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En principio este viaje iba a ser a la Selva Negra, pero yo tenía el capricho de conocer el Castillo de Neuschwanstein y al no tener demasiados días, se nos alejaba mucho, de modo que decidimos irnos por Baviera y Austria.
Esta zona está bastante documentada y no creo que aporte nada nuevo, pero creo que hay mucha gente como yo que le gusta leer los diarios de viaje de los demás. Bueno, pues llegó el día 5 de septiembre y, recuperados de la fiesta del día 3 (no se si lo sabíais, pero es el día que nos casamos), nos levantamos a eso de las 4 y media de la mañana y nos fuimos al aeropuerto.
Creo que nos hacemos mayores, ya que nos tienen que ayudar con esto de la facturación automática de maquinita, pero al final resulta fácil y el vuelo sale a su hora y sin problemas. Aterrizamos en Munich lloviendo y con fresquito. Nos dan nuestro coche y nos pasa como a mucha gente, que nunca hemos llevado uno automático. Lo alquilamos con avis y ningún problema. Nos dan un ticket de aparcamiento donde está apuntada la plaza donde está. Me cuesta un par de frenazos en el parking pero enseguida le cojo el tranquillo y nos dirigimos a nuestro primer destino, Oberammergau, donde pasaríamos 3 noches para visitar la zona.
Nos alojamos en el hotel Friedenshohe. Baratito y modesto, pero totalmente recomendable. El entorno en el que se encuentra es fantástico, y salir a la terraza para mirar el paisaje de alrededor me ha parecido el mejor momento de todo el viaje. El precio estaba por los 65-70€, alojamiento, desayuno y cena.
Entre unas cosas y otras nos fuimos a dar un paseo por el pueblo pasadas las 2 de la tarde, por lo que el tema de la comida se complica. Encontramos un local chiquito en donde nos dan un bocadillo y, por fin, una buena cervecita alemana.
Oberammergau resulta un pueblo precioso, y se nos va la tarde mirando las casas pintadas y visitando tiendeas. La mayoría son de motivos religiosos y nos sorprende la cantidad que hay; parece que por la zona son bastante católicos, y después de comprar algunos regalitos, nos vamos a cenar al hotel, que para eso está incluida la cena en el precio. Se sirve de 6 a 8 y, aunque es nuestra hora de merendar, después del madrugón y de estar todo el día de paseo, a las 7 cenamos con un apetito importante. Lo peor es que a las 8 y media ya tienes todo hecho y, aunque ya anochece, pues como que no apetece irse a la cama. Después de un cigarrito en la terraza, nos vamos acostando y la verdad es que enseguida quedamos grogui.
Mañana será otro día.
Imágenes de Oberammergau
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