Finalmente después del mediodía, el cretino que ostenta el cargo de embajador de la República del Congo en la RCA ha tenido a bien firmarnos los papeles y podemos por fin iniciar la ruta hacia Bayanga, en el Parque Nacional de Dzanga Sangha.
Los primeros kms. de ruta muestran el paisaje típico de los alrededores de una ciudad africana, con sus barrios de chabolas, zonas más o menos deprimidas, hasta que poco a poco, las chozas van desapareciendo y dejando paso a una típica “carretera” africana, con la tierra de color rojizo bordeada de árboles y vegetación.
Vamos haciendo kilómetros sin detenernos demasiado, ya que hemos salido muy tarde y se trata de hacer el máximo número de kilómetros posibles antes de que oscurezca.
En ruta hacia Bayanga
Finalmente, llegamos a un pueblo llamado Boda, en plena noche y buscamos algún lugar donde alojarnos esta noche. Encontramos un “motel”, el cual consiste en 10 “habitaciones”, y los restos de otras cinco o seis, actualmente ya en ruinas, que son básicamente unas chozas de ladrillo, con el tejado de madera y cuyo mobiliario consiste en un camastro y una mosquitera.Cuando mi mujer abre la puerta de la choza que nos han asignado como habitación y entra, descubre que en nuestra habitación se encuentra alojado ya un huésped, en concreto una magnifica y lustrosa rata que se halla descansando cómodamente encima de la mosquitera. El chillido que da mi mujer despierta al pobre animal, el cual huye despavorido y nos deja la habitación para nosotros solos.
Por supuesto, si quieres asearte algo, puedes pedir un bidón de agua, la cual traen directamente del rio y echarte un cubo de la misma por encima, para el tema de “ir al baño”, pues detrás de cualquiera de las habitaciones en ruinas puedes hacerlo, a menos que prefieras una taza de váter que se encuentra situada justo en mitad del patio, evidentemente sin ningún desagüe ni tampoco ninguna pared que impida disfrutar de la vista.
Diría que este hotel, junto al que tuvimos en Yokadouma (Camerún) en el anterior viaje a la zona y otro que tuvimos el “placer“ de disfrutar en Jinka (Etiopia) ocupan el podio de los hoteles más “pintorescos” en los que he estado a lo largo de todos los viajes que he realizado hasta ahora.
Nos tiramos en el camastro y dormimos unas horas, confiando en que el anterior huésped, al que desalojamos con nuestra llegada, haya encontrado otro lugar más tranquilo para descansar y no decida volver para recuperar su cama y a la mañana siguiente, nos levantamos temprano y continuamos el viaje en dirección a Bayanga.
Volvemos a la carretera, seguimos en ruta hacia Bayanga, con breves paradas para estirar las piernas y hacia el mediodía nos detenemos a comer en un pueblo, si no recuerdo mal llamado Ouodo, el menú permite elegir entre cabra o mono y al que no le guste ninguna de ambas carnes, puede comerse un lata de sardinas en conserva acompañadas con una especie de bizcocho que hemos podido comprar, ya que pan ya no queda en toda la población.
Después de la comida, seguimos el viaje, cuando a los pocos kilómetros, uno de los tres vehículos en los que viajamos se rompe. Un compañero de viaje es mecánico e intenta la reparación, pero nada. No hay manera, la trasmisión del vehículo está rota y no puede continuar, así que repartimos el equipaje entre los otros dos vehículos y nosotros también nos repartimos, yo y dos compañeros terminaremos la ruta estirados sobre los equipajes en la parte trasera de una pickup y la verdad, es que se va bastante cómodo y sobre todo, más fresco que en el interior del vehículo. El único problema aparece cuando empieza a llover y tenemos que correr a echar la lona, con lo que nos quedamos con la cara a un palmo de la lona, pero por suerte la lluvia dura poco y podemos volver a quitar la lona.
Seguiremos así las siguientes 4 o 5 horas de viaje hasta llegar finalmente a Bayanga, donde nos alojaremos en Doli Lodge, el lodge que se encuentra junto a las oficinas centrales y cuartel general del parque nacional de Dzanga Sangha.