Yo fui en mayo en el vuelo de TAP y al abrir este capítulo he pensado en una cosa. El vuelo tanto a la ida como a la vuelta hizo una escala comercial en Accra, con parada de una hora u hora y media y entrada y salida de pasajeros. Es el recurso que ha tenido que adoptar la compañía para equilibrar un poco las cuentas de esa ruta, ya que São Tomé es un mercado pequeño y no hay, juntando turistas y migrantes, suficiente demanda.
El hecho es que para mí, viniendo de Lisboa, técnicamente una escala de una hora en Ghana es “aséptica” y no me obligaría a llegar a São Tomé con certificado de vacunación de la fiebre amarilla. Pero a los pasajeros que embarcan en Accra sí que les obligaría puesto que se trata de un país de alto riesgo en esa enfermedad. Pues bien, cuando llegamos a São Tomé nadie me preguntó dónde había embarcado, y no vi que se lo preguntaran a nadie, no hay que presentar ningún formulario y solamente se entrega el pasaporte en ventanilla para sellar. Me dio la impresión de que el certificado de vacunación de la fiebre amarilla es algo como que pertenece a un mundo legendario, como los dragones y los unicornios, y a nadie en la vida real se le ocurre preguntar si alguien lo tiene o lo ha visto en persona
Y ya puestos, cuando volví a Lisboa haciendo la misma escala me parece que nadie se preocupó tampoco de verificar este punto.