Después de meses organizando el viaje salimos finalmente con nuestras hijas a las 11’45 del 17 de agosto de 2012 desde Barcelona, con escala en París hacia Beijing. El vuelo París Beijing dura 9’30 horas. Llegamos a las 7’55 hora local y empiezan los problemas pues sabíamos que el autobús número 3 nos dejaba cerca del centro, así que lo cogimos. Ya pudimos comprobar que los chinos de Beijing, como los chinos de Barcelona dicen a todo que si con la cabeza aunque no entiendan nada y no sepan lo que están diciendo, lo que no ayuda mucho cuando pretendes informarte. Así que nos vimos subidos en un autobús en dirección a la ciudad prohibida, teóricamente, cerca de la cual se encontraba nuestro hotel (en los límites de un hutong), eso si, no teníamos ni idea de donde debíamos bajar y nadie parecía entender nada de lo que decíamos ni inglés, ni español, ni francés, ni italiano, ni nada de lo que hablamos. Finalmente bajamos en la estación central y cogimos un taxi para indicarle la dirección del hotel. El primer taxi al que nos dirigimos nos intentó timar, pues nos pedía mucho dinero cuando sabíamos que estábamos cerca del hotel, y lo mismo hicieron los taxis de la parada, así que nos alejamos de la estación donde con las maletas y la cara de colgaos éramos una presa fácil y finalmente cogimos un taxi en la calle con una tarifa correcta. Nos acomodamos en el hotel y salimos hacia la Forbbiden City.
[align=center]ciudad prohibida
Lo primero que constatamos es que realmente hay muchos chinos en China, una barbaridad de chinos entrando en la Ciudad Prohibida –y entre ellos nosotros 4- y lo segundo es que hay una humedad relativa y una contaminación impresionantes (no me extraña que los atletas no quisieran venir a las Olimpiadas). El cielo se ve con una neblina, que te piensas que es niebla y es contaminación. Llegué a preocuparme por nuestros pulmones.
La entrada a la Ciudad Prohibida vale al cambio unos 7€. Es impresionante, eso si cuando llegas a cada pabellón los chinos se agolpan para sacar fotos del interior y tienes que hacer lo mismo que ellos, empujar, dar golpes y colarte por todas partes para sacar una foto o ver algo. Ya sabéis “donde fueres haz lo que vieres”. La primera impresión te transporta a los escenarios de “El último emperador”. La ciudad se orienta de la parte pública a la privada, en fin que hay que verlo.
Al salir también visitamos la colina con el templo de Buda en el parque Jingshan, que hay detràs de la Ciudad Prohibida. Muy bonito. La plaza Tiananmen, inmensa, y hitòricamente famosa por las protestas de los estudiantes. Nos negamos a visitar el mausoleo de Mao y luego volvimos para el hotel pues llevábamos muchas horas sin dormir. A la vuelta aún pasamos por la calle Wanfuginj donde venden pinchos de toda clase de bichos: caballitos y estrellas de mar, orugas, gusanos, alacranes, lagartijas, serpiente. La verdad es que vi a poca gente comiendo gusanos. Nosotros probamos los pinchos de serpiente y la verdad es estaban buenos, parecía pollo.