Continuación de la visita a Alcalá la Real, cuyo relato puede leerse en la etapa anterior con el siguiente enlace:

Antes de ir a la fortaleza, conviene consultar su página web para comprobar los horarios de apertura que, actualmente, son de 10:00 a 18:00 del 15 de octubre al 31 de marzo; y de 10:30 a 19:30 del 1 de abril al 14 de octubre. La entrada general cuesta 8 euros y la reducida (niños entre 7 y 16 años y mayores de 65), 4 euros. Como he comentado antes, tuvimos la suerte de que cuando fuimos se celebraba el día de los castillos o algo así y el acceso era gratuito. De todas formas, tuvimos que pedir el ticket en la taquilla, aunque sin pagar nada, claro está

Aunque hay visitas guiadas, preferimos ir por libre siguiendo el folleto que nos entregaron para aprovechar mejor el tiempo. Además, hay un itinerario sugerido y está todo muy bien explicado con paneles informativos. También se puede reservar una visita aparte para recorrer los subterráneos y que se llama "la ciudad oculta". Esta sí me hubiese interesado, pero no me cuadró el horario, ya que no se realiza todos los días.
Foto del folleto informativo que entregan con la entrada en la taquilla y, debajo, entrada a la "ciudad oculta".



En realidad, el castillo –que recibe el mismo nombre que otro muy insigne sito en Medina del Campo (Valladolid)- solo constituye una parte de la que fue una ciudad fortificada, situada en el Cerro de la Mota, a 1033 metros de altitud, lo que le permite tener unas vistas maravillosas de todo el entorno a decenas de kilómetros. Declarada Bien de Interés Cultural, conserva la estructura original de la muralla almohade y el trazado urbano de la ciudad renacentista que se presenta como un solar arqueológico con restos de las edificaciones medievales (nevero, aljibes, silos, molinos, casas y palacios).


El recinto es enorme, así que para recorrerlo bien es preciso emplear al menos tres horas, aunque, si se dispone de poco tiempo, lógicamente, también se puede ir más deprisa, incluso pasando por alto algunas zonas.

Según algunos historiadores, las primeras referencias de la fortaleza datan del siglo VIII, aunque fue a finales del siglo IX cuando adquirió una gran importancia en el curso de los enfrentamientos entre los almorávides y los reyes de taifas. En la época almohade, fue atacado por los bereberes africanos y, tras la Batalla de las Navas de Tolosa, musulmanes y cristianos alternaron su posesión, realizando diferentes reformas y ampliaciones a fin de reforzar un enclave considerado vital en la vigilancia del entorno fronterizo. Ya en 1340, la ciudad fue sitiada y conquistada por Alfonso XI y pasó a integrarse en el Reino de Castilla. Una vez conquistado el Reino de Granada, perdió importancia, con lo cual se fue abandonando paulatinamente hasta la llegada de las tropas francesas que la utilizaron como cuartel en la Guerra de la Independencia.


Accedimos al recinto por la Puerta de la Lanzas, una de las siete que se conservan, de estilo renacentista, y tras un corto paseo llegamos a la Puerta de la Imagen, del siglo XVI, que une las zonas entre murallas y que debe su nombre a que en tiempo albergó una hornacina con la imagen de Santa María. Enseguida, vimos las “Carnicerías”, un edificio de carácter comercial, adosado a la muralla y a las rocas, que daba acceso a la parte alta de la ciudad.



Durante el recorrido hay miradores, que llaman la atención al principio, pero que quedarán algo empequeñecidos ante las vistas que contemplaremos más adelante, desde lo alto de las torres. No obstante, hay panorámicas muy llamativas, como la de los restos de la Iglesia de Santo Domingo de Silos, de estilo gótico mudéjar.

La Puerta del Peso de la Harina, con dos arcos apuntados de la época almohade, nos introdujo en la Plaza Baja, donde se desarrollaba la vida comercial de la ciudad. Aunque el trazado actual, superpuesto al musulmán, y los restos de calles y casas son posteriores al siglo XV, se conservan restos del pavimento original en forma de espiga. Aquí también pudimos entrar en la Botica, un pequeño museo sobre pócimas, hierbas y tratamientos médicos de la época.


Accedimos, después, a la Alcazaba, una fortificación militar con patio de armas flanqueado por tres torres, a las que se puede subir y que ofrecen unas panorámicas fantásticas de los campos adyacentes, cubiertos de olivos, de Alcálá y del propio recinto fortificado, en especial de la Iglesia Abacial, que visitaríamos después. En el interior, hay algunas salas musealizadas.





Una vez que terminamos de explorar todos los rincones en las almenas y las torres, nos movimos por el barrio militar, que habíamos divisado a vista de pájaro desde arriba, y visitamos una de las viviendas más importantes del recinto, que conserva el pórtico, los pesebres y el abrevadero, además de la bodega decorada a la antigua usanza.


Vimos también el nevero, una enorme cavidad subterránea de forma circular y que servía para retener la nieve de las montañas, a fin de conservar alimentos y enfriar bebidas. En verano, cuando la nieve se derretía, el agua pasaba a través de unas galerías a unos aljibes, que se pueden contemplar en varios lugares cercanos. Si no se tiene claustrofobia, merece la pena bajar a curiosear hasta el fondo, utilizando una escalera metálica que hay instalada.


En las inmediaciones, está la Puerta de Santiago, que permite acceder desde el exterior directamente al Bahoncillo y a la Plaza Alta. Además, está la Puerta de San Bartolomé, construida a mediados del siglo XVI para que pudieran acceder al recinto las personas que vivían en los arrabales de la zona oeste de la muralla.


Seguimos después hasta el Bahoncillo, el barrio occidental de la ciudad, que es muy curioso de ver, pues está ubicado en una depresión rocosa que alberga viviendas y bodegas situadas en cuevas. También se puede ver el antiguo cementerio de Alcalá la Real.


A continuación, visitamos otras bodegas y nos encaminamos a la Torre de la Cárcel, que protege el flanco sur de la ciudad. Además de cárcel, fue aljibe principal y desde su terraza se contemplan unas vistas fantásticas de las atalayas que señalaban las fronteras con el Reino de Granada. En días claros se vislumbran gran parte de los picos principales de Sierra Nevada.



La Plaza Alta se halla entre la Torre de la Cárcel y la Puerta del Peso de la Harina. Era la lonja y el lugar de eventos y espectáculos. No muy lejos, está el Pósito, donde se guardaba el grano, si bien fue variando de ubicación con el paso del tiempo. Y también pasamos por las Casas del Cabildo, las dependencias administrativas gobernadas por el Corregidor, donde se ha instalado un museo.


Para el final, dejamos la enorme Iglesia Abacial, cuyo origen se remonta al templo gótico que mandó construir Alfonso XI tras la conquista de la fortaleza en 1341, si bien fue remodelado en los siglos XVI y XVII con elementos renacentistas y platerescos. De la primera época, se conserva la Capilla del Deán.


Durante Guerra de la Independencia fue utilizada por los franceses como cuartel y, al marcharse, la incendiaron, provocando enormes destrozos, incluyendo la caída de la bóveda. También se utilizó como cementerio municipal. Fue restaurada por la Junta de Andalucía a finales del siglo XX. Hay un espectáculo audiovisual de luz y sonido, pero pese a estar allí a la hora anunciada no lo pusieron, así que no lo pudimos ver.



En definitiva, una visita muy entretenida, durante la cual se pueden hacer fotografías muy resultonas tanto con los fondos de “piedras” como de los estupendos paisajes que se divisan desde las torres y las murallas, sobre todo si el tiempo acompaña. Nos gustó.
