoso tras convertirse en escenario de la serie Juego de Tronos, de la que, confieso, he sido seguidora. Sin embargo, las cosas no salieron como las teníamos previstas. Bueno, estamos muy acostumbrados a improvisar sobre la marcha.
Situación de Almodóvar del Río en el mapa peninsular según Google Maps.
De camino hacia Carmona, donde dormiríamos esa noche, nos pillaba muy bien parar en Almodóvar, pero la mañana amaneció con una niebla espesa que no permitía ver a diez metros. Aunque parecía imposible con el solecito y la buena temperatura que habíamos tenido el día anterior, estábamos avisados por los pronósticos del tiempo, que en esta ocasión no fallaron ni mucho menos. Así, cuando pasamos junto a Almodóvar por la carretera no pudimos distinguir ni el pueblo ni la imponente fortaleza que domina toda esa parte de la campiña cordobesa. De modo que rápidamente cambiamos de planes porque las impresionantes panorámicas que ofrece constituyen precisamente uno de sus mayores alicientes. Esa decisión nos iba a suponer un trastorno, pues ni siquiera estábamos seguros que poder acomodar la visita en los días siguientes. No obstante, mi idea es que hay que saber desistir de las cosas cuando no van a responder a lo que se pretende, salvo que se trate de un lugar al que no se vaya a regresar en un futuro.
El castillo desde el aparcamiento.
Volver al castillo nos iba a costar hacer cien kilómetros extras dos días después, pero al final lo hicimos y mereció la pena porque el día se presentó despejado y espléndido, con una visibilidad que prometía las mejores vistas. Para empezar, ya pudimos distinguir su silueta imponente desde el coche a muchos kilómetros de distancia, ya que se encuentra en un solitario cerro en plena Vega del Guadalquivir, entre campos de cultivo y olivares. Sin embargo, el sol daba de frente y no logré sacar ninguna foto decente. Así que le daremos a la imagen un toque especial.
Almodóvar del Río es una localidad cordobesa perteneciente a la comarca del Valle Medio del Guadalquivir. Situada a 119 metros de altitud sobre el nivel del mar, cuenta actualmente con una población ligeramente superior a los ocho mil habitantes. Su territorio comprende tanto zonas de la vega y la campiña sur como de la sierra norte, gran parte de la cual goza de protección al estar integrada en el Parque Natural de Hornachuelos; el Embalse de la Breña también se halla en sus inmediaciones. Habrá que explorar toda esta zona en alguna otra ocasión. Como referencia, señalar que se encuentra a solo 23 kilómetros de Córdoba capital, a 111 de Sevilla y a 420 de Madrid.
Itinerario desde Córdoba a Almodóvar del Río según Google Maps.
El Castillo de Almodóvar del Río.
Nada más llegar, nos dirigimos hacia el castillo, hasta el que no se puede acceder en coche privado. A los pies del cerro donde se yergue se ha establecido un aparcamiento público gratuito y vigilado, en el que hay que estacionar obligatoriamente. Desde allí, se puede subir a pie o utilizar un autobús que cuesta 1 euro (subida y bajada). Nosotros decidimos ir andando. Son unos seiscientos metros en continua subida por una pista asfaltada, unos diez minutos de una caminata que no nos resultó nada pesada porque las vistas resultaban absolutamente espléndidas e iban mejorando con cada giro a mayor altura, lo que nos obligó a detenernos varias veces para tomar fotos. ¡Qué gran acierto fue no hacer la visita el día de la niebla!
Las perspectivas de Almodovar, la campiña cordobesa, con la capital y Medina Azahara al fondo, y el Guadalquivir se presentaban nítidas e impactantes, cuyo entorno rural y natural solo se ve ligeramente menoscabado por la vía del AVE, que corre a los pies del propio castillo desde Córdoba hacia Sevilla. Por lo demás, tierras de cultivo, olivares y, muy al fondo, las sierras.
Lo malo era que mirando hacia arriba, al castillo, el sol nos daba de frente, oscureciendo un poco las fotografías, aunque quizás por eso mismo su aspecto tenebroso le otorgaba un aire todavía más imponente e inexpugnable.
Si no se desea entrar al castillo o está cerrado, merece la pena la subida por contemplar las panorámcias que se ofrecen desde el exterior, que son las que he puesto más arriba, aunque desde las torres las perspectivas son mucho más amplias, claro está. Hay varios tipos de visita: no guiada, guiada y teatralizada, con precios distintos. Nosotros elegimos la visita no guiada, que nos permitió movernos a nuestro aire, utilizando el plano que entregan en la taquilla y siguiendo el itinerario sugerido, a lo largo del cual hay paneles explicativos de todo lo que se va viendo, incluidos los escenarios de Juego de Tronos. También hay audioguía descargable en el teléfono móvil mediante un código QR.
Naturalmente, la mascarilla era obligatoria.
Se tiene acceso a todo el recinto, con excepción del palacio neogótico, que es residencia privada. La entrada general cuesta 9 euros, con descuentos para niños, mayores, pensionistas, desempleados, etc. Se puede reservar previamente online. Los horarios varían según la época del año, así que antes de ir lo mejor es consultar su página web en el siguiente enlace: castillodealmodovar.com/visitas
El castillo, también llamado de la Floresta, está situado en lo alto del monte “El Redondo”. Esta fortaleza de origen árabe, andalusí, fue erigida por los Omeya en el siglo VIII, con el nombre de al-Mudawar (redondo o seguro), del que se derivó el nombre actual del pueblo. Durante los siglos siguientes, formó parte del Emirato y posterior Califato de Córdoba, y ya en el siglo XI, a las Taifas de Sevilla y Carmona. Volvió a Córdoba con los almoravides y en los siglos XII y XIII pasó a depender de la corte almohade de Sevilla.
Por un pacto, el rey Fernando III lo incorporó a la Corona de Castilla en 1240. Ya en 1360, Pedro I el Cruel (o el Justiciero) lo utilizó como residencia. Después de muchas vicisitudes a lo largo de los siglos, durante los cuales quedó prácticamente en ruinas, en 1901, Rafael Desmassières y Farina, XII conde de Torralva, empezó su restauración, que convirtió en el sueño de su vida, utilizando su tiempo y su patrimonio. Para encargarse del proyecto contrató a Adolfo Fernández Casanovas, y las obras prosiguieron más allá de la muerte de ambos, en 1914 y 1932, respectivamente, hasta que estalló la Guerra Civil en 1936. Actualmente, el castillo es propiedad de Miguel Ángel de Solís y Martínez Campos, XI marqués de la Motilla.
Aunque ya era bastante conocido y visitado, la mayor fama del castillo, y también del pueblo de Almodóvar del Río, llegó con la promoción que supuso el rodaje de varias escenas de la serie Juego de Tronos en 2016, cuyos escenarios se encuentran perfectamente identificados en los diferentes paneles informativos y también en el folleto que entregan a la entrada.
Tras atravesar un enorme portón, llegamos a la taquilla, la zona donde se rodó la invasión y posterior marcha del ejército Lanister de Altojardín, y continuamos por la Liza, si bien en un punto concreto debimos retroceder hasta la puerta del Torreón del Moro, que da acceso al interior del castillo.
Aunque no es obligatorio, decidimos seguir el itinerario sugerido para no perdernos, ya que el recinto es bastante grande. Pasamos otro porton a la izquierda y llegamos hasta el gran Patio de Armas, frente al cual se encuentra el Hall de los Leones del Palacio neogótico, del que solo se puede ver esta entrada, ya que es una residencia privada de sus actuales propietarios. Para hacer habitable el castillo, el conde de Torralva encargó su construcción en 1903 según las tendencias arquitectónicas de aquella época y consta de dos plantas y una terraza.
Continuamos hacia la Torre del Homenaje, cuya parte baja o Sala del Rey, se convirtió en el Salón de Lady Olenna Tyrrel, que cuenta con el balcón desde el que divisó la llegada del ejército Lannister. Naturalmente, para los fans de la serie, es posible asomarse al balcón y remedar la escena.
Además de subir a lo alto para contemplar las vistas, se puede descender hasta la boca de las mazmorras, donde se rodó la escena de Gusano Gris accediendo a Roca Casterly por el túnel.
[align=justify]Ni que decir tiene que las vistas lucían impresionantes a esa altura y en todas direcciones, en 360 grados.
Acto seguido, por el adarve, llegamos hasta una interesante exposición de espadas, reproduciendo algunas muy conocidas de diferentes épocas con sus correspondientes explicaciones.
Seguimos después accediendo a varias torres, la Cuadrada, la Redonda, la del Maestre, la de la Escucha, la de las Campanas y la de la Ceniza, completando las 7 torres y un torreón con que cuenta el castillo.
En algunas hay distintas exposiciones con maquetas y otro material. A todas ellas es posible subir hasta las terrazas para divisar las diferentes perspectivas, todas ellas realmente espléndidas. Luego ya depende de las ganas de subir escalones y escaleras de cada cual.
Concluida la visita de la parte alta, a la que se da toda la vuelta, bajamos hasta el Patio del Albero, donde hay un espacio cubierto para exposiciones y audiovisuales. Accedimos después a la Capilla y desde allí a la Galerías y el Salón Medieval, junto al que se encuentra una tienda de recuerdos. En este espacio, Jaime Lannister buscó a Lady Olenna Tyrrell. Antes de salir, vimos la zona donde se rodó entrada de Jaime Lannister en Altojardín y su asalto y saqueo.
Nos gustó mucho la visita hasta el punto de que estuvimos más tiempo del que habíamos previsto en un principio. Salvo en el palacio neogótico, es posible moverse por todos sitios y subir a todas partes, contemplando unas vistas fantásticas, a lo cual colaboraba aquel estupendo día de sol con una gran visibilidad, algo muy importante a la hora de ver este castillo, ya que, si bien tiene ambientación en algunos salones, no se trata de contemplar salones decorados y amueblados con todo lujo de detalles: eso hay que tenerlo claro.
De tanto entretenernos, se nos había hecho tarde y teníamos que comer. Así que no lo pensamos demasiado y en vez de bajar al pueblo a buscar un restaurante, nos decidimos por un asador que hay justo en frente del aparcamiento. En la terraza no había sitio, así que tuvimos que acomodarnos en el comedor interior, si bien pudimos sentarnos en una zona donde se mantenía bastante la separación entre mesas. Tienen como especialidad la carne a la brasa y las raciones son enormes, sobre todo la brocheta es espectacular, mejor para dos personas. Gracias a la camarera que nos lo advirtió porque habíamos pedido demasiado. Al final, una ensalada mixta (con todo de todo), chuletas de cordero y presa ibérica, con sus guarniciones de patata asada (del estilo de la que ponen en los restaurantes argentinos). Con bebida y cafés, la cuenta no llegó a los 50 euros. Luego, para bajar la comida, fuimos hasta el pueblo a dar una vuelta.
Almodóvar del Río.
El principal y único inconveniente al recorrer esta localidad es sin duda alguna sus subidas y bajadas: ¡qué cuestas, madre mía!, vayas por donde vayas. Pero no hay que desistir, ni mucho menos, si bien supongo que habrá que armarse de valor en verano, cuando pegue de verdad el sol. El ayuntamiento propone un recorrido circular por el casco histórico, que parte de la Plaza de la Constitución o del Ayuntamiento, visitando los lugares más destacados del pueblo. Pongo una foto de dicho mapa municipal que se puede descargar de su propia web.
En la Plaza de la Constitución se encuentra la Casa Señorial de la Familia Natera, del siglo XVIII, que actualmente es el Ateneo Popular. También en esta plaza está el Antiguo Ayuntamiento, del siglo XVIII, utilizada hoy en día como Biblioteca Municipal. Muy llamativa es la Torre del Reloj y, sobre todo, la vista del castillo, que parece asentarse sobre la plaza en acctitud de vigia perpetua e imponente. Lástima del sol de frente.
Muy cerca, están el Archivo Histórico Municipal y la Iglesia Parroquial de la Inmaculada Concepción, del siglo XVII.
Además, la Capilla del Convento de Nuestra Señora de Gracia, del siglo XV, la Ermita de Nuestra Señora de la Virgen del Rosario (Patrona de la localidad), la Fuente de la Plaza Juan Merinas y el Mirador del Ribazo y Monumento al Aceite Carbulense. También hay una exposición arqueológica municipal, dado que esta zona zona estuvo habitada desde tiempos muy antiguos y se han encontrado restos incluso del Paleolítico Inferior. Mención especial merece el Puerto Fluvial romano, junto al Guadalquivir, al que quisimos acercarnos, pero no fuimos capaces de dar con él. Y, luego, después de subir la calle de la cuesta, volver a bajarla no nos pareció buena idea. Lo que sí divisábamos casi en cualquier esquina o recoveco entre calles la efigie sempiterna de la fortaleza.
También vimos el Monumento a la Leyenda de “La Encantá”. Según la inscripción que figura en el mismo, el rey Fath Al Mamun y su esposa Zayda vivían en el Alcázar de Córdoba cuando se produjo la invasión de los almoravides. Para proteger a su familia, Fath los envió al castillo de Almodóvar del Río. Cuando los almoravides conquistaron el Alcázar, el rey fue asesinado y en ese instante Zayda, que estaba dormida, se despertó sobresaltada y, presintiendo lo sucedido, se vistió con tules blancos y subió a lo alto de la Torre del Homenaje, desde donde, mirando a Córdoba, vio elevarse un caballo blanco. Al día siguiente, los almoravides conquistaron el castillo y encerraron a Zayda en una mazmorra, donde murió de pena. Desde entonces, se asegura que se ve su imagen por las almenas del castillo mientras se oye su voz gimiendo desconsolada.
Sin embargo, después me quedé bastante sorprendida al encontrar en internet otra versión de la historia o leyenda de esta princesa, y muy diferente. Según esta versión, la bellísima princesa Zayda siendo una niña había sido ofrecida en matrimonio al rey leonés Alfonso VI con una gran dote que incluía varias Plazas. La boda no fructificó porque los cristianos no querían que su rey contrajese matrimonio con una infiel, así que Zayda se casó con el rey de Córdoba, Fath Al Mamum. Con la invasión de los almoravides, el rey cordobés envió a los miembros de su familia al castillo de Almodóvar del Río para protegerlos. Cuando Fath fue ejecutado por los almoravides, Zayda pidió ayuda a Alfonso VI, que le dio cobijo en su reino. Zayda se convirtió al cristianismo con el nombre de Isabel e inició una relación amorosa con Alfonso que tuvo como escenario el castillo de La Adrada en Ávila (el pueblo de mi madre, por cierto). Ella le dio tres hijos y murió en el último parto, al dar a luz a una niña llamada Sancha. El primero de sus vástagos con Alfonso VI fue Sancho Alfónsez, que como único varón fue declarado heredero al trono, situación que se truncó con su muerte en la batalla de Uclés, a la que siguió la de su padre al poco tiempo. Al parecer, hubo y sigue habiendo una gran controversia en torno al auténtico alcance del vínculo existente entre ambos personajes, quienes incluso pudieron llegar a casarse, si bien no falta quien asegura que la Isabel con quien Alfonso se casó no era Zayda sino otra mujer. En fin, está claro que todas las leyendas presentan un fondo de verdad, aunque indagando a veces resulte algo inesperado como ha sido el caso. Me he salido un poco del tema, pero he querido compartir aquí esta historia tan curiosa.
En invierno, los días son cortos, así que volvimos al aparcamiento del castillo y dimos por finalizada nuestra excursión a Almodóvar del Río, ya que teníamos que dirigirnos a Carmona, donde nos alojaríamos esa noche. Muy bonito e interesante este castillo, tanto por sí mismo como por las panorámicas que ofrece y que no se me van a olvidar.