Y se acabó.... Atrás quedan dieciocho días por este maravilloso país que nos ha embaucado totalmente.
Atrás queda la tradicional Kyoto con sus mil y un templos, Fushimi Inari y su interminable camino de toriis, Nara y sus ciervos y su gran Buda, la animada Osaka, el magnífico castillo de Himeji, la mágica isla de Miyajima con su torii flotante y el armonioso Daisho-in, la impactante Hiroshima y su museo, Kanazawa y el precioso Kenrokuen, la nevada Shirakawa-go, la acogedora Takayama y su riquísima ternera, las aguas termales de Hakone, el impresionante complejo de templos de Nikko, Kamakura y su imponente Daibutsu, y la asombrosa diversidad de Tokyo.
No olvidaremos la generosidad de la señora que nos ofrecía rosquillas en el mercado de Nishiki, la amabilidad de los señores Matsubaya, la simpatía del joven del castillo de Himeji, la atención del personal en Miyajima y Hakone, la inesperada actuación de la camareras de Takayama (spanish la-ti-na!), las divertidas confusiones con recepcionistas, camareros y empleados diversos, las fotos que nos hicimos con un tokyota en el parque Sumida...
Terminamos así un gran viaje por tierras lejanas, una aventura llena de sorpresas, contrastes y diversión. Un país en el que las tradiciones más milenarias se dan la mano con las novedades más futurísticas. Ahora toca asentar los recuerdos y empezar a soñar con, quizá, volver algún día...