El 7 de noviembre a mediodía salimos de Badajoz a Lisboa, para coger el primer avión, primero a Madrid, y de Madrid a Buenos Aires (así salía bastante más barato que directamente desde Madrid, y como nosotros estamos cerca, no está la cosa para tirar el dinero). Ambos vuelos bien, aunque el de Buenos Aires con un poco de retraso. Yo tenía mucho temor a un vuelo de casi trece horas, pero bueno, se hizo más o menos bien, entre la cena, un par de horas de sueño y un par de películas... Decir que en los vuelos intercontinentales de Air Europa tienes pantallas individuales con 8 películas a elegir cuando tú quieras.
A las 9 y media aterrizamos en Ezeiza. Nuestras maletas también, y además intactas, lo cual está bien, ya que a algunos que venían en nuestro vuelo les habían abierto las maletas.
Luego tocaba pasar por la aduana, y ahí fue nuestra primera experiencia con las colas en Argentina. Muchísima gente y un quilombo monumental, ya que coincidían varios vuelos grandes, y una cola que llegaba hasta la cinta de equipajes. En Argentina se hacen muchas colas (o filas como dicen allí), pero luego se respetan muy pocas. Tras una hora, llegamos al control de la aduana, y allí ni nos miraron, ni nos pidieron el papelito que habíamos rellenado con la declaración de los productos que entrábamos en el país, y nosotros que tomamos todas las precauciones con el queso que llevábamos para una amiga.
Tras otra hora de cola en el Banco de la Nación para cambiar euros a pesos (5,78 pesos por euro, el mejor cambio del viaje ya que luego bajó el euro), fuimos a Taxi Ezeiza, que por 180 pesos nos llevó al hotel. El Gran Hotel Libertad (230 pesos habitación doble con desayuno) está en la calle Libertad, paralela a la Avenida 9 de Julio, cerca del Obelisco y de la Avenida Corrientes. La verdad, un poco cutrecillo, pero está bien situado. Llegamos a las 2, después de 30 horas viajando. Lo primero fue ir a comer, en la Avenida Corrientes en el restaurante La Churrasquita, donde nos comimos nuestro primer bife de chorizo y tomamos la primera Quilmes del viaje.
Estábamos muertos, así que después de comer nos fuimos al hotel a intentar echarnos una siesta, pero nuestro cuerpo seguía con horario de España y no hubo manera de dar una pestañada. Por la tarde fuimos a conocer un poco del centro de Buenos Aires, el Obelisco, la Casa Rosada, la Plaza de Mayo y la calle peatonal Florida, donde hay infinidad de puestos callejeros donde comprar recuerdos.
Por la noche una pizza y a la cama. Las pizzas en Buenos Aires son muy buenas, pero hay que pedirlas “a la piedra”, las que son “en molde” tiene más masa de lo que estamos acostumbrados en España.