Jueves 8 de Agosto:
Para ese día teníamos un planning muy extenso, así que madrugamos bastante. Bajamos a comprar pan a una panadería cercana, desayunamos y nos preparamos unos bocadillos.
Algo antes de las 10 nos pusimos en camino hacia la Ribera Sacra, una de las zonas de Galicia que más nos han gustado.
Nuestra primera parada fué el Monasterio de San Pedro de Rocas, al que llegamos en unos 25 minutos. Este Monasterio es único por estar excavado en la roca natural, y en el se encuentra el Centro de Interpretación de la Ribeira Sacra y de la vida monástica, que es muy didáctico y lo estuvimos viendo un buen rato. Después sacamos a Thor del coche y nos dirigimos hasta el campanario, donde nos hicimos alguna foto.

Más allá de la fuente de San Bieito sigue el sendero por un bonito bosque muy cerrado. La leyenda de Romasanta o el hombre lobo gallego tiene como protagonista estos senderos.
Manuel Blanco Romasanta era un vendedor ambulante que ofreció a varias mujeres de la zona llevarlas a servir a casas de Santander y Orense. Pero tras el viaje las mujeres desaparecían misteriosamente, y a pesar de las cartas inventadas que Romasanta enviaba a sus familiares, éstos empezaron a sospechar…Tras su detención en 1852, Romasanta declaró que había matado y devorado a sus víctimas por culpa de una maldición que lo transformaba en lobo.
La visita a este paraje y al monasterio nos llevó una hora aproximadamente y nos gustó mucho.
Desde aquí pusimos rumbo hacia el Cañón del Sil, para hacer una ruta en coche por sus miradores. El primero en el que paramos fué el Miradoiro Penedos do Castro, donde llegamos en unos 20 minutos. Para llegar al mirador, que son unas piedras enormes con una bandera de Galicia, hay que andar entre 10-15 minutos por un sendero bastante marcado y algo empinado en sus metros finales. Desde este mirador hay una bonita panorámica del Mosteiro de Santo Estevo de Ribas de Sil, que está reconvertido en Parador y que es visitable aunque no te alojes allí, pero nosotros decidimos no visitarlo por dentro.
Cerca de aquí se encuentra el Embarcadoiro de Santo Estevo, desde donde salen los barcos turísticos que navegan por el cañón, pero al ir con Thor descartamos esta actividad, además al día siguiente teníamos previsto recorrer el cañón en kayak y ahí si podía acompañarnos Thor.
Nuestro siguiente mirador fué el Miradoiro de Vilouxe. Para llegar a él, aparcamos en la aldea de Vilouxe y tras atravesarla andando y seguir un sendero bastante indicado llegamos en unos 10 minutos a nuestro primer mirador hacia el cañón tan impresionante que forma el Río Sil. Este fué el mirador que más nos gustó de todos los que paramos, que fueron unos cuantos. Desde él se veía justo el codo que forma el cañón, con lo que las vistas eran muy amplias. Se podían ver los barcos que hacen el recorrido turístico por el río y parecían minúsculos.



Cuando volvimos al coche, se empezó a nublar bastante y se escapaban algunas gotas.
Nos dirigimos al Miradoiro da Columna y al Mirador de Cabezoás, que se encuentran muy cerca el uno del otro y están en la misma carretera, con lo que no hay que andar practicamente nada desde los aparcamientos. Estos 2 miradores tienen vistas bonitas, pero no tan espectaculares como el de Vilouxe, además como nos estabamos mojando, no los pudimos disfrutar demasiado.
Seguimos nuestro camino hacia Parada de Sil, pero cuando llegamos aquí nos desviamos por una carretera de montaña bastante estrecha, para llegar al Mirador A Mirada Máxica, que se encuentra dentro del Camping Canon do Sil, aunque se puede entrar para ver los miradores, o por lo menos a nosotros nadie nos dijo lo contrario. Este mirador, son dos pasarelas de madera suspendidas en la pared del cañon. Las vistas son bonitas, pero en ese momento se metió algo de niebla y deslucía un poco el paisaje.
Seguimos la carretera hasta el Mosteiro de Santa Cristina de Ribas de Sil, que está situado en un lugar mágico, rodeado de bosque y casi colgado del cañón, de hecho, desde su campanario se puede ver el río por encima de los árboles, aunque nosotros no pudimos subir a él. Si que pudimos visitar el Monasterio con Thor, que está en ruinas, pero bastante restaurado y bien vale una visita.
Al acabar la visita y coger el coche, una familia de franceses nos pidieron que les acercasemos hasta Parada de Sil donde tenían el coche, y es que estaban haciendo una ruta circular que pasa por unos cuantos miradores y el Monasterio, pero es una ruta bastante larga y dura que nosotros habíamos valorado pero que se nos salía de tiempo en nuestro planning. Es una ruta circular de unos 12 km y más de 600 mts de desnivel, que se tarda en hacer unas 4 horas, por si alguien está interesado.
Los dejamos en el pueblo y atravesándolo nos dirigimos hacia los Balcones de Madrid, que es el mirador más famoso de la Ribera Sacra. Se llama así, porque cuando los habitantes del pueblo emigraban a Madrid a trabajar de barquilleros se les despedía desde aquí.
Teníamos pensado comernos nuestros bocadillos en este mirador, pero seguían escapandose gotas de agua, así que lo visitamos con nuestros paraguas, disfrutandolo a medias, porque a ratos dejaba de llover y salía el arcoiris, o volvía a caer agua. El mirador es muy bonito, viendo las altísimas paredes del cañon del lado de Lugo.

En el GPS pusimos Albergue a Fábrica da Luz, que es desde donde empieza la pasarela de madera que va por el cañón del río entre el bosque. Aparcamos en el arcén de la carretera porque no teníamos muy claro si podíamos bajar por la empinada rampa de tierra que daba acceso al albergue. Junto al albergue hay un pequeño aparcamiento y un bar. Nosotros bordeamos el albergue y empezamos el precioso sendero por las pasarelas. Es un paseo de 2 km ida y vuelta sin apenas desnivel, aunque se puede hacer la ruta circular, empalmando la pasarela con un sendero que te lleva hasta la carretera para volver por ella al albergue. Nosotros solo hicimos las pasarelas ida y vuelta y dedicamos 1 hora más o menos, parando hacer infinidad de fotos y deleitarnos con el entorno.

Lo primero que hicimos fué tomarnos un cafe y un trozo de bica, una especie de bizcocho típico de este pueblo que estaba bastante bueno.
Al acabar la merienda comenzamos nuestra visita por el pueblo, que lo más interesante que tiene para ver es su Castillo, cuya entrada cuesta 2€ y dejan entrar con mascota. Además se encuentra allí la oficina de turismo, con lo que aprovechamos para preguntar que más podíamos hacer por la zona y nos indicaron varios monasterios más que podíamos visitar, ya que la Ribeira Sacra está llena de monasterios e iglesias, pero ya habíamos cubierto el cupo por ese día.
El Castillo nos gustó mucho, está muy bien restaurado y en él se encuentra un museo etnográfico que visitamos. Además las vistas desde su muralla y desde la Torre del Homenaje son muy bonitas y muy extensas.

En el primero que paramos fué el Mirador Peña De Matacás, que se encuentra a unos 15 minutos de Castro Caldelas y que está un poco apartado de la ruta, pero que a mí personalmente me apetecía ver. Este mirador está situado en una peña del mismo nombre y desde él se puede ver el Cañón del Sil, pero con un paisaje diferente al de los anteriores miradores, aquí las paredes no son tan verticales, y en vez de ser de piedra o estar cubiertas por bosques, están completamente tapizadas de viñedos. Y es que es aquí donde se realiza la viticultura heroica que da origen a muchos de los vinos de la Denominación de Origen Ribeira Sacra, una de las más pequeñas de España, pero de las más apreciadas por la calidad de sus vinos. Unas cepas milenarias que los romanos ya explotaban para producir el oro líquido del Sil.
Desde este mirador también se ve el Embarcadero de Doade, desde donde también salen barcos turíticos a través del cañón.
Desde el mirador bajamos por una empinada carretera hasta el embarcadero, donde se encuentra un pequeño puente que cruza el río Sil a la orilla lucense y subimos por la misma carretera llena de curvas y entre viñedos, en busca de nuestro primer mirador de la zona de Lugo, el Miradoiro do Duque, al que no pudimos acceder, ya que el GPS nos mandaba por caminos hechos para que los viticultores pudiesen acceder a las viñas y que eran intransitables para cualquier vehículo que no fuese preparado para esa labor.
Descartamos la visita de ese mirador y nos dirigimos al siguiente de la lista, el Mirador de Souto Chao o también denominado Mirador del Vendimiador. Este último nombre se debe a la gran escultura de granito que existe arriba del promontorio de 461 metros y que representa a un “carreteiro” llevando sobre la cabeza un capacho (cesta) con la preciada uva, estatua que es visible desde muchos lugares de esta parte del los cañones del Sil. Este monumento representa el esfuerzo en la viticultura heróica.
El mirador está formado por una bonita pasarela de madera colgada de la pared con vistas muy bonitas de los campos de viñedos en terrazas y del cañón del río.
Ya acercándose las 21, nos dirigimos al último mirador de ese día, el Mirador Pena do Castelo.
Se encuentra cerca del anterior, pero aún más alto. Para llegar a él, hay que atravesar el Souto de Valguaire, un pequeño bosque donde se pueden ver castaños centenarios enormes, por un camino de tierra bastante transitable por cualquier vehículo, sobre todo si no está muy embarrado.
Cuando llegamos no había nadie, así que pudimos disfrutar del atardecer allí en soledad.
En este mirador se encuentra una pequeña ermita muy bonita y desde él hay unas vistas amplísimas del cañón y de los viñedos.

Cuando llegamos nos duchamos, cenamos unos sandwiches y caímos rendidos en la cama del cansancio acumulado de todo el día.