El recorrido de la excursión que contratamos seguía el camino del Tren de las Nubes hasta San Antonio de los Cobres, para seguir hasta Salinas Grandes y bajar la Cuesta de Lipán hasta Purmamarca, lugar donde dormiríamos. Y al día siguiente íbamos a recorrer la Quebrada de Humahuaca. Una excursión muy completa en la que se discurre por puna, quebradas, salinas y yunga. Os dejo el mapa del recorrido.
Metimos lo imprescindible para pasar la noche en una mochila y dejamos las maletas en el hotel, ya que volveríamos allí al día siguiente. A las 7:15 pasó a recogernos Luis al hotel, que sería nuestro guía las siguientes 48 horas, y después fuimos a buscar a otras dos chicas, una argentina y la otra española. Lo primero que hicimos fue comprar hojas de coca, para prevenir el apunamiento o mal de altura, ya que íbamos a subir a más de 4000 m de altura. En esta zona se utiliza mucho la hoja de coca con este propósito, bien las hojas naturales o en infusión (mate de coca).
Nuestra primera parada fue en Campo Quijano, pueblo donde comienza la Quebrada del Toro, y que surgió consecuencia de la implantación del tren que transportaba minerales, que ahora es el turístico Tren de las Nubes. Saliendo de esta población por la Quebrada del Toro vamos viendo los viaductos del Tren de las Nubes, y el cielo se va despejando poco a poco hasta quedar totalmente azul. Es importante llevar protector solar, ya que el sol quema mucho en altura.
A medida que vamos ganando altura empiezan a aparecer los cardones, una especie de cactus muy grande que crece entre los 2000 y los 3500 m, y que abunda en Salta y Jujuy. De hecho, la madera de cardón es muy utilizada aquí para muebles, lámparas y adornos. Pueden crecer mucho, los vimos de hasta 5 metros, y en noviembre están en flor. Luis nos iba contando algunas de las leyendas que hay en la región sobre los cardones, que no viene al caso contar ahora, y es que en esta zona hay muchas creencias y supersticiones populares. En la etapa anterior comenté que en Noroeste Argentino hay mucha devoción religiosa, pero no solo católica, también hacia dioses y creencias prehispánicas. Sobre todo hay un culto muy extendido a la “Pachamama”, la madre tierra, encontrando por todo el recorrido “pachetas”, los monumentos de culto. También hay otras creencias populares en santos paganos, como la “Difunta Correa” o el “Gauchito Gil”. Luis nos contaba todas estas leyendas, y así nos ayudaba a conocer un poco mejor la cultura de los habitantes de la zona.
Poco a poco el paisaje fue cambiando, y empezamos a ver montañas de colores. De todos los colores, nos encantó el paisaje, no podíamos dejar de mirar, y le íbamos diciendo a Luis que nos pare aquí y allá para hacer fotos.
Paramos en Santa Rosa de Tastil, un pueblito donde hay un pequeño aunque interesante museo. A pocos kilómetros del pueblo están las ruinas de Tastil, una ciudad preincaica que, según se cree, fue abandonada cuando los incas invadieron la región.
Seguimos subiendo hasta llegar a San Antonio de los Cobres, a 3700 m de altura, y aquí nos paramos a comer. Pedimos dos empanadas de carne, una patata al horno con queso, una cazuela de llama, un bife a la criolla (dos capas de carne intercaladas con patatas), dos postres y una cerveza (137 pesos).
Seguimos nuestro camino hacia Salinas Grandes. En esta altura (la puna) ya no hay cardones, apenas unos arbustos, y también encontramos llamas y vicuñas.
Antes de llegar a Salinas Grandes nos estaban esperando otros dos guías con sus grupos, para poder entrar con los coches por medio de la salina (por lo visto un coche solo no puede pasar), en lugar de rodearla por el camino. Era impresionante como los coches iban haciendo el camino por la sal con las ruedas. Nos impactó tal extensión de sal, la llanura blanca a nuestro alrededor. Además, nosotros conocíamos el concepto de salina como algo ligado al mar, pero esta se encuentra a 3450 m de altitud y muy lejos del mar
Allí en la salina Luis nos estuvo haciendo unas fotos jugando con la perspectiva que da el color blanco del suelo, y salen unas fotos muy curiosas. Luego los otros guías se picaron, empezaron a querer hacer la foto más espectacular, y en una de las poses acabé en el suelo, haciéndome unas pequeñas heridas en las manos con la sal. Escocía un poco, pero nada grave
De las salinas emprendimos nuestro camino hasta Purmamarca, pero antes paramos en el punto más alto del recorrido, 4170 m de altitud. Y hasta Purmamarca bajamos por la Cuesta de Lipán, una carretera con muchísimas curvas, pero con un paisaje espectacular, a cada curva que pasabas te encontrabas una montaña de un color diferente. Era impresionante.
En Purmamarca se encuentra el famoso cerro de los siete colores, pero Luis nos advirtió que esa tarde nos iba a decepcionar, que esperásemos al día siguiente con la luz de la mañana… Nos alojamos en el hostal Sabor a Tierra, 180 pesos la habitación doble con desayuno. Pensábamos alojarnos en el Mama Coca, pero tenían un problema y no pudo ser, así que fuimos a este. Nada más llegar hicimos el Paseo de los Colorados, una ruta de unos 3 km que bordea por detrás el cerro de los siete colores, y que disfrutamos mucho, viendo cambiar la tonalidad de las montañas según avanzábamos y cambiaba la luz, destacando el color rojo sobre los demás.
El pueblo es muy pequeño, y en la plaza hay un mercado con muchos puestos para comprar artesanía. Después del paseo hicimos algunas compras, las prendas de lana de alpaca son bastante baratas (un jersey sobre 70-80 pesos), aunque las fabrican en Perú y en la mayoría de los puestos hay los mismos modelos. Yo, que me encantan los colores en la ropa, me hubiera llevado todo.
Por la noche fuimos a cenar al “Rincón de Claudia Vilte”, una peña folclórica donde todas las noches hay música en directo. Comimos 2 empanadas de charqui (carne seca, no me gustó mucho), cabrito al horno (esta es la única zona de Argentina donde ponen cabrito), lomo de llama (me recordaba a la ternera) y una botella de vino de Cafayate (total 170 pesos).