Diez años después de aquella luna de miel volvemos a la Riviera Maya. No era nuestra primera opción, ni siquiera la segunda, ni la tercera… pero después de valorar el resto de opciones decidimos que era el mejor momento para volver. En aquella ocasión fue un paso fugaz. Una semana fué una pobre inversión para un destino tan rico y variado. Siempre nos quedó ahí esa necesidad de volver, pero con un reposo, sin prisas. Con la tranquilidad necesaria para disfrutar al máximo.
El hotel elegido es el Palladium. Un supercomplejo de 4 hoteles y con transporte interno para desplazarse entre ellos. Nos pareció inmenso en todos los sentidos. Está rodeado de manglares y los paseos dentro del complejo eran una autentica excursión entre la flora y fauna de la zona. La habitación era amplia aunque el baño algo pequeño y pobre para mi gusto.
La restauración era amplia y variada gracias a los 8 restaurantes temáticos que cada noche abrían sus puertas sin reserva previa, salvo el de playa, sin duda el más interesante de todos y en el que a la cena siempre te acompañaba una pareja de mapaches muy domesticados. En el resto, dependiendo de la hora y local, te podías encontrar una lista de espera de hasta una hora. Eso si, te daban un avisador a modo de vibrador con lo que podías tomar algo en cualquier lugar del complejo sin necesidad de estar allí esperando. A mi me pareció un sistema innovador.
Algo que yo valoro muchísimo a la hora de elegir un hotel es la playa. Pues bien, no recomiendo para nada esta playa ya que estaba llena de piedras casi en su totalidad salvo la zona del hotel Kantenah (mirando al mar a la izquierda del complejo) que apenas tenía unas pocas piedras. Entrar al mar para darse un baño era una odisea y nada recomendable hacerlo descalzo.
Para los piscineros decir que son varias las opciones. Además de la piscina natural de agua salada, cada dos hoteles comparten Piscina para niños, piscina de adultos muy tranquila y alejada y piscina para niños grandes, es decir, para los energúmenos que no respetan absolutamente nada. Este Piscinero niño grande no tiene una nacionalidad definida. Se diferencian de los adultos normales en que se zambullen salpicando a los demás, elevan la voz en idiomas variados y puedes verlos las veinticuatro horas del día con una jarra-termo que contiene de todo, menos agua.
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El tamaño de la jarra que veía en los últimos años ya apenas se ve, ahora es de una forma y tamaño semejante a un barril de cerveza de dos litros.
Sobre la limpieza, servicio y atención del personal del hotel no tengo queja alguna, salvo aquella noche que el camarero del Lobby se había cogido una “tajada” y estaba haciendo los Margaritas con vino blanco y tirando todo por la barra. Al principio nos reímos pero la verdad es que no da muy buena imagen y dice bien poco de él y de sus responsables. Al amigo lo seguimos viendo los siguientes dias como si no hubiera pasado nada.
El hotel es importante pero para nosotros va perdiendo valor al segundo día.
Cuatro dias antes de nuestra llegada había pasado por México el Alex. No, no se trata de mi amigo de Las Palmas, era una tormenta tropical cuya cola todavía estaba dando sus últimos coletazos y que nos acompañaron durante 3 dias de nuestras vacaciones. El seguro de viaje no te indemniza la perdida de disfrute vacacional, así que el mosqueo y el malestar salieron a relucir.
Al siguiente día de nuestra llegada asistimos a la reunión con el Touroperador Iberojet. Por supuesto no le compramos ninguna excursión. No fue fácil pero le sacamos alguna información interesante. Está claro que su único interés es vender excursiones, algo muy respetable ya que es su medio de vida.
A la playa no te podías ni acercar. El viento era tan fuerte que la arena se levantaba y chocaba contra tus piernas como un millón de alfileres lanzados al mismo tiempo. No quedaba otra que piscinear, ¡joder, con lo que odiamos la piscina!.
Al segundo día nos largamos a Playa del Carmen. Estaba nublado pero hacía calor. Salimos a la carretera federal que recorre toda la Riviera Maya y ahí mismo nos subimos a una de las muchas “Van” que se ocupan de llevar gente de aquí para allá. Son blancas de 10 a 14 pasajeros y se denominan “Transporte Colectivo”. Realizan dos trayectos: Playa del Carmen-Cancún y Playa del Carmen-Tulúm con precios muy aceptables. Por ejemplo desde nuestro hotel a Playa del Carmen eran 30 pesos (2 euros). Infinitamente más barato que los taxis.
Recorrimos de punta a punta la 5ª Avenida, recordando nuestra visita de hace diez años. Nos sorprendió la cantidad de comercios de gran superficie donde puedes comprar de todo. La única diferencia con los que tenemos en España es que el personal no era de origen chino sino que eran mexicanos. Aprovechamos y en Infotours contratamos la excursión de Cobá con visita al pueblo maya y Cenote por 65 dólares. Con Iberojet nos hubiera costado 96 dólares.
Dado que en la playa no se puede estar nos vamos de excursión.
Nos apetecía volver a Cobá, además no es un viaje muy largo. En la “Van” diez adultos y dos niños. Todos españoles salvo dos suizos a los que les tuve que explicar que en España no todo son toros y no todos dormimos la siesta…Ya se sabe, típicos y tópicos.
La visita fue magníficamente documentada por nuestro guía. Había muchísima gente, un ambiente muy diferente a nuestra visita anterior.
Esta vez si pude subir a lo alto de la pirámide. La subida es difícil. Desde lo alto admiraba la enorme llanura de selva y recordaba la ocasión en la que subí a la de Chitzen itza. Si la subida era difícil, la bajada no admite ningún error a la hora de pisar y por supuesto se hace necesario un calzado acorde. Las señoritas de “fino tacón” que se aplican el cuento de “antes muerta que sencilla” absténganse de la experiencia.
No es mi intención extenderme sobre la historia y cultura maya, pero si diré que todo lo que se cuenta engancha y ciertamente hay que reconocer que eran unos adelantados a su tiempo. Cuando Colón llegó ya se habían extinguido, una pena porque a lo mejor hubiéramos aprendido algo de ellos.
Después de la visita a Cobá visitamos un pueblo Maya. Nos esperaba la abuela con su colorido vestido y sus nietos. Nos invitaron a visitar su casa. La típica palapa maya de paja y barro, sin electrodoméstico y con lo justo para vivir. A mi me sorprendió ver un saco de pienso para el perro. Le compran pienso al perro!?.
Hacia un calor insoportable y el baño en el Cenote nos vino muy bien. Una escalera de caracol en medio de la nada nos hizo descender unos 10 metros bajo tierra hasta llegar a una cueva cerrada. Había luz artificial y una pasarela de madera con escaleras hacia el agua. Después del baño una comida típicamente mejicana y una cerveza bien fría.
Lo pasamos muy bien y nuestros compañeros de excursión muy agradables.
Los dias transcurrían a la vez que España iba pasando eliminatorias del mundial. El ambiente era espectacular y la gente se volcaba con “La Roja”. Eliminamos a Portugal en una segunda parte excepcional con un resultado injustamente corto de 1-0.
Una tarde nos acercamos al Cenote Cristalino frente al hotel Barceló. Un lago exterior rodeado de vegetación al cual se accede a través de un sendero desde la misma carretera. Hacía mucha calor, el viento seguía pegando fuerte y no podíamos acercarnos a la playa asi que el baño refrescante nos vino fenomenal.
La eliminatoria de cuartos contra Paraguay estuvo plagada de incidentes. Primero porque los dos equipos fallaron un penalti y después porque se fue la señal de televisión y pasamos unos minutos de incertidumbre. Veíamos el partido en unos televisores que colocaban en la parte exterior del Bar Sport. El bar estaba a reventar de gente y fuera apenas éramos veinte personas cómodamente sentadas. Además veíamos el partido con una antelación de 15 segundos con respecto a al canal que ponían en el bar. Imaginaros cuando cantamos el gol de España y los que estaban en el interior nos ponían caras raras y pensaban que estábamos locos o que los estábamos vacilando.
Quince segundos después lo entendieron todo.