Plan del día
(Estos "planes del día" que pongo al principio de cada etapa son los que teníamos originalmente pensados, pero varios días no coinciden con lo que luego haríamos, ya fuera porque algún sitio nos gustara más, por el clima o por otras razones. Pero bueno, los pongo igualmente por si a alguien le interesan)
Aterrizamos en la isla artificial del aeropuerto de Kansai. Seguimos a la gente hasta los mostradores de inmigración: foto, huellas; pasamos. Siguiente mostrador, entregamos el papelito en el que hemos puesto que no venimos a matar al emperador; pasamos. A por las maletas. Ahí están, son las únicas envueltas en plástico verde fosforito. Las envolvimos así en Barajas, y se ve que los japoneses no acostumbran, porque todos las miran con cara de sorpresa.
Nuestras maletas verdes
Seguimos los carteles hacia la estación de trenes. Nos acercamos a una máquina para comprar el billete y.... mmmmm.... todo en japonés...Qué raro, yo había leido que....mmmm....¿vamos a comprarlos ahí al lado, a la oficina de la JR? Mucha cola. ¿Pedimos ayuda a alguien? Vale...... ¡Espera! El que menos dormido estaba de los cuatro ha visto que dos máquinas más a la derecha hay un cartel GRANDE que pone ENGLISH. En fin, nadie nos ha visto, ¿no? Pues venga, a comprarlos.
Aquí vamos a cometer el primero de los dos errores de todo el viaje Éste fue culpa del cansancio del viaje, el segundo fue culpa de un cruce diabólico en Tokyo, muchos días después. Elegimos Kyoto como destino y vemos un precio menor del que yo llevaba apuntado que costaba ese trayecto. Bueno, será otro tipo de billete, tú cómpralo. Ok, lo compramos. Nos giramos y vamos hacia la entrada de la estación. Metemos el billete y ¡meeeeec! Error; esas puertecillas no se abren. Viene una funcionaria corriendo. Cuando ve que somos extranjeros se vuelve a dar la vuelta y va corriendo a su garita y viene de nuevo corriendo (¿por qué van corriendo a todos los sitios? Además, corriendo de esa forma, que está entre andar deprisa y correr despacio, yo lo definiría como “corriendillo”) y nos enseña un cartelito en inglés que pone que hemos pagado menos de lo debido para ir a Kyoto, que era otro tipo de billete o algo así. Ponemos cara de “joder, con lo que nos ha costado comprarlos”. Pone cara de “no hablo ni papa de inglés así que no me vayas a decir nada”. Ponemos cara de “¿y qué hacemos?”. Pone cara de “bueno, venga, tirad pa’dentro, anda” y dice algo así como “pay in tlain, pay in tlain”. Vale, maja, le pagamos la diferencia al revisor. Pa’dentro.
Bajamos al andén. Hace frío. Mira, ahí hay una habitación con sillones y parece que se está calentito, vamos a entrar. Vaya, ¿cómo se abre esta puerta? Debe de ser sólo para clientes o hay que tener una tarjeta para pasarla por esa especie de lector.... Dos minutos de frío más tarde vemos como un chico entra en la sala, abriendo la puerta....presionando con el dedo en “esa especie de lector”.... Vale, ya hemos cumplido el cupo de estupideces de todo el viaje, ni una más, ok? Entramos dentro, calentitos, y esperamos el tren. Ya viene, salimos a esperar donde pone en el suelo que se abrirá la puerta. Clavado. Pero todavía no se puede entrar. Dos japoneses armados con plumeros y aspiradores entran y se ponen a limpiar asiento por asiento. ¡Pero si no estaba sucio! Cuando acaban, le dan a un botón y los asientos giran y se ponen de cara al sentido de la marcha, no vaya a ser que nos mareemos y luego hablemos mal del país. ¿Podemos entrar ya? Gracias.
En hora y media estamos en Kyoto. Tras estos dos primeros párrafos en los que parecemos medio tontos (acusemos al jet-lag), a partir de aquí nos integramos perfectamente y todo va salir sobre ruedas ¿a qué sí? Por eso salimos del tren y giramos a la izquierda (había un 50% de probabilidad de equivocarse, destino cruel) y subimos unas escaleras mecánicas que nos dejan....en la puerta de una especie de supermercado. Como no vamos a entrar con las maletas a cuestas, nos bajamos otra vez. Ahora sí, nos dirigimos a la salida correcta “Central Gate” (nota mental: siempre mirar los carteles al bajar del tren).
Hemos acertado, ahí está la torre de Kyoto y las dársenas de buses, lo he visto tantas veces en el googlemaps que es como si ya hubiera estado. Seguimos el planito que tenemos y en 10 minutos estamos en el Matsubaya Ryokan.
El señor y la señora Matsubaya nos reciben con una sonrisa; hacemos el check-in y nos explican que aunque aún es algo pronto, podemos dejar las cosas ya en la habitación. Fuera zapatos, dentro zapatillas. Nos acompaña también el joven Matsubaya, que habla inglés y nos explica cómo va el mando del aire y que el futón nos lo montamos nosotros cada noche y que a ser posible se lo dejemos recogidito por la mañana que a las 11 limpian la habitación (Japón: ese país en el que pagas y te haces la cama tú; nos falta tanto por aprender). No hay problema, somos apañaos. Dejamos las cosas y nos vamos de paseo por Kyoto.
Son las 2. Primer destino: Sansusangendo, que está cerquita y podemos ir andando para ver el ambientillo. Vamos callejeando, disfrutando de los primeros momentos y mirandolo todo con curiosidad (no sabemos de qué es cada tienda porque no hay escaparates y los letreros están en japo; las calles estrechitas de las cercanías del ryokan son muy tranquilas, ¡nos gusta!; cuidado al cruzar, que conducen por el otro lado; mira, ¡un templo!) Tenemos hambre y ya es tarde para los horarios de aquí, así que nos metemos en el primer sitio que vemos, al lado del río. Irashaimaseeeeeee! Nuestro primer gritito: y así hasta el último día. Sólo hay una mesa de 2 y la barra; primera muestra de amabilidad japo: una pareja que estaba en una mesa de 4 se levanta al vernos y se cambia a la mesa de 2. Soltamos nuestro primer arigato y a comer. Menú con fotos y en inglés; todo rico, aunque no es donde mejor comeremos ni mucho menos. Barato. Nos vale para el primer día.
En 5 minutos más estamos en el templo. Pagamos, fuera zapatos, entramos y ooooohhhhhh! Impresionan tantas estatuas de Kannon ahí colocadas. Confirmo que hay 1101 (conté las piernas y dividí por 2) Por una parte me alegro de que no dejen hacer fotos, así no lo has visto en ningún sitio y la sorpresa es mayor al entrar. La estatua central es enorme y nos quedamos un rato mirando qué tiene en cada brazo...Vamos, para afuera que los pies se quedan fríos (lo de quitarte los zapatos en los templos seguro que es por esto: los pies se te quedan helados en esos suelos de madera y así la gente no se queda eternamente dentro. Seguro, seguro, lo tienen todo pensado. Llevad calcetines de lana en la mochila. Algunos japos lo hacían y se los ponían al entrar). Los alrededores también son bonitos. Fotos, fotos, fotos. Ya está.
Aquí dentro hay 1101 Kannon
Jardincillo del exterior
Son las 4. Primera visita planificada que quitamos: el Castillo Nijo. Ya sabía que no nos iba a dar tiempo, pero lo había metido por si acaso. No hay problema, no queremos prisas el primer día. Nos dirigimos hacia la calle que va de la estación al ryokan y allí cogemos el bus hasta la parada de Shijo. Caminamos hacia el norte y nos metemos por la primera calle a la derecha con destino al mercado de Nishiki. Nos lo recorremos tranquilamente, sin prisas, parándonos en los puestos que nos llaman la atención (casi todos!, esos pescados raros, esos pinchos de pulpitos....)
Muestras de comidas
¿Hace un pulpito?
A medio camino nos paramos a mirar un sitio en el que hay muchos japos haciendo cola, a ver qué venden. Nos asomamos y vemos que son rosquillas. En ese momento sale una señora que ha comprado una bolsa, y al vernos con cara de “¿de qué serán?”, nos ofrece su bolsa y hace gestos de “coged, coged”. Sorprendidos, cogemos una. Quiere que cojamos más, una cada uno, pero no abusamos y le damos las arigatos. Qué maja la señora. La rosquilla estaba rica, pero vamos, como las de mi abuela.
Llegamos al final del mercado y vemos que desemboca en un templo. Éste no lo tenemos en la guía, así que.....para dentro a descubrirlo. Un recinto pequeñito y cuidado, con su templo, su fuente para purificarse, su jardín...
Farolillos
A rezar
Contentos por ver algo que no estaba previsto (nos conformamos con poco) le echamos unas fotos y salimos. Giramos a la izquierda y callejeamos hasta la calle principal. Preguntamos para no equivocarnos por dónde se llega a Pontocho. Pregunta a un japo: “¿Pontocho?” Respuesta del japo: señalar. ¿Quién dijo que el japonés era difícil?
Recorrido por Pontocho
Esta zona está mucho más animada, hay un montón de gente. Llegamos a Pontocho. Ha anochecido y está muy chulo, con las luces tenues y las casitas y restaurantes a los lados. Nos damos un paseo por la callecita, mirando los restaurantes; algunos están sólo en japonés, otros tienen carta en inglés, otros tienen fotos....
Pontocho
Cuando nos cansamos, damos media vuelta y nos metemos en uno. Cenamos nuestro primer shabu-shabu y sukiyaki y tempura..... mmmmhhh....Un poco más caro que en otras zonas, pero sin exagerar (aunque había sitios bastante caros, fijaos en los precios antes de entrar).
Son las 9 y estamos bastante cansados entre el viaje y la emoción del primer día. Decidimos coger un taxi hasta el ryokan (al ser 4 nos sale igual o incluso más barato que 4 billetes de bus). Le enseñamos la tarjeta en japo con la dirección que nos dio el señor Matsubaya al llegar, y nos lleva sin problema.
Fuera zapatos, dentro zapatillas. Montamos el futón en un minuto, mandamos un email a la familia y pongo un mensaje en el foro y a dormir!